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Medio Oriente

16 de mayo del 2002

Los crímenes del Ave Fénix

Arthur Nelson
Red Pepper
Traducido para Rebelión por Germán Leyens

Cuando el ex Primer Ministro israelí Benjamín Netanyahu apareció en Breakfast with Frost de la BBC el pasado mes, dejó de lado su guión al verse confrontado con una entrevista especialmente firme. "Hace sesenta años, estaban masacrando judíos en Europa y Europa no levantó ni un dedo," rugió. "En la actualidad, los judíos están siendo masacrados de nuevo en el Oriente Próximo... " y el resto sobra.
Unos pocos meses antes del reciente atentado con bombas incendiarias contra sinagogas en Francia, una vecina judía secular argumentó en forma algo parecida. Está comenzando un nuevo Holocausto, dijo. Cuando le pregunté qué pruebas tenía, me respondió fuera de aliento: "¿No lo ves? ¡La evidencia está por todas partes!"
Hay un refrán talmudista, "no vemos el mundo tal como es, lo vemos tal como somos."" En tiempos de crisis, las comunidades minoritarias tienden a cerrar filas. Pero la negativa de la realidad que es actualmente epidémica en la diáspora judía necesita ser examinada por dos motivos.
Uno es que la legitimidad moral de Israel se basa en su reivindicación de que existe –y actúa– en nombre de todos los judíos. El otro es que la fijación de los destinos judíos a los objetivos de la política exterior de EE.UU. es un camino por persona interpuesta, tanto para los judíos como para los árabes.
La Shoah podrá ser el momento definidor en las narrativas populares del antisemitismo, pero hay una cosa que es verdad en el dogma sionista: los judíos fueron perseguidos por los cristianos en Europa Oriental durante siglos. Excluidos a menudo del sitio de trabajo y de las profesiones anteriores a la guerra, los judíos se vieron frecuentemente obligados a la usura y a cobrar alquileres para los terratenientes. En esos casos, funcionaban como intermediarios y "pararrayos" para la cólera campesina, expresada a través de pogromos y de insurrecciones mal encauzadas. Mientras los judíos izquierdistas se unían en posiciones de unidad de clase, el argumento sionista fue que el antisemitismo europeo estaba demasiado arraigado como para poder combatirlo, y que por lo tanto se necesitaba un estado sobre una base étnica en otro sitio. Fue necesario el Holocausto para lograr una mayoría para esta posición dentro de la diáspora. Desde la Shoah, en lugar de dar la prioridad a las reparaciones dentro de Europa, el proyecto sionista se convirtió en una singular transferencia –de un pueblo devastado a un país extranjero y del mito de la Ave Fénix a un pueblo extranjero. La naturaleza del trato imperial fue también bastante especial: actuar como chivos expiatorios y guardagujas para la explotación occidental de las reservas de petróleo.
Una diferencia con la situación en Europa Oriental fue que en Palestina los judíos tomaron voluntariamente el papel de pararrayos. Otra fue que un pueblo, los palestinos, ya vivía allí, y que sólo podía ser removido por la limpieza étnica. Es lo que el Irgún, la Banda Stern y el Haganá procedieron a ejecutar.
El apalancamiento utilizado para la operación fue una campaña terrorista, que tuvo su clímax en el atentado con bombas contra el Hotel King David en Jerusalén, en el que murieron 86 personas. El soborno eventual fue más ayuda militar y económica de EE.UU. que la que recibió todo el resto del mundo en su conjunto –unos 1.000 dólares por ciudadano israelí en este año.
Pero adictos a los "privilegios" conferidos por su calidad de víctimas, los israelíes siguen siendo incapaces de enfrentar la naturaleza de la fundación de su estado. En lugar de hacer, ofrecen una fantasía de resurrección del estado Fénix que se alza de seis millones de cenizas. Pero la realidad del poder imperial de EE.UU. oculta el punto débil del sionismo: que cuando se acabe el petróleo, se acabará la necesidad de Israel que tiene EE.UU. Como pueblo, podría suponerse que han aprendido...
Lo que hemos aprendido son las peores lecciones del pasado. Las lecciones del lado equivocado en el Gueto de Varsovia, como informó recientemente Ha'aretz. O cómo deshumanizar a los enemigos llamándolos "cucarachas," según la famosa expresión de Golda Meir. O cómo deshumanizar a los judíos, como lo demostró adecuadamente el apodo sefardita para los asquenazíes que llegaban a la Tierra Santa en los años 50: "jabón".
Es difícil argumentar contra –o dentro– de cualquier comunidad de la diáspora, cuando los términos del debate están tan cargados visceral y dolorosamente, y deformados. Pero lo que está en juego en el Oriente Próximo es importante, y los hechos deben importar más que la emoción.
Así que pasemos a considerar algunos hechos: Israel es un estado fundado por terroristas –y enfrenta mejor a enemigos que son "terroristas". Israel es un estado basado en el antisemitismo –y enfrenta mejor a críticos que son "antisemitas".
La culpa, el rechazo y el desplazamiento son comprensibles en los supervivientes de un trauma, pero pueden formar también la base material para la tragedia del vengador que se despliega ante nuestros ojos. Como escribiera W.H. Auden en su poema, "1 de septiembre de 1939": "Yo y el público saben, lo que todo escolar aprende. Los que sufren el mal, harán mal por su parte."
Los arrogantes jóvenes soldados israelíes que vemos posando con palestinos muertos para tener trofeos fotográficos, podrán ser hijos de la noche europea, pero eso no disculpa sus acciones. Están extendiendo su paño mortuorio y alimentando sus fantasmas.
La verdad es que no tienen más derecho a oprimir a un extranjero que el que tiene un neoyorquino, un hutu, un tutsi, o, en realidad, un superviviente del Holocausto. Han aprendido las lecciones equivocadas de la historia y, por ello, hay que confrontarlos. Si nuestros vecinos con mentalidad sionista responden con histeria, qué le vamos a hacer. A pesar de ello tenemos un derecho y un deber de defender a los palestinos, nosotros –y nuestros vecinos – de las consecuencias de sus acciones.
http://www.redpepper.org.uk/