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Medio Oriente

¿Derechos humanos de qué?

Agnerys Rodríguez Gavilán

nacional@jrebelde.cip.cu


Tel Aviv arremete contra Arafat y su pueblo, para matarlos, para desaparecerlos de la faz de la tierra. Y con esta cruzada bestial todo el mundo árabe pende sobre una cuerda floja. Pero la nación imperio, Estados Unidos, se hace de la vista gorda.
Más acá, la Corte Suprema de esa misma nación niega indemnización y justicia al indocumentado mexicano, sin embargo algunos no hacen otra cosa que atizar la llama de supuestas violaciones de los derechos humanos en otros países.
Y, también desde el Norte, un cable de la agencia alemana DPA da cuenta de hombres esclavos en la era postmoderna. Resulta que las empresas estadounidenses de seguros Atna, ferroviaria CSC y servicios financieros Fleet Boston obtienen jugosas ganancias por el empleo de esclavos afroamericanos. Se les explota y no se les paga ni un centavo. A otros, simplemente se les margina o se les mata.
Mientras tanto en Ginebra, los diplomáticos del país más violador de los derechos humanos buscan y rebuscan desesperadamente los más increíbles artilugios para de-sarticular el consenso en temas tan sensibles para las naciones y los pueblos como el derecho a la alimentación, al desarrollo, la medicación ante la pandemia del SIDA, la promoción de un orden internacional democrático y equitativo, o la candente situación del irrespeto a la vida en los territorios árabes ocupados, incluida Palestina.
Son las paradojas de este mundo loco. El violador hace de juez mundial. Lo ratifica con creces un informe del Gobierno chino sobre los derechos humanos en Estados Unidos. Allí, campean a sus anchas la falta de salvaguarda de la vida, la libertad y la seguridad personal. Allí, son verdaderamente diabólicas la discriminación racial, las condiciones de las mujeres y los niños, y la brutalidad policial. Allí, se gesta arbitrariamente la violación de la soberanía y los derechos humanos de otros países.
Según el informe, Estados Unidos ha usado la fuerza en el extranjero en más de 40 ocasiones a partir de los años 90. Pero, ya nada nos sorprende. Cuba conoce de memoria ese impúdico doble rasero.
El cabildeo yanqui contra la Isla es permanente. El de ahora, no por anunciado deja de provocar asombro. Otra vez se alistan para intentar sentarnos en el banquillo de los acusados que, a juzgar por la historia, debe estar hecho a la medida de ellos mismos.
La carrera contrarreloj —la votación de una supuesta resolución anticubana en Ginebra sería el 16 de abril— comenzó desde antes del inicio del 58 período de sesiones de la Comisión de Derechos Humanos. No olviden aquel desayuno satánico del lunes 25 de febrero en el lujosísimo hotel Waldorf Astoria, de Nueva York.
Sentados a la mesa de negociación unilateral, un grupo de embajadores latinoamericanos tragó en seco el pan de la prepotencia y la desesperación: presionen a la Unión Europea para que el amo mundial recobre su escaño en la Comisión de Derechos Humanos, y den su voto a la resolución contra Cuba en Ginebra.
El reingreso ya lo tienen asegurado. España e Italia le concedieron la gracia. Lo segundo, lo buscan a cualquier precio. Todavía no aparece el Judas, pero ya sabemos que no dormirán tranquilos hasta ese momento.
Les duele demasiado que Cuba marque la diferencia en este mundo verdaderamente loco. Su obcecada prepotencia les impide comprender que los de aquí hacen el sueño a mano y sin permiso. Cada día parecen incontenibles la soberbia y la agresividad, el desprecio y la ceguera política, el descaro y la desfachatez, de señalar con el dedo acusador a una nación que no se pliega a los designios imperiales.
El apego a la soberanía y el derecho a construir un espacio de bienestar y seguridad para cada uno de sus hijos, está demasiado enraizado en lo más auténtico de este pueblo.
Bien sabemos que la cacería no tendrá descanso. Hasta el 16 de abril podrá vérseles en los más insospechados parajes comprando votos a cambio de falsas promesas. Entretanto, nos cabe el derecho de compartir la inmensa alegría dibujada en los rostros de los pobladores de Marea, en Pilón, especialmente de los niños, cuando vieron que las computadoras tomaron por asalto a la escuelita de ese intrincado sitio de la geografía cubana. Porque nadie será olvidado.
¿De qué derechos humanos hablan entonces?