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Medio Oriente

7 de abril del 2002

La paz ahora

Ignacio Ramonet
Le Monde Diplomatique
Traducido para Rebelión por Rocío Anguiano

La paz, toda la paz, por territorios, todos los territorios. El principal mérito del plan saudí, propuesto en febrero por el príncipe Abdallah y sometido a la cumbre árabe de Beirut, es la simplicidad. Israel se retira a sus fronteras de 4 de junio de 1967, Siria recupera el Golán, se crea un estado palestino en Gaza, Cisjordania y Jerusalén-Este y, a cambio, los veintidós estados de la liga árabe establecen relaciones diplomáticas y comerciales con Israel, comprometiéndose a garantizar la seguridad de este Estado (1).
Retirada total a cambio de paz total. Esta simple ecuación ha suscitado en el conjunto de las cancillerias internacionales un apasionado interés. Sin embargo, la propuesta no es nueva: el principio de paz por territorios se enmarca en las resoluciones 242 (de 1967) y 338 (de 1973) aprobadas por el Consejo de Seguridad de la ONU. Además, existe un precedente, ya que este principio se aplicó ya entre Israel y Egipto tras el histórico viaje de Anouar Al-Sadate a Jerusalén en 1977 y la firma de la paz entre los dos países. Israel devolvió la península del Sinaí y, pese a la oposición de la extrema derecha, desmanteló las colonias que había implantado allí.
Del mismo modo, la conferencia de Madrid de 1991 y la firma de los acuerdos de Oslo entre israelíes y palestinos, ahora rotos, se basaron también en este postulado. Las negociaciones de Camp David en julio de 2000, justo antes de la explosión de la segunda Intifada, y más tarde las llamadas de la "última oportunidad" en Taba, en enero de 2001, se apoyaban también en este principio.
Y entonces, ¿por qué esta iniciativa saudí suscita tanta esperanza? Porque llega en el momento justo, cuando se agotan al mismo tiempo tres dinámicas que de repente encuentran en el plan saudí un pretexto para encubrir su respectivo fracaso.
En primer lugar, la estrategia de violencia por la que ha optado Ariel Sharon para doblegar a los palestinos y obligarles a aceptar, en nombre del "Gran Israel", la definitiva colonización (3) de un parte de los territorios reconocidos internacionalmente como palestinos. El uso exagerado de la fuerza, con el empleo de medios de combate desproporcionados (buques de guerra, aviones F16, helicópteros blindados, carros de combate) contra una población civil en su gran mayoría desarmada, no ha producido el efecto deseado. Al contrario. Los israelíes no habían tenido nunca tantas pérdidas humanas (4), nunca la inseguridad había sido tan grande, incluso dentro del propio Israel.
Además, los crímenes cometidos por el ejercito durante la ocupación de las ciudades de Cisjordania han degradado mucho, en el plano internacional, la imagen de Israel, indignando incluso a sus propios ciudadanos (5). La organización humanitaria B'Tselem, por ejemplo, declaró el pasado 12 de marzo: "En cada ciudad o en cada campo de refugiados en el que los soldados israelíes han entrado han llevado a cabo los mismos actos: disparar a discreción y matar a civiles inocentes; destruir intencionadamente las canalizaciones de agua potable y las infraestructuras de electricidad y teléfono, invadir y destruir casa privadas, disparar a las ambulancias e impedir que se atienda a los heridos..." Dentro del ejercito, el número de oficiales valerosos que dicen "no" crece continuamente (6). Finalmente, los sondeos de opinión confirman que el 60 % de los israelíes están a favor de la evacuación de algunas colonias, el 63 % apoya la creación de un Estado Palestino y el 67 % están descontentos con el general Sharon (7).
La segunda dinámica que se debilita es la resistencia palestina. Aunque ella misma no quiera admitirlo, la población está al límite. Los golpes recibidos han sido considerables, numerosos dirigentes de organizaciones armadas han sido liquidados, victimas de "asesinatos selectivos" y las infraestructuras del embrión del Estado Palestino están en ruina. La desesperación así sembrada nutre la estrategia de atentados-suicida contra los civiles en Israel, que indigna a la opinión pública internacional y mantiene el apoyo a Sharon de una parte de los ciudadanos israelíes.
Los dirigentes palestinos que todavía apuestan por el terrorismo siguen ignorando el carácter democrático de una sociedad israelí que elige libremente a sus gobernantes. Cuanto más sufra el terrorismo, mayor será su tendencia a elegir entre los más intransigentes. Es ya hora de que se propague en el seno de la sociedad palestina un poderoso movimiento pacífico capaz de unirse al movimiento pacifista israelí. Las gestiones de Yasser Abed Rabbo y Yossi Beilin se dirigen en esta dirección. Todas las encuestas muestran que hay, en los dos pueblos, una mayoría que desea avanzar hacia la paz y la reconciliación.
Por último, la tercera dinámica que se agota es la de la parcialidad de Estados Unidos a favor de Israel. Durante su reciente visita a los países árabes, el vicepresidente Richard Cheney pudo apreciar que la actitud de Washington era objeto de críticas radicales, hasta el punto de removilizar la " causa árabe". E impedía que se estableciera la indispensable alianza que debería preceder al gran ataque contra Irak.
Por eso los Estados Unidos no sólo han acogido con interés la propuesta saudí, sino que la han relanzado haciendo votar al Consejo de Seguridad de la ONU la resolución 1397 que defiende "la visión de una región en la que dos Estados, Israel y Palestina, vivan lado a lado dentro de fronteras reconocidas y seguras".
Parece que una vez más se dan las condiciones para avanzar hacia el fin del conflicto. Los pueblos de la región esperan el milagro con la respiración contenida. Pero los saboteadores de la paz acechan en la sombra...
Notas
(1) Egipto y Jordania son los únicos Estados árabes que han firmado un tratado de paz con Israel.
(2) Léase Le Monde Diplomatique de septiembre de 2001
(3) Desde que el general Sharon fue elegido Primer Ministro, y mientras se mantenían los enfrentamientos entre israelíes y palestinos, la colonización judía de Gaza y Cisjordania ha continuado. Desde febrero de 2001, contraviniendo las recomendaciones del informe Mitchell que exige una congelación de las implantaciones de colonos, se han creado 34 nuevas colonias (Cf. International Herald Tribune, 20 de marzo de 2002).
(4) Hasta la elección de Sharon, en febrero de 2001, la Intifiada había provocado 50 muertes de israelíes; a finales de marzo de 2002 esta cifra sobrepasaba las 350.
(5) Ha'aretz, Tel Aviv, 13 de marzo de 2002.