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Medio Oriente

2 de diciembre del 2002

Zimbabwe: los buenos granjeros blancos y los malos granjeros negros

George Monbiot
ZNet
Tal vez el presidente Mugabe sea un hombre despiadado. Tal vez sus políticas contribuyan al acelerado empobrecimiento de los zimbabwenses. Pero sugerir que las tomas de tierras son la causa principal de la hambruna de la nación, es fantasioso. A pesar de que allí los 4500 terratenientes blancos son dueños de las dos terceras partes de las mejores tierras, la mayoría cultiva tabaco, no comida. Al setenta por ciento del maíz nacional lo cultivan campesinos negros peleando la supervivencia desde las tierras marginales que les dejaron los colonizadores.
El hombre más malvado del planeta después de Saddam Hussein y Osama ben Laden, es Robert Mugabe, el presidente de Zimbabwe, o esa es, por lo menos, la apreciación de la mayor parte de la prensa mundial.
Mugabe dispuso que 2900 agricultores blancos abandonaran sus tierras. El dice estar devolviéndole su propiedad a campesinos sin tierra, aunque muchas de las haciendas que ha incautado se han entregado a funcionarios militares y partidarios leales. Doce agricultores blancos fueron asesinados y muchos otros han sido golpeados. Robó las elecciones de marzo gracias al fraude en las votaciones y a las intimidaciones a sus rivales políticos. Para el Daily Telegraph este ataque a las haciendas de los blancos es el motivo principal de la hambruna actual. Ahora, señala el diario, está utilizando "la ayuda alimenticia como arma política". Como candidato para el tercer puesto del Hombre Más Malvado del Mundo, Mugabe parece tener todas las acreditaciones.
No caben dudas de que Mugabe es un hombre despiadado, ni de que sus políticas contribuyen al empobrecimiento cada vez mayor de los zimbabwenses. Pero sugerir que las tomas de tierras son la causa principal de la hambruna de la nación, es fantasioso. A pesar de que allí los 4500 terratenientes blancos son dueños de las dos terceras partes de las mejores tierras, la mayoría cultiva tabaco, no comida. Al setenta por ciento del maíz nacional (cultivo básico principal) lo cultivan campesinos negros peleando la supervivencia desde las tierras marginales que les dejaron los blancos.
La toma de las haciendas blancas es brutal e ilegal; pero es una escena pequeña comparada con la tragedia montada en el ámbito mundial. Cada año, algunas decenas de millones de campesinos se ven forzados a abandonar sus tierras con consecuencias devastadoras para la seguridad alimentaria. Ellos no consiguen descripciones plañideras de una última visita a las tumbas de sus hijos. Si alguna vez se los menciona, la mayoría de los medios los desestima por considerarlos los daños colaterales necesarios del desarrollo.
Asegurándose el negocio
Hace diez años, investigué las expropiaciones financiadas y organizadas en África por otro miembro de la Commonwealth. Canadá había puesto dinero para arar y plantar trigo en las planicies Basotu de Tanzania. En ese país al trigo lo consumían únicamente los ricos, pero con ese cultivo, en vez de maíz o frijoles o mandioca, Canadá se aseguraba contratos para sus productos químicos o empresas de maquinarias agrícolas, líderes mundiales en tecnología para el cultivo de trigo. El plan requería expropiar a 40.000 miembros de la tribu barabaig. Los que intentaron regresar a sus tierras fueron golpeados por los trabajadores del proyecto, encarcelados y torturados con descargas eléctricas. Las mujeres fueron violadas en masa. Por primera vez en un siglo, los barabaig estaban desnutridos. Cuando mencioné estas cuestiones a una de las personas a cargo del proyecto, me dijo: "No voy a derramar una sola lágrima por nadie si se hace en pro del desarrollo" La prensa del mundo rico adoptó una actitud muy parecida: sólo The Guardian cubrió la historia. Ahora, además, otro miembro de la Commonwealth, el Reino Unido, financia un proyecto de mayor envergadura en el estado indio de Andhra Pradesh. Se va a expropiar a unos 20 millones de personas. Y otra vez, la mayoría de los medios ha ignorado esta atrocidad.
Estas son personas de tez oscura expulsadas por blancos, no negros expulsando a blancos; y, como tales, están asumiendo el lugar que les corresponde: el de obstáculos invisibles a los proyectos del mundo rico. Mugabe es un monstruo porque ha usurpado el orden natural.
A través de toda la cobertura de Zimbabwe hay un mar de fondo que deja ver el racismo y el arrepentimiento de que Gran Bretaña dejara escapar a Rhodesia. Algunos de los artículos en el Telegraph podrían perfectamente titularse "Los valerosos hombres y mujeres que mantienen al África negra a raya". Se induce a los lectores a pensar que Ian Smith estaba en lo cierto cuando decía: los únicos que saben cómo manejar al África son los blancos.
No obstante, a través del FMI, el Banco Mundial y los programas de ayuda bilaterales, con sus condiciones extraordinarias, los blancos efectivamente son quienes manejan al África, y menudo estropicio están haciendo de él. Durante los últimos diez años, según el último informe sobre desarrollo humano de las Naciones Unidas, el número de personas de las naciones africanas subsaharianas que viven con menos de un dólar por día ha aumentado de 242 a 300 millones. Cuanto más al pie de la letra apliquen las políticas blancas los gobiernos africanos, más pobres quedan sus pueblos.
La ayuda alimentaria como arma política
Al igual que Mugabe, el mundo rico también ha utilizado "la ayuda alimenticia como arma política". Estados Unidos acaba de obligar a Zimbabwe y Zambia, ambos países víctimas de la hambruna sudafricana, a aceptar maíz genéticamente modificado como paliativo al hambre. Las dos naciones se habían resistido tenazmente a los cultivos genéticamente modificados, en parte porque temían que la tecnología les daría a las empresas multinacionales el control de la cadena alimenticia, dejando a su gente en una posición aún más vulnerable a la hambruna. Pero los Estados Unidos, aprovechando la oportunidad para sus compañías biotecnológicas, les dijo que o aceptaban el envío o morían de hambre.
Malawi también se ha visto obligado a tomar el maíz genéticamente modificado de los Estados Unidos, en parte debido a la pérdida de su propia reserva estratégica de granos. En el año 1999, el FMI y la Unión Europea, instruyeron a Malawi para que privatizara la reserva. El ente privado no tenía capital, de modo que tuvo que pedir dinero a los bancos comerciales para comprar granos. Como era predecible, para el 2001, la entidad se encontró con que no podía cubrir sus deudas. El FMI le dijo que vendiera la mayor parte de su reserva. El ente privado la vendió por completo, y Malawi quedó sin reserva de granos justo cuando sus cosechas fueron malas. El FMI, que no aprendió absolutamente nada con esta catástrofe, sigue impidiendo que ese país ayude a sus agricultores ya sea subsidiando comida o estabilizando los precios.
Es la misma agencia la que obliga a las naciones débiles a abrir sus fronteras para subsidiar alimentos extranjeros, destruyendo sus propias industrias agropecuarias.
Quizás lo más importante es que impide que los Estados inviertan en reformas agrarias. La distribución de la tierra es un factor determinante para la seguridad alimentaria. Las pequeñas haciendas son hasta diez veces tan productivas como las grandes, ya que suelen cultivarse de manera más intensiva. Es más factible que los pequeños productores provean alimentos básicos a la población, y no los supermercados occidentales con sus pot pourri de alimentos.
A los gobiernos del mundo rico no les agrada la reforma agraria porque demandan intervención estatal, y eso ofende al dios del libre mercado, además de perjudicar a los grandes agricultores y a sus proveedores. Es más, fue la negativa británica a permitir un programa adecuado de reforma en Zimbabwe, la que creó las oportunidades políticas que Mugabe explotó con tanta crudeza. Los acuerdos de Lancaster House le dieron el Estado a los negros pero la nación a los blancos. Mugabe manipula las frustraciones genuinas de las personas desahuciadas.
El presidente de Zimbabwe es un demonio muy pequeño en el infierno de las políticas que atañen a las tierras y la comida. Se podría decir que el santificado Nelson Mandela ha causado igual daño a los africanos al rendir sus poderes al FMI apenas los hubo librado del apartheid. Condenemos por todos los medios los ataques racistas de Mugabe contra los blancos de Zimbabwe, pero sólo si estamos listos para condenar la guerra mucho más sangrienta que el mundo rico libra contra los pobres.



La traducción pertenece a Verónica Lassa.