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Medio Oriente

3 de diciembre del 2002

La democracia en África
Las cuerdas del maestro de marionetas

Aminatta Forna
www.globalizate.org

Occidente quiere democracia para Africa más que cualquier cosa, pero la relación de Africa con los gobiernos democráticos es, en el mejor de los casos, provisional. Mientras los lideres africanos se sientan más comprometidos con Occidente que con su propia gente, la democracia seguirá siendo frágil. Aminatta Forna, escritora sierraleonesa, reflexiona sobre las condiciones en que se producen las relaciones de apoyo del mundo desarrollado al continente más postergado del planeta. Ayuda y deuda -dice- son dos caras de la misma moneda. Ayuda y deuda son las cuerdas del maestro de marionetas.
El camino que lleva a la aldea, más de una hora desde el pueblo más cercano, está bordeado por bosta de elefante de dos metros de alto. Los niños salen corriendo hacia el coche, rodeándonos en segundos. En una plaza central hay un pozo y el lugar de encuentro de la ciudad. Estamos en Sierra Leona. Es bello, pintoresco, olvidado.
Esperaba recibir la bienvenida que nos están dando. La gente que vive aquí son mis familiares. Es la primera vez que visito la aldea donde mi padre nació.
La única señal de las últimas elecciones, las primeras desde que la guerra civil, que duró 10 años, terminó el año pasado, es un póster descolorido por el sol pegado en una de las casas. Las elecciones fueron vistas mayoritariamente como un éxito para Sierra Leona y para las Naciones Unidas, que se ha esforzado para llevar la paz al país.
Es uno de los pocas historias de éxitos en Africa.
Occidente quiere democracia para Africa más que cualquier cosa, pero la relación de Africa con los gobiernos democráticos es, en el mejor de los casos, provisional:
demasiado a menudo los líderes elegidos se perpetúan en el poder, demasiado a menudo los cambios se producen por golpes de estado.
¿Qué ocurre en Africa para que surjan tantos regímenes autocráticos? En esta aldea no hay escuela. No hay teléfonos, seguramente tampoco televisión, ni siquiera radio.
La comunicación con el mundo exterior raramente existe.
Los aldeanos, niños incluidos, trabajan doce horas al día en los campos y viven en un nivel de subsistencia. El póster de las elecciones habla de democracia y libertad, urgiendo a los votantes a ejercitar sus derechos. Pero el mensaje se pierde en los vecinos. Nadie aquí puede leerlo. El nivel de analfabetismo se acerca al 80%, el peor de Africa. El jefe de la aldea es analfabeto. También lo es el jefe principal de la región.
La democracia para cada nación en vías de desarrollo se ha convertido en un objetivo inalcanzable. Pero cómo la democracia podría funcionar en la práctica para personas estos los aldeanos, es un interrogante que incomoda, una cuestión a la que las elites occidentales ponen la mirada perdida y los oídos sordos.
La clave para el funcionamiento de una democracia es un pueblo que pueda escudriñar las acciones de su liderazgo. En Inglaterra tenemos medios de comunicación implacables y una población altamente alfabetizada. Sin embargo, en reconocimiento a la fragilidad de los derechos democráticos, organizaciones como Charter 88 dedican sus esfuerzos a protegerlos. Incluso así, muchos de nosotros descubrimos recientemente que el primer ministro no requiere la autoridad del Parlamento para declarar la guerra a otro estado. Si esto puede ocurrir en Inglaterra, ¿qué probabilidades tiene el africano de zonas rurales, en general, de vigilar a sus líderes? No hay impuestos sin representación: en Occidente nuestra contribución al estado es lo que nos da el derecho al premio. En la aldea africana en la que estoy, mis familiares no pagan impuestos. El líder africano, como todos estos en las naciones más pobres, tienen que buscar fuentes alternativas de ingresos, sean concesiones de explotación de minerales, madera o petróleo. Este mecanismo, si el dirigente no tiene escrúpulos, ofrece otras ventajas. En lugar de contribuyentes sistemáticamente enojados a los que rendir cuentas, tiene una fuente directa de ingresos sin requerimientos de demasiadas explicaciones. Otra verdad emerge: no hay representación sin impuestos.
Aún más redituables son los fondos ofrecidos en la forma de préstamos extranjeros y paquetes de ayuda. Los préstamos vienen con muchas condiciones. Y tendrán que ser devueltos por generaciones futuras no importa de sí han beneficiado. Cuando el gobierno falta, el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional pueden dictar la política doméstica. El FMI ha ordenado a la Argentina cortar el gasto social y eliminar el subsidio a industrias locales. La Argentina está todavía en el caos.
Ayuda y deuda son dos caras de la misma moneda. Gran parte de la ayuda es repartida en la esperanza de comprar lealtades. Estados Unidos ha jugado largamente a este juego.
La alianza tácita de Pakistán contra los talibanes resultó en una reducción por parte del FMI del préstamo para la pobreza de 1.300 millones de dólares, junto con concesiones comerciales. Las deudas masivas del país han sido renegociadas. Ayuda y deuda son las cuerdas del maestro de marionetas. Esta es la razón por la cual persuadir a los gobiernos poderosos es tan difícil, si no es en su propio interés hacer eso.
Los campeones de la ayuda gobierno a gobierno argumentarán que los fondos pueden ser igualmente ser usados como punta de lanza de reformas democráticas. Esto es casi cierto en ocasiones. Pero la noción de obligar la instalación de gobiernos democráticos es contradictoria. Los gobiernos del Tercer Mundo no responden a su gente sino a los ministros de otros gobiernos más poderosos.
La verdadera democracia crece desde las raíces. La ayuda, si va a ser dada, debería ser dirigida a formar a la gente para convertirlos en ciudadanos activos. Lo que la gente en la aldea de mi familia necesita es poder abogar para ellos mismos, escudriñar las acciones tomadas en su nombre y mantener sólo a sus líderes responsables.



Aminatta Forna es escritora, hija de un dirigente político asesinado en Sierra Leona. Su último libro es "Africa sin máscara: Sueño del dictador".