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Medio Oriente

30 de septiembre del 2002

No abandonemos a Costa de Marfil

Arnaud De Raulin
www.elcorresponsal.org

La violencia aumenta en Costa de Marfil, producto de las divisiones étnico religiosas, y amenaza con convertirse en una guerra civil que no sólo afectaría a este país sino que podría extenderse a las naciones vecinas y transformarse en un conflicto regional. Francia y las organizaciones internacionales tienen la obligación de poner su atención en el continente africano y buscar la manera de colaborar para restaurar la estabilidad.

Costa de Marfil, Ruanda, Congo, la República Democrática del Congo (RDC): la lista de los países del Africa francófona que viven el desmoronamiento económico, político y social se amplía cada año. Efectos perversos de la mundialización, crisis de identidad y de seguridad, etnicismo exacerbado, democratización abortada y mal entendida, desinterés de las grandes potencias por Africa, fin del antagonismo Este-Oeste, todos estos factores son a la vez causas y efectos de la situación actual. Pero la consecuencia más seria es que Costa de Marfil es amenazada por la secesión. ¿Quiénes son los responsables? ¿Cuáles son las verdaderas causas y razones del caos de estos Estados y, específicamente, de Costa de Marfil?
Sería fácil y reduccionista señalar a los culpables, pero sí se puede enumerar un cierto número de errores que sehan cometido estos últimos años en el país. Costa de Marfil, que se presentó, a menudo, como la más bellavidriera de la francofonía, se transformó en un revés diplomático y político para Francia. ¿Cómo se llegó a esto? Lasituación actual tiene su origen no solamente en la difícil sucesión de Houphouët-Boigny desde 1993, sino también en el interés muy relativo, casi indiferencia, que tuvo Francia por Africa en los últimos años. Varios signos lo demuestran: la fusión del Ministerio de Cooperación y del Ministerio de Relaciones Exteriores, la casi desaparición de las redes francesas en Africa a pesar de la supervivencia de la "Françafrique" por aquí y por allá, la devaluación del franco CFA del 50 % en 1994, elalineamiento de la política francesa tras el modelo de gestión marcado por el FMI y el Banco Mundial con su vía de privatizaciones apresuradas y en provecho de los grupos de interés, la diplomacia común y acordada de Francia y Gran Bretaña en Africa en desmedro de los intereses estratégicos, a veces divergentes, dado que la historia colonial de los dos países no es la misma y no siempre coincide. La nueva doctrina militar preparada por Francia en Africa es otra fuente de confusión, mientras que Gran Bretaña pudo desplegar, sin ningún esfuerzo, miles de soldados en el territorio de Sierra Leona.
Esta nueva doctrina francesa de no intervención en Africa aplicada de manera estricta y rígida corre el riesgo de poner a las fuerzas francesas en estado de inacción. De hecho, ninguna regla del derecho internacional prohibe a un tercer Estado socorrer a otro cuando sus instituciones son amenazadas y la legalidad republicana violada.
Como se sabe, existe una convención entre Costa de Marfil y Francia que permite a este último país apoyar las operaciones para mantener la paz. Otros países africanos, tales como Gabón y Chad, se benefician con este tipo de acuerdos. ¿Para qué servirían los 600 militares franceses instalados en la base de Port-Bouet, cerca de Abidjan, si Francia no pudiera intervenir?
Otra prueba de la indiferencia de Francia en Africa es la ausencia de las más altas autoridades francesas del Estado en las exequias de Léopold Sédar Senghor, integrante de la Academia Francesa, paladín de la francofonía y alto representante de la cultura francesa. Esta ausencia fue muy sentida por muchos africanos y fue vivida como una herida moral.
Se nota cada vez más que Francia no tiene una política africana fuera de la fijada en Bruselas. ¿Cambio de época, de estrategia, de intereses? En todos los casos es un grave desprecio, puesto que la grandeza y la consideración de Francia en el exterior se miden según la atención que le brinde a este continente. La política llevada adelante por los dirigentes de Costa de Marfil estos últimos años presentaba también el germen de semejante crisis.
En Costa de Marfil, como en muchos otros Estados africanos, los cimientos del Estado son frágiles y precarios. Es porque el ostracismo político practicado por los sucesivos gobiernos, desde la muerte de Houphouët-Boigny, frente a las poblaciones del Norte y a sus representates fue muy recibido en el interior de esta región. ¿Qué decir entonces del régimen discriminatorio del que son objeto las poblaciones de Burkina Faso?
Pero, hay que saber, y esto es muy importante, que el código territorial adoptado en 1998 no confiere el título de propietario de tierras más que a las personas físicas marfileñas y a las colectividades públicas. Los extranjeros tienen prohibido entonces el acceso a la propiedad territorial. Que se lo crea o no, aquí está una de las causas del conflicto.
Este país también es víctima de la "marfilidad" que fue promovida por el ex presidente Henri Konan Bédié, mientras que más de un tercio de la población es de origen extranjero. Es en nombre de este funesto concepto que al ex primer ministro Alassane Ouattara (de religión musulmana y con uno de sus padres nacido en Burkina Faso) se le prohibió presentarse a las elecciones.
Es urgente y necesario quebrar este doble antagonismo étnico-religioso (cristianos-musulmanes, Norte-Sur) que es portador de divisiones y amenaza seriamente la unidad del país, como se observa en este momento con la ocupación de los amotinados de las principales ciudades del Norte (Bouaké, Khorogo). Hay que evitar que Costa de Marfil caiga en una guerra civil, la que sería no solamente interétnica y religiosa sino también regional, a la imagen de los acontecimientos que sacudieron el Africa de los Grandes Lagos y los países vecinos como Liberia y Sierra Leona.
Esta crisis política aguda que golpea a Costa de Marfil no podrá ser equilibrada más que si se integran los siguientes niveles de intervención:
Primero, Francia puede jugar un papel decisivo en la resolución de este conflicto, dado su peso político y económico todavía importante en este país. Francia no debe permanecer inerte. Al contrario, debe asumir su responsabilidad en este momento crucial de la historia de Costa de Marfil. Luego, en el plano regional, las organizaciones internacionales como la Unión Africana (ex OUA) y los representantes del Consejo de la alianza y de la Comunidad Económica de los Estados de Africa del Oeste (CDEAO) deben también aportar su contribución para alcanzar la solución de conflicto y detener este proceso insurreccional.
Finalmente, en el plano interno, se trata de crear un gran movimiento de integración y asimilación entre etnias y regiones. La paz y la integridad del país serán el premio a estos esfuerzos. En esto no está sólo el interés de Costa de Marfil, sino también el equilibrio geopolítico del conjunto de la subregión, pues el menor sobresalto que afecta a Costa de Marfil repercute casi inmediatamente en los países vecinos.
La fuente: el autor es profesor de la Universidad de Artois, Francia. La nota fue publicada en el diario francés Libération. La traducción del francés pertenece a María Masquelet para El Corresponsal (www.elcorresponsal.com).