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Medio Oriente

8 de octubre del 2002

Israel está ganando la batalla por la tierra

Amira Hass
Ha'aretz
Traducido para Rebelión por L.B.

El sentimiento de humillación y derrota supuestamente dominante en Israel a raiz del fin del asedio a las instalaciones de la Mukata en Ramallah era exagerado. Tan exagerado como el sentimiento palestino de victoria. Este asunto de la Mukata representaba la dimensión simbólica de la disputa, pero oscurecía el hecho de que Israel está ganando una batalla tras otra en la guerra que realmente cuenta.
La querella entre los dos pueblos gira en torno a la posesión de la tierra y no en torno a la personalidad de Yasser Arafat o Ariel Sharon. Y en esta batalla por el control de la tierra en Cisjordania y la franja de Gaza todas las partidas las está ganando Israel.
La batalla está siendo librada en tres frentes principales. En primer lugar, en el marco de la construcción de una valla de seguridad y separación (cuyo trazado está siendo diseñado atendiendo a las exigencias de los colonos judíos), los palestinos de Cisjordania van a perder decenas de miles de dunams de fértil tierra agrícola, amén de tierra destinada al desarrollo. El territorio palestino formalmente demarcado que va a perderse en aras de la construcción de la valla de seguridad israelí representa "sólo" algunos centenares de dunams. Pero la valla bloqueará el acceso a millares de dunams de valor capital para sus propietarios y para la economía palestina.
Al menos 11 pueblos con sus residentes, casas y tierras quedarán en la tierra de nadie situada entre la Línea Verde y la valla de separación. Dado que su presencia en la zona de seguridad y separación será considerada como una molestia, estos pueblos están condenados a pasar bajo control militar especial y a verse sujetos a severas restricciones de movimientos, lo que dañará aún más la capacidad de los residentes para explotar las tierras que aún no les han sido arrebatadas. Los residentes de al menos otros 20 pueblos se encontrarán con que la parte del león de sus tierras caerá al oeste de la valla y solamente las zonas edificadas estarán situadas al este de la valla. Juzgando por lo que ha ocurrido en otras ocasiones en las que se han construido vallas alrededor de los asentamientos judíos y han quedado apresados en sus lindes terrenos palestinos no "anexados" oficialmente, no resulta difícil adivinar lo que ocurrirá con esos vecinos. Los propietarios de las tierras no podrán acceder a sus campos para cultivarlos. A veces, los vecinos se encontrarán con que ninguno de los soldados israelíes desplegados en una determinada posición sabrán dónde están las llaves del portón metálico que permite el acceso a sus campos. Otras veces, ocurrirá que los perros israelíes ahuyentarán a los propietarios palestinos. Se dará también la situación de que un oficial de seguridad de un asentamiento judío amenace a los palestinos o de que el ejército los ponga a todos bajo toque de queda.
Al hecho de no poder trabajar sus tierras se suman las severas restricciones para comercializar sus productos que afectarán a los palestinos que vivan bajo la sombra de la valla de separación israelí. Esas restricciones llevan ya dos años aplicándose en Cisjordania y en la franja de Gaza. El derecho a comercializar los productos es el segundo frente de la batalla por la tierra, y las restricciones con las que los israelíes están vulnerándolo amenazan directamente los ingresos y el futuro del 60% de los palestinos que residen en áreas rurales.
Debido a los estrictos cierres internos resulta más fácil encontrar en las ciudades palestinas guayaba cultivada en Israel que en el pueblo palestino vecino. Un vehículo Tnuva con matrículas israelíes y un conductor árabe-israelí puede conducir por las mejores carreteras de Cisjordania, vedadas a los palestinos. Las restricciones comerciales han transformado en los últimos dos años la agricultura palestina en una empresa improductiva y casi quijotesca. El daño que la economía israelí ha experimentado a causa del conflicto es mínimo, mientras que los daños que ha sufrido la economía palestina en general, y el sector agrícola en particular, han sido devastadores. ¿Contribuirá esta miseria e indigencia individuales y colectivas a impulsar y acelerar otra vez el fenómeno de venta de tierras privadas palestinas a compradores judíos?
El tercer frente es el burocrático. Lo único que queda del proceso de Oslo es el acuerdo palestino que autoriza a Israel a limitar la construcción en el 60% de las tierras de Cisjordania, en las áreas "C" (bajo control administrativo israelí). Toda edificación y desarrollo inmobiliario en estas tierras requiere la aprobación israelí, incluso cuando se trata de tierras de propiedad privada.
Hace dos semanas, por ejemplo, tropas del ejército israelí y funcionarios de la administración civil israelí demolieron 34 viviendas en un barrio residencial construido por la asociación de trabajadores palestinos en una localidad cercana a Ramallah. Resultó que algunos de los terrenos del citado barrio estaban situados en zona "B" (bajo control administrativo palestino) y otros en zona "C". Hace un año se dictó una orden de paralización de obras, pero, según afirman los palestinos, los israelíes demolieron las construcciones sin que mediara aviso alguno y sin que los residentes tuvieran oportunidad de apelar por vía legal.
La determinación de las autoridades israelíes para atajar la más mínima "transgresión" palestina en el tema de la construcción resulta particularmente significativa si la comparamos con la desidia de esas mismas autoridades a la hora de poner freno a los asentamientos judíos y a los incesantes trabajos de construcción "legal" que se realizan en ellos.
Las medidas de seguridad adoptadas por Israel no pretenden contribuir al establecimiento de un Estado palestino en las fronteras del 4 de junio de 1967, ni adecuarse a los standards adoptados por la comunidad internacional. Las medidas de seguridad --incluidas las adoptadas durante los años de las negociaciones de Oslo—modifican el terreno por medio de hechos consumados que servirán para influir en las negociaciones diplomáticas, y fomentan la campaña ya en marcha destinada a aumentar la franja de territorio palestino que el Estado Israelí desea apropiarse para sí.
3 de octubre del 2002