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Latinoamérica

8 de abril del 2002

William Walker (alias Mr. Racak) y su encubrimiento de la masacre en El Salvador

John Flaherty y Jared Israel
Emperor´s Clothes
Traducido para Rebelión por Germán Leyens

(Incluye el texto completo de la revelación en la televisión)
Se espera que en los próximos días funcionarios de la Misión de Verificación de Kosovo (KVM [en inglés] testimonien contra Slobodan Milosevic. El jefe de la KVM es William Walker, el hombre que vendió al mundo la historia de la llamada masacre de Racak, utilizada para crear el clima requerido para justificar los bombardeos de Yugoslavia en 1999.
Estamos preparando material que examina el papel de Walker como Secretario Adjunto Asistente de Estado a cargo de Asuntos Centroamericanos desde 1985 a 1988, incluyendo el escándalo de Irán-Contra, Embajador a El Salvador de 1988 a 1992 y administrador de la ONU para Eslavonia Oriental de 1997 a 1998. Aunque estamos preparando dicho artículo, deseamos presentarles el texto de un programa de Sixty Minutes, citado más adelante. Fue emitido en 1993. Denunció el papel de William Walker en el encubrimiento de la investigación de los infames asesinatos de jesuitas en El Salvador por los escuadrones de la muerte, y en el engaño, o el intento de engañar, del público respecto al papel del Ejército de El Salvador en ese terrible crimen.
La efectividad de Walker en Yugoslavia, en especial su habilidad en la "venta" de la masacre de Racak, dependía de su credibilidad como un diplomático honesto. La credibilidad de una figura pública está –o debiera estar– basada en su historial. Evidentemente, si el gángster Al Capone nos cuenta que alguien es un pillo, es difícil que le creamos.
Considerando lo que hizo en Centroamérica, es remarcable que William Walker haya podido gozar de algún tipo de credibilidad. Es especialmente interesante que dos grupos hayan guardado silencio cuando se nombró a Walker como jefe de la ONU en Eslavonia Oriental y cuando fue elogiado como un mediador honesto –¡un humanitario! – en Kosovo.
Los dos grupos silenciosos fueron: la mayor parte de los izquierdistas que se habían opuesto a la política de EE.UU. en América Central, y la Iglesia Católica.
Cuando Bill Clinton trató de nombrar a Walker como Embajador en Panamá, en 1993, la Iglesia Católica en Panamá y los activistas políticos locales reaccionaron fuerte y rápidamente. Por ejemplo:
"El Orden Jesuita de la Iglesia Católica rechazó hoy el nombramiento de William Walker como Embajador de EE.UU. en Panamá, por su presunta complicidad en el asesinato en noviembre de 1989 de cinco sacerdotes jesuitas en El Salvador...
"[El padre] Valdés señaló que Walker era Embajador de EE.UU. en El Salvador cuando un batallón entrenado en EE.UU. asesinó a los cinco [debiera decir seis – red.] sacerdotes, así como a su empleada doméstica y a la hija de ésta.
" El orden jesuita de la época denunció la complicidad de la Embajada de EE.UU. (dirigida por Walker) en el caso, por ocultar evidencia, obstruir la investigación, presionar a los jueces para impedir el proceso, y aterrorizar a los testigos,' dijo Valdés." – "PANAMÁ: LOS JESUITAS SE OPONEN AL EMBAJADOR NOMBRADO," Inter Press Service 28 de junio de 1993.
Y
"El sacerdote jesuita, Fernando Guardia, dijo, también en el día de hoy que Walker fue 'un símbolo de la destrucción de la vida' mientras era embajador en El Salvador." – "PANAMÁ: Los grupos jesuitas por los derechos humanos se oponen al nombramiento de Embajador de EE.UU.," Inter Press Service, 22 de julio de 1993."
Pero cuando Clinton envió Walker a Eslavonia, los oponentes a la política de EE.UU. en América Central no dijeron ni pío.
ANTECEDENTES SOBRE LOS ASESINATOS DE LOS JESUITAS
En caso de que usted no esté familiarizado con lo que sucedió en El Salvador, damos a continuación un breve resumen: El Salvador fue desgarrado por lo que tenía la apariencia de una guerra civil durante los años 80. Pero fue una guerra civil extraña. El lado gubernamental recibió miles de millones de dólares de 'ayuda' de EE.UU. Durante esa década, escuadrones de la muerte dirigidos por el ejército salvadoreño financiado por EE.UU. literalmente asesinaron a miles de oponentes políticos, sindicalistas, dirigentes sindicales, periodistas críticos, maestros de escuela, simples campesinos y habitantes de las ciudades que o estaban en el sitio equivocado o pertenecían a la clase inapropiada o, lo que fue probablemente lo mejor divulgado en el mundo, eran activistas y funcionarios de las iglesias católicas salvadoreña y estadounidense, incluyendo el asesinato del Arzobispo Oscar Romero en marzo de 1980. Sucedió mientras Walker era Embajador de EE.UU. que seis sacerdotes jesuitas, su cocinera y su hija fueron brutalmente asesinados por un escuadrón de la muerte del ejército salvadoreño. En la trascripción que citamos a continuación, un oficial salvadoreño comenta que los asesinos no podían haber actuado sin aprobación de oficiales superiores del ejército. Pero como demostraremos en el artículo sobre Walker que estamos preparando, la aprobación de los oficiales superiores del ejército no hubiera sido suficiente. Los hombres asesinados no eran comunistas. Eran "teólogos de la liberación" católicos. Y tenían poder:
"Entre los asesinados se encontraban el rector de la Universidad Centroamericana dirigida por jesuitas, reverendo Ignacio Ellacuría, y el vicerrector, reverendo Ignacio Martín Baró. Ambos eran importantes intelectuales de izquierda y prominentes críticos de los abusos contra los derechos humanos del ejército y ambos habían sido objeto de amenazas de muerte transmitidas días antes por la radio estatal." Boston Globe, 17 de noviembre de 1989.
¡Amenazas de muerte transmitidas por la radio estatal!
El gobierno militar transmitió públicamente su intención de asesinar a esas personas días antes de que tuvieran lugar los asesinatos. Es inconcebible que lo hubiesen hecho si hubieran tenido el menor temor de que el comando de EE.UU. les bajara los humos, el que no sólo pagaba las cuentas de los militares salvadoreños, sino que también suministraba consejeros estadounidenses a todo el aparato militar.
William Walker lo sabía, y los que enviaron a los asesinos sabían que lo sabía, y lo que es aún más importante, sabían que él les ayudaría a encubrir esos crímenes. Todo está en la trascripción, a continuación.
John Flaherty y Jared Israel
22 de marzo de 2002




LOS ASESINATOS DE LOS JESUITAS

Trascripción de 60 Minutes, 21 de marzo de 1993
LESLEY STAHL: Continuando nuestra información de la semana pasada sobre la masacre en El Mozote, las Uniones Unidas transmitieron esta semana a sus miembros lo que habíamos informado, que a pesar de los desmentidos del gobierno de Estados Unidos en su momento, hace 11 años soldados del ejército de El Salvador – entrenados y armados por Estados Unidos– arrasaron la aldea de El Mozote, asesinando a familias enteras a las que sospechaban de simpatizar con la guerrilla. El informe de las Naciones Unidas también confirmó algo sobre lo que Ed Bradley informó hace tres años: que oficiales en altos cargos en el ejército respaldado por EE.UU., y no guerrillas izquierdistas, habían participado en el asesinato de seis sacerdotes jesuitas a los que sospechaban de ser los cerebros tras de las guerrillas.
ED BRADLEY: El padre jesuita Fermain Scines estaba en el campus la noche de los asesinatos y podría haber sido asesinado con los otros. Dice que fue obvio desde el comienzo que fue la obra del ejército salvadoreño, no de las guerrillas.
PADRE FERMAIN SCINES (sacerdote jesuita): Había soldados. Había soldados. Fueron soldados... todos los vieron.
BRADLEY: ¿Y no entraron y salieron en unos pocos minutos?
PADRE SCINES: Entraron como a las 12.
BRADLEY: ¿Y estuvieron allí por lo menos dos horas?
PADRE SCINES: Y se fueron a las 2.45 de la mañana.
BRADLEY: ¿Casi tres horas?
PADRE SCINES: Casi tres horas, haciendo un ruido tremendo. Estaban fumando, conversando; caminando. Los que los mataron... después de hacerlo, se fueron... a tres metros de ahí y se tomaron una cerveza.
BRADLEY: El padre Scines ha hablado con numerosos testigos.
PADRE SCINES: Hay una tremenda evidencia.
BRADLEY: Pero sólo una, la empleada doméstica de los jesuitas, Lucía Barrera Cerna, tuvo el coraje de presentarse con un testimonio presencial que culpaba al ejército, no a las guerrillas, por el crimen. Desde esta ventana, pudo ver a cinco hombres en uniformes del ejército con rifles y con gorras militares. ¿No tiene duda alguna sobre lo que vio esa noche?
LUCÍA BARRERA CERNA (Cocinera): (A través de un intérprete) No cabe duda alguna, ninguna.
BRADLEY: Lucía Barrera Cerna no vio directamente los asesinatos, pero los jesuitas temen que el hecho mismo de que podía ubicar a los soldados en la escena del crimen pone su vida en grave peligro. Así que se las arreglaron para sacar a Lucía y a su familia del país.
William Walker es el embajador de EE.UU. en El Salvador.
Embajador WILLIAM WALKER (Embajador de EE.UU. en El Salvador): Lucía Barrera Cerna fue llevada a EE.UU. para sacarla de lo que aquí era una situación increíblemente tensa y aterradora, donde ella obviamente temía por su seguridad; para llevarla a un sitio seguro, donde pudiera estar tranquila.
BRADLEY: Pero ella dice que no estaba tranquila, ni mucho menos, cuando fue interrogada en los cuarteles del FBI en Miami, donde durante cuatro días, según Lucía Barrera Cerna, el FBI le preguntó una y otra vez las mismas preguntas. Fue interrogada por el coronel Manuel Rivas, el oficial salvadoreño a cargo de la investigación del asesinato.
LUCÍA BARRERA CERNA: Era muy arrogante y muy duro. En vez de preocuparse de investigar el caso, nos investigó a nosotros.
BRADLEY: Dice que la presionó respecto a los miembros de su familia que seguían viviendo en El Salvador.
LUCÍA BARRERA CERNA: ¿Que cuántos hermanos tenía? ¿Cuáles son sus nombres? ¿Dónde viven? Me asustó. Tal vez matarán a mis hermanos.
BRADLEY: Dice que un agente del FBI le preguntó sobre uno de los jesuitas que no había sido asesinado.
LUCÍA BARRERA CERNA: Abrió la puerta, pero así ¡BAM! Así, la golpeó. Se dio vuelta y dijo, '¿Ese cura –es guerrillero o no? Yo estaba muy asustada.
BRADLEY: Tan asustada que después de unos pocos días, decidió decir a sus interrogadores que no había visto nada. No eran preguntas como las que se le hacen a un testigo que está cooperando, sino del tipo que se hacen a un sospechoso.
Embajador WALKER: Bueno, eso no es cierto. Simplemente no es cierto. Puede ser una percepción que ella recibió por su estado emocional. Perfectamente comprensible. Estaban tratando de determinar cuánto sabía una persona que dijo haber estado en la escena y que había escuchado y visto cosas.
Padre JOSEPH O'HARE (Presidente de Fordham University): Encuentro muy preocupante que no sólo los militares salvadoreños, sino nuestra propia embajada en San Salvador parezcan ansiosos de desacreditar su testimonio que con el desarrollo de las cosas, en realidad, fue confirmado por el propio gobierno salvadoreño.
BRADLEY: El padre Joseph O'Hare, Presidente de Fordham University, y el padre Donald Monan, presidente de Boston College, estuvieron recientemente en El Salvador investigando los asesinatos de sus hermanos jesuitas. ¿Usted dice que el embajador Walker desacreditó su testimonio. ¿Cómo desacreditó su testimonio?
Padre DONALD MONAN (Presidente de Boston College): Anunció en El Salvador que su testimonio no era creíble.
Padre O'HARE: Que hubo faltas de coherencia.
BRADLEY: Hubo faltas de coherencia. Ella cambió su historia.
Padre O'HARE: Si, después de varios días de intensa presión en un –imagínenlo. Pónganse en la situación de una mujer sencilla en un país extranjero, sin conocer el idioma, siendo amenazada con la deportación de vuelta a El Salvador, aislada de los que podrían apoyarla. Pienso que es bastante comprensible que cambiara su testimonio bajo ese tipo de presión.
LUCÍA BARRERA CERNA: Quiero dejar bien clara una cosa. Yo vi a los hombres, yo los vi.
BRADLEY: ¿Hasta qué punto fue efectiva la Embajada de EE.UU. en llegar al fondo del caso de los jesuitas? Seis semanas después de los asesinatos, un mayor estadounidense dijo que un oficial del ejército salvadoreño le había pasado la información de que un alto coronel del ejército de El Salvador había admitido haber estado involucrado en el asesinato.
La embajada dio una media vuelta y no sólo le pasó el nombre del coronel al alto comando salvadoreño, sino que también lo informó sobre cuál había sido el informante.
SIGGEFRAIDO OCHELLO (Ex coronel del ejército salvadoreño): El oficial estadounidense puso al informante en una situación muy difícil; tan peligrosa que podrían haberlo matado.
BRADLEY: El ex coronel Siggefraido Ochello fue un importante coronel en el ejército salvadoreño. Ahora es dirigente del partido derechista gobernante, Arena.
OCHELLO: Si usted quema a alguien, entonces los otros que podrían suministrar aún más información se cierran, porque también podrían ser quemados. Muchos de ellos dicen: No sabemos nada. Simplemente se callan. Lo que ese oficial estadounidense hizo fue tirar al informante a la jaula de los leones para que lo despedazaran.
BRADLEY: ¿No se pensó en decir: Protejamos el nombre de ese tipo por el momento? Digamos que ésta es la información, que queremos proteger a la fuente.
Embajador WALKER: A diferencia de los antiguos periodistas que piensan que preferirían morir antes de revelar su fuente, no estamos en el mismo tipo de juego. Nosotros hablamos con la gente que está tratando de resolver el caso, que estaban sometidos a mucha presión para que resolvieran el caso.
Padre MONAN: Si jamás vamos a llegar a los que fueron los autores del crimen, aunque no hayan apretado los gatillos, vamos a tener que tener informantes que se presenten para que digan lo que saben. Y en este caso, las únicas dos personas que conocemos que se presentaron vinieron a Estados Unidos y ambos sufrieron las consecuencias de haber suministrado sus informaciones. La desmoralización de la gente que podía haberse presentado con información, pienso, es fundamental en este caso.
BRADLEY: El hombre señalado por el informante fue el coronel Guillermo Benavides, jefe de la academia militar, el West Point de El Salvador. Fue arrestado una semana después de que recibieron el nombre de los estadounidenses. Siete hombres bajo su comando también fueron arrestados.
Embajador WALKER: Yo argumentaría que si, en realidad, se prueba que un coronel es responsable por esto y es castigado con toda la fuerza de la ley, será una señal para otros coroneles, y será una señal para otra gente con ese tipo de comportamiento de que ya no será tolerada en El Salvador. Y pienso que será un paso adelante.
Miembro del Congreso George MILLER (representante por California): De ninguna manera, de ninguna manera.
BRADLEY: El representante por California George Miller es miembro de un grupo de trabajo del Congreso que investiga los asesinatos de los jesuitas.
Representante MILLER: Es un esfuerzo como si se lanzara gente desde la parte trasera de un camión para ver si se puede lograr que la partida de rastreo deje de perseguirlo a uno.
Embajador WALKER: No he visto ninguna señal de que el Presidente Cristiani, que la gente que está investigando esto, la gente que se está esforzando por resolver el misterio esté dudando en llegar a cualquier nivel del gobierno, o a cualquier nivel de las fuerzas armadas. Han llegado a un coronel. Como dijimos antes, es un hecho histórico.
Representante MILLER: ¿Qué quiere el Embajador que hagamos, que le demos una condecoración al sistema? Se trata de un sistema al que le hemos dado 5 mil millones de dólares, que simplemente ha asesinado y masacrado impunemente a la gente. Y ahora se espera que gritemos: ¡Aleluya, pescaron a un coronel!
BRADLEY: Y probablemente no tengan ni eso. Parece que la evidencia contra el coronel Benavides –los testimonios de tres tenientes de que ordenó los asesinatos de los jesuitas– no puede ser utilizado ante el tribunal porque proviene de co-conspiradores. El Presidente Cristiani admitió que es dudoso que Benavides pueda ser condenado. A pesar de todo, el embajador Walker dice que cree que la investigación ha ido bien.
Embajador WALKER: Incluso en Estados Unidos, los crímenes sensacionales no son resueltos usualmente en un día o dos. Toma su tiempo. Requiere un duro trabajo policial. Estoy diciendo que todas las indicaciones que tenemos son que la gente responsable de resolver el crimen ha estado trabajando muy diligentemente, muy profesionalmente y lo han, en realidad, solucionado.
BRADLEY: Han hecho ensayos balísticos. Tienen huellas digitales. Tienen confesiones. Han identificado a los asesinos. ¿No los satisfacen esos hechos?
Padre O'HARE: El verdadero problema no es si se identifica y condena a los soldados rasos que dispararon, sino a aquellos que les dieron las instrucciones y decidieron dar las órdenes – es dónde está la auténtica culpa, pienso.
BRADLEY: Los jesuitas creen que la decisión de matar a los sacerdotes proviene de mucho más arriba que Benavides. También el ex coronel Ochello. ¿Es concebible que el coronel Benavides haya decidido por su propia cuenta el asesinato de los jesuitas?
OCHELLO: No, no lo creo. Conociéndolo, es un hombre que jamás tomaría, o siquiera concebiría una acción tan grande como el asesinato de los jesuitas. Benavides actuó siguiendo ordenes. No actuó solo.
BRADLEY: Algunos en el ejército han dicho que Benavides comprendió mal una orden que falló bajo la presión. ¿No sería posible?
OCHELLO: Definitivamente no. Pienso que todo esto fue planificado de antemano.
BRADLEY: ¿Está diciendo que no cree que el coronel Benavides haya actuado solo, correcto?
OCHELLO: Es correcto.
BRADLEY: ¿Tuvo ayuda de otros oficiales superiores en el ejército salvadoreño?
OCHELLO: Es correcto.
BRADLEY: ¿Y planearon el asesinato de los jesuitas?
OCHELLO: Así lo creo. Sí.
BRADLEY: Recuerden, pocas personas saben más sobre el funcionamiento interno del ejército salvadoreño que el ex coronel Ochello, que era considerado como uno de los principales comandantes activos del ejército. ¿Porqué andaban los militares tras los jesuitas? Muchos comandantes del ejército creyeron durante años que los jesuitas eran los cerebros que estaban tras las guerrillas. Ellos lo negaban. Los jesuitas asesinados decían que todo lo que querían era justicia social para el pueblo de El Salvador. Uno de los jesuitas, el padre Ignacio Martín Baró, habló con CBS News varios meses antes de ser asesinado.
Padre IGNACIO MARTÍN BARÓ (Jesuita asesinado): Escuchen, el problema de este país no es el problema de comunismo o capitalismo. Los problemas de este país son problemas de una muy elemental distribución de la riqueza, de necesidades muy básicas. Pero, cuando en este país uno pide la satisfacción de esas necesidades, se convierte en subversivo.
BRADLEY: El padre Martín Baró y cinco jesuitas más fueron asesinados durante la ofensiva de la guerrilla en Salvador en noviembre pasado. En el punto álgido de la ofensiva, varias horas antes de que fueran ultimados los jesuitas, los comandantes superiores se reunieron en el cuartel militar. El coronel Ochello no estuvo en esa reunión, pero cree saber lo que sucedió a continuación.
OCHELLO: Un grupo de comandantes se quedó atrás. Parece que cada uno tenía la responsabilidad por una zona de San Salvador. Dieron una orden de matar izquierdistas, tal como lo hizo el coronel Benavides. Lo digo una vez más: Benavides obedeció. No fue su decisión.
BRADLEY: Y a pesar de ello, el oficial salvadoreño a cargo de la investigación, el coronel Rivas, ya no está investigando activamente el caso. Públicamente, por lo menos, la Embajada de EE.UU. no se queja, aunque comandantes superiores que podrían haber ordenado a Benavides que matara a los jesuitas nunca han sido investigados. Por ejemplo, está el coronel Juan Orlando Sapedas, el segundo hombre del ejército de El Salvador. Sólo cinco meses antes del asesinato de los jesuitas, según un documento del Departamento de Estado, Sapedas se quejó de que los jesuitas en la Universidad Católica estaban planeando la estrategia de las guerrillas. Según el mismo documento del Departamento de Estado, Sapedas fue probablemente uno de los oficiales de los que dependía Benavides. No se nos permitió que entrevistáramos al coronel Sapedas. En su lugar hablamos con el coronel René Emilio Ponce, el jefe del estado mayor del ejército. Sapedas no ha sido interrogado. Consta que dijo que están planeando la estrategia guerrillera. ¿No tiene sentido interrogarlo formalmente, someterlo a un polígrafo?
Coronel RENE EMILIO PONCE (Jefe del Estado Mayor, Ejército de El Salvador): No corresponde a los militares decidirlo. Está en las manos del sistema judicial.
BRADLEY: Sé que usted no toma las decisiones. ¿Tiene una opinión?
Coronel PONCE: Mi opinión personal es que aquí en este país, ha habido muchas opiniones sobre el papel de los jesuitas. Hay que tomar en cuenta a toda la gente que ha dicho algo contra los jesuitas, no sólo al coronel Sapedas.
BRADLEY: Nos sorprendió descubrir que la Embajada de EE.UU. le había entregado al coronel Ponce una cinta de audio de nuestra entrevista con el Embajador Walker para permitirle que se preparara para nosotros. Así que Ponce conocía las preguntas que probablemente se le harían. ¿Está confabulada la Embajada de EE.UU. con el ejército de El Salvador? Los padres Monan y O'Hare así lo creen. Y que la Embajada podría haber obligado a los salvadoreños a investigar a oficiales como Sapedas y no lo ha hecho.
Embajador WALKER: Desde el primer momento en que supimos de la muerte de los jesuitas, que fue cerca de las 7 u 8 de la mañana del día en que fueron asesinados, esta embajada ha estado muy, muy, involucrada en la investigación, tratando de asegurar que se pusieran los puntos sobre todas las íes y que se pusieran todos los palitos sobre las Tes para asegurar que el gobierno hiciera todo lo posible porque reconocimos muy temprano que éste era un caso muy importante.
BRADLEY: ¿A qué se debe su escepticismo? Después de todo, la investigación ha estado ocurriendo sólo desde hace cinco meses.
Padre O'HARE: Sí, pero la investigación del Arzobispo Romero ha estado ocurriendo desde hace 10 años. Y no tenemos –cuando sucedió ese crimen, el mundo se horrorizó. Cuando cinco mujeres estadounidenses fueron asesinadas en diciembre de 1980, se detuvo la ayuda militar de EE.UU. durante un breve período, hasta que nos aseguraron, una vez más, que los derechos humanos serían respetados. Así que, con esa historia, cómo se puede tener confianza hoy en día en que el sistema, tal como es fomentado o no fomentado por el gobierno de EE.UU., va a hacer justicia en este caso.
BRADLEY: ¿Por qué no iba a hacer todo lo posible la Embajada de EE.UU. –o nuestro gobierno– por llegar al fondo del asesinato de los jesuitas?
Representante MILLER: Porque tendrían que entregar a sus propios clientes. Los clientes son el gobierno salvadoreño y los militares salvadoreños. Y muchas de esas preguntas quedan mejor sin respuesta.
Padre O'HARE: Yo iría directamente al alto comando de los militares salvadoreños, y si fuera así, se revelaría que toda la inversión de EE.UU. de los últimos 10 o 12 años ha sido fútil.
BRADLEY: Durante esos 10 o 12 años, unas 70.000 personas fueron asesinadas en El Salvador, la mayor parte civiles desarmados. Según las organizaciones de derechos humanos, la mayor parte de esos asesinatos fueron realizados por las fuerzas armadas de El Salvador, pero hasta ahora, ni un solo oficial militar ha sido condenado por un crimen contra los derechos humanos.
Coronel BARÓ: Hay –¿cómo dicen?– hay un ambiente en el que existe la posibilidad de ser asesinado en cualquier momento del día y la posibilidad de estar implicado en un choque violento en todo momento. Y hay que contar con eso.
STAHL: Sólo el lunes pasado, la Comisión de la Verdad de las Naciones Unidas descubrió que la orden de matar a los jesuitas provino del coronel René Emilio Ponce, el jefe del estado mayor del ejército, el hombre que acudió a la entrevista armado con la cinta de audio de nuestra reunión con el embajador de EE.UU. La Comisión de la Verdad también concluyó que los oficiales salvadoreños que estaban investigando el crimen –los que fueron descritos por el Embajador de EE.UU. en aquel entonces, Walker, como diligentes profesionales– formaban en realidad parte del encubrimiento.
© Sixty Minutes 1993– Reproducido sólo para uso equitativo.