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Latinoamérica

26 de marzo del 2002

La Paz nunca tuvo sitio en Colombia

Ion Arregi y Mario Calixto

Tres años y pico median entre dos fotografías de Pastrana que han dado la vuelta al mundo.
La primera entrevistándose en la propia residencia del Sr. Marulanda, la intrincada selva que lo cobija desde hace casi cuarenta años. Entonces, Pastrana se daba un baño de paz muy deseado por la población y se aprestaba a dar el golpe de imagen definitivo que lo encumbraría en la presidencia de la nación, las elecciones estaban a la vuelta de la esquina. Sorpresa general, apretones de manos y promesa de apertura de conversaciones con el líder de las Farc. Pastrana fue convertido en el máximo adalid de la paz por todos los medios de comunicación.
La segunda en las calles de S. Vicente del Caguán rodeado de militares pertrechados para operaciones de guerra. La visualización es el fracaso de las conversaciones, las culpabilizaciones a la guerrilla y la demostración del poderío del Estado colombiano en un acto patriótico de obligado cumplimiento: la recuperación de los 42.000 metros cuadrados del Caquetá donde se han realizado los diálogos. Varios días de bombardeos intensos y el despliegue de unos 13.000 soldados para acabar con las infraestructuras guerrilleras y mucho nos tememos que con bastantes cosas más.
En la fotografía la imagen de un soldado que luce la inscripción US Army en su pecho, el candidato a la presidencia por el partido liberal Horacio Serpa reconoce la presencia de los asesores norteamericanos y Héctor Fabio Velasco, Comandante de la Fuerza Aérea de Colombia, dice que, "ellos vinieron con nosotros como observadores".
La guerra pide paso y el paramilitarismo ocupa el lugar privilegiado que nunca ha abandonado, solo que ahora con más enteros y más impunidad. Inicialmente la población del área puede llevarse la parte más contundente de la represión, las actividades militares y la limpieza mortal, bajo el estigma de haber colaborado con las Farc. Hay numerosos precedentes que así lo indican y erradicar el paramilitarismo fue siempre una exigencia en las conversaciones que el Estado y el gobierno nunca han asumido.
Dolor y sufrimiento pues para una población que contabiliza 40.000 muertes por motivos políticos en la última década, aproximadamente 22 por día en lo que va de nuevo siglo y más de 2 millones de desplazados internos, una violación tenebrosa de los derechos humanos (asesinatos, desapariciones, secuestros y torturas abundantes) con una acción sistemáticamente planificada y ejecutada con todos los medios del Estado y del Ejército, como así ha sido denunciado y demostrado por cientos de organizaciones sociales colombianas y mundiales como Amnistía Internacional o Human Raigth Watch, que han atribuido un 85% de las muertes al paramilitarismo y han señalado que un 97% de las muertes quedan impunes.
Pastrana se dispone a abandonar la presidencia en los próximos meses y lo hace de un modo heroico, declarando la guerra a quienes ya se la declararon otros 13 presidentes colombianos desde 1947, sin conseguir nada, dejando una montaña de demasiados miles de cadáveres y gentes aterrorizadas a costa de pulverizar cualquier ápice de democracia y gastar sumas astronómicas que hubieran sido muy bien recibidas en asuntos sociales. Declarar la guerra no significa ganarla, y más bien con todas ellas la guerrilla se ha hecho fuerte.
¿Hubo convicción para la paz?
Conversación no es sinónimo de acuerdo y en el Caguán no ha habido en todo este tiempo ningún acuerdo que afectara a la esencia de los problemas sociales del país. Ha habido agendas pomposamente anunciadas y más y más entrevistas; ha habido muchas situaciones de impas y semirupturas cada vez más importantes con el resultado final que hoy conocemos: esperanzas y desesperanzas han venido al encuentro de una ruptura tozudamente anunciada.
Previamente Pastrana eligió un solo camino en sus promesas de paz. Habló con las Farc, pero nunca dio paso al Eln, sólo le dio guerra e incumplimiento cuando mediaron acuerdos para nuevos despejes mareando la perdiz y ofreciendo mucha actividad paramilitar que imposibilitara los avances; tampoco se propuso hablar con una multitud de agentes sociales que así se lo han pedido porque los problemas de la paz son los de toda la población y no sólo los de las guerrillas y/o el gobierno. Ahora tampoco, de las responsabilidades y culpabilizaciones atribuidas a las Farc, se deduce que vaya a negociar con la sociedad sobre el tipo de país a construir.
Los diálogos nacieron en circunstancias en las que Pastrana se hizo portavoz de dudas entre las clases poderosas de Colombia y notorias incertidumbres en el seno del Ejército.
Corrían tiempos de constatación de que no era posible acabar con unas fuerzas guerrilleras que paulatinamente se habían fortalecido a lo largo de los años 90, tras la desmovilización de una buena parte de organizaciones guerrilleras; fuerzas insurgentes que actuaban en aproximadamente el 50-60% de los municipios de Colombia y que golpeaban regular y abundantemente al Ejército infringiéndole sonoros golpes materiales y sobre todo a su moral militar; incluso se planteaban combates muy cercanos a capitales como Medellin o Bogotá.
Algunos adinerados tuvieron incertidumbres: invertían mucho dinero en una guerra inacabable e invencible, la preparación y la moral de su Ejército estaba tocada, la ola de violencia en el país era muy grande.., temieron por sus inversiones y bienes.
Pero realmente no pensaron en abrir negociaciones para abordar los problemas del paramilitarismo, de las libertades democráticas, de la justicia o de las grandes injusticias sociales y económicas endémicas en una población sometida a grandes situaciones de penuria y desempleo, demasiadas vidas miserables cargadas de estrecheces y desesperación. Posiblemente sólo pensaron en desarmar y rendir a la guerrilla tal y como lo habían conseguido con las otras organizaciones allá por el 91, mediante unas escasas prebendas que en multitud de casos terminaron con un rosario largo de asesinatos.
La realidad guerrillera con que se encontraron enfrente, perseguía como decían las Farc y el Eln , una Colombia con justicia social, se sentían fuertes, sin problemas para continuar la lucha y no estaban dispuestos a cualquier insignificancia y/o a un genocidio más que probable tras la entrega de sus medios militares y de su apoyo social. Hacían exigencias no para ellos personalmente, sino de un profundo contenido social y ahí las cosas se complicaron totalmente. El objetivo principal del Estado, el alto el fuego y la rendición, no eran de recibo de la insurgencia y el gobierno comenzó a escenificar dilaciones y rupturas escenificando el final de las conversaciones.
El Plan Colombia y el narcotráfico
Los EE.UU. vinieron en apoyo del Estado Colombiano poniendo en marcha el Plan Colombia, un plan militar supuestamente destinado a combatir el narcotráfico atribuido a la guerrilla, cargado de iniciativas militaristas para toda la zona Andina. Los históricos apoyos USA a Colombia, su permanente intervensionismo militar, dieron un salto de león y 1.500 millones de dólares se aprestaron a reorientar la situación.
Se iniciaron planes de ampliación del Ejército (desde el 98 se ha pasado de 22.000 a 55.000 soldados profesionales y los regulares rondan los 100.000), se adiestraron unidades de élite, se introdujeron técnicas militares de última generación con abundante material de navegación y espionaje aéreo con sensores infrarrojos y térmicos, bases militares, que se extendieron hasta los países limítrofes y toda una parafernalia bélica orientada por los EE.UU. con un notable aumento de asesores militares sobre el terreno.
Paulatinamente, las dudas y los encontronazos entre los poderes económicos, entre los jefes y mandos militares colombianos (que los ha habido siempre en torno a la zona de despeje y las conversaciones) y entre los mismos prohombres de la vida política, tendieron a disiparse y ganó terreno la idea de la guerra, y por supuesto, la ruptura de aquel sarpullido al honor nacional que era el Caguán desmilitarizado en poder de la guerrilla. Nuevamente sintieron la posibilidad de vencer.
La UE ha operado muy tímidamente y no digamos nada el gobierno español, que aún y con presidencia, no ha dicho ni esta boca es mía ante la escalada de la violencia que se avecina, ni ante el feo absoluto que Pastrana ha hecho a la labor de los mediadores internacionales que tan sólo en Enero habían presionado para continuar el proceso. Entretanto, la UE, financiaron su parte del Plan Colombia (para asuntos sociales dijeron) por detrás de Aznar que fue el primero que aportó económicamente al llamado de Washington.
Nuevos aires belicosos baten las geografías tras el 11 de Setiembre y seguramente han tenido su influencia sobre un proceso que ni maduraba ni ofrecía ilusiones y que estaba fuertemente condicionado por el carácter histórico de los poderes económicos colombianos, nunca dispuestos a concesiones sociales y democráticas, y por el intervencionismo USA mediante el Plan Colombia y la Iniciativa Andina que buscaría eliminar los granos más picajosos en todo el área desde Brasil a Ecuador pasando por Venezuela y Colombia.
El estigma actual del combate contra la narcoguerrilla, con la que se alimenta el intervencionismo y el aventurerismo militar oculta la verdadera realidad de los beneficios supermillonarios de la cocaína y de la heroína que han servido o, para edificar fortunas de muchas gentes y empresas, para lustrar debidamente pomposos balances bancarios y/o para financiar la guerra sucia paramilitar actual entre otras cosas, mientras la hoja de coca es solamente sustento de unos campesinos empobrecidos y algo, si acaso, de unos guerrilleros, que no vislumbran siquiera, el verdadero brillo de los beneficios que generan las drogas ilegales.
La guerrilla colombiana ha sido criticada, y con cierta frecuencia - también a la hora de la ruptura de las conversaciones y no sólo por el presidente Pastrana -, por hechos atentatorios para el Derecho Internacional Humanitario. Acciones de guerra contra población civil, ajusticiamientos, secuestros, hechos en zonas paramilitares o en disputa.., por actuaciones más que dudosas, e incluso también con respecto a la forma en que las Farc ha orientado sus conversaciones con el gobierno.
La ruptura de conversaciones, por último, restringe el interés de unas elecciones parlamentarias y presidenciales que no van a producir ninguna esperanza y que más bien apuntan a la coronación de personajes oscuros como el ex gobernador de Antioquia Uribe Vélez, implicado hasta el tuétano en la organización del paramilitarismo, y que se presenta clamando que él será, desde la presidencia, un soldado al servicio de Colombia.
Hagamos votos en contra de otro medio siglo de violencia y para que se abra una esperanza real de paz y justicia social para un pueblo permanentemente golpeado por los privilegios más extremos de las clases dirigentes del país, para que se evite una confrontación inmediata y futura, a la que se han referido como hipótesis en medios periodísticos, señalándola como la mayor de los últimos cien años.
Que ha pasado, que sigue y qué vendrá?
Han existido varias condiciones que se han dado para el rompimiento de los diálogos con las FARC:
1- Han desactivado la bomba de tiempo en Argentina y ya tienen los ojos abiertos al conflicto colombiano.
2- Quieren fortalecer un clima Latinoamericano propicio para la estrategia Antiterrorista mundial, donde los grupos de oposición armada, la protesta social, sindical y la defensa de los derechos humanos, sean criminalizadas como terroristas y actos terroristas.
3- En este marzo/02 se hace el balance en el senado Estadounidense sobre la Certificación a los países que "combaten" el narcotráfico y Colombia está en el primer escalón, esperando la "ayuda" norteamericana.
4- Hay en Colombia un proceso electoral de por medio, tanto en el mes de marzo como en mayo/02, donde pesan los intereses económicos, políticos y militares desde los Estados Unidos (E.U), las Multinacionales y los monopolios colombianos.
5- La aplicación de la Ley 684 de agosto/01, también llamada Ley de Seguridad y Defensa Nacional, que otorga facultades de policía judicial a la Fuerza pública y la que crea los llamados "Teatro de Operaciones". En la actualidad esta ley está impugnada ante la Corte, pero no ha habido fallo alguno y mientras la corte no se pronuncie el gobierno la viene empleando.
6- En este mes de marzo se tramita ante el Congreso de Colombia el llamado Estatuto Antiterrorista, para aplicarlo de lleno a las organizaciones políticas, sociales y armadas ante la ratificación del gobierno Estadounidense de la lista de organizaciones "terroristas".
7- Necesita los E.U. mantener como supuesta bandera el combatir el Narcoterrorismo en A.L., para poder fortalecer su estrategia de la Iniciativa Regional Andina, la Fuerza Multinacional de los Andes y concretar el Area de Libre Comercio de las Américas - ALCA.
Todo esto le va a permitir tener un nuevo contexto, una nueva faceta de la guerra, para la Intervención militar abierta en Colombia, quitando todas las barreras e impedimentos que tenían para hacerlo.
*Ion Arregi: Autor de varios libros sobre Colombia
Mario Calixto: Defensor de derechos humanos y refugiado colombiano en el País Vasco