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Latinoamérica

26 de marzo del 2002

Venezuela: Ayer censor, hoy adalid de la libertad de expresión

Isrrael Sotillo
exclusivo para REBELION

"Extra", "Ya", "Eco", "El Popular" y "Marcha", son nombres de periódicos clausurados que aún deben rebotar en la memoria de Danilo Arbilla, el flamante vicepresidente del Comité Ejecutivo de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), quien en una entrevista concedida al diario El Nacional de Caracas a finales de febrero pasado, dijo que "los dictadores siempre han acusado a la SIP de ser conspiradora", refiriéndose al presidente Chávez, pero en ningún momento habló acerca de su conducta como funcionario censor del Centro de Difusión e Información en la época de la dictadura de Pacheco Areco en el Uruguay de José Gervasio Artígas.
De dudosas convicciones democráticas "en el pasado", Arbilla, hoy día se ha convertido en adalid continental de la libertad de expresión. Relata, entre otras cosas, en la nota de prensa: que la casa le fue allanada, siendo detenido 17 veces, y que cinco de los medios de comunicación donde trabajó fueron clausurados, alguno de ellos, hasta por tres meses; pero no cuenta que la censura a los impresos, antes mencionados, se debió a un decreto de la dictadura e instrumentado por él mismo, con el argumento de "haber atacado el sistema democrático representativo al hacer apología de los grupos populares que se oponían al gobierno".
Ni siquiera uno de los casos mencionados por el Vicepresidente de la SIP, ha ocurrido en Venezuela en los tres años de ejercicio gubernamental que lleva Hugo Chávez; ni ocurrirá en este proceso de cambios, debido a las profundas convicciones democráticas del Presidente. Aquí, ningún periodista podrá decir lo que desvergonzadamente cuenta Arbilla le sucedió en "el paisito". Aquí, por el contrario, y aún habiendo tomado partido los periodistas por el sector opositor a la Revolución Bolivariana, llegando, incluso, al irrespeto del Presidente de la República, se les ha perseguido o arrestado por ello, o presionado el medio donde trabajan para que les sean finiquitados o acortados sus contratos de trabajo.
Día tras día, mucho antes de Chávez ser Presidente, los medios tradicionales de prensa escrita, oral y televisada alimentan una evidente e implacable oposición al proceso de cambio, y muy particularmente al propio Líder, como estrategia planificada por intereses muy específicos. En titulares de ocho columnas, y de manera grosera, los grandes diarios venezolanos abren sus primeras páginas con toda suerte de agresiones, desde execraciones que lo tildan de incapaz, hasta obscenidades personales, pasando por adjetivaciones impropias a su investidura, tales como fracasado, cobarde o ladrón.
La oposición puntofijista, ha llegado al extremo, incluso, de publicar fotos trucadas del Presidente vestido de payaso, o desesperado con una pistola en la mano apuntándose en la sien; hechos que de haber ocurrido en los gobiernos "democráticos" preliminares a la Revolución Bolivariana, esos medios estarían allanados, suspendidos y encarcelados sus propietarios y autores.
Hasta se han publicado entrevistas y opiniones falsas, como las de Ignacio Ramonet, director de "Le Monde Diplomatique", y las del diputado brasilero Aloizio Mercadante, Secretario de Relaciones Internacionales del PT, quien según El Nacional criticó al Gobierno de Chávez, diciendo que Lula da Silva se distanciaba de Hugo Chávez, "porque no venía de una tradición de izquierda, sino de un pasado militar"; hecho desmentido por la moción de solidaridad, aprobada por la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados de Brasil a favor del gobierno de revolucionario de Venezuela.
El mismo Danilo Arbilla, viene a Venezuela y acusa de dictador a Hugo Chávez, y se va tranquilo del país sin que nadie le diga absolutamente nada, por el contrario, es aplaudido por editores y periodistas en agasajos de la alta burguesía caraqueña. Esa es la mejor demostración de la amplia libertad de expresión que existe en este país sudamericano que intenta construir una nueva forma de convivencia social, a pesar de los enemigos internos y externos.