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Latinoamérica

23 de marzo del 2002

Monterrey: La voz de la dignidad


Heinz Dieterich Steffan

Si Noam Chomsky es considerado "la conciencia de Estados Unidos", Fidel Castro será recordado en la historia como "la voz de la dignidad". Lo que otros no se atreven a decir o lo que llaman una mentira, el presidente cubano lo expresa con descomunales dotes intelectuales que se manifiestan en un gran talento didáctico, un lenguaje mesurado y preciso y un amplio conocimiento general de datos y eventos históricos. Todas esas son virtudes de las cuales no muchos políticos pueden hacer gala. Pero, lo que realmente convierte al Comandante en el atractivo principal de todos los eventos internacionales a que va es su estatura ética. El hecho de haberse jugado la vida innumerables veces por causas justas, lo transfigura en la razón crítica de la aldea global. Es el Che Guevara, no transformado todavía en mártir y, por lo tanto, leyenda viva de la heroicidad.
Su antítesis serían los presidentes neocoloniales como el peronista Eduardo Duhalde de Argentina quien ha ofrecido apoyo militar a la oligarquía colombiana en su guerra contra el pueblo y el voto de condena contra Cuba en la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (ONU), para lograr el apoyo financiero del Fondo Monetario Internacional (FMI). Otro ejemplo al respecto es el presidente peruano Alejandro Toledo, economista y exempleado del Banco Mundial quien durante la campaña electoral en el país andino hacia gala de su condición indígena, acostumbraba escenificarse en los contextos arqueológicos del imperio incaico y sembraba esperanza en los marginados, autocalificándose como el "guerrero de la pobreza". Pero, al igual que el último "hijo del sol" del Tahuantinsuyu, Atahualpa, quien se quedó atrapado rápidamente por los rapaces globalizadores españoles, el nuevo gobernante y valiente guerrero contra la pobreza cayó en menos de lo que canta un gallo en las redes de los banqueros globalifílicos del Fondo Monetario Internacional (FMI) y de la Casa Blanca, entregando nuevamente el "oro" de la redención de su sufrida nación: los grandes planes del despegue económico mediante los microprestamos a las pequeñas y medianas empresas ---que se han convertido en el agua bendita con la cual los teólogos del FMI bautizan a los neófitos que creen en ésta, su más reciente creación doctrinario--- han tenido que cesar su lugar a un nuevo axioma de la ciencia económica, revelado por Toledo en la Cumbre sobre el Financiamiento del Desarrollo: no hay desarrollo económico sin combate al terrorismo internacional.
La creativa innovación de una semi-ciencia, que sin duda requiere de grandes pensadores y novedosos paradigmas, fue presentada por Toledo con la pasión del combatiente anti- fantasmas Hamlet. Lastimosamente, Toledo no tiene el temperamento dramático que requiere este papel teatral lo que hizo que terminara como comparsa en un sainete de provincia; comprometiendo aun más la difícil tarea de los amos del mundo de hacerle creer a la chusma de la aldea global que tienen las mejores intenciones para alivianar su paso por este valle de lágrimas que es el planeta azul.
Con crecientes índices de impopularidad entre sus ciudadanos, con las arcas de la nación vacías, acosado por los coche-bombas de los amigos del terrorista de Estado, Vladimiro Montesinos, el presidente peruano al igual que tantos otros políticos presentes, no pudo sino hacer un papel satírico en esta cumbre, a la cual la ONU ---ya privatizada como franquicia de Estados Unidos--- prestó su nombre. Tiene que satisfacer los requisitos propagandísticos de la Casa Blanca en su "guerra contra el terrorismo"; sus necesidades bélicas contra la guerrilla colombiana y sus fines subversivos contra Cuba con el voto contra este país en la Comisión sobre Derechos Humanos de la ONU, para obtener nuevos prestamos de Washington y su brazo financiero internacional, el FMI, que obtendrán un solo resultado final: hundir al Perú aún más en la inviabilidad económica como Argentina, para imponer la dolarización y la recolonización definitiva.
Es evidente que en esta planicie de la mediocridad y del oportunismo político un gigante de la dignidad nacional y latinoamericanista, como Fidel Castro, tenía que atraer la atención no sólo de las Organizaciones no gubernamentales (ONG) y de los excluidos, sino también de los más de mil periodistas de todo el mundo. Porque, por más que manipulen los medios de comunicación masiva de Occidente, no pueden enterrar del todo esa gravitación natural hacia la verdad y la dignidad que siente la mayoría de los ciudadanos globales.
El escenario internacional hizo lo suyo para que se grabara la presentación de Fidel Castro y, también, la del presidente venezolano, Hugo Chávez, en alto relieve en la memoria de la humanidad. El presidente estadounidense, George Bush II, sientiendo la presión moral de la sociedad civil mundial, prometió aumentar en 5 mil millones de dólares en los próximos cuatro años la ayuda de Washington. Y le pasó lo mismo que a Toledo. En lugar de callar a las voces críticas solamente logró llamar más la atención sobre el escandaloso grado de mezquindad que rige la política del imperio. Sumando los gastos del presupuesto de "defensa" de Washington, de sus aparatos de espionaje y de la guerra en Afganistán, el imperio gasta alrededor de mil millones, 250 millones de dólares diarios en su máquina de muerte, equivalente a un año de ayuda. Y la adquisición de tan sólo uno de sus bombarderos B-2 cuesta 2.2 mil millones de dólares.
Y la nobleza del segundo componente de la burguesía atlántica, la Unión Europea (UE), no se queda corta frente a la de Estados Unidos. Actualmente, la UE destina alrededor del 0.31 por ciento de su Producto Interno Bruto (PIB) a la ayuda, pero decidió, generosamente, aumentar este porcentaje hasta el año 2006 al 0.39 por ciento de su PIB.
Ante este escenario, la mayoría de los políticos tercermundistas no se atreve a plantear siquiera las causas de su miseria actual, repitiendo evangélicamente, como los muchachos de un coro eclesiástico, las notas que la voz cantante les dicta. Y en las falsas armonías de ese coro, resumidas por el ministro argentino de economía, Jorge Remes en la memorable frase, de que "todos los caminos llevan al FMI", es comprensible que las voces del cante hondo de los de abajo desentonan la patética partitura prescrita desde Washington.