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Latinoamérica

Ecuador-Colombia:
La frontera más caliente de América del Sur

Kintto Lucas

Ecuador tiende un cordón de seguridad en su frontera norte para impedir el ingreso de grupos armados colombianos y combatir el tráfico de drogas, mientras la población de la zona teme quedar atrapada en el conflicto de Colombia.
El ejército, la fuerza aérea y la policía concentran efectivos en la frontera con Colombia para defender la soberanía nacional, proteger a la población local ante el posible aumento de la violencia y cerrar el paso a narcotraficantes, señaló el comandante de la IV División Amazonas, Oswaldo Jarrín.
Actores fundamentales de la operación de seguridad en marcha son los "Tigres de las selva", un grupo especial de las Fuerzas Armadas destacado en la región amazónica ecuatoriana.
Los Tigres son entrenados en la Escuela de Selva y Contrainsurgencia, cercana a la localidad de Coca, en la oriental provincia de Orellana.
Así mismo, las Fuerzas Armadas y la policía aceleraron la habilitación de nuevos destacamentos en Orellana y en la provincias de Sucumbíos, limítrofe con Colombia.
Un cabo segundo del ejército explicó que los Tigres participan durante tres meses en patrullas en la selva, regresan algunos días a Coca y reanudan su misión en la frontera.
"Estamos capacitados física y psicológicamente para sobrevivir en la selva en las peores condiciones y resistir enfrentamientos de duración prolongada", aseguró el soldado a IPS.
"Se busca eficiencia para enfrentar cualquier amenaza, sea interna o externa, pero no nos dirigimos hacia un tipo específico de enemigo", dijo por su parte el coronel Juan Villegas, comandante de la Escuela de Selva de Coca.
Integrantes de comunidades indígenas de Sucumbíos y Orellana informaron que desde comienzos de 2001, el ejército intensificó la campaña de reclutamiento de jóvenes nativos conocedores de la selva.
"Los soldados indígenas fueron importantes en el conflicto entre Ecuador y Perú en 1995, y se piensa que pueden tener la misma importancia en caso de que la guerra de Colombia se desborde hacia nuestro país", comentó un indígena shuar.
Pero la escuela de selva no está reservada únicamente a los hombres. Una decena de mujeres pasaron por el curso de Tigres y se incorporaron luego a las patrullas.
"El trabajo es riguroso, sobre todo en lo físico. Para enfrentar al enemigo, como por ejemplo, a la guerrilla, hay que estar altamente preparado. Uno aprende a defender la patria, al pueblo, pero también se prepara intelectualmente para la vida", dijo Gabriela Moreno, de 20 años.
"El miedo es natural, pero aquí nos forjan para vencer al miedo. Para eso nos preparamos. Recibimos asignaturas como tiro, lanzamiento de granada, navegación fluvial, técnica de patrullaje, pistas, gimnasia, desarrollo en selva, sobrevivencia, reconocimiento de terreno, entre otras", indicó otra recluta, Mary Capelo.
Los Tigres de la selva realizan sus misiones en coordinación con el Grupo Especial Móvil Antinarcóticos, que fue entrenado por asesores estadounidenses y tiene su cuartel en Baeza, una ciudad de la provincia de Napo, vecina a Orellana y Sucumbíos.
El presidente Gustavo Noboa anunció el 10 de este mes, al inaugurar un destacamento militar en la localidad de General Farfán, limítrofe con Colombia, que seguirá en aumento la presencia de las Fuerzas Armadas en la frontera norte, una de las más custodiadas de América del Sur.
El destacamento abierto por Noboa, denominado "Teniente Coronel Lautaro Guerrero", alberga soldados de las fuerzas especiales y de contrainsurgencia.
La inauguración de ese complejo militar fue adelantada ante el riesgo de ruptura del diálogo en Colombia entre el gobierno de Andrés Pastrana y las insurgentes FARC, explicó Noboa. Sólo se habían completado 40 por ciento de las obras.
"Esta inauguración ha coincidido con lo que ha manifestado el presidente de Colombia (posible ruptura del diálogo con las FARC), pero yo la tenía prevista en mi agenda desde hace algún tiempo", se justificó Noboa.
Tras días de tensión, el gobierno de Pastrana y las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) anunciaron el lunes que regresarán a la mesa de negociaciones.
El acuerdo, gestionado por representantes de 10 países y de la Organización de las Naciones Unidas, se logró cuatro horas antes del venciniento del plazo que Pastrana había concedido a los rebeldes para abandonar la zona desmilitarizada de 42.000 kilómetros en el sudeste, sede del diálogo bilateral.
El ministro de Defensa de Ecuador, Hugo Unda, aseguró que las Fuerzas Armadas son "una barrera" contra la eventual invasión de guerrilleros de las FARC, que podría producirse si el ejército y los paramilitares de Colombia los encerraran en la zona fronteriza.
La barrera estará completa una vez levantados varios puestos de control que están en construcción, dijo Unda.
Agregó que Estados Unidos ha ofrecido al gobierno ecuatoriano helicópteros, lanchas y armas livianas, aunque la ayuda recibida hasta ahora de Washington es "muy insignificante" y los nuevos puestos militares "se construyen con recursos del Estado".
El anuncio de la reanudación del diálogo de paz en Colombia no disipó la preocupación de los habitantes de la frontera norte de Ecuador, que han convivido con la violencia.
Si bien la tensión se ha aliviado, la población del área limítrofe no descarta un éxodo masivo de colombianos hacia Ecuador.
"Tras la ruptura del diálogo de paz, los paramilitares derechistas podrían haber irrumpido a sangre y fuego en la zona de despeje y en otras zonas de Colombia, particularmente en Putumayo", un departamento recostado sobre la frontera con Ecuador, advirtió José Robledo, que reside cerca de General Farfán.
"Eso podría haber provocado un éxodo masivo hacia nuestro país", agregó Robledo. El acuerdo del gobierno y las FARC para continuar las negociaciones reduce ese riesgo, pero no termina con el desplazamiento de habitantes del sur de Colombia.
Otros agricultores del área fronteriza señalaron que ellos también esperaban la ruptura del diálogo en el vecino país.
"En el último mes se dio un aumento de la presencia militar y paramilitar del lado colombiano y las últimas semanas se reanudó la fumigación de cultivos de coca. Eso nos puso en alerta", declaró uno de los campesinos del lugar, Ramón Vargas.
La seguridad de la frontera solo se garantizaría con un pacto de no agresión entre las Fuerzas Armadas ecuatoriana y los guerrilleros colombianos, según creen los habitantes del área fronteriza.
"La guerra de Colombia lleva 40 años y nunca se trasladó a Ecuador, porque siempre se aceptó que la guerrilla entrara al país a descansar y aprovisionarse de víveres", observó un comerciante.
"Ahora, al querer combatirla, se puede entrar en una guerra sin fin. Pero lo peor es que se puede fomentar la entrada de paramilitares, y esos sí son peligrosos", advirtió. (FIN)

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