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Latinoamérica

El espíritu renovador

de José Luis Massera (1915 - 2002)
Niko Schvarz
Con José Luis Massera desaparece una de las más altas figuras intelectuales del Uruguay y de América en el siglo XX. Científico e investigador matemático de relieve mundial, fue a la vez un paradigma de intelectual ligado al pueblo, un militante de toda la vida por la justicia social y la liberación de la humanidad. Pocas veces estas facetas se ensamblan tan armoniosamente como en la rica personalidad de Massera, en su vida pletórica de realizaciones hasta la enfermedad que lo postró en los últimos años.
Profesor de la Facultad de Ingeniería desde su temprana juventud (un decano de la talla de García de Zúñiga debió apelar a un artificio para incorporarlo a los cuadros docentes antes de recibirse), prolongada durante bastante más de medio siglo y ejercida también en la Facultad de Ciencias, doctor honoris causa de la Universidad de la República donde se velaron sus restos, galardonado con el Premio Latinoamericano de Ciencia y Tecnología en México en 1998, consultor y referente de una docena de instituciones matemáticas de diversos países, autor (junto con J. J. Schaeffer) de un libro sobre ecuaciones diferenciales utilizado como texto en los centros de enseñanza superior, fundador (junto con Rafael Laguardia) del Instituto de Matemática y Estadística de la Facultad y su director por un extenso período, creador de la escuela matemática uruguaya, fue además inventor de un teorema (teorema de Massera, o inversa del de Liapunov), incorporado al acervo de esta rama del saber. Era proverbial el aliento sistemático que desde la dirección del Instituto brindó a investigadores jóvenes, lo que se tradujo en resultados fecundos.
Parafraseando un célebre discurso fúnebre, cabe agregar que el científico no era, ni con mucho, la mitad del hombre. Massera fue por sobre todo un militante revolucionario, un trabajador teórico y práctico por la transformación de la sociedad de la explotación capitalista y por la elevación del ser humano a su más alta dignidad. Un humanista cabal, en suma, un combatiente por la causa del socialismo y del comunismo. No está de más recordarlo ahora, cuando ciertas palabras y conceptos cuelgan como trajes gastados. Ese camino lo inició en su mocedad, paralelo a su labor científica, o incluso antes. Son recordadas sus actitudes independientes y lúcidas, contra la corriente, en asambleas estudiantiles en el período previo a la II guerra mundial. Después fue uno de los principales dirigentes del Movimiento de Partidarios de la Paz y de la ayuda a la URSS y a las naciones aliadas en la lucha antifascista. Más adelante, ya en el seno del PCU, se inscribió de lleno en la línea renovadora encabezada por Rodney Arismendi que triunfó plenamente en el XVI Congreso de setiembre de 1955, que habría de viabilizar profundos cambios en la sociedad uruguaya y en la unidad de sus partidos de izquierda, plasmada en la creación del Frente Amplio en 1971. En ese período asumió las responsabilidades de miembro del CC, por dilatados períodos del Comité Ejecutivo, y ejerció con brillantez la diputación, como miembro de la bancada del Fidel, en los dos períodos que precedieron al cortado de cuajo por el golpe de 1973. Fue corredactor y miembro informante en los Congresos de documentos que traducían la nueva orientación política, como la Declaración programática y Plataforma Política Inmediata. Escribió un libro (reeditado) bajo el título "Manual para entender quién vacía el sobre de la quincena", donde expone las conclusiones de El Capital en referencia concreta a la situación uruguaya. Participó con aportes originalísimos al debate ideológico de nuestro tiempo, con estudios monográficos sobre Maquiavelo y Spinoza, recogidos también en páginas de la revista Estudios, de la cual fue redactor, editorialista y codirector a la muerte de Arismendi. Después firmaría el prólogo de la reedición de "Para un prontuario del dólar" por parte de la Cámara de Representantes.
Bajo el golpe de Estado ejerció la dirección partidaria en la clandestinidad, fue capturado, sometido a una larguísima prisión, torturado con saña y despojado de trabajos filosóficos producidos en la cárcel. Por su liberación se desplegó una de las más amplias campañas internacionales de que se tenga memoria. Con la recuperación democrática reasumió sus tareas científicas y políticas, particularmente en el terreno ideológico. En el período inmediatamente anterior al derrumbe de la Unión Soviética, animó un debate de fondo con (mejor dicho, contra) autores soviéticos en relación con los problemas globales de la humanidad. En esos trabajos aparece con un espíritu crítico y alejado por completo de los dogmas, esgrimiendo siempre la dialéctica, como gustaba repetir.
Massera era por sobre todo un renovador, y esto constituye el meollo de su vida en el plano científico y en la lucha política y social. Aplicó este criterio a un gran referente ideológico, basamento de todas sus concepciones, la teoría y el método de Marx. También esto merece ser destacado precisamente ahora. Massera creía en la vitalidad del marxismo, en su fuerza y su verdad, a condición de su incesante renovación. No le temía al concepto ni a la palabra, todo lo contrario. Tuve el privilegio --el mayor de mi vida-- de participar junto a él en estos emprendimientos que ocuparon la mayor parte de su actividad, sobre todo en la segunda mitad de los 90. Fue el animador intelectual del encuentro sobre Vigencia y renovación del marxismo que realizamos en el Cabildo y la Facultad de Ciencias Sociales en noviembre de 1996. El año anterior habíamos estado juntos en las jornadas de Actuel-Marx en la Sorbona y en la mítica Universidad de Nanterre de París X. Después participó en la dirección de la revista Tesis XI que tomó su nombre del célebre aforismo de Marx. Editamos tres folletos sucesivos sobre estos temas: Actual Marx, Vigencia y renovación del marxismo, Sobre la cuestión del comunismo (en relación a un trabajo del filósofo francés Lucien Séve). En todos ellos participa Massera con trabajos polémicos y, en lo que podría considerarse su testamento político, desarrolla una concepción integral sobre los valores universales de la democracia y sobre la imprescindible conjunción de todas las fuerzas sociales y políticas, a nivel mundial, para enfrentar la versión neoliberal del capitalismo. Por esas fechas recibió en México el premio continental de ciencia y tecnología, pronunciando un discurso impregnado de sentimiento latinoamericanista y de valoración del movimiento zapatista.
Tales son, a mis ojos, aspectos sustanciales del legado de José Luis Massera, fuente de inspiración para los luchadores por un mundo nuevo, por los ideales humanos superiores que más allá de todos los avatares permanecen intactos.