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Latinoamérica

9 de agosto del 2002

Colombia emprende su destrucción "creadora"

Por Alpher Rojas Carvajal
Rebelión

Frente a los confusos hechos que rodearon la ceremonia de asunción del mando del presidente Alvaro Uribe Vélez (AUV), varios analistas nos hemos preguntado si es posible planear y organizar un ataque al corazón del poder político, esquivando la tupida retícula de seguridad e inteligencia policiva montada días atrás con la asesoría de adiestrados sabuesos norteamericanos, sin causarles ningún daño a sus centros nerviosos y "sin perecer en el intento". Aparte la sangre humilde derramada, el ataque estaba destinado -cualquiera fuese su orígen- a producir una conmoción generalizada por el alto simbolismo de los objetivos.

Si es así, la audacia del adversario y el mensaje de su poderío militar hacia el nuevo presidente tiene implicaciones muy serias para la estabilidad gubernamental y la sostenibilidad del régimen. Porque lo cierto es que fue burlado un esquema altamente sofisticado en el que según la Fuerza Pública "participaban más de veinte mil unidades" y que incluía novedosas tecnologías satelitales, aviones-laboratorio con visores de rayos infrarrojos, helicópteros artillados, expertos antiexplosivos, espionaje telefónico y cubrimiento milimétrico con cámaras de televisión y perros adiestrados en el área próxima a la Casa de Nariño, dispuesto a "detectar" el más mínimo movimiento sospechoso y prevenir actos de sabotaje. Estas circunstancias están rodeadas de una lógica y una racionalidad tan especiales que no es posible entenderlas sin un análisis desapasionado.

Lo primero es que, de acuerdo con las opiniones de expertos en inteligencia, no era posible romper el cerco pretoriano ni burlar los circuitos de espionaje que, bajo instrucciones de las agencias de seguridad de Bush, fueron montadas para proteger a AUV. Además, tanto el avión de avanzada tecnología que estuvo surcando los cielos bogotanos durante todo el día, como la camioneta Ford panel oscura, con poderoso blindaje, en que se transportó AUV, rodeada de gorilas armados hasta los dientes, constituían también símbolos del poder Yankee, destinados a hacer conocer su cercanía con el nuevo mandato y, de paso, disuadir ataques subversivos o la presencia de cualquier ciudadano incauto en los severos rituales del siete de agosto. Esta generosidad de Bush está en concordancia con sus lógicas defensivas según las cuales si los guerrilleros están levantados contra el capitalismo y la sociedad es capitalista, entonces están contra el género humano, por tanto los EE.UU., tienen que actuar en defensa del género humano, por lo cual protegen a AUV.

Sólo que el relato de los organismos de seguridad -con cierto aire truculento y pérfido- permitió verle las costuras al montaje: en menos de treinta minutos, encontraron las caletas donde estaba "todo el arsenal subversivo para atacar la democracia" y lo exhibieron en la televisión, con tal minuciosidad de detalles que parecieran haberlos conocido con mucha anticipación; con ese arsenal -que calificaron como procedente del IRA irlandés- fue rozado levemente el frontis del palacio presidencial, muertas 19 personas y 69 heridos entre los habitantes de la "Calle del Cartucho", para solaz del exalcalde Enrique Peñalosa que siempre quiso ver limpio de indigentes este sector. De acuerdo con la serenidad expresiva de los rostros de la cúpula militar y de AUV, reunidos como si nada bajo la tronera que dejó el roquet, estos hechos luctuosos no les causaron mayor sorpresa. Porque el heroísmo de colocarse en peligro de muerte reporta una gran gloria.

De manera que de estos episodios muchos infieren la posibilidad de un autoatentado, no de AUV ni de sus ministros, sino de ese tenebroso clan neofascista que está a su sombra y que con este operativo terrorista busca un doble objetivo: de un lado, sensibilizar a la ciudadanía contra las posibilidades de una salida política negociada con la insurgencia y, de otro, legitimar hacia el futuro inmediato acciones indiscriminadas de violencia estatal contra la ciudadanía, dentro de esa concepción que Schumpeter denominaba la destrucción creadora. A propósito, Franz Hinkelammert, célebre científico social alemán, en su libro El retorno del sujeto reprimido -que no vacilo en recomendar-, señala que en la lógica del nuevo imperio "La responsabilidad por el aniquilamiento la tiene quien es aniquilado. Quien aniquila, en cambio, tiene el poder e igualmente el honor de respetar los derechos humanos. Es el prócer de los DD.HH., y la sangre que vierte, lo purifica".

Correo: alpher_r@hotmail.com