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Latinoamérica

Ternura desde el dolor

Este es un libro que al igual que 'Las cartas que no llegaron' está relacionado con mi infancia, con mi relación con mis viejos, sobre todo con el viejo". Así resume el escritor Mauricio Rosencof su nuevo libro "Piedritas bajo la almohada". Sobre su obra y aquellos años difíciles, Rosencof habla en esta entrevista con LA REPUBLICA.
Jorge Yuliani
Piedritas bajo la almohada se titula el nuevo libro de Maurico Rosencof, el escritor uruguayo que más premios Bartolomé Hidalgo ha cosechado. En esta entrevista -con sentimientos a flor de piel y, precisamente en el día del padre- cuenta algunas de las dramáticas peripecias por las que pasaron los hijos de los presos políticos, hechos que dieron luz a este libro. También reclama la puesta en práctica de "un blindaje alimenticio" para los niños en este presente en el que Uruguay atraviesa uno de sus peores desastres económicos.
Periodista, poeta, dramaturgo y luchador social, Mauricio Rosencof llegó al mundo el 30 de junio de 1933 en el departamento de Florida. Apodado "El Ruso" por ser hijo de emigrantes polacos de origen judío, fue uno de los nueve rehenes -entre 1972 y 1985- que tomó la dictadura que asoló a nuestra nación, todos ellos integrantes del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros.
El extenso encierro en condiciones infrahumanas, las constantes sesiones de tortura a las que fue sometido y el consiguiente deterioro de su salud física, no afectó su aguda lucidez, ni su inconmensurable voluntad, haciendo realidad aquella frase que sentencia: cuando una persona atraviesa una situación extrema o se sucumbe o se sale fortalecido de ella. El segundo es su caso.
Este libro cuyos protagonistas son niños (aunque no es literatura para niños) se divide en dos grandes relatos: "Cuentos para las lágrimas de una niña" y "El planeta de color naranja". Ellos tiene en común el hecho de que sus respectivos padres son prisioneros políticos de la dictadura. Estos pequeños consiguen quebrar las ataduras que impone la cruel realidad y son los que dejan, como los personajes de los cuentos infantiles, piedritas a su paso, para que los mayores encuentren el camino de regreso a casa.
Entre las obras de su intensa producción se destacan Las ranas, Los caballos, Conversaciones con la alpargata, Vincha brava, Teatro escogido, Desde la ventana, Pensión familiar, La valija, La calesita rebelde, El gran Tuleque, La Margarita, Las cartas que no llegaron, El bataraz, El combate del establo, Los cuentos del Abuelo de la Noche y Memorias del calabozo (en coautoría con Eleuterio Fernández Huidobro). Hace un par de años se editó una biografía suya escrita por Campodónico, edición que ocupa los primeros lugares en venta de libros.
Luego de su liberación en 1985, fue invitado a dar conferencias y participar en coloquios en países tan disímiles como Estados Unidos, Cuba, México, Italia, España, Francia, Alemania, Suiza, Suecia, Noruega y Dinamarca, entre otros. Actualmente, además de continuar escribiendo, Rosencof conduce el programa "Que nunca falte", en TV Ciudad y colabora en 1410 AM LIBRE.
Primero los niños
"El Uruguay está atravesando una crisis de la gran puta. Cuando hay situaciones como ésta, tan crítica, en un mundo de difícil comprensión como lo es el que vivimos, porque apareció una serie de elementos nuevos que no están en nuestras manos manejar y que nos rebasan, uno lo primero que trata de hacer es una categorización de los problemas. Cuando en una casa se vive la crisis y en la alacena empiezan a escasear los fideos, el arroz y la cocoa, primero que nadie comen los niños y después ves como te las arreglás.
Uruguay tiene como cuatro vacas y media por habitante, tiene como veinte ovejas por habitante, tiene la segunda reserva pesquera del mundo y no tiene barcos de pesca. Somos exportadores de leche, tenemos gallinas y pollos en gran cantidad y cuatrocientos mil chanchos. Bueno, frente a esto, algunos dicen 'Esto es una crisis financiera'. Yo digo no. Aquí estamos en una crisis de alimentación. Lo primero que se debe instrumentar es un racionamiento que garantice que no haya un solo niño uruguayo que no tenga su comida diaria, su café con leche o cocoíta con leche, su pancito, su guisito, su comida. Lo que exporta Uruguay no es combustible, son proteínas. Por lo tanto la primera cosa a garantizar es que nuestros hijos, nuestros niños estén bien alimentados. Aquí se hacen campañas por la aftosa y el blindaje a los bancos. No y no. No debe ser así. Es una cuestión de sensibilidad y de prioridades. No se cómo vamos a capear el temporal aunque se va a capear, pero en el entretanto la primera cosa es asegurar que todos los chiquilines tengan las proteínas y vitaminas necesarias para su organismo. Porque éste es el patrimonio más importante que tiene nuestro país. Y, por supuesto, en el rubro de los carenciados, los ancianos que ya han echado el resto.
Mirá, te doy un ejemplo, en un consejo de ancianos indígenas se realizó la siguiente proclama: 'Cuando se seque el último río, cuando se muera el último pez, cuando se corte el último árbol, entonces nos daremos cuenta de que el dinero no es alimento'''.
Blindaje proteínico
"Así que el blindaje que ahora necesitamos es proteínico, la gran campaña que tenemos que hacer es por el blindaje alimenticio empezando por los niños y los viejos. Ninguna medida es milagrosa para salir de la miseria. Va a llevar su tiempo. Van a haber cambios, se van a modificar las cosas, puede ser que agarremos las riendas de la situación aunque no se qué margen vamos a tener para arreglar la situación. Pero hay algo que debemos dejar fuera de Troya, hay que asegurar una medida elemental para que un país que tiene vacas, ovejas y gallinas para tirar para arriba, permita a los niños pucherear como corresponde. Primero que nada, eso. Es lo que harías vos en tu casa. No podrás pagar la cuota de la heladera o lo que sea, pero a la chiquilina sin copitos y sin yogur no la dejás".
Piedritas bajo la almohada
"Este es un libro que al igual que Las cartas que no llegaron está relacionado con mi infancia, con mi relación con mis viejos, sobre todo con el viejo. Quiero restituir la sensibilidad de la época, ahora que esa sensibilidad que está en nuestro entorno a veces no la percibimos.
Lo primero que hice con el Ñato fue grabar los tres tomos de Memorias del calabozo, pero en la medida en que corre el tiempo uno se da cuenta que hay que plasmar en una forma literaria lo que padeció la familia. Porque el castigo no era solamente para los que estábamos en cana, sino que el castigo era para toda la familia.
Este libro Piedritas bajo la almohada que editó Alfaguara, es la visión de los niños de los presos a través de dos narraciones.
El origen del título parte de la siguiente historia. Nosotros estábamos en un cuartel de Rocha y no podíamos entregar nada a nuestras hijas, ni dibujos, ni manualidades, ni escritos, ni canciones o poemas. Estábamos incomunicados. Como vos sabés, dos metros por uno, a media ración, sin ver el sol, sin poder hablar con nadie. Entonces llegaban los gurises y nosotros no percibíamos lo que ocurría del mundo de la visita hacia afuera.
Hace pocos días mi hija me preguntaba: 'Papá, hay algunas cosas de aquellos días que quiero saber si son alucinaciones mías o si eran verdad: por ejemplo si es verdad que yo te vi a vos colgado dentro de una jaula'. Entonces para que entendiera algo le dije: 'Imaginate a Inés (Inés es mi nieta, tiene ocho años, y mi hija Alejandra tenía cinco y medio cuando yo caí), imaginate a Inés entre bayonetas'. Lo de la visión de la jaula es así: estuvimos dando vueltas de cuartel en cuartel y en Paso de los Toros, con una doble reja con un garrote arriba de la cabeza con el que me apuntaba el guardia que estaba atrás mío, un oficial que entre la doble reja caminaba en un lugar estrecho de un metro por un metro y el lugar donde estaba yo y el espacio donde entraba ella rodeada por seis milicos con bayoneta calada, una milica que la revisaba y la desnudaba antes de entrar a la visita, un guardia con perros y un oficial que hacía esgrima en medio de la visita. Imaginate lo que puede pasar por la cabeza de una niña".
Pulgarcito y yo
"Volviendo al origen del título del libro: es que al no tener nada para darle, lo que podés darle es un poco de imaginación, de fantasía, de sueños ya que eso no te lo pueden quitar. Entonces, del revoque de la pared del calabozo pude sacar un pequeño canto rodado blanquito, una piedrita blanca. Fui a la visita y luego de una inspección ocular y táctil, el oficial me autorizó a llevarlo para obsequiárselo a mi hija, que en ese tiempo tendría seis o siete años. Cuando le di la piedrita le dije: " Vos sabés hijita que cuando Pulgarcito se perdió en el bosque, la primera vez se perdió porque arrojó miguitas de pan en el camino, vinieron las palomas y se las comieron. La segunda vez fue más ingenioso, aprendió algo, y lo que puso en el camino fueron piedritas. De las piedritas que arrojó casi todas se perdieron. Sólo se conservan tres. Dos están bajo campana de cristal para su protección en el Museo del Niño, el museo que se llama Perrault, en París, y ésta, la tercera que tengo yo y ahora pasa a la palma de tu mano, que llegó por senderos misteriosos hasta donde me encuentro y que quiero que quede en tu posesión'.
A partir de ese momento mi hija dormía con esa piedrita bajo la almohada y la explicación que daba era que esa piedrita le iba a permitir a papá el regresar a casa, así como Pulgarcito pudo llegar a la suya a través de las marañas del bosque. Algo parecido pasaba con todos nuestros hijos. Este libro es una forma de recomponer la historia desde todos los frentes".
Los niños, esa ternura
"Fijate vos la fuerza que tienen los niños, Nosotros, durante los trece años que estuvimos en los calabozos no vimos niños. A veces, cuando nos llevaban al excusado, que era una vez por día, encontrábamos algunos pedazos de diario tirados por ahí, para la higiene. Algunas veces ya utilizados y nosotros tratábamos de rescatar alguna noticia, alguna información. Pero si por algún motivo aparecía la foto de un niño, lo agarrábamos para mirarlo. No se puede vivir en un mundo sin niños. Recuerdo que una de las visiones más impactantes que tuve cuando salimos fueron los niños. Veinticuatro horas antes de salir nos trasladaron a Cárcel Central a los 52 que quedábamos todavía y que no salimos por la amnistía sino por la ley especial. Nos subieron a un ómnibus. No teníamos nada claro, pensamos que tal vez nos enviaban al extranjero. Yo iba sentado al lado del Lalo Gallinares, viejo amigo, y entonces el comandante nos pidió que bajáramos las cortinas de las ventanillas para que no nos vieran desde afuera. No le dimos pelota, ya estábamos muy rebeldes y yo recuerdo hasta hoy entre las cosas más nítidas que me quedan, ver a los niños en la calle. Hacía frío, tenían unas camperitas con capuchón. Parecían ositos en la calle.
En algún momento cuando en esa "Vuelta del Uruguay" de cuartel en cuartel a la que nos tenían sometidos, el Pepe Mujica, el Ñato Huidobro y yo nos encontramos y hablamos de algunas cosas. Entre ellas el tema de los niños. Yo me acuerdo que el Pepe, con una voz llena de sentimiento, decía: 'La vieja me pregunta en la visita (doña Lucy, la madre del Pepe, era un fenómeno) decime, vos que fuiste tan bandido, no habrás dejado por ahí algún gurisito?' Claro, la vieja quería un nieto y el Pepe quería un hijo".
Papá no tiene manos
"El problema del Ñato en relación a su hija Gabrielita era otro. Yo, la última vez que vi a la petisa (la compañera de Huidobro) fue cuando salimos con el Ñato para las negociaciones de Florida y en una casa compartimentada en donde nos reunimos con el Ejecutivo entró la petisa y estaba barrigoncita. El hecho es que ella cayó presa poco tiempo después y Gabrielita nace presa. Cuando creció un poco la retiraron de la cárcel donde estaba con su madre y luego quedó con la hermana del Ñato, quien la lleva a visitar al padre.
Tendría tres años cuando empieza esa peripecia. El problema es que oíamos a Gabrielita porque cuando llegaba al cuartel se escuchaba su llanto y sus alaridos. Porque, entre otras cosas que pasaban, las desvestían para ver si traían algún documento, algún arma o vaya uno a saber qué. La cuestión es que la hija del Ñato venía en un llanto. Luego, una de las cosas que decía era "Papá no tiene manos" y eso era porque en las visitas muchas veces nos sacaban la capuchas adelante de ellas, estábamos demacrados, con alguna matadura y esposados abajo, en una pata de la mesa. No nos veían las manos y entonces pensaban 'papá no tiene manos'. Una vuelta el Ñato, a través del sistema morse que habíamos reinventado y con el cual nos comunicábamos de una celda a la otra, me dice: 'Creo que voy a cancelar la visita porque le hace mucho daño a Gabrielita y me hace mucho daño a mí. Esto lo hacen con sadismo y para el disfrute de ellos, así que es mejor cancelarlo', decía en un tono de consulta. Y entonces lo que yo le respondí fue: 'Si ahora piensa que papá no tiene manos, si deja de verte va a pensar que no tiene papá y eso va a ser mucho más grave'. Lo que había que hacer es que ella sienta que viene a ver al padre para algo concreto. Digamos algo así como 'voy a ver a papá porque papá me va a...' Y ahí la incógnita.
Dibujos (el Ñato dibuja muy bien) no le podía entregar, tampoco manualidades. La única cosa que podés hacerle -le dije- son cuentos, de tal manera que la botija piense: 'El domingo voy a visitar a papá porque papá me va a hacer un cuento'. Acto seguido y mediante nuestro sistema morse de golpecitos en la pared que dividía una celda de la otra, el Ñato me dice que lo va a meditar. Yo siento que se levanta, siento sus pasos trillando de un lado para otro y al rato me llama nuevamente y me pasa el siguiente mensaje: 'Sí, tenés razón, pero yo no sé cuentos'. A lo que yo le contesto: 'No hay drama. Cada vez que venga yo te voy a pasar un cuento para chiquilines'.
Es así que le fui contando una historia en episodios de visita en visita. Una historia que si la gente quiere enterarse de que se trata, está precisamente en Piedritas bajo la almohada.