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Latinoamérica

28 de junio del 2002

Uruguay: Nixon consideraba en 1971 que el Frente Amplio era más peligroso que los Tupamaros para los intereses de Estados Unidos

Jorge A. Bañales

Washington. Al final del invierno y comienzo de la primavera de 1971, la administración del presidente Richard Nixon consideraba que el Frente Amplio era más peligroso que los Tupamaros para los intereses de Estados Unidos, y que "Marcha" era tan nocivo que ameritaba el esfuerzo de combatirlo eficazmente con ayuda de periodistas expertos en psicología.
Un conjunto de 15 documentos obtenidos, analizados y divulgados esta semana por National Security Archives detallan varios de los medios que empleó EEUU para impedir una victoria del FA en las elecciones uruguayas hace tres décadas, y el conocimiento -si es que no la complicidad- de la administración Nixon en las movidas del gobierno militar de Brasil que influyeron en los comicios de Uruguay.
Allá y entonces
Los documentos divulgados por el NSA muestran que el 20 de agosto de 1971 el Departamento de Estado pidió a las embajadas de EEUU en Argentina y Brasil que evaluaran las reacciones posibles de los gobiernos de esos países en el caso de que el Frente Amplio obtuviera una votación fuerte en los comicios de noviembre.
Cinco días después la embajada de EEUU en Montevideo respondió a las instrucciones del Consejo de Seguridad Nacional (estadounidense, of course) con el borrador de una estrategia "de aumento del apoyo a los partidos políticos democráticos de Uruguay y una disminución de la amenaza de un triunfo político del Frente Amplio". El borrador incluye recomendaciones en las áreas de acción psicológica, ayuda económica, campo político, sindicatos y seguridad.
La embajada recomendó que Washington colaborara "de forma abierta y encubierta con los elementos de los medios (de prensa) que compiten con los del Frente. Un equipo de periodistas profesionales, versados en psicología, podría estudiar 'Marcha' y su atractivo para los intelectuales uruguayos de manera que se elaborara un producto mediático mejorado que combatiera eficazmente ese semanario pernicioso".
El mismo informe de la embajada en Montevideo sugiere que "es especialmente deseable que vecinos tales como Argentina y Brasil cooperen eficazmente con las fuerzas de seguridad uruguayas, y donde sea posible deberíamos estimular esa cooperación".
El 27 de agosto el entonces embajador estadounidense en Buenos Aires, Henry Cabot Lodge, informó al Departamento de Estado que Brasil y Argentina "han mantenido muchas consultas y vigilan cuidadosamente lo que ocurre en Uruguay". Argentina no tenía de intervenir en las elecciones, informó Lodge, pero apoyaría un golpe para mantener en el gobierno al presidente Jorge Pacheco Areco si el FA ganara las elecciones. A esa altura Argentina daba apoyo económico y ayuda en la lucha contra la guerrilla al gobierno de Pacheco, al punto que cuando un año antes las fuerzas de seguridad uruguayas capturaron al tupamaro Raúl Sendic, un "equipo de interrogatorios" argentino viajó a Montevideo.
El 13 de noviembre, dos semanas antes de las elecciones uruguayas, los gobiernos de EEUU y Brasil daban los retoques al programa de discusiones en Washington durante la visita inminente del presidente general Emilio Garrastazú Médici a Nixon. El brasileño quería un menú de "ocho cuestiones interamericanas" entre las cuales se incluía Uruguay y "la infiltración comunista y la acción subversiva en América Latina, mientras que el Departamento de Estado proponía una lista de nueve asuntos, entre los cuales como "problemas hemisféricos" figuraban Cuba, Chile y Uruguay.
El 27 de noviembre, en vísperas de la elección, un documento del Departamento de Estado evaluó que los partidos Colorado y Blanco prevalecerían sobre el FA, pero expresó preocupación por ese 25 por ciento de los votantes que no mostraba una decisión firme antes de concurrir a las urnas. El informe realzó la posibilidad de que Brasil y Argentina intervenieran y el "interés de EEUU de promover la estabilidad en Uruguay" aunque más no fuera para preservar las buenas relaciones entre las dos "potencias subregionales".
Superado ya el trance doloroso de que los uruguayos expresaran su voluntad en elecciones democráticas, y mientras continuaba el manipuleo de sus votos para desvirtuarlas, el 7 de diciembre el presidente Nixon comentó con su secretario de Estado, William Rogers, sobre las reuniones con Garrastazú Médici:
Rogers: "Ah, sí, yo creo que esta cosa Médici es una buena idea. Lo pasé muy bien con él en el almuerzo y él.."
Nixon: "Flor de tipo ¿no?"
Rogers: "Sí, por Dios, me alegro de que esté en nuestro bando".
Nixon: "Un tipo fuerte y, ¿sabes?... (carcajada) ¿sabes algo? Me gustaría que él manejara todo el continente".
Rogers: "Yo también. Tenemos que ayudar en Bolivia. (El mensaje del embajador Lodge el 27 de agosto indicó que Argentina había estado implicada en el golpe militar boliviano del 20 de agosto). A Médici le preocupa eso. Tenemos que asegurarnos de que..."
Nixon: "Incidentalmente, el asunto uruguayo, al parecer él ayudó un poco allí..."
Acá y ahora
La divulgación de estos documentos, que resulta de la labor profesional e incansable del Proyecto de Documentación del Cono Sur en el NSA, confirma lo que a lo largo de los años se sospechó, pero es oportuna si se consideran los contextos de entonces y los de ahora.
En 1971, a un año de la victoria de la Unidad Popular en Chile a los regímenes militares que entonces gobernaban Argentina, Brasil, Paraguay, Bolivia, Perú, Ecuador y casi toda América Central les preocupaba la posibilidad de que aquella novedad de "la revolución en libertad, el socialismo en democracia" fuese contagioso. Washington, en medio de la Guerra Fría también compartía la preocupación de sus socios, y entre estos encontró instrumentos para armonizar la seguridad regional ajena con la seguridad nacional propia.
Tres décadas más tarde, el contexto es -aparentemente- muy distinto: como bien repite la administración de turno en Washington, América es hoy una región de democracias, con la excepción de Cuba. Las recientes intentonas golpistas han fracasado, y los colapsos ocasionales de gobiernos elegidos se resolvieron por las vías (más o menos) constitucionales y con sucesores interinos. Ésas son las diferencias entre 1971 y 2002.
También hay similitudes: otra vez el mundo entero está en un conflicto de magnitudes globales, con guión redactado nuevamente en Washington y que el presidente George W. Bush define como "una guerra del bien contra el mal, en la cual no puede haber neutrales ya que quienes no están con nosotros, están con el enemigo". El enemigo es el "terrorismo", una entelequia artera, inaprehensible, ubicua y, básicamente, mala toda ella, la encarnación misma del Mal. Este guión facilongo no es accidental: en América Latina más que en otras partes es evidente el agotamiento del dogma neoliberal que se ensayó desde mediados de los años ochenta, y la bronca que hoy embarga a Argentina también es contagiosa, y puede expresarse en las urnas.
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