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Latinoamérica

7 de julio del 2002

Nicaragua: el futuro incierto del Partido Liberal Constitucionalista

Carlos Powell

En un país tan pequeño, donde la estructura electoral es bi-partidaria, hablar de la situación interna de uno de los partidos políticos hegemónicos equivale a hablar de los destinos de la nación.
Lo habíamos escrito en una nota anterior ("Los cien días de Bolaños"), y hoy es una realidad irreversible: la pugna entre las facciones "alemanista" y "bolañista" dentro del Partido Liberal Constitucionalista (PLC) no podía conducir sino a la fractura del partido: desde el 24 de junio pasado el PLC tiene dos Comités Ejecutivos Nacionales (CEN), uno elegido por una Convención partidaria mayoritaria (apenas, pero mayoritaria) reunida por los bolañistas, y simultáneamente el CEN que existía hasta esa fecha, el alemanista, que se niega resueltamente a entregar la dirección del partido y todas sus prerrogativas materiales y políticas. Esta anomalía partidaria, en un país que por obra del pacto Alemán-Ortega sólo cuenta con un paisaje electoral bi-partidario, ha pasado urgentemente a análisis del Consejo Supremo Electoral. Éste, que está dominado políticamente por los alemanistas (también como resultado del pacto antes mencionado), deberá determinar cuál de las dos cúpulas es legítima. Otro ingrediente interesante para este dilema es que en el agonizante CEN alemanista todavía tiene un integrante del ala bolañista, que además es un alto miembro del gobierno, el señor Eduardo Montealegre, Ministro de Hacienda. Esta interesante bicefalia partidaria exigirá a los miembros alemanistas del CSE un ejercicio político esquizofrénico que ni en sus mejores momentos histriónicos hubiera imaginado el propio Alemán.
La "mini-convención ilegítima" (como la califican los alemanistas) que dio a luz al nuevo CEN del PLC, efectivamente tuvo todos los visos de una especie de golpe interno. Se da en un contexto político muy especial y algo complicado (que describiremos más abajo) para quienes no siguen de cerca este ajedrez político nicaragüense, que a veces parece una partida entre dos adversarios dementes. Normalmente, el FSLN debería estar jugándola contra el PLC, pero en realidad la oposición que enfrenta Bolaños es la de su propio partido. Sin embargo, y como resultado del pacto firmado entre Ortega y Alemán, a veces hasta se puede percibir la sombra del FSLN dictando la jugada siguiente a los alemanistas. Cuando menos, semeja una sombra mefistofélica que se mantiene en la penumbra a pocos pasos del tablero, esperando pacientemente la derrota de uno o de otro, "como un buitre a que acabe la agonía de su presa para echársele encima"m según las palabras recientes del encumbrado analista político nicaragüense Emilio Álvarez Montalbán, en el programa dominical Esta Semana, de Carlos Fernando Chamorro. En este esquema, en cualquiera de los dos caos gana el FSLN. La advertencia de una victoria pírrica es el mensaje que le envió por discurso interpuesto en este pasado Día del Maestro Bolaños a Alemán, cuando dijo "la terquedad dictatorial de algunos en el PLC podría llevarnos otra vez a la noche oscura". La "noche oscura" es la imagen que utilizó en los años '80 el Papa Juan Pablo para referirse al período sandinista. La imagen fue retomada muchas veces en sus homilías dominicales por el Cardenal Obando y Bravo, un especialista de las alegorías y seudo parábolas bíblicas dirigidas a la clase política. Efectivamente, de mantenerse esta lucha intestina liberal hasta sus últimas consecuencias, el FSLN tendría las mejores posibilidades de triunfar en las próximas presidenciales de 2006. Es un asunto matemático: el voto "cautivo" (por ser militante) del FSLN siempre se ha mantenido alrededor del 40%, llegando al 43 en las últimas elecciones. En cambio, el PLC es heredero de innumerables alianzas liberales y centroderechistas que sobrenadaron políticamente después del naufragio de la UNO de Violeta Chamorro. De tal manera que sólo unido (y bien unido) podría el PLC enfrentar al FSLN. Aunque obvia, valga la acotación: el FSLN triunfaría gracias únicamente al desmoronamiento del PLC.
Pero, se preguntará el lector, ¿de dónde procede tanta furia entre estas dos facciones de un mismo partido liberal, al extremo de disputarse con histeria el cofre del botín arriesgando en el trance echarlo al mar? Este es el contexto político que no es fácil (a menos de ser reductor) explicar. Alemán and Co es una esfera de "nuevos ricos". Esta "casta" política se ha enriquecido de manera fulgurante y a expensas del Estado, sobre las espaldas de la miseria creciente de la población. La complicidad en esta empresa de ninguna manera exime a los sandinistas, que se aferraron a este círculo de poder con el sonado –tristemente sonado- argumento de que "para luchar dentro del sistema alemanista tenemos que capitalizarnos", cierta cúpula cesárica del FSLN dixit. En cambio, el ingeniero Enrique Bolaños Geyer es miembro de otra casta nicaragüense, que tiene raigambre tradicional en la producción, la exportación, el comercio, la distribución y la comunicación. Son las familias "adineradas por generaciones" cuyo solo apellido suena a contante y sonante. La diferencia fundamental es que el apellido Bolaños evoca capital adquirido, en cambio el de Alemán suena a botín ganado. Y Bolaños lo repite con mucha frecuencia en sus discursos: "Mi familia se ha logrado lo que tiene con el sudor de la frente, a través de generaciones." Y no ha tenido ningún empacho en decir también que el FSLN le robó muchas de sus propiedades. Es decir, tenemos aquí dos partidos, pero tres sectores financieros con muy diferentes bases.
Por otro lado, el FMI y el BM le pusieron una serie de condiciones a Bolaños cuando asumió la presidencia. En toda América latina esta descarada injerencia ha dejado de ser un secreto de cortesanos. En Argentina, por ejemplo, el FMI declaró en días pasados, sin ambages: "No queremos que estén malgastando nuestro dinero." El dinero que presta el FMI tiene su origen, no lo olvidemos, en el vaciamiento secular de las riquezas naturales de los países hoy empobrecidos y en la destrucción sistemática de su búsqueda de autonomía productiva. Pero volvamos a las exigencias para Nicaragua. Por un lado, las reformas fiscales y del sistema judicial, y por el otro, la limpieza del sistema político (corrupción). De los tres acápites (fiscal, judicial, político) podemos imaginar que Bolaños asumió el tercer encargo algo más que como una simple orden de los banqueros internacionales: desde el principio se reflejó en él como una especie de cruzada personal que capitanea con tanto ahínco que ha logrado auténticamente embarcar en sus naves a la inmensa mayoría del país. Es ahí precisamente donde comienza a aparecer la hilacha, se rasga el vestido y aparece el tejido de abajo: un sospechoso fervor de casta, de alcurnia. No se explica de otra manera el respeto reverencial con el que el máximo ente de la empresa privada, el COSEP, escucha la misa de Bolaños repitiendo amén a cada discurso presidencial. A menudo es más en los silencios y en las penumbras que podemos discernir con claridad: hay aquí una lucha sorda no sólo por porciones de poder político, sino también por la hegemonía financiera.
¿Por qué comenzó Bolaños su período con la lucha contra la corrupción? Sencillamente porque no tenía los recursos financieros para comenzar con las otras promesas: empleo, salud, techo. Cuando asumió el mando, en enero pasado, Bolaños miró la agenda del FMI y después consultó el calendario: la próxima ronda de negociaciones que incluía a Nicaragua estaba prevista para julio. Cinco meses por delante. ¿Qué hacer mientras negociamos los próximos 100 millones de dólares? Los alemanistas, conscientes de la estrechez operativa en que dejaban a Bolaños, inicialmente pensaron que esto sería suficiente antídoto para que los dejara en paz. Pero no fue así. Bolaños eligió atacar de frente la corrupción del sistema político de Alemán. Miembro del gobierno anterior, también el nuevo mandatario debe haber sabido mejor que nadie que bastaba con apretar un poco aquí y allá para que saliera pus. Y pus ha corrido bajo los puentes. Por su parte, Alemán apostó a su fuerte: el liderazgo (caudillismo dictatorial, dicen los bolañistas) del partido y la presidencia del Parlamento, el búnker de su inmunidad. Y en eso estamos hoy, de lleno, en lo más álgido y tétrico de esta lucha. Si se presentaran ante Salomón y éste les planteara el conocido dilema, cortamos por la mitad al niño, ¿descubriríamos al gobernante legítimo? El cañoneo de Bolaños no le ha dado tregua a Alemán desde hace cinco meses consecutivos. Alemán se defiende con una sangrienta guerra de guerrillas: la última emboscada fue la negativa de votar la reforma fiscal del Ejecutivo en los plazos estipulados por el FMI. Tuvieron que intervenir representantes de la Unión Europea para desbloquear la situación, aunque de todos modos Alemán consiguió retrasar considerablemente la millonaria –e urgente- negociación, que sólo se hará efectiva a fin de año. Entre las primeras bajas alemanistas de peso está el ahora celebérrimo Byron Jerez. Hay, además, una serie de personajes de mediano y alto rango en la cárcel, y por lo menos varios peces gordos alemanistas prófugos de la justicia, aunque cómoda y públicamente instalados en Panamá, país sin tratado de extradición con Nicaragua, plagado de cuentas malhabidas: Esteban Duque Estrada, ex ministro de Haciendo, David Robleto, ex director de Telcor, Jorge Solís, ex presidente de ENITEL, Martín Aguado, ex súper intendente de Pensiones, todos implicados en casos judiciales por defraudación millonaria al Estado y todos relacionados directa o indirectamente a Jerez y/o a Alemán.
¿Por qué Alemán se aferra al poder con tanta vehemencia?
Primero, es fácil imaginar que al devengar cuatro suculentos salarios (sobre los que paga mínimos impuestos) este señor tenga alguna inclinación a querer conservarlos: en virtud –nuevamente- del pacto Ortega-Alemán, él es diputado nacional no electo (¡por derecho ex presidencial!); también es diputado del Parlamento Centroamericano (cuya incidencia real comienza a verificarse ahora pero que hasta la fecha era sobre todo un reducto salarial de los diputados nacionales); es presidente de la Asamblea Nacional; y por fin...¡recibe una "pensión" vitalicia de más de 6 mil dólares mensuales que cobra como ex presidente de la Nación, mucho antes de jubilarse!
Segundo, porque su múltiple condición política le garantiza inmunidad contra los numerosos casos ya verificados de su implicación en asuntos de fraude y corrupción. Al punto que Bolaños, con mucha seguridad, le ha expresado que "la inmunidad no le va a durar toda la vida, en algún momento tendrá que pagar". En Nicaragua el uso y abuso de la inmunidad parlamentaria es tan extenso, que ya existe un deslizamiento semántico entre las palabras inmunidad e impunidad. Así comienzan algunas paradojas etimológicas y al final nadie entiende nada. En una conferencia sobre el sistema judicial, especial para la revista Envío, el experto en asuntos fiscales y analista Julio Francisco Báez clasificó dos palabras más en el "vocabulario horroroso" de la Nicaragua actual: pacto y reelección.
Tercero, y como si todo lo anterior no fuera suficiente, Alemán, al decir de su antiguo y más cercano consejero político y padrino familiar, el diputado liberal ahora virulento disidente del PLC, Jaime Morales Carazo, "Alemán tiene alma totalitaria". Y ha agregado: "Está enfermo del poder". Esto lo dice la persona que estuvo más cerca de Alemán personal y políticamente después probablemente de su esposa y de su hija (también diputadas, así como su hermano Agustín). Al parecer, es un asunto familiar. Por eso es que esta nueva tanda de ricos nicaragüenses no es como la otra, que tenía vínculos con el poder: la de Alemán, está dentro del poder. Ellos operan desde adentro, a través de golpes legislativos y oportunismos, incluidos el robo disfrazado de "operaciones financieras". Los otros (las grandes familias para las que Bolaños es una punta de lanza), operan desde afuera, a través del peso que tienen su capital y su arraigo generacional en las estructuras productivas nacionales.
Mientras estas cosas transcurren, el habitante nicaragüense, la inmensa mayoría que no consigue juntar lo suficiente para garantizarle a sus hijos dos comidas diarias, se pregunta: y en estos asuntos, ¿dónde está el interés por la patria? ¿Dónde estamos nosotros?
Carlos Powell, periodista
powama@ibw.com.ni