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Latinoamérica

19 de mayo del 2002

Uruguay: "Memorias de la resistencia"

Hugo Cores
Revista Koeyu Latinoamericano

La vida de algunos militantes de izquierda antes de la dictadura; la militancia en la feuu de los cincuenta; la corriente libertaria del movimiento obrero; las diferencias de opinión y de "mentalidades" dentro de la izquierda; la instauración del terrorismo de Estado. Estos y otros temas son centro de"Memorias de la resistencia", un libro de crónica y testimonio de Hugo Cores que en estos días edita Banda Oriental y del que se reproducen fragmentos.
I.
A
menudo se escuchan voces de quienes parecen recomendar el empleo de la"insidiosa lima del olvido" para los acontecimientos del pasado reciente. Desde el poder y en nombre de la estabilidad política se alienta esta actitud. Sobre una cantidad de episodios que afectaron a buena parte de la sociedad no hay evocación ni referencias. Es, públicamente, como si nunca hubieran ocurrido.
Para muchos dirigentes políticos e intelectuales influyentes una parte del pasado de la izquierda parece resultar incómoda. Al no reconocer y explicar el contexto histórico y el sentido de las acciones y rebeldías emprendidas, se termina por allanar el camino a la versión de la historia oficial que sitúa en el fanatismo o la irresponsabilidad de la izquierda la causa de casi todos los males que ha padecido el país, incluyendo a la dictadura. Esto ocurre en la hagiografía política, en los debates periodísticos o parlamentarios y en la labor académica.
En materia de crónicas y testimonios se ha publicado bastante material sobre los años sesenta y el proceso que culmina con la implantación de la dictadura. Estas obras a menudo están construidas desde la perspectiva interna de las organizaciones revolucionarias. Así formulado, el discurso histórico remite a un universo cerrado y puede conducir a una visión equivocada de los hechos.
En mi opinión una referencia histórica adecuada debería partir de la situación general y abordar las actitudes revolucionarias de la izquierda como una respuesta ante un proceso que estaba ocurriendo en la sociedad y acerca de lo cual no tenía la iniciativa.
II.
"La desigualdad como estrategia", escribió Alicia Melgar. Se refería, en 1985, al desarrollo durante la dictadura de políticas económicas que se proponían -y lograron- aumentar la desigualdad.
El crecimiento de la pobreza y de los altos ingresos no se originó como un efecto espontáneo de la economía o de la buena o la mala suerte: fue una estrategia, el resultado de decisiones políticas que se desarrollaron con continuidad durante la democracia y durante la dictadura. Uno de los ejes principales de esas políticas consistió en destruir la capacidad de lucha de las organizaciones gremiales de la clase obrera. La prohibición de las actividades de los sindicatos clasistas será durante trece años uno de los ejes fundamentales del accionar de la dictadura.
En Uruguay, para aplicar"la desigualdad como estrategia"desde el Estado hubo que quebrantar reglas de juego, alterar visiones del mundo y modificar formas de vida arraigadas en la sociedad.
El abordaje de la historia reciente del país desde la óptica de los distintos intereses de clase, simplemente aceptar el desafío conceptual propuesto por Alicia Melgar, arroja una luz distinta sobre el significado de la dictadura.
III.
En los años cuarenta y cincuenta, junto con el conformismo y contra él, en Uruguay se sembró la semilla de una vida intensa y plena. Después, mucho de lo mejor fue amenazado y agredido: libertades, calidad de vida, y por eso los años sesenta fueron tiempos de resistencia. También de sueños y de lucha por una sociedad distinta, con más justicia y libertad. Al principio unos pocos y después muchos miles de uruguayos también se aplicaron a esos quehaceres y a esos sueños.
Se estaba terminando un ciclo, una época en la que se había estimulado el vivir y el pensar. Y al mismo tiempo, desde el poder, se estaban sentando las bases de un país distinto. Hay un debate sobre el significado de aquella época y su proyección en las décadas siguientes.
IV.
En el liceo y los preparatorios públicos los muchachos estudiaban con los mejores docentes y los intelectuales más destacados del país: Arturo Ardao, José Pedro Díaz, Carlos Real de Azúa, empeñados en trasladarnos su saber y su entusiasmo por la filosofía, la novela, la poesía.
En las hermosas y aireadas salas del iava, enseñaba Ardao la diferencia entre "savant" y "sage". José Pedro Díaz con el Fausto de Goethe y de Henri Lichtenberger, Real de Azúa a Manrique, el Dante y la muerte.
Maestros y profesores que no faltaban y disfrutaban sembrando aquella sed y aquella alegría del conocimiento. Más o menos así era la enseñanza pública en los años cincuenta.
V.
Para muchos historiadores y cronistas que han escrito sobre este período, las referencias siguen siendo la guerra, la tregua; los infiltrados o traidores, o los dirigentes que no estuvieron a la altura de sus responsabilidades.
El registro de las experiencias bajo el terrorismo de Estado que fue, sin embargo, un tramo largo de la vida del Uruguay contemporáneo es, no obstante, notoriamente más escaso.
Aludir al pasado preferentemente como práctica militar y discutir la legitimidad de la rebeldía es de interés pero puede conducir a un error si omite la realidad que se instaló después de 1972-73, la compulsión exhaustiva del Estado terrorista.
Si se produce la desconexión del pasado con el presente no se contribuye a comprender las consecuencias de la represión minuciosa sobre la sociedad, sobre la cultura y sobre la disposición de las personas para pensar por su cuenta, para organizarse y emprender tareas colectivas.
La persecución sindical y política, la censura a la prensa y a la cultura, junto con la tortura, la desaparición y el tratamiento carcelario formaron una totalidad apuntada al objetivo común de destruir la capacidad de resistencia de la sociedad uruguaya.
Con referencia a la sociedad argentina durante la dictadura militar, el dramaturgo y psicólogo argentino Eduardo Pavlovsky ha escrito que, junto a los sectores de la población que habían sido objeto directo de la represión, en la Argentina de fines de los setenta había existido una "masa social acrítica" que había actuado como un colchón "complaciente o indiferente" que favorecía la aplicación de las políticas del Estado terrorista. En nuestro país también existió y sobre ese hecho, inquietante y molesto, en este trabajo se hacen algunas anotaciones.
VI.
Durante un ciclo largo, desde los años veinte a los sesenta, las clases populares habían mejorado su calidad de vida. Las luchas de los trabajadores fueron importantes para eso. Y también el paternalismo estatal que se impulsaba desde arriba. Después, el país se estancó y, en la segunda mitad de los sesenta, las clases dominantes presionaron para que las condiciones retrocedieran, bajaran los salarios, se asignaran menos recursos para la salud, la vivienda y la educación pública.
Desde hace cuarenta años, y cada vez con más fuerza, las clases dominantes siguen presionando en el mismo sentido. Desde 1990 los cambios en el mundo han sido favorables para ese proyecto.
VII.
Al hablar de los años cuarenta o cincuenta, de mi niñez, de la de mi hermano y mis primos, me parece hacerlo sobre un mundo demasiado lejano, más próximo a las historias de otros planetas de Arthur Clarke que a los cuentos de los años felices de Osvaldo Soriano.
Para tarea tan ardua no tengo oficio. Me resulta difícil encontrar las palabras adecuadas. Intento pensar desde una generación que nació y se crió en otro Uruguay; evocar una sociedad en la que se vivía con tantas ganas y tantas ilusiones, desde el reducto sereno de una familia numerosa y Montevideo con sus tardes tranquilas y sus domingos, las calles silenciosas bajo los plátanos de sombra con el único eco de las radios trasmitiendo fútbol.
Lo que sigue es la crónica de una familia trabajadora, de izquierda, que vivió a lo largo del siglo en Uruguay. Y de unos compañeros que tuve la suerte de conocer y con los que compartí la lucha durante muchos años y muchos "oscuros días radiantes".
Aunque mis padres y mis cuatro abuelos vivieron en Argentina y varias personas, incluyéndome, nacimos en ese país, la nuestra fue una familia uruguaya, atada a las peripecias del trabajo y de las luchas sindicales y políticas en Uruguay.
En este trabajo se anotan recuerdos de personas que militaron en el Partido Comunista, como doña Irene y Juan Pablo Acuña; en la Federación Anarquista, la Resistencia Obrero-Estudiantil y el Partido por la Victoria del Pueblo, como los hermanos Gatti, Alberto Mechoso y Raúl Cariboni; en el Movimiento de Liberación Nacional, como Ignacio Arocena, Félix Bentín o Roque Carpanessi, en el Partido Comunista Revolucionario, como Anselmo García. O de personas que, siendo de izquierda, no militaron en ningún grupo en particular, como mi padre, Anderssen Banchero o Mario de Souza.
VIII.
Éste no es un trabajo de "vida de los héroes" aunque parto de la base de que los que enfrentaron a la dictadura, los que mantuvieron sus organizaciones sindicales o políticas en medio de la tensión paralizante del Estado terrorista, realizaron actos heroicos. Como muchos de nosotros, conocí gente cuyo nombre se ha olvidado que hicieron, por convicción, por coraje o por asco, gestos heroicos. Gente, alguna, muy mayor, que aceptó el desafío de seguir, después de saber cómo se vivía en las cárceles, en qué consistía el plantón, el submarino y la capucha.
Seguir resistiendo en medio de las dictaduras uruguaya y argentina fue una expresión de coraje. La mayor parte de los que llevaron adelante estos actos valientes y admirables no han tenido reconocimiento.
Haber permanecido en la Argentina, mantener su actitud solidaria y de denuncia, arriesgar y entregar su vida por decirle no a la prepotencia, fue por parte de Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz un acto de heroísmo. Lanzar una campaña contra la dictadura uruguaya después del golpe militar de 1973, continuar esa campaña después del 24 de marzo y mantener el impulso de la acción de resistencia, después de los asesinatos de 20 de mayo de 1976, es un hecho destacable.
Los integrantes del pvp, los militantes del Movimiento de Liberación Nacional y del Partido Comunista, de los Grupos de Acción Unificadora y del Partido Comunista Revolucionario que fueron secuestrados y están desaparecidos desde esos años no son "víctimas inocentes". Son luchadores que enfrentaban a una tiranía.
IX.
El relato no procura ser ameno ni contiene anécdotas entretenidas. Tampoco está hecho para extraer enseñanzas que ilustren. Es mi contribución a la memoria. Un intento por llenar un vacío de conocimiento sobre algunas vidas intensas de personas de valía.
He ordenado la crónica de acuerdo a mis pareceres y opiniones y siguiendo el hilo de mi experiencia como individuo. Me pareció de interés incorporar las peripecias de varias personas de mi familia. Vidas de gente que conocí de cerca durante un trecho de cuarenta o cincuenta años, en su dimensión "privada", en sus sueños, sus angustias, sus preferencias, y que, muchos de ellos, sin ser dirigentes connotados, tuvieron una vida política intensa y bastante determinante de sus existencias.
X.
En las páginas que siguen se realiza una crónica acerca de cómo percibí la evolución de las ideas revolucionarias y socialistas en Uruguay. Con un poco más de precisión se podría decir que se hace aquí una evocación de las principales propuestas a partir de sus testimonios escritos.
Soy consciente de que las ideas son apenas uno de los motores de la acción. Sería ilusorio pensar que todas las conductas de las personas y de las organizaciones que actuaron en los sesenta y setenta estuvieron guiadas enteramente por la razón. Y que todo se limitó a unos debates entre reformismo y revolución, entre la teoría del foco y la necesidad de un partido o a los debates más ambiciosos entre marxismo y anarquismo. Como ha escrito Milton Romani, "las vicisitudes teórico-políticas también suelen ser engañosas. Muchos procesos de éstos estuvieron plagados de envidias, de fenómenos grupales que escapaban al debate racional, de embalajes y calenturas, de situaciones azarosas, de odios y de voluntad que eran 'más fuertes que cien programas'".
XI.
Evoco aquí la trayectoria de vida de un puñado de compañeros a los que conocí y traté desde los años cincuenta, como León Duarte, los Gatti y Cariboni. Y de otros que conocí después, en la militancia política.
En el caso de Gerardo Gatti, que desde joven escribía, he recuperado artículos y trabajos.
Cariboni escribió durante dos años y medio los editoriales de las Cartas de fau, los artículos de fondo de los dos números de la revista Rojo y Negro (julio y diciembre de 1968) y otros trabajos más"teóricos".
A medida que avanzó la década del sesenta se escribió más. En el asfixiante invierno de 1972, en medio de una elección interna en la fau, Pablo Anzalone y Jorge Zaffaroni escribieron un documento, bastante crítico, que alcanzó alrededor de 50 páginas sobre la necesidad de avanzar en"la forja del partido".
A partir de 1973, después de muchos reveses, nuestra pasión documentalista creció. Para el congreso de 1975, además de los informes y proyectos de resolución, se desgrabaron y difundieron las actas de todas las reuniones preparatorias: son cientos de páginas que se han conservado.
En 1976, en medio de un plan de acción que desafiaba a la dictadura, la preocupación por documentar las decisiones se acentuó. Entre el 28 de marzo y el 19 de abril fueron secuestrados seis compañeros. Cuando unos días después apareció una cantidad de cadáveres en Rocha, se llegó a pensar que aquellos cuerpos mutilados eran de los desaparecidos de marzo y abril. Inclusive se envió una misión de abogados desde Francia para investigar el asunto.
En ese contexto, Gerardo Gatti, a nombre de la dirección [del pvp], preparó un documento para discutir con todos los compañeros donde se examinaba la situación y se intentaba corregir criterios erróneos y reafirmar la voluntad de lucha: el documento tenía casi 60 páginas.
En agosto de 1976, cuando ya habían sido secuestrados Gerardo Gatti, León Duarte, Sara Méndez y otros 24 compañeros y la Argentina se hundía en un baño de sangre que no ahorraba la de los uruguayos, la dirección de emergencia -Jorge Zaffaroni, Gustavo Inzaurralde y Alberto Mechoso- difundió un informe también extenso analizando las cosas a corregir y proponiendo continuar la lucha.
También fueron largos y minuciosos los documentos que se hicieron después, cuando en 1977 se hizo una conferencia de balance y perspectivas, se retomó la acción y un núcleo de compañeros que estaban en Europa se instalaron en Brasil para coordinar el trabajo hacia Uruguay.
Salvo el texto discutido en 1972, todos esos materiales escritos y algunas cintas grabadas por Gerardo, Duarte e Inzaurralde en el período que siguió al congreso, estuvieron disponibles para este trabajo.
La unidad sindical
La decisión de aportar nuestro esfuerzo a la construcción de la unidad sindical era entonces un paso significativo. Ese paso se dio. Y sus implicancias fueron muchas y duraderas.
Alguien escribió que los sectores sindicales que entonces convocaba la fau eran poco numerosos, con un caudal bastante menor que los "autónomos" de la industria textil o frigorífica. Es cierto. Lo que no se puede perder de vista es el significado simbólico que para los sindicalistas autónomos tenía el hecho de que anarquistas experimentados y resueltos, con una práctica sindical y política combativa y visible, con una contextura ideológica densa y elaborada, dieran su apoyo al proceso de unificación sindical con los comunistas.
Desde aquellos años hemos formado parte de un movimiento sindical unitario y la mayor parte de las veces en condiciones de minoría. Una minoría que estaba obviamente condicionada por decisiones de otros y que aprendió a sobrevivir así. Con la tensión que supone, desde una posición más o menos fundada, acatar otras opiniones en función del interés del sindicato, colocado así por encima de las necesidades políticas e ideológicas de la organización. Convivir con otras tendencias y discutir con otras concepciones, procurar conducir, o tener gravitación en la conducción, todo eso significó una experiencia importante.
Cuando en la segunda mitad de los sesenta la situación del movimiento obrero tendió a radicalizarse, en nuestra manera de pensar ese protagonismo tuvo una gran importancia. En la concepción revolucionaria que entre nosotros se fue delineando después, papel fundamental en el cambio social le correspondía a la clase obrera o a los sectores más concientes y movilizados de ella.
Cuando el desarrollo del mln lo coloque ante un sindicalismo que demostraba cada vez más vitalidad, expresamente optará por no desarrollar una orientación específica de acción sindical.
Las definiciones acerca de la estrategia sindical del mln están contenidas en un documento que, cuando apareció, en mayo de 1968, muchos de los que militábamos en el sindicalismo le asignamos importancia. En torno a este aspecto se situarán algunas de nuestras diferencias estratégicas importantes con la concepción que animaba al mln.
El socialismo "chentífico"
Se exhibió por entonces en Montevideo un filme de Mario Monicelli, Los desconocidos de siempre o Rufufú. Trabajaban algunos de los más notables actores italianos: Vittorio Gassman, Marcelo Mastroianni, Totó, Renato Salvatore.
La película trata de un grupo de ladrones ineptos que intentan un golpe"perfecto", al estilo Rififí, al Monte de Piedad. El jefe (Gassman) insiste en que está todo preparado"chentíficamente".
Ingresando a través de un boquete hecho desde un apartamento lindero, la aventura termina cuando los intrusos descubren que se equivocaron de pared y accedieron no al cofre sino a la cocina del apartamento. El operativo"científico" que los volvería ricos termina con la única apropiación de un plato de garbanzos y unos fideos. La fuerza ridiculizadora de la expresión"científico" pronunciada en italiano se mantuvo, y entre nosotros se usó abundantemente para oponerse a la expresión en boga del socialismo científico, en referencia a la nueva sociedad justa y libre, que advendría como resultado inevitable de las contradicciones del sistema capitalista y el avance incontenible del desarrollo económico de la urss.
Palos y padre
En el invierno de 1957 el movimiento estudiantil lanzó una movilización contra la carestía y en especial contra el aumento del boleto del transporte. A esa altura, yo militaba en el Secretariado Ejecutivo de la feuu. Unas semanas atrás había sido militarizada la Policía y el coronel Muzzio estaba al frente de la misma. El hecho había provocado la protesta de la izquierda y también del Partido Nacional, especialmente del Herrerismo a través de las páginas de El Debate. En junio la feuu convocó a una manifestación que terminó con una represión policial inusualmente violenta.
A partir de eso, la movilización tomó nuevo impulso. La prensa dio bastante importancia al hecho y el gobierno quincista de la época quedó mal parado por los excesos policiales. Unos días después, el Consejo Federal de la feuu resolvió ampliar la movilización, para demostrar que la represión no había paralizado al movimiento.
En los primeros días de julio, la feuu convocó a un nuevo "acto seguido de manifestación" y fui designado para hablar en nombre del Secretariado. La manifestación, en la que participábamos unos cuatrocientos o quinientos estudiantes, fue nuevamente reprimida con violencia: gases, palos, coraceros a caballo.
Esa tarde de invierno, segunda manifestación de protesta contra el aumento del precio del boleto, mi padre me dijo: "Te acompaño, y César viene con nosotros". Yo tenía 19 años, y mi hermano César, 13. Salimos. Mi padre llevaba un diario arrollado. ¿Qué es eso?, le pregunté. Me mostró un caño de hierro: "Por si reprimen nuevamente". Tenía 50 años y era un hombre tranquilo, pensaba como la gente de izquierda pero no militaba en ningún partido.
*Dirigente de la feuu en los cincuenta. Después fue sindicalista y, entre 1969 y 1971, vicepresidente de la cnt. Es profesor de historia, egresado del ipa. Ha sido y es dirigente del Partido por la Victoria del Pueblo, en cuya fundación en 1975 participó junto a Gerardo Gatti, León Duarte, Jorge Zaffaroni, Gustavo Inzaurralde y Elena Quinteros, entre otros. En 1989 fue elegido diputado del Frente Amplio. Ha publicado en la Editorial Banda Oriental varios trabajos sobre el sindicalismo y los avatares de las organizaciones revolucionarias de los sesenta y setenta.