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Latinoamérica

Afirma Castro que su país supera en justicia
social cualquier comparación con AL
Exige Carter a EU eliminar el bloqueo y
permitir a sus ciudadanos viajar a Cuba

Solicitó a La Habana un referéndum y abrirse al pluralismo y a la economía de mercado
Explosivo discurso del ex presidente estadunidense; fue transmitido por radio y televisión
GERARDO ARREOLA

La Habana, 14 de mayo. En un explosivo discurso, cuyo eje fue cómo abrirle paso a la normalización de relaciones bilaterales, el ex presidente de Estados Unidos Jimmy Carter pidió hoy que su país tome la iniciativa, que el Congreso permita a sus ciudadanos viajar a Cuba y elimine el bloqueo económico contra la isla, a la que demandó, a su vez, abrirse al pluralismo y a la economía de mercado y tomar en cuenta el proyecto de referéndum de la oposición interna, todo lo cual provocó un debate público sin precedente, transmitido en vivo en cadena nacional de radio y televisión.


El alegato del ex mandatario sobre la vía de la reconciliación, directo, punzante, pragmático y ecuánime, sin el barroquismo del estilo pontifical que era de esperarse en el papa Juan Pablo II cuando vino en 1998, pudo marcar un parteaguas en la vida política de Cuba y en sus relaciones con Estados Unidos.
El tono y el fondo de los asuntos ventilados, que cualquier cubano pudo seguir en detalle esta noche, reflejan un ejercicio de tolerancia nunca visto en público en la isla desde el triunfo de la revolución de 1959.
En presencia del presidente Fidel Castro, que lo aplaudió repetidamente, Carter habló en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, criticó la falta de garantías para la oposición y para ejercer las libertades de reunión y expresión.
Pidió a Cuba que permita una inspección de la Cruz Roja Internacional en las cárceles de la isla, que la alta comisionada de la Organización de Naciones Unidas (ONU), Mary Robinson, haga una visita para interesarse por la situación de los reclusos en general y los presos políticos en particular, y que una comisión de notables revise el caso de las indemnizaciones a las compa-ñías estadunidenses nacionalizadas.
Durante 20 minutos Carter leyó su discurso en español. Después, dos estudiantes, un profesor y un dirigente político replicaron e interrogaron al ex mandatario, lo que suscitó nuevas intervenciones del visitante, en un choque frontal de visiones sobre democracia y cambio político que, reproducido en todo el país, se convirtió en un fenómeno antes inimaginable en Cuba.
Carter se refirió en varias ocasiones a la campaña de la disidencia, el Proyecto Varela, y terminó sugiriendo que se publique en el diario oficial Granma para que pueda ser debatido por todo el país.
Casi 24 horas antes, Castro había trazado la línea de la respuesta, en un discurso en la Escuela Latinoamericana de Ciencias Mé-dicas. El mandatario cubano había acompañado a su visitante a ese centro, emblemático de los proyectos educativos contemporáneos del gobierno cubano.
Al caer la noche del lunes, el estadunidense habló ante una explanada repleta de estudiantes, elogió la política social de la isla pero reivindicó su creencia en las libertades de expresión y reunión.
Castro subió a la tribuna para decir lo que se convirtió en una virtual réplica anticipada al discurso de Carter en la universidad. El tono de importancia que atribuyeron las autoridades a esa intervención estuvo marcado por su transmisión íntegra por televisión, el lunes, y su reproducción textual en Granma de hoy.
El líder cubano remarcó, en un escenario más que propicio, su sólida convicción de que la democracia la marca la justicia social y que, en esa medida, su país supera cualquier comparación con América Latina, su constante referente.
Habló del desequilibrio social mundial, pero se detuvo en el hemisferio: "Se camina por las calles y se les ve llenas de niños limpiando parabrisas, limpiando zapatos o trabajando por miserables sueldos para ayudar a su familia. O sin ir a la escuela, porque no hay escuelas. O sin graduarse ni de quinto grado, porque sólo 52 por ciento, si mal no recuerdo, alcanza el quinto grado, mucho menos el sexto y mucho menos el noveno".
Es por ello ?agregó Castro en franca, aunque elíptica polémica con Carter? "que si bien es cierto que muchos reconocen a nuestro país grandes avances en salud, educación, deportes, cual si esos fueran los únicos objetivos, o los objetivos finales de nuestras luchas o de nuestras vidas, habría que decir: nosotros buscamos algo mucho más noble, buscamos justicia para todos.


"Cómo puede haber justicia sin saber leer y escribir", siguió el mandatario. "Cómo puede haber libertad sin justicia ni igualdad. Cómo puede haber democracia al estilo de aquella Atenas... Cómo puede hablarse de derechos humanos y en qué mundo vivimos, si al país que en esta época, y enfrentando dificultades inimaginables, se está acercando y se acerca cada vez más aceleradamente a ese nivel, a ese sueño de justicia, de verdadera libertad, de verdadera democracia, de verdaderos derechos humanos, se le condena en Ginebra como violador de esos derechos.
"Los que nos condenaron no podrían mostrar otro cuadro que el cuadro del infierno", dijo Castro. "Porque esos países, y me estoy refiriendo en este caso concreto a los de América Latina, son la negación total de los derechos que mencionábamos. No hay, por eso, que afligirse. Habrá un juez inapelable y ese juez será la historia".
De la universidad al beisbol
A las seis en punto de este martes, la universidad recibe al dignatario estadunidense otra vez con las banderas de los dos países juntas. Otra vez, como a su llegada el do-mingo, se oyen los dos himnos nacionales. A media ceremonia el coro universitario canta un son clásico (Son de la loma). Luego un spiritual que corea el ex mandatario (Give me that old time religion).
Carter es escuchado en el recinto por funcionarios del gobierno, alumnos y profesores, el Consejo Universitario en pleno, y un grupo de estadunidenses que estudian en la institución. También están las madres de cinco cubanos presos en Estados Unidos, condenados por espionaje, y que tienen la condecoración Héroes de la República.
Aunque las réplicas de los cubanos son en la más dura ortodoxia oficial, Carter se mantiene amistoso y amable. Una hora después de concluido el acto, Castro y el ex mandatario, en ropa y gorra deportiva, son aclamados por 55 mil personas que colman el Estadio Latinoamericano para presenciar el Juego de las Estrellas de la liga local. Es la más típica cereza del pastel.
"La dura realidad es que ni Estados Unidos ni Cuba han logrado definir una relación que sea positiva y beneficiosa", dice Carter en una de sus primera frases. "¿Será posible que este nuevo siglo pueda encontrar a dos pueblos vecinos que vivan en paz y armonía? He venido aquí en busca de una respuesta a esta pregunta".
Rechaza las simplezas: que Estados Unidos cese el embargo o que Castro deje el poder. Subraya el ex mandatario que no hay respuestas sencillas.
"No he venido a Cuba a interferir en los asuntos internos de Cuba, sino a extender una mano de amistad hacia el pueblo cubano y ofrecer una visión de futuro para nuestros países."
Dice que esa visión incluye a Cuba "totalmente integrada en el hemisferio democrático, que participa en el Area de Libre Comercio de las Américas y con ciudadanos que viajan sin restricciones para visitarse entre sí". Invoca el intercambio de estudiantes y viajeros, la amistad y el respeto mutuo. "Durante 42 años nuestras dos naciones se han encontrado atrapadas en un dañino estado de beligerancia. Ha llegado la hora en que debemos cambiar nuestras relaciones y la forma en que pensamos y hablamos uno del otro.
"Debido a que Estados Unidos es la nación más poderosa, somos nosotros quienes debemos dar el primer paso", dice Carter. Alberga la esperanza de que el Congreso "pronto" elimine las restricciones para que los estadunidenses puedan viajar a la isla, "establecer relaciones de comercio abiertas y revocar el embargo".
Abre la polémica. Dice, contra la tesis oficial cubana, que el bloqueo no es la causa de los problemas económicos de la isla, que comercia con más de cien naciones y, por ejemplo, puede comprar medicinas a mejor precio en México. "Pero el embargo congela. El presente impasse conduce a la ira y al resentimiento, restringe la libertad de los ciudadanos de Estados Unidos y dificulta el que podamos intercambiar ideas y mostrar respeto."
Como segundo punto, dice esperar que los dos países resuelvan "con alguna creatividad" el diferendo por la indemnización de propiedades de estadunidenses nacionalizadas después del triunfo de la revolución. Cuba logró acuerdos con diversos países y propietarios al respecto, pero numerosos particulares de Estados Unidos se mantuvieron al margen de las negociaciones.
Carter reconoce que se trata de reclamos sobre "ingenios azucareros decrépitos, una empresa de teléfonos que es una antigüedad y muchas otras pertenencias obsoletas". Incluso admite que la mayor parte de las compañías estadunidenses ya absorbieron esos activos como pérdidas, pero otras insisten en la compensación y familias de exiliados añoran sus antiguas casas. Propone una comisión binacional de notables para "examinar en una forma positiva y constructiva" el caso.
Democracia, reforma pacífica y Proyecto Varela
Como tercer punto habla de la necesaria reconciliación entre la isla y el exilio asentado en Florida. Cita la Carta Democrática Interamericana de la Organización de Estados Americanos, aprobada el 11 de septiembre del año pasado: "Todos los ciudadanos nacen con el derecho de escoger sus propios líderes, de definir su propio destino, de hablar libremente, de organizar partidos, sindicatos y grupos no gubernamentales y de tener procesos legales abiertos y justos".
Reconoce que hubo necesidad de reformas legales en Estados Unidos para, por ejemplo, sortear un problema poselectoral como el de Florida, hace año y medio. Pero agrega: "Cuba ha adoptado un gobierno socialista, donde no se permite que su pueblo organice ningún tipo de movimientos de oposición. Su Constitución reconoce la libertad de expresión y de asociación, pero otras leyes niegan estas libertades a aquellos que no están de acuerdo con el gobierno".
Reconoce defectos de su país: muchos prisioneros, la pena de muerte, más para pobres, negros y retrasados mentales, y ninguna garantía universal de salud. Pero defiende el hecho de que las libertades civiles permiten la reforma de las leyes. Pasa a Cuba para decir que este mismo derecho es constitucional, incluso si diez mil personas se juntan y firman una iniciativa.
Ha llegado al tema de la oposición interna. "He sido informado que tal esfuerzo, conocido bajo el nombre de Proyecto Varela, ha logrado sus firmas y ha presentado una petición de esta naturaleza ante la Asamblea Nacional, para que los cubanos ejerzan este derecho pacíficamente de cambiar sus leyes mediante un voto directo. El mundo verá cómo son los cubanos, y no los extranjeros, quienes decidirán el futuro de este país." Nunca nadie en 43 años, menos un dignatario extranjero, menos un estadunidense, menos con rango de ex presidente, había abogado de esta forma en público por una campaña opositora en Cuba. Mucho menos delante de Castro y ante la radio y la televisón nacionales.
Apoyado en un ejercicio de contrastes, reconoce el "extraordinario sistema" de salud cubano para recordar la resolución de la Comisión de Derechos Humanos (CDH) de Naciones Unidas sobre Cuba, adoptada el mes pasado. Pide entonces las visitas de la Cruz Roja y de la alta comisionada, porque "podrían ayudar a refutar una serie de críticas injustificadas."
"Las encuestas de opinión pública indican que la mayoría de las personas en Estados Unidos quisieran ver que el embargo económico termine, que los viajes entre nuestros dos países sean normales, que exista amistad entre nuestros pueblos y que Cuba sea bienvenida dentro de la comunidad de democracias en las Américas. Al mismo tiempo la mayor parte de mis conciudadanos considera que los asuntos relativos a la libertad económica y política tienen que ser definidos por el pueblo de Cuba."
Concluye así: "Después de 43 años de sentimientos llenos de animosidad, esperamos que en el futuro cercano ustedes puedan extender su mano sobre esta gran división que separa a nuestros dos países y digan: Estamos listos para reunirnos a la comunidad de democracias. Y espero que pronto el pueblo de Estados Unidos también pueda abrir sus brazos y decir: Les damos la bienvenida como nuestros amigos".
¿Cuál democracia?
El aplauso que recibe a Carter en la tribuna es sólido, caluroso. El que lo despide también es fuerte, pero más corto. Tiene un dejo de distancia. Anuncia el siguiente capítulo.
El rector Juan Vela Valdés abre formalmente un turno de preguntas. Habla Miguel Fraga, estudiante de cuarto año de derecho. Pregunta en esencia si puede haber democracia sin justicia social y se remite al contraste entre las condiciones de vida en Cuba y las desigualdades de América Latina.
Carter dice que ha querido traer otros elementos al debate: "El derecho de todos los seres humanos a poder elegir libremente a sus propios líderes, el derecho como seres humanos a hablar sin interferencia o castigo, el derecho a organizar partidos de la oposición y que puedan confrontar al gobierno de turno... el derecho de las personas a establecer grupos o sindicatos". Sigue con ejemplos: que la Iglesia católica tenga sus escuelas y, en general, los derechos de asociación y de libre expresión.
Levanta la mano Daniel García, de quinto de química. Pregunta si Estados Unidos pondrá como condición para normalizar relaciones que Cuba adopte una democracia como las de América Latina, e ilustra la pregunta con el cuadro de desigualdad social en la región.
Carter responde que todo cambio corresponde al pueblo cubano, pero aprovecha el viaje para volver sobre el Proyecto Varela. Dice que es una forma de mostrar la opinión popular. Regresa a las comparaciones: "No hay ningún otro país que pueda enorgullecerse" por un programa como el de los apoyos médicos de Cuba en el extranjero, pero insiste en que el sistema político marca la diferencia con Estados Unidos. Cree que todo puede cambiar paso a paso.
José Luis Toledo Santander, decano de la Facultad de Derecho, se lanza directo contra el Proyecto Varela. Dice que es una "afrenta a este noble intelectual cubano" (el sacerdote católico independentista del siglo XIX Félix Varela, cuyas cenizas están ahí mismo, en un nicho dentro del Aula Magna donde se debate en torno a su nombre).
Toledo dice que esa campaña opositora se origina en Estados Unidos, que la iniciativa busca "subvertir los principios básicos del país" y pregunta a Carter si es posible en su país que "un ínfimo grupo de ciudadanos alentados por una potencia extranjera cambie los principios fundacionales" de la nación. El auditorio recupera el cuerpo y aplaude fuerte al profesor de abogacía.
Carter resbala el golpe con tablas. Dice que como presidente aprendió que un simple cultivador de cacahuates no puede debatir sobre leyes con los abogados, menos con el decano de la Facultad. Pero, ya provocado, entra al tema. Dice que no existe evidencia de que el Proyecto Varela haya sido originado o financiado desde Estados Unidos. Reconoce que ninguna minúscula minoría puede cambiar la Constitución de su país y que esa eventualidad es muy difícil. Pero dice que hasta un solo individuo tiene derecho a opinar.


Sale de la pregunta y responde a fondo a la intervención del decano: "Mi deseo es que en el futuro cercano podamos establecer una mejor comprensión y entendimiento por parte de los ciudadanos norteamericanos y viceversa". Ofrece que, a su regreso a Estados Unidos, hará lo que pueda para defender la libertad de viaje de sus compatriotas a Cuba y el fin del embargo.
La cuarta pregunta es para un cuarto bate: Hassán Pérez, graduado en historia pero aún presidente de la Federación de Estudiantes Universitarios. Dice que no tenía previsto preguntar, pero se animó. Orador conocido, trae al debate la carga de adjetivos habitual en los mítines progubernamentales de fin de semana. Se lanza contra el Proyecto Varela: "Siento una profunda indignación... se trata de una infamia... se manipula nuestra historia". Habla de "las cenizas de nuestro padre fundador", dice que los promotores "nadan en una piscina sin agua" y que "están atados a una mafia" en el exterior. Se excusa por su hablar atropellado, por hacer picadillo a la traductora, por excederse con un discurso en lugar de hacer una pregunta. Descalifica a los gobiernos latinoamericanos que votaron la resolución de la CDH. Finalmente interroga por la suerte de los cinco presos.
Apoya referéndum
Carter va a la pregunta. Dice que los presos tienen garantías para una defensa legal que puede llegar hasta la Corte Suprema. Vuelve al Proyecto Varela y dice que no sabe bien a bien qué va a suceder. Pero que sería interesante que se publicara en el diario oficial Granma. "Me encantaría que se hiciera el referéndum. El mundo lo vería con gran admiración". Dice que ese ejercicio mostraría la vigencia de las garantías constitucionales de expresión y asociación en Cuba.
Concluye agradeciendo, una vez más, las atenciones que ha recibido en la isla. Insiste en que abogará por la normalización de relaciones entre los dos países.
Castro se pone en pie y encabeza el aplauso. Se acercan y se saludan. Conversan unos minutos relajadamente. Castro le da golpecitos en la solapa en tono familiar. Dice que los dos tienen que ir a quitarse los trajes oscuros y las corbatas para vestir adecuadamente, unos minutos más tarde, en el beisbol. Que el canciller Felipe Pérez Roque ("quiere ser como Babe Ruth") bateará el lanzamiento inicial, que haría Carter.
El juego no empieza sin las verdaderas estrellas, Carter y Castro. Ya en el estadio, y quizá con el brazo frío, el ex mandatario desiste de pichar la primera bola. El líder cubano hace un lanzamiento más que simbólico a corta distancia. El ministro de Relaciones Exteriores replica, prudente, con un toquecito hacia tercera. La tribuna está animada. Castro y Carter se ven de buen humor.
La noche cálida va cerrando una jornada que el estadunidense abrió muy temprano en el sanatorio del poblado de Santiago de las Vegas, más conocido como Los Cocos, donde se atienden enfermos de sida, en el sur profundo de la capital. Luego conoció la cooperativa agropecuaria Héroes de Yaguajay, también en los límites de la ciudad, donde comió. El miércoles le espera otra ronda de visitas y una cena de despedida en el Palacio de la Revolución.
Rama de olivo para Powell
Horas antes de la tormenta desatada por Carter, Cuba lanzó una rama de olivo al secretario de Estado de Estados Unidos, Colin Powell, en la confirmación de su línea de rescatar al máximo los eventuales puntos de contacto con el Ejecutivo y aislar al sector ultraderechista más identificado con el lobby anticastrista animado desde Miami.
El gesto consistió en una declaración del Ministerio de Relaciones Exteriores, emitida esta madrugada, según la cual "apreciamos el esfuerzo del señor secretario de Estado, Colin Powell, por ayudar a esclarecer lo sucedido". El comunicado se refirió a la rectificación que Powell se vio obligado a realizar en la víspera a las acusaciones que el subsecretario de Estado, John Bolton, lanzó contra Cuba la semana pasada, de que la isla desarrolla armas biológicas y ha transferido su tecnología a países hostiles a Washington.
En viaje a Islandia, Powell redujo la sospecha de su gobierno a que la isla tiene "capacidad de investigación biológica en armas ofensivas", pero negó que Washington haya afirmado que Cuba tiene esas armas. El cambio de tono en la posición estadunidense siguió a la revelación de Carter, el lunes por la mañana, de que el gobierno de Estados Unidos no le había presentado pruebas o informes del supuesto armamentismo biológico de la isla, cuando él las requirió antes de viajar a La Habana.
La combinación de actitudes de Carter y Powell parece haber satisfecho a los cubanos, que lograron así neutralizar por ahora el ataque de Bolton y consiguieron, además, el objetivo de separar con bastante nitidez las posiciones del secretario de Estado y las del subsecretario para Control de Armas.