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Latinoamérica

14 de febrero del 2002
Venezuela: El Coronel tiene quien le escriba

Augusto Hernández

En contadas oportunidades me he avergonzado de ser periodista. El pasado jueves, 7 de febrero, sentí la pena de compartir mi profesión con una comparsa de chupamedias que adulaban servilmente a los organizadores del show del coronel, colaborando con ellos.
Ese día recibí un correo electrónico que adelantaba instrucciones precisas sobre lo que debían hacer los concurrentes al foro del Hotel Hilton cuando llegara el coronel Soto a iniciar la jornada carnavalesca. Se incluían las maniobras que deberían ejecutar para impedir la captura del oficial insubordinado y permitirle acceso a los mítines callejeros.
Dicho y hecho. Lo ocurrido esa tarde tenía un libreto redactado con la misma precisión empleada por César Miguel Rondón en sus famosas teleculebras.
La puesta en escena se desarrolló con toda exactitud. Los canales privados de televisión, en vez de actores, aportaron reporteros y camarógrafos debidamente ubicados en sitios convenidos de antemano, como hacen en las jornadas electorales.
Cierto, en la guerra y en el amor todo se vale.
Pero aún en la guerra está prohibido que un soldado se haga pasar por corresponsal de prensa o que un periodista ande armado. El rol del periodista es sagrado y su imparcialidad debe estar por encima de toda sospecha.
La política venezolana tiene ribetes de guerra amuerte, pero, no por ello, pueden algunos periodistas, amparándose en la buena fe del público, usar la profesión para desinformar a sus oyentes o lectores. Sería una perversión.
El show del coronel fue montado al alimón por los canales privados y partidos de la conchupancia.
Querían provocar la desmedida reacción gubernamental contra alguna estación de televisión.
Por desgracia el observador de la OEA no podrá denunciar la censura gubernamental. El otro propósito lo consiguieron: incitaron a la rebelión, pidieron la renuncia de Chávez y marcharon contra La Casona.
Huy, qué miedo. El Gobierno debe estar temblando.
Augusto Hernández: Periodista / Radiodifusor Red Bolivariana, 12 de Febrero de 2002 ¡Que Nervios, Que Angustia, Que Desesperación! Jorge Arreaza Montserrat
El miércoles 6 de febrero en horas de la noche, el Presidente de la República intervino durante el acto de juramentación de la nueva ministra de Producción y Comercio. De las abundantes y recientes alocuciones presidenciales ésta, por su contenido, fue de inmensa trascendencia para la dinámica política venezolana. El Jefe del Estado hizo un llamado al entendimiento, como fase ulterior o consecuencia directa del diálogo, que ya se ha hecho indispensable.
Este fue sin duda el corazón de sus palabras, el aspecto sustantivo de su discurso. No obstante, y aunque no nos sorprende en lo absoluto, la mayoría de los medios de comunicación impresos, televisivos y radiales resaltaron otros dos temas tratados en la alocución: la explicación sobre el famoso video de las FARC y la respuesta autónoma ante declaraciones de ciertos personeros del gobierno de EEUU. Aunque estos dos asuntos revisten indudable importancia noticiosa, son evidentemente adjetivos y supletorios ante el llamado hecho a todos los venezolanos para trabajar y salir adelante en conjunto.
El Presidente nos explicaba que iba intercambiar en sus manos la espada por el arado, con la esperanza que de su mano derecha la espada pase en un futuro a la vitrina de la historia política venezolana; nos solicitaba ayuda para transitar la senda del entendimiento y dejar atrás las diatribas, a pesar del indetenible bombardeo mediático de la oposición. Sin embargo, simultáneamente, en algún lugar de la capital se preparaba la aparición pública de un coronel de la aviación que, más allá de comunicar su descontento con las políticas del gobierno, cosa que es legítima, comenzó de inmediato a ejercer un abierto proselitismo político sin precedentes. Ya entendemos por qué los medios no quisieron destacar el llamado a la paz del primer mandatario; esos no eran momentos para hablar de diálogo, se podían ver perturbadas las acciones inmediatas de los opositores, y además no podían desperdiciar la oportunidad de actuar durante la visita del Relator de la Comisión de Derechos Humanos de la OEA para la Libertad de Expresión.
No se puede negar que se trata de una gran prueba a las intenciones del Presidente de envainar su espada. El 10 de diciembre de 2001 y el 23 de enero de 2002, la oposición hacía un supuesto llamado a la rectificación y al diálogo por parte del gobierno, fundamentándose además en las disposiciones constitucionales que versan sobre la democracia participativa y la consulta legislativa, disposiciones de una Constitución que, por cierto, ellos rechazaron vísceralmente cuando fue sometida a referéndum en 1999. Al parecer a principios de febrero ya ese objetivo de la oposición "ha caducado" y ha surgido su verdadero objetivo: "que se vaya Chávez".
No dudamos que haya miles de venezolanos que quieran que el Presidente renuncie, y que tengan sus razones y sentimientos, pero nos parece inconcebible que aquellos compatriotas reunidos en la Plaza Francia, hayan vitoreado y alabado a un militar, sin ni siquiera conocer su nombre completo, su trayectoria, su ideología o su historial reciente. Tomando prestada la expresión del excelente narrador de fútbol, Lázaro Candal, al parecer la oposición esta llena de "nervios, angustia y desesperación". Aunque rechazan abiertamente el militarismo y se dicen civilistas, en las últimas elecciones se plegaron a un candidato militar, y ahora aúpan a otro miembro de la FAN: que paradoja. ¿Será que toda esa serie de partidos políticos, viejos y nuevos, organizaciones no gubernamentales, esos ciudadanos que sinceramente se oponen al gobierno y esa parte de la Sociedad Civil opositora, son incapaces de ofrecerle al país un líder y un proyecto alternativo de país? Estamos entonces en presencia de una oposición ruidosa y descoordinada, un rompecabezas que se quiere armar a la fuerza, sin que sus piezas encajen bien, donde unos aspiran alcanzar el poder por el poder, otros retomar privilegios perdidos, otros regresar al pasado decadente y otros un cambio de gobierno para que, bajo su criterio, se pueda avanzar y salir de la crisis actual. Y en este mosaico mal concebido, la ausencia de líderes y de propuestas es el diseño más destacado.
En una, dos, tres, cuatro y hasta cinco oportunidades la mayoría de los venezolanos aprobaron a Hugo Chávez, su gestión, sus ideas y su discurso, en las urnas electorales durante los últimos 3 años. Ahora, simplemente porque hay un grupo considerable de ciudadanos que se oponen al proceso, pretenden que el gobierno se haga a un lado, haga a otro lado la Constitución y la voluntad popular, y les abra las puertas del palacio de gobierno para que ellos, sin líderes y sin propuestas concretas, asuman el destino político, económico y social del país. Insistimos: "¡que nervios, que angustia, que desesperación!".
Para nosotros una oposición pensante y respetuosa de las leyes debería estar tratando de solventar sus diferencias internas; debería procurar depurarse y salir de algunos viejos conocidos protagonistas o amigos de los malos gobiernos; debería estar organizándose para afrontar los próximos referenda revocatorios, las elecciones regionales y locales; debería acercarse al pueblo, escuchar sus palabras, sus problemas y tramitar leyes en la Asamblea Nacional a través de los numerosos legisladores que los representan. Jugar a dividir la Fuerza Armada es un cuchillo de doble filo, que suele cortar también a quien lo maneja.
Reiteramos que el llamado al entendimiento del Presidente es oportuno, es una excelente ocasión para que todos podamos escucharnos y tratar de ponernos de acuerdo en una serie de políticas básicas para enfrentar y superar la crisis. Quienes se quieran hacer los sordos, han de asumir las consecuencias. La Constitución y la democracia brindan las opciones legales y electorales para hacer oposición. Tengamos en cuenta que Hugo Chávez no es Fernando de la Rúa; la economía venezolana, afortunadamente, no ha sido conducida como la argentina hasta hace dos meses; y las cacerolas y el luto de un determinado sector de los venezolanos, jamás tendrán el poder de las cacerolas de todo el pueblo gaucho unido y decidido.


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