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Latinoamérica

26 de diciembre del 2002

Los meritocráticos se van quedando solos

Antonio Rangel C.
Rebelión

Quienes planificaron la inmediata salida golpista del Presidente constitucional de Venezuela erraron en sus cálculos nuevamente al despreciar el factor determinante del apoyo popular al Proyecto de cambios sociales que impulsa y conduce Hugo Chávez. Han entrado en "reflexión" y ahora intentan salir lo menos lesionados, otra vez, de la intentona. Esto quiere decir que los meritócratas de PDVSA tienen que empezar a recoger sus vidrios rotos sin la ayuda de quienes los auparon desmedidamente. Fallaron los cálculos porque el ensayo de los medios de comunicación no logró confundir al pueblo como suelen hacerlo con las telenovelas, la publicidad comercial o los reinados de belleza.
En los momentos de efervescencia social difícilmente se imponen las argucias por más de que vengan envueltas en las sofisticadas envolturas de los medios de comunicación convertidos para el efecto en herramientas de agitación política. Juan Fernández no pudo comprender que era utilizado por políticos avezados, curtidos en décadas de equilibrismo mediante el cual mantuvieron el poder con subterfugios y mentiras. Confundió la ciencia y los conocimientos de especialista en cuestiones petroleras con la complejidad de las ciencias sociales y ha demostrado cortedad de méritos al pretender convertirse en dirigente de algo mucho más volátil que el petróleo. No comprendió el Ingeniero que del lado de las razones de la oposición sólo se contabilizaban, por un lado, frustraciones, odios y manipulaciones de una casta defenestrada del poder detentado con méritos dudosos durante medio siglo, y por otro, un poder económico amparado por coyundas cómplices desvencijadas también en el momento de la desbandada de los cabecillas políticos que las amamantaban. Los partidos suplantados, muy poco meritocráticos, quemaron sus últimos pertrechos en los cuarteles y en PDVSA para sumirse en mayores desprestigios y los patronos de Fedecámaras no resistieron por más tiempo el silencio desesperante de las cajas registradoras enmudecidas. Es imposible mantener la situación. A Juan Fernández lo han dejado solo. No importa que los medios de agitación política mantengan el sainete mediático. Se va quedando solo.
De toda esta tragedia venezolana resulta imperdonable la actitud de Juan Fernández al haber puesto en vilo el núcleo de la vida de la patria por intereses políticos bastardos. Falló la minuciosa planificación en escalada de complejidad creciente para bloquear los pasos críticos del proceso de producción, industrialización y distribución del petróleo y sus derivados. Las mentes enfebrecidas de quienes prevalidos del conocimiento y de la confianza otorgada como custodios de los recursos de la patria pretendieron volverse contra ella para acorralar hasta la angustia al adversario en desventaja, léase al pueblo de Venezuela. Fueron azuzados por quienes atizaban las pasiones tras los biombos de los medios de comunicación sin dejarse ver el rostro criminoso. Discutible su mérito, Ingeniero, y el de quienes lo secundan en PDVSA. Triste dolor para la patria preocupada por formar talentos que administren sus riquezas y que en el momento aciago se han vuelto contra ella con toda la crueldad de quien se emplea a fondo para devolver con mal los bienes y la confianza recibidos.
La prudencia del Gobierno, la paciencia y el fervor del pueblo en defensa entusiasta de la Constitución han evitado el desastre calculado por quienes planificaron la catástrofe.
Lentamente ha ido progresando la restitución del orden y va mermando el escándalo de las pasiones al tiempo que van quedando solos los meritocráticos. Cuando se despeje un poco más el panorama empezaremos a ver con claridad quienes alimentaron con tanto odio y perversidad a los aprendices de desestabilizadores.
Esperamos, Ingeniero, que no le escurra el bulto a la justicia cuando tenga que declarar con franqueza quiénes eran los consuetas y cuál era el libreto de intereses escondido detrás de sus espaldas. Es ingenuo pensar que la lucha encarnizada que libraban los opositores, que hasta ayer le hicieron compañía, se quede en intereses meramente domésticos. Y esta es la parte más triste de la tragedia, Ingeniero, porque usted sí entiende de estas cosas para las que fue formado por la patria. Su actitud es de traición. Y los traidores tienen que quedarse solos.
Le queda a Venezuela la enseñanza de la historia dolorosa. Confiamos en que los líderes del movimiento que secunda el pueblo con el fervor de la esperanza apuren el paso para avanzar en el camino del progreso social como argumento infalible para contener las ambiciones políticas y económicas propias y extrañas.
Se va quedando solo Juan Fernández.