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Latinoamérica

El próximo paso

Jorge Lofredo

— 1 — Todo parece indicar que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) pronto romperá el silencio en el que se halla sumergido desde el fin del diálogo con el actual Gobierno, a raíz de la aprobación de la reforma indígena.
Las dos cartas suscriptas por el subcomandante Marcos, una a la presentación del mensuario zapatista Rebeldía y otra por la inauguración del Aguascalientes madrileño, suponen una suerte de preludio a "la palabra que vendrá" (según los términos utilizados por el propio Marcos) del EZLN.
Aún cuando las misivas puedan contener elementos de mayor o menor valía, será necesario esperar no tan sólo los comunicados del EZ sino, más importante aún, las acciones que se proponga el movimiento a futuro.
Con respecto a ello, en primer término los zapatistas abrevarán en la situación de la coyuntura política chiapaneca y nacional, como también se augura en el primer escrito, en la necesidad de conocer la posición política sobre los acontecimientos ocurridos durante todo este tiempo. En este sentido, el zapatismo es una referencia obligada, ya por actor principal del conflicto y como referencia ideológica de vastos sectores a nivel nacional e internacional.
Pero también porque resulta imposible una comprensión acabada del conflicto en Chiapas con la omisión de uno de sus actores sociales fundamentales.
Por la otra parte, será de fundamental importancia las características que asuma la resistencia zapatista, donde todo señala que no quedará reducida a cuestiones locales ni regionales.
La articulación de una amplio espectro político y social en torno a la negativa del Plan Puebla Panamá (PPP) ahora se extiende a la manifiesta oposición al ALCA, lo que le permitirá al zapatismo conservar su esfera de influencia más allá de las fronteras de Chiapas. En efecto, no son ociosas las constantes referencias de Marcos a los globalifóbicos.
Sin embargo, una decisión del EZLN puede alterar radicalmente la dimensión de la crisis: ¿se producirá un retorno a las armas? Esta respuesta el silencio no la otorgó.
Remontándonos hasta diciembre de 1997, en ocasión de la masacre de Acteal, el EZLN hubiese encontrado las "condiciones objetivas" para volver a las armas. Las constantes denuncias de los municipios en resistencia y bases zapatistas por el acoso y hostigamiento de grupos paramilitares y el aumento de la militarización del estado, también suponen una respuesta militar por parte de un grupo insurgente.
Debido a ello, el periodista chiapaneco José López Arévalo, director de estesur.com, se preguntaba cómo puede entenderse a un grupo armado que no responde a las agresiones, ni de la magnitud de Acteal, y cuáles son los argumentos que explican la inacción de las bases zapatistas, sin que ello implique -más no sea- una estrategia de autodefensa, por acción de una banda paramilitar.
Pero a la inversa, existen muchas dudas que una respuesta militar hubiese logrado acabar con el hostigamiento, y a la vez lograr un avance político, o bien todo ello ayudaría para que se desate una vorágine violenta y, a la vez, una nueva razón política y militar para que el ejército y el Gobierno retomen la iniciativa del aniquilamiento de los zapatistas.
Que el EZLN no acuda militarmente a las agresiones y haya optado por el silencio, son decisiones que contienen una respuesta implícita: hasta hoy, el zapatismo abandonó la vía armada en pos de una construcción social que también destaca mayores interrogantes que conclusiones.
Aunque el zapatismo produjo situaciones políticas inéditas con respecto a los movimientos guerrilleros mexicanos y latinoamericanos, el aspecto militar y la opción por la clandestinidad fue un instancia que nunca logró superar, y esto lo vuelve impredecible en un probable retorno, o no, a las armas.
— 2 — De la segunda carta que remite Marcos, fechada el 12 de octubre de 2002 y dada a conocer por La Jornada el 25 de noviembre, el escritor e intelectual Carlos Monsiváis expresa -entre otras razones- su amargura sobre el tono de la misma y porque "no contribuye en lo mínimo a la causa del EZLN". ("Sí a la lógica", en La Jornada, 27 de noviembre de 2002.) En este aspecto, más allá de los términos y aseveraciones de Marcos y de Monsiváis, las demandas sobre el EZLN siempre ha sido mayor que a otros grupos sociales o armados, lo que le ha valido la necesidad de ocupar un espacio vacío con un nuevo liderazgo junto a la conformación de una nueva alternativa política y social.
Y en esta misma cuestión parece encontrarse uno de los puntos débiles del zapatismo, el que supone la incapacidad del movimiento a superar la figura emblemática de Marcos, lo que le hubiese remarcado aún más su profundidad y todo lo que el EZ expresa.
En ocasión de la marcha indígena, al momento que la comandante Ester hizo uso de la palabra en la tribuna del Congreso y también cuando los demás comandantes expresaron la voz de sus comunidades y hasta por la ausencia de Marcos en el recinto, se logró transmitir que la horizontalidad del movimiento tenía correlato con la realidad. En cambio, lo que estas cartas demuestran es que se primó la imagen del líder por sobre la verdadera relevancia del movimiento.
Sin abrevar en aquellos lugares comunes donde se señala que Marcos se apropió del movimiento de los indígenas, pues induce a considerar que son incapaces de ser sujetos de su propia historia, el innegable carisma parece ocultar toda una expresión colectiva que, en tiempos de "democracia restringida", bien podría iniciar la construcción de un sistema que hace hincapié en la horizontalidad de las decisiones como alternativa al proceso político autoritario que encarna el neoliberalismo y que no sólo embarga a México.
— 3 — Desde el mismo día del levantamiento, el zapatismo fue un elemento vital e imprescindible para la transición a la democracia en el país y hasta hoy se le continúa exigiendo lo mismo, lo que embarga el sentir de Monsiváis, quien se declara simpatizante de la causa indígena.
Señala Monsiváis que Marcos "impugna el significado esencial del EZLN y es un regreso a las secciones mesiánicas (uso el término críticamente) del Primer manifiesto de la selva Lacandona"; y continúa: "no asocio la rebeldía indígena de Chiapas con el apoyo a causas indefendibles y con el lenguaje de la intolerancia." En el mismo lugar abunda en el sentido que "el EZLN no ha incurrido en el horror del terrorismo, y por eso ha retenido su autoridad moral, la de un sector indígena que representa sectores mucho más amplios y que ha contribuido al debate internacional, al mudar el movimiento guerrillero dispuesto al sacrificio (callejón sin salida) a un movimiento social que ha comunicado a Chiapas con una parte muy significativa del mundo.
Lo que permite entrever estas líneas es el riesgo cierto que vislumbra Monsiváis del posible retorno a posturas radicales y su consecuente vuelta a las armas del EZLN.
Para el escritor, si el movimiento guerrillero estaba condenado a un callejón sin salida, no explica que debió producirse el levantamiento para que la cuestión indígena cobrara la relevancia que hoy tiene, a pesar de los constantes embates de la derecha y el diseño estratégico contrainsurgente plasmado por la administración de Zedillo y sustentado actualmente por el presidente Fox que pretende seguir sumergiendo al indígena, a causa del racismo que lleva impregnado, al más oscuro de los olvidos.
Por supuesto que un movimiento como el EZLN, parteaguas de la política mexicana, polarizó las pasiones y las críticas más despiadadas son tantas como también lo son sus defensores incondicionales. Mientras tanto, el zapatismo deberá continuar su camino, a pesar de la intolerancia, o no, de Marcos, pero la que seguramente deberá superar. Y en sus futuras acciones se vislumbrará si el liderazgo resulta un anclaje del movimiento o una condición necesaria de su razón de ser. Pero el EZLN sabe que si decide por el autoritarismo, estará condenado al aislamiento. Pero la incógnita fundamental sigue siendo la misma: ¿volverá el EZ a las armas?