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Latinoamérica

Golpe de estado, coste cero


Antonio Maira
Cádiz Rebelde

El enfrentamiento entre los sectores golpistas venezolanos y el presidente Chávez y el pueblo bolivariano ha tenido una fase decisiva durante el pasado mes de octubre. Algunos datos parecen confirmar un reforzamiento del gobierno y a una derrota importante del golpismo. Al mismo tiempo otros apuntan a un cambio en la estrategia de la derecha fascista: por un lado la llamada clara a la insurrección militar una vez agotados los pulsos populares: en Venezuela el Tribunal Supremo ha decretado el coste cero del golpe de estado; y por otro la apuesta clara por la vía que ya había ensayado con el asesinato de varios líderes locales campesinos, y que parece dispuesta a retomar con al asesinato de los miembros del gobierno, los dirigentes del chavismo, y del propio presidente de la república.

La vía libre judicial. El golpe del Tribunal Supremo

Después del enorme estímulo que para el desarrollo de un golpismo a cara descubierta, había supuesto la decisión del Tribunal Supremo de no considerar la existencia de un golpe de estado en los acontecimientos del 11 de abril a pesar de que incluyeron el encarcelamiento del presidente, la liquidación de todos los poderes constitucionales -sustituidos por una junta "soberanísima" autoproclamada-, y la eliminación de la constitución, el desarrollo de un golpismo mediático permanente parecía hacer irresistible la caída de la república bolivariana.
Sin embargo, los hechos han demostrado varias cosas muy importantes para el futuro inmediato de Venezuela y para el desarrollo de otros procesos de movilización política y de enfrentamiento con la oligarquía de las clases populares.

El "ruido" y el descrédito de los medios
En primer lugar ha quedado claro que el intenso "ruido" de los medios de comunicación ha sido comprendido por la mayoría de la población, no como una representación de la realidad sino como una algarada insurreccional.
El contraste entre las histéricas protestas por la "dictadura de Chávez y su ataque a los medios de comunicación", y el desarrollo de una furibunda, irracional e impune campaña mediática llamando al golpe militar introdujo un recelo que fue confirmado por el espectáculo claramente fascista del 11 al 13 de abril.
En aquellos días de tremenda claridad –como sólo pueden serlo los posteriores a un golpe de este tipo- los paladines democráticos que habían sido coronados como tales por los medios de comunicación, establecieron la dictadura personal del representante de los grandes empresarios que desplazó en la soberanía al pueblo de Venezuela, abolieron las instituciones de una constitución discutida masivamente y aprobada por una enorme mayoría, arrojaron de los cargos electos a todas las autoridades y representaciones públicas, e iniciaron de inmediato los allanamientos y la caza y captura de ciudadanos. Todo este proceso, que recordaba el inicio del feroz golpe de Pinochet en Chile y la implantación de la dictadura militar genocida en Argentina, fue retransmitido y festejado en directo por los medios, que empaquetaron grabaciones de proclamas golpistas realizadas antes del día 11 de abril, prestaron sus instalaciones a las primeras reuniones de la Junta, e incorporaron a sus propietarios a los órganos de la dictadura.
Los medios no han aparecido como los organizadores de un espacio para el debate público democrático sino como un instrumento poderoso y exclusivo de la oligarquía. Esto ha resultado fundamental por cuanto la realidad virtual construida por los medios, no sólo para hacer necesario un cambio de régimen sino para escenificar el triunfo arrollador de un golpe de estado, ha dejado de ser creíble. El fascismo venezolano se ha encontrado con el rápido deterioro del que había sido hasta ahora su principal instrumento de agitación.
El pueblo venezolano, en sus sectores más pobres, identificó de manera muy precisa el significado de la "toma de Caracas" y se dispuso a replicarla como realmente ocurrió sólo tres días después, el 13 de octubre. La nueva reacción de los medios, el ocultamiento y el desprecio de una gigantesca movilización, ha profundizado la brecha entre la "opinión pública" que aparece fabricada en los medios y la percepción de la realidad de la mayoría de la población de Venezuela.

De la Larga Marcha insurreccional a la Huelga Patronal indefinida.
En segundo lugar, las jornadas de octubre demostraron el aumento extraordinario de la capacidad de organización y de movilización del movimiento bolivariano, y, sobre todo, la conciencia de su fuerza que han adquirido las organizaciones populares.
La marcha insurreccional del 10 de octubre, menos masiva de lo previsto por los organizadores y mucho menos de lo que afirmaron los medios golpistas venezolanos y sus aliados en el exterior –en España, escenario político y mediático de apoyo al golpe, El País, por ejemplo, la cifró en un millón de personas-, que iba a terminar con la dimisión forzada de Chávez, finalizó con un espectáculo de trompazos, insultos, empujones, disputas de micrófono y acusaciones de traición entre los insignes miembros de la civilizada "Coordinadora Democrática". De tanto desconcierto estratégico y disputa de tribuna se salvaron a duras penas dos consignas. Un ultimátum a Chávez para que abandonase inmediatamente la presidencia y el anuncio de una huelga indefinida para el día 21.
Primera transacción con la realidad: de La Larga Marcha Insurreccional al Paro Indefinido.
La prueba fundamental de ese creciente desdén público por el conjunto de los medios de comunicación –Falsimedia-, y del aumento de la capacidad organizativa y de movilización del pueblo bolivariano, ha sido la gigantesca manifestación, preparada en pocas horas, con la que respondió a la marcha insurreccional del 10 de octubre convertida por esos medios en una "exigencia democrática" que obligaba a la dimisión de Chávez.
El día 13 una enorme multitud expresaba en Caracas su existencia y su capacidad para hacerse oír pese a la mordaza impuesta por los medios.

De la Huelga Invisible a la Tribuna Permanente
Los estrategas civiles y militares de la oposición golpista en Venezuela han recorrido todos las etapas de la "respuesta escalonada" pero en un sentido descendente.
Después del estrepitoso fracaso de una huelga general indefinida que tenía las bendiciones de la patronal Fedecámaras y del sindicalismo corrupto de la CTV -vinculado históricamente al pactismo, a la prebenda y al clientelismo de la Acción Democrática de Carlos Andrés Pérez- la coordinadora golpista descendió desde los esfuerzos de movilización popular hasta la llamada a la insurrección de uniforme, la apuesta clara por una incitación a las fuerzas armadas. Primero desde las pantallas de Falsimedia, después desde una tribuna levantada en la plaza de Altamira de Caracas a la que 14 veteranos del golpe fascista de abril han declarado "territorio liberado". Son los mismos militares del 11 de abril que han sido recolocados en el campo de batalla del golpismo por la Corte Suprema de Justicia.
La situación tiene una imposible salida jurídica. La impunidad de los mismos gorilas que se sublevaron hace seis meses ha sido decretada por la máxima instancia judicial. Dos sectores militares de composición imprecisa se vigilan con el otro ojo puesto en las movilizaciones sociales.
El fascismo ha sido derrotado en la calle pero se ha enquistado como provocación permanente en el entorno de los medios de comunicación y los cuarteles venezolanos.

El "juicio democrático"
La tercera cuestión que pone en evidencia el proceso venezolano es la calidad del "juicio democrático" que proporcionan los grandes medios de comunicación en "occidente". Y con ello, la naturaleza real de las democracias modelo en los comienzos del tercer milenio.
El ejemplo del periódico español El País y de las cadenas televisivas vinculadas al grupo Prisa es muy significativo. Sobre todo porque no se trata de la antigua derecha franquista reciclada para la modernidad con el discurso político de los sectores más derechistas del partido republicano de los EEUU, sino de los medios que sostienen la alternativa del partido socialista (PSOE).
Después de un corto período posterior al golpe de abril en el que disimularon su apoyo a una alternativa golpista que se había definido con medidas extremadamente brutales, han vuelto inmediatamente a las andadas. Al día siguiente de la manifestación del día 10 y pese a que su convocatoria y sus personeros eran idénticos a los del golpe fascista de abril, El País publicó un editorial: Acoso a Chávez, en el que identificaba a los golpistas de abril con la sociedad civil venezolana, acusaba de totalitario y corrupto a Chávez, alertaba contra la posibilidad de que el presidente estuviese provocando a los militares para dar un golpe de mano, y asumía como democráticas las razones y las demandas de los que meses antes habían abolido la constitución y derrocado a todos los poderes democráticos.