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Latinoamérica

2 de octubre del 2002

Uruguay: Este modelo mata mil

Milton Romani Gerner
La República

1. El tema de la "tolerancia" se ha vuelto un lugar común en el discurso político posdictadura. Contiene un sentido interesado: "Las intolerancias de distinto signo llevaron a la dictadura". También ambiguo: ha sido el argumento "sociológico" de punta del Partido Colorado para, de paso, ocultar el hecho de que a la dictadura entramos de la manito de ese Partido, y "salimos" con los "buenos" y "desinteresados" oficios de Sanguinetti que con su futuro correligionario, el general Medina, le permitieron entre otras cosas competir solo en las elecciones del 84.
2. Desde su base de lanzamiento promocional, sito en el Ministerio del Interior, escuché al profesor Hierro declarar sobre el caso del recluso muerto a tiros por la guardia militar. Según el profesor una buena señal: "Esta gente ahora sabe que la cosa va en serio". Las campañas de seguridad pública apelan a los más bajos instintos de la gente, fundamentan nuevas partidas presupuestales, sirven para la demagogia... y ayudan a la venta ilegal de armamento que algunos muchachos traen de sus misiones en el exterior. Más cárceles, más penas, más códigos... votaron una ley de "seguridad" hace dos años y no son capaces de admitir que han levantando "una lápida de su propio fracaso". Hace tiempo, en un Uruguay más humanizado era de buen recibo como cultura general, una pieza teatral muy difundida: "Procesado 1040". Se trataba de un ciudadano común que por cortar una enredadera y por vicisitudes de la justicia terminaba en cana. Su compañero de celda "el Zorrito", era la voz crítica, simpática e irónica del pobre que le revelaba a este buen señor las vicisitudes y los enredos sociales que nos pueden llevar a prisión. El profesor Hierro debería hablar con "el Zorrito". Si es que todavía, desarmado, no le pegaron un tiro.
3. Nuevamente se han dado a conocer las estadísticas frías, desnudas y brutales sobre suicidios en Uruguay. Ocupamos el primer lugar en América Latina y entre el cuarto y el séptimo en el mundo. Se mata (¿deberíamos decir nos matamos?) un uruguayo por día, y en algunos meses de entre 24 y 29 años crecieron un 200% y ¡¡120% en adolescentes menores de 14 años!!! Los intentos fallidos de autoeliminación deben calcularse multiplicando por ocho. Cada uno de ellos nos interpela a todos. La profesora Rita Perdomo (Grado V de Facultad de Psicología) decía muy bien en un programa televisivo que si una enfermedad de cualquier índole estuviese generando uno o dos muertos por día tendríamos que haber declarado ya emergencia nacional...¡¡y lo estamos!! Es una epidemia social que tiene causalidades múltiples y su abordaje es complejo. Pero lo que es evidente es que no está en la agenda de seguridad pública, ni en el hipócrita discurso de los ministros que hacen pingües negocios electorales. La estridencia sobre el delito es más redituable: hace la represión más legítima, reclamada por los mismos que la terminan padeciendo. En suma: discursos y acciones que terminan en dispositivos de control ciudadano. Terminamos al final sintiéndonos más inseguros.
4. La inseguridad, el desempleo y la pobreza no están ajenos a este drama: patologías sociales de la frustración. Tampoco las mentalidades desplegadas en los discursos oficiales, que a veces aceptamos sin beneficio de crítica. La inseguridad social se ha instalado definitivamente en nuestras vidas. No sólo porque hay más robos. Vivimos inseguros porque las pautas del modelo social actual así lo demandan. Inseguro está el que trabaja porque puede perder su puesto, el que tiene una changa, el que busca empleo y no encuentra. Todos los que, valga la ironía, teníamos asegurada la "seguridad social".


Sobre las altas tasas de suicidio el Dr. Jose Portillo explicaba: "revela un importante grado de frustración tanto material, afectiva o ambas (...) es una falla de la sociedad. Es una mezcla de poder ver con no poder hacer". Es un dispositivo desplegado a partir de las pautas economicas, sociales y culturales del modelo vigente que hacen crisis en las personas singulares de nuestros jóvenes, portadores de un mensaje. El sentido, siniestro, muestra los límites de la inseguridad permanente al que nos somete el dios Mercado y su santisima trinidad: Desempleo, Espíritu Individualista y Desesperanza. El fin de la historia, la muerte de las ideologías (que en realidad es la muerte de las otras ideologías) pilares del credo neoliberal, definen un horizonte la muerte es precisamente el fin de la vida. La versión de los fieles creyentes uruguayos es particularmente cruel. Antes, conformistas, imponían aquello de que "como el Uruguay no hay". Hoy mediocres, postulan mimetizarnos; olvidarse de las "locas pasiones" de cambio, repiten como loros la letanía de la flexiblización, la reforma del Estado, etc. Nuestro Presidente, incansable viajador, hace política partidaria, colorada, en cada escala y trata de convencernos todos los santos martes que "todo va bien". Ahora parece que la crisis mundial ese tornado "natural" que no es obra de los hombres, puede afectarnos. Para ello, mas prudencia, mas ciega creencia en El, mas tolerancia.
El problema es que la gente "puede ver" otra realidad porque la vive y la sufre. Y porque no es boba.
El asunto de no "poder hacer" es otro cantar. Se trata, entre otras cosas, del colmo del temor y la desesperanza: que las cosas puedan cambiar para peor. También colabora lo que han dejado doce años de terrorismo de Estado: tragarse la bronca porque si no vienen "los muchachos". Mejor no moverse: quietitos. Después de todo ahí está, Gavazzo sigue siendo invitado al palco oficial en los actos patrioticos, se saca fotos. La otra: se viene una devaluación y la quedamos; cierran mas fábricas, todos somos sospechosos de quedar en la calle. Los despidos pueden ser 40, 50 o, como el gringo de la Titan-Funsa, cierra todo y son 600 engrosando estadísticas. Es coherente el ministro Fau cuando, glorioso y eufórico, muestra el mérito de haber logrado borrar en la declaración de la UNESCO los postulados de VERDAD y JUSTICIA. Vivimos con un chantaje permanente. Toleramos.
No es casual que el discurso sobre la tolerancia se haya vuelto el argumento dilecto de la historia oficial colorada. Tolerar (latín : tollerare) viene de soportar, aguantar. En términos de democracia y de vida, nadie tiene por que tolerar nada. Parafraseando a Churchill, nunca tantos han tolerado tanto de tan pocos durante tanto tiempo.




"El Observador" editorializó (14/10/98: 'Record de suicidios' (¡?) opinó que el crecimiento de la tasa en Uruguay se debe a "un agudo desorden interno de la personalidad, atribuible a causas como el estrés (...) y al consumo creciente de drogas, alcohol (especialmente en jóvenes) y pastillas adelgazantes". Es como volver a culpabilizar a la víctima. Explícito y moralizante, mas adelante sentencia que hay que descartar "la vida de holganza" o el ritmo frenético.
Recomienda "la búsqueda de la paz interior". Es como repartir un menú a la carte a una masa de hambrientos para saciarlos. Habría que pensar como se afecta la "paz interior" cuando ajustamos fiscalmente, recomendamos politicas que promueven el desempleo como buen estilo de productividad. Si la causa de esta epidemia no está en el virus neoliberal. Si la doble cara de este modelo no es la que mata. Rios de tinta y mensajes sobre el incremento del delito cuando empezamos a descubrir que el tráfico de armas tiene su epicentro en algunos militares que vienen de las misiones de "paz" ¡vaya paradoja!. Oimos una campaña contra el contrabando, con marchita marcial de la Mi Bandera, se desata una tragedia social y policial en Salto de dificil control... y en los foros internacionales seguimos repitiendo la soberana estupidez de la "libertad" aduanera, del no proteccionismo, de abolir todos los impedimentos que permitan "la libre circulación de bienes y capitales". Vaya si toleramos.