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Latinoamérica

Brasil: hacia un nuevo bloque histórico

Theotonio Dos Santos ALAI-AMLATINA, Río de Janeiro.

La victoria de Lula en las elecciones presidenciales con poco más del 46% de los votos abre una segunda vuelta electoral. Su adversario será José Serra, del Partido de la Social Democracia Brasileña, que se encuentra en el poder con Fernando Henrique Cardoso. Se encuentran eliminados de la segunda vuelta dos candidatos de la oposición. Si sumamos los votos de oposición llegamos a 77% de los votos para presidente.
Esta cifra es absolutamente igual a los resultados presentados por los estudios de opinión, según los cuales este mismo porcentaje de votantes no votarían jamás en el gobierno actual. Los 23% de votos obtenidos por Serra coinciden también con la proporción de ciudadanos que apoya el gobierno Fernando Henrique Cardoso.
Estos datos indican claramente las dificultades que tiene el candidato del gobierno para crecer en la segunda vuelta. Su principal recurso publicitario es el de intentar separarse del gobierno. Pero Serra ha intentado usar esta táctica en la primera vuelta sin mucho éxito. Solo le resta utilizar el recurso del ataque personal al adversario, que le fue muy útil para derrumbar las candidaturas de Roseana Sarney y de Ciro Gomes en la primera vuelta. Si opta por esta táctica podrá encontrar un rechazo muy fuerte de los electores. Una vez más los estudios de opinión indican una desaprobación muy grande de la población a este tipo de maniobras.
Del otro lado, Luis Ignacio Lula da Silva se encuentra en la necesidad de ganarse los votos correspondientes al electorado que apoyó los demás candidatos de oposición. Para esto deberá reconstituir el Frente de Izquierdas que funcionó para las elecciones de 1998 y que se mantuvo por un año más o menos después de las elecciones.
Se plantea en consecuencia el tema del frente de izquierdas o de centro izquierda, su posible composición, sus métodos de actuación, su programa y su alcance. Sobre su composición se impone una definición de inmediato: desde 1998 hasta el presente, se apartaron del frente los principales partidos de izquierda, aliados al PT.
Trátase del Partido Socialista Brasileño que lanzó la candidatura presidencial de Anthony Garotinho, ex -gobernador del estado de Rio de Janeiro y del Partido Democrático Trabalhista que articuló un frente Laborista que sirvió de apoyo a la candidatura de Ciro Gomes, lanzada originalmente por otro miembro del frente de 1998, el Partido Popular Social (ex - Partido Comunista Brasileño).
El primer problema que se plantea es la participación en el frente que apoya a Lula en el momento actual del Partido Liberal que indicó el vice-presidente de Lula, el empresario José de Alencar.
¿Los tres partidos excluidos en la confrontación de la primera vuelta (PSB, PDT, PPS ) volverían a componer un nuevo frente, ahora más amplio? Se planteará una cuestión más complicada cuando se discuta el carácter del nuevo Frente. Si se trata de extenderlo al plan parlamentario para asegurar una base al nuevo gobierno, habría que incorporar otras fuerzas políticas para garantizar la mayoría en el parlamento.
En este plano se plantea la participación de miembros individuales o una negociación más o menos amplia con partidos como el PMDB (que apoya oficialmente a Serra pero que tiene amplias disidencias que apoyan a Lula). O como el PTB (que apoyó oficialmente a Ciro Gomes pero que difícilmente apoyaría a Lula en la segunda vuelta).
Hasta que punto estos partidos compondrían un frente de centro izquierda o solamente aceptarían hacer arreglos parlamentarios en torno a proyectos específicos. En este caso gran parte de las conversaciones se postergarían para el período pós electoral.
Estas indefiniciones podrían debilitar la candidatura Lula en la segunda vuelta. Puede establecer dudas sobre la viabilidad de su propuesta de gobierno, tema a ser explotado por José Serra.
El hecho más importante es sin embargo el fortalecimiento del Partido de los Trabajadores como opción política e ideológica y como un amplio y disciplinado aparato institucional que se extiende a todo el país. Hay que señalar que un país con las dimensiones continentales de Brasil tiene mucha dificultad de crear instituciones de dimensión nacional.
Las fuerzas armadas y la iglesia eran quizás las únicas institucionales verdaderamente nacionales con que contaba el país hasta 1940. La creación de un sindicalismo estatal, de ámbito nacional, durante el gobierno Vargas creó las condiciones de una estructura nacional popular y de izquierda después de muchas idas y venidas de nuestra vida constitucional, comprometida por el golpe de Estado de 1964 . El PT contó aún con el apoyo de las organizaciones de base de la Iglesia en su formación y consiguió un respaldo en todo el país que pocos podrían esperar.
Es necesario señalar que, frente a la desnacionalización de la economía y el compromiso tan acentuado con las políticas norteamericanas patrocinadas por el gobierno actual, las fuerzas armadas brasileñas se han aproximado significativamente del PT y de otras fuerzas de la izquierda en nombre de la defensa de la seguridad nacional. El frente político que se arma en el país gana así la dimensión de un bloque histórico con un vasto proyecto nacional.
Este carácter se hace aún más presente cuando se observa una adhesión creciente del empresariado al programa de la izquierda brasileña. El hecho que el vicepresidente de la lista de Lula sea un importante empresario, ex presidente de la Federación de Industrias de Minas Gerais es quizás una demostración bastante evidente de esta amplitud y profundidad del bloque de fuerzas que deberá unirse en esta elección.
Es un hecho evidente que un amplio continente de los empresarios del sector productivo se ha alineado estrechamente con las candidaturas de izquierda y con Lula en especial. Les une la confrontación creciente con las ventajas obtenidas por el sector financiero y las altísimas tasas de interés (las más altas del mundo) que les paga el Estado en detrimento de los intereses de la producción y de los servicios.
Les une también el reconocimiento de la necesidad de un planeamiento estratégico del país que permita retomar el crecimiento económico y el mercado interno. Tratase particularmente de protegerse en contra de una apertura indiscriminada de la economía que ha favorecido el capital internacional. Esta preocupación se hace aún más angustiada con relación a la adhesión de Brasil al ALCA que parece implicar en la quiebra generalizada de la industria brasileña.
Por último, este nuevo bloque histórico se apoya en la necesidad de unir los mercados del continente suramericano y quizás latinoamericano, con extensiones hacia la África y hacia una relación más activa con China, India y Rusia en la escena internacional y para un intercambio comercial y tecnológico más fuerte.
Este proyecto nacional se opone drásticamente al proyecto neoliberal que domina la cabeza de las fuerzas en el poder. No hay duda que sectores del PSDB se sienten atraídos hacia un programa con estas características. Pero ellos temen sobretodo un posible choque con los Estados Unidos y con el sistema financiero internacional. Sin embargo no hay duda que la demostración de la posibilidad de una política de crecimiento sin inflación, de la distribución del ingreso sin fuerte crisis sociales, de una política de soberanía nacional sin choques internacionales muy graves los haría cambiar rápidamente de lado.
Esta ha sido la opción del pueblo brasileño en su aplastante mayoría conforme su manifestación en las elecciones del 6 de octubre. Más de cien millones de brasileños fueron a las urnas a enviar un recado muy claro a la elite política brasileña. Y escogieron a un trabajador para dirigir una nueva etapa de la historia de Brasil, con fuertes repercusiones en todo el mundo.