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Internacional

17 de abril del 2002

Respuesta definitiva al enigma de Gabriel Albiac

Luis Alegre
Los que, por algún tipo de perversión masoquista, leemos con cierta regularidad los artículos de Gabriel Albiac sabemos que pueden dividirse en dos grupos: aquellos en los que nos habla exclusivamente de su ombligo y aquellos en los que, sin dejar de hacerlo, pretende estar analizando la situación internacional. El enigma que me atenaza se plantea en los primeros, pero la respuesta la aporta en los segundos.
Como es bien sabido, es prácticamente imposible distinguir los primeros de la lista de precios de una casquería ( no sólo por el contenido sino, sobre todo, por la sintaxis) en la que se indicase el proceso de elaboración de los productos. Serían absolutamente indiscernibles si las casquerías también vendiesen discos de rock and roll. El gran enigma que se nos plantea es, por lo tanto, el siguiente: ¿Por qué no se ha suicidado todavía?
No trataré de analizar su obsesión por dar siempre varias vueltas a la postura más de izquierdas posible. A este respecto me basta con saber que nos da siempre no-sé-cuántas vueltas y media. Lo único que quiero yo también es entender, resolver el enigma y, como digo, la respuesta hay que buscarla en los artículos del segundo tipo. Bastaría cualquiera de los escritos sobre Oriente Medio en los que aplica lo que podríamos llamar una "lógica de carnicero". Cuando un soldado israelí dispara en la cabeza a un niño palestino que tira piedras, la responsabilidad puede que sea del niño (por tirar piedras al ocupante ilegal de su tierra), del padre (por mandar al niño a interceptar balas con la cabeza), de Arafat (por permitir que los padres manden a los niños), de Euclides (por haber establecido la distancia más corta entre dos puntos) o de Felipe González. Por supuesto, queda descartado que el ejército de ocupación tenga algo que ver en el asunto y, para demostrarlo, dos pruebas: en primer lugar, Israel es un Estado democrático (la socialización de las fosas demuestra que es incluso socialista) en el que es legal la tortura para conseguir que también las mezquitas se queden vacías. En segundo lugar (aunque más importante), la carne de Sharon no es sudorosa como la de Chávez.
Sin embargo, la respuesta más nítida al enigma la ha aportado en la columna del lunes 15 de Abril titulada Vuelve el chimpancé. Cualquier golpe de Estado en el que se suspenda la Constitución aprobada en referéndum, se disuelva la Asamblea Nacional, y se detenga a todos los cargos electos, es legítimo contra un presidente que suda (sobre todo si los golpistas colocan al frente a un hombre de modales tan refinados como el presidente de la patronal). La construcción de cientos de escuelas no justifica a un presidente que suda (sobre todo cuando nos ha demostrado en otros artículos que la defensa de la escuela pública es una cuestión de sadismo, aparte de una de las formas de onanismo más aburridas que conoce). Es de mal gusto dirigirse a un pueblo machacado por el analfabetismo a través de un programa de televisión, y además suda. No hay derecho a que perturbe a los exquisitos directivos de Petróleos de Venezuela con modales de chimpancé sudoroso. No parece tolerable destinar una pequeña parte de los beneficios de la empresa estatal Petróleos de Venezuela a gastos sociales. Cualquier persona de derechas criticaría la medida por resultar antieconómico que la gente coma, vista, se eduque y se cure. Pero la Izquierda de Palacio critica la medida porque la emprende un presidente que suda en reconocimiento de derechos a una masa paupérrima que tampoco debe oler a rosas.
Esto no se explica sólo apelando a las fuentes teóricas de las que bebe (fácilmente reconocibles en Millán Astray y Ágata Ruiz de la Prada, de los que Albiac supone la síntesis perfecta). No. Esto sólo es explicable si además se entiende que es un miserable, un pensadorcillo a escala 1:50 plenamente comprometido con el crimen.
Sin embargo, el hecho aislado de que sea la persona más despreciable de este mundo y lo sepa, no resuelve por sí solo el enigma. Además es necesario que se sepa un colaborador eficaz en la perpetración de todos los crímenes de los que tiene noticia. En efecto, gracias a gente de su calaña, un periódico golpista como El Mundo puede presentarse como un periódico plural, dado que en él escribe tanto gente de derechas (v. g. Jiménez Losantos, a la derecha de Hayek) como gente de izquierdas (v. g. Gabriel Albiac, a la derecha de Sharon).
Ésta es, pues, la verdadera respuesta al enigma: que no se haya suicidado todavía no se debe, como muchos sostienen, a una pertinaz torpeza en la elección de medios; tampoco se debe a impedimentos naturales como su levedad o su falta de sangre en las venas; y mucho menos a una falta de coherencia interna. Todo lo contrario. Es precisamente la implacable coherencia interna de un criminal eficaz lo que le impide eliminar de este mundo siquiera esos poquísimos centímetros de miseria en los que él consiste.



Nota.- Como se habrá notado, he introducido (ante la posibilidad de que esto lo lea el propio Albiac) lo único que, en este mundo, puede indignarle e incluso ofenderle. Evidentemente, no se trata ni de un niño palestino espachurrado por un tanque ni de un caraqueño desnutrido, sino de una falta de ortografía (no he podido limitarme a entender y he tenido que tomarme mi particular venganza).