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Medio Oriente

27 de marzo del 2002

Los fracasos de un mito de la derecha
El modelo Aznar hace agua

Juan Agullo
Masiosare

En poco menos de una década, José María Aznar se ha convertido en todo un mito para la derecha europea y latinoamericana. Hace apenas seis años que alcanzó la presidencia del gobierno español. Desde entonces su mercadotécnica transformación de la derecha en centro político ha pasado a ser una obsesión para personajes tan dispares como Vicente Fox o Silvio Berlusconi. El modelo en cuestión, sin embargo, está comenzando a tambalearse precisamente allí donde fue creado: en una España convulsionada por toda una serie de escándalos políticos que, para infortunio de sus protagonistas, están coincidiendo en el tiempo con la presidencia de la Unión Europea "'PERO DATE LA VUELTA, HOMBRE'. Al hacerlo pasé miedo. Sonreí nervioso, me sentía indefenso ante los flashes de 10 o 20 fotógrafos que disparaban sin cesar... Aznar se fue enseguida y no volví a saber nada de él". El que habla es Sergio Delgado, un ciudadano español que en abril de 1995 resultó herido en un atentado que la organización separatista vasca ETA preparó para acabar con la vida de quien, menos de un año después, se convertiría en presidente del Gobierno español. Al parecer Aznar le prometió a Delgado un almuerzo que, por supuesto, jamás llegó a celebrarse.
La anécdota ilustra a la perfección el carácter ambicioso, en ocasiones, y amnésico, en otras, del hombre que tras algo más de una década de gobierno socialista (1982?1996) recuperó el control de las instituciones españolas para la derecha, pero sobre todo del hombre que, enfrentado al reto de diluir el pasado franquista de la mayoría de los cuadros del Partido Popular1 (PP, de derecha), logró transmitir al gran público una imagen centrista y convertirse, de paso, en un modelo a imitar para correligionarios extranjeros con necesidades de reciclaje ideológico2.
A golpe de bulos
Quizá no sea casual. Actualmente, en la política española está de moda hablar de bulos: una forma elegante y refinada de decir "mentiras". Tantas, que el pasado 6 de marzo el propio presidente Aznar se vio obligado a pedir disculpas ante el pleno de las Cortes (algo así como el Congreso de la Unión, en México). ¿Qué había pasado? Pues simple y llanamente que esta vez la audacia del gubernamental Partido Popular había llegado demasiado lejos: ni más ni menos que con Marruecos3 había topado. De hecho, en semanas anteriores, el vocero del Gobierno, Pío Cabanillas, había filtrado a la prensa más afín al PP una falsedad: el ex presidente socialista Felipe González (1982?1996), de viaje privado por ese país, se habría visto en secreto con el rey y con el primer ministro.
El gobierno norafricano tuvo que desmentir categóricamente dicho extremo para que su homólogo español se aviniera a razones.
Como sea, no se trató ni mucho menos de un hecho aislado. Otro escándalo más serio que todavía da de que hablar en España es el de la medición de la inflación.
El pasado 1o de enero, coincidiendo con la entrada en vigor del euro, se cambió la composición de la canasta básica encargada de registrar la evolución de los precios. Tomar una medida como esa en aquel momento no fue ingenuo. De hecho, todos en España eran perfectamente concientes de que los redondeos del alza en los precios producirían un incremento significativo de la inflación. La solución que encontró el gobierno presidido por Aznar al eventual desequilibrio de sus ejemplares cuentas macroeconómicas fue incluir en la citada canasta básica productos escasamente inflacionarios, que terminaron propiciando una circunstancia poco menos que surrealista: al final, la inflación disminuyó oficialmente en nada menos que un punto4.
Con la medición del índice de la delincuencia también se ha recurrido a la ingeniería contable, que tan bien parece dársele al gobierno de José María Aznar.
Con no contabilizar las reincidencias en los delitos y culpar a la inmigración ilegal del incremento de la inseguridad pública se resuelven dos problemas de un plumazo. Para empezar, se evita que las cifras se disparen más de lo que lo han hecho en 2001 (un 10%) y para redondearlo se busca un demagógico chivo expiatorio que camufla a la perfección lo que resulta un hecho incontestable: la desinversión exponencial que desde la llegada del PP al gobierno en 1996 viene teniendo lugar en un gasto social que, no por casualidad, es de los más bajos en su entorno geográfico (20.2% del PIB en 2001 frente a 28% de media que registra la Unión Europea).
Último y peligroso juego aritmético. Jaume Matas, actual secretario de Medio Ambiente de la administración de Aznar y ex gobernador de Baleares5, se enfrentará próximamente a un juicio por la contabilización fraudulenta de 97 mil votos de emigrantes españoles ya fallecidos o, en todo caso, inconcientes de haber votado por el PP. Pese a la gravedad del asunto y aunque la demanda presentada contra él por el opositor Partido Socialista ha llegado a la Corte Suprema, José María Aznar sigue confiando en su pupilo. Como sea, nada raro si se tiene en cuenta que algo muy parecido ocurre con el otro secretario del Gobierno español que tiene problemas con la justicia: el titular de Relaciones Exteriores, Josep Piqué. La doctrina es que hasta que no haya sentencias no habrá dimisiones. Es decir, exactamente lo contrario a lo que el PP pregonaba cuando estaba en la oposición.
Vivir en la crispación
Lo que de todos modos no parece cambiar es la crispación política que lastra a España desde la época en la que Aznar asumió el control del PP en 1990. De hecho, durante los seis años que el actual presidente español estuvo en la oposición, su acoso contra el Partido Socialista se multiplicó en todos los frentes:
parlamentario, judicial y, sobre todo, periodístico. En realidad, no es que el gobierno de Felipe González (1982?1996) se encontrara libre de pecado:
durante esos años hubo políticas económicas y laborales tendientes a limitar los derechos de los trabajadores, corrupción a gran escala e incluso terrorismo de Estado contra la organización separatista vasca ETA. Como sea, ello no impidió que Luis María Ansón (ex director del periódico conservador ABC y posteriormente hombre de Televisa en España), un personaje próximo a Aznar, se atreviera a reconocer en público la existencia de una conspiración contra el gobierno socialista.
Dice el refrán que cree el ladrón que todos son de su condición. Quizá eso sea lo que, ya en el Gobierno, le esté pasando al PP. En efecto, actualmente, toda crítica contra sus políticas públicas suele ser vista por Aznar y los suyos como una deslealtad o, simple y llanamente, como una conspiración. En este sentido, el llamado problema vasco resulta especialmente elocuente. La complejidad política del País Vasco es difícilmente reducible a la violenta dicotomía que Aznar y los suyos promueven desde hace años en nombre de una paz que, en los hechos, parece estar más lejos que nunca. Ocurre, sin embargo, que la criminalización del nacionalismo vasco (incluso la del que no apoya a ETA y luchó contra el franquismo) le genera al PP pingües beneficios electorales. Sin duda, ese es el motivo por el que, en los últimos tiempos, denunciar el maniqueísmo y la demagogia que parecen desprenderse del anti-nacionalismo recalcitrante que propugna el PP suele ser presentado por el gobierno Aznar como una deslealtad intolerable hacia los intereses de España.
Pero está lejos de ser todo. En otro nivel, a Aznar, parece ser que tampoco puede recriminársele que, contra lo que solía prometer cuando se encontraba en la oposición, la presión fiscal se haya incrementado en un 2.7% a lo largo de los recientes cuatro años. Hace algunas semanas, su secretario de Hacienda, Cristóbal Montoro, lo reconocía implícitamente en declaraciones al periódico El País: "Somos el único país del mundo que bajando los impuestos hemos recaudado más". Esoterismos al margen, quiere decir que lo que el gobierno Aznar ha hecho desde que llegó al poder en 1996 ha sido disminuir los impuestos directos (es decir, los que se aplican en función de rentas e ingresos), a la vez que incrementaba exponencialmente los indirectos (o sea, los que penalizan el consumo). Si a eso le añadimos la ya citada debilidad del gasto social, así como los altos índices de desempleo y de precariedad laboral, quizá resulte más fácil comprender por qué, según la ONG Cáritas, la pobreza se ha incrementado en España en cerca de un 3% a lo largo del último decenio6.
Mientras eso ocurre, sin embargo, hay quien se beneficia. Por ejemplo, el multimillonario vicepresidente del Gobierno español y secretario de Economía, Rodrigo Rato, quien en los últimos tiempos se está viendo acosado por presunta negligencia en un escándalo financiero -ocurrido en la Bolsa de Valores de Madrid- que se saldó con dimisiones de alto rango e, incluso, con algún encarcelamiento que otro. Rato, cuya familia posee lucrativos negocios de todo tipo y asegura haberse retirado de toda actividad empresarial y trata de demostrar que los negocios de sus hermanos pasan por un mal momento, se encuentra en el ojo del huracán debido a la última ocurrencia empresarial de su familia: construir una minicentral eléctrica en tierras de su propiedad. El problema está en que el coste de la operación rondaría los 2.5 millones de dólares: una cantidad que nadie se explica cómo puede conseguir alguien que, en teoría, se encuentra en dificultades económicas.
Pero, lamentablemente, no se trata de la única cosa que parece no tener explicación en la España de Aznar. No se entiende muy bien, de hecho, cómo es posible que el déficit de una sanidad pública que cada vez percibe menos dinero del Estado, trate de financiarse gravando a las gasolinas con un nuevo impuesto.
Tampoco que, ante el deterioro reconocido de la enseñanza pública, se apueste por incrementar el financiamiento de las escuelas concertadas, es decir, de escuelas privadas (generalmente religiosas), que reciben dinero por parte del Estado. Menos aún que, contra lo que también prometía el PP, el precio de la vivienda se haya incrementado en nada menos que 46.6% a lo largo de los cuatro años recientes. En suma, que si este es el modelo que Aznar pretende exportar fuera de España, o sus admiradores están muy mal informados o, lo que sería peor, saben muy bien lo que hacen.



Notas
1. Una parte significativa de los líderes del PP tienen una ligazón más o menos directa con el franquismo: algunos de los más veteranos (como el fundador del partido, Manuel Fraga) llegaron a ejercer cargos institucionales bajo la dictadura del general Franco; muchos de los jóvenes (como el propio Aznar) son descendientes directos de personas que colaboraron de forma directa o indirecta con el régimen.
2. El llamado modelo Aznar ha sido invocado explícitamente en más de una ocasión, entre otras, por la derecha italiana, francesa y no se diga ya por el panismo en México.
3. Marruecos es el vecino sureño de España. En la actualidad las relaciones entre ambos países se encuentran en un periodo muy delicado debido a múltiples contenciosos bilaterales.
4. Según un estudio paralelo publicado recientemente por el Instituto de Estudios Económicos, ligado a la patronal española, la inflación real habría sido de al menos 0.7%.
5. Islas Baleares (5 mil 14 km2 y 760 mil 379 habitantes) se encuentran en el Mediterráneo y conforman una comunidad autónoma, es decir, lo más parecido a una entidad federativa en México.
6. La pobreza en España afecta a 22.1% de la población (en la Unión Europea, la media es de 15%); 44% de los pobres tiene menos de 25 años, lo que representa un fenómeno relativamente nuevo.