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Internacional

En vísperas del 11 de septiembre

Carlos Revello
Adelantando el carnaval -porque es un carnaval de verdades a medias, de falsa indignación y principalmente de occidentalismo trasnochado- nos apresuramos a conmemorar un nuevo aniversario de los atentados contra los símbolos del capitalismo y del militarismo norteamericano. En el aniversario todos los lugares comunes vuelven a repetirse. Nos creemos realmente que nosotros -el escaso 20% que vive en el mundo occidental desarrollado- valemos más que los demás; por tanto nuestras muertes son más dignas de provocar indignación, que las muertes que todos los días practican contra los demás nuestros gobiernos y las élites políticas.
El mensaje implícito es clarísimo: sigamos matando al 80% de la Humanidad para defender a la minoría que tiene los medios y los recursos para llenar con su discurso todo el horizonte. Y sigamos también, concomitantemente, explotando en nuestro beneficio los recursos no-renovables del planeta.
Un mundo más justo, un mundo diferente, es imposible? Es imposible porque en nuestra soberbia occidentalista ni siquiera queremos oír hablar de él, nos quitaría el sueño de nuestros modestos placeres: realizar una caminata, contemplar la Naturaleza, satisfacernos con el automóvil de energía barata, emplear la cosmética que nos hace eternamente jóvenes y el consumo que es la base de nuestra autosatisfacción. Queremos mantener eso y para mantenerlo establecemos la jerarquía arbitraria de que un niño nuestro o una madre nuestra o un padre nuestro, valen más que los de los demás. Los civiles blancos valen más que los civiles negros o que los asiáticos o que los musulmanes. En consecuencia, levantemos una gigantesca montaña de sentimentalina, apelando a todos los recursos para los que somos duchos y habilidosos mistificadores.
Hay, sin embargo, un problema. Una parte de nosotros mismos no cree en el discurso, está cansada ya. La molicia intelectual, el hedonismo, es reversible; se desdobla y toma rumbos imprevisibles. El 78% de los encuestados norteamericanos considera que Powell tiene más derecho a la credibilidad que Rumsfeld (51%). El 81% de esa opinión pública norteamericana considera que para atacar a Irak se necesita el consenso de las Naciones Unidas y el 86% cree que es imprescindible el concurso de los aliados europeos.
Teniendo en cuenta estas cifras -y otras más que por el momento se mantienen ocultas y ni siquiera se analizan- hay que estimular a todos para intentar volver al clima "de Perl Harbour", con el que –recordemos- se intentó desde el comienzo pilotear la crisis y encarrilarla en el sentido de volcarnos definitivamente a la aceptación de que solo la guerra y por supuesto la "vigilancia" (de qué?) son el mejor camino.
Decía hace poco tiempo el fantoche que funciona como presidente de los Estados Unidos, que no comprendía "porqué nos odian tanto". Le responde –un año después de los acontecimientos- Carlos Fuentes, con una frase que no tiene desperdicio: " Estados Unidos tiene un gobierno presidido por un tonto, ignorante, con la cabeza vacía, rodeado de terribles halcones como Cheney o Ashcroft, que recortan las libertades como en los peores tiempos del macartismo" Y agrega, para que no podamos eludir el compromiso, que es el de nuestra época y de nosotros mismos: "Todos estamos implicados en las decisiones futuras de los Estados Unidos".
¿Quíen fue golpeado el 11 de Septiembre? (Prescindamos de las víctimas civiles que eran "más de 10.000" y quedaron reducidas a escasas 2.800, de los cuales y para colmo de los mistificadores, una gran parte eran funcionarios civiles como bomberos y policías.) Fue golpeado el signo del capitalismo financiero globalizador, que especula en las autopistas computarizadas y en el Pentágono.
Ese es el hecho fundamental. (Y los que tienen la tendencia a desdeñar como simples "víctimas colaterales" a los demás, no tienen derecho a dar vuelta la tortilla; tengan por lo menos un poco de logicidad y de sentido común.
Cúal es entonces la tarea a un año de los trágicos acontecimientos del 11 de Septiembre? A la vista está que nuestros gobernantes y todas las élites de pensadores están en el cabildeo de los pro y de los contra, en las consideraciones jurídicas de si concedemos o no la "excepcionalidad" jurídica, a los previsibles matasietes de las más de 112 agencias de seguridad nacional de los Estados Unidos, incluído su ejército -se les olvida que las bolsas se derrumban y que la recesión globalizada es un hecho ineludible-.
Baker decía hace poco que la guerra del Golfo (de Bush padre) costó 60.000 millones de dólares y la futura y presivible de su vástago presidencial será mucho más costosa. La estrategia del militarismo norteamericano de los magnates petroleros es lisa y sencillamente apoderarse y controlar totalmente el flujo del petróleo en el Cercano Oriente.
Irak es el primer paso, para después actuar directamente sobre Arabia Saudita, los emiratos del Golfo y toda la región, incluído Irán. Pero la guerra por el control del petróleo es, inmediatamente después de lograda, un triunfo pírrico, un fruto envenenado que catapultará a Occidente a una larga guerra de imprevisibles complicaciones.
Se trata en cambio de levantar una alternativa al actual guerrerismo. En 1973 la mayoría de la opinión pública europea aceptó (estábamos en la Guerra Fría) que debíamos y podíamos reducir nuestro consumo de ese recurso que es el petroleo.
Su ejemplo se extendió al otro lado del Atlántico y plasmó después, en directivas como la de ciertos gobernadores de California, por ejemplo. En general, vivificó, en los Estados Unidos, a todo el movimiento ambientalista. La misma negativa (el 86% de la población norteamericana consultada), que se niega a actuar en aventuras guerreristas sin el consenso de Europa, muestra que es posible orientar un curso diferente al previsible actual.
La consigna "otro mundo es posible" indica que ante la crisis podemos optar como opinión pública. Hoy en dúa, ello tiene una actualidad indiscutible. Serán batallas monumentales de masas, con cabezas rotas y cientos o miles de heridos, y posiblemente como en Génova, con muertos. Pero es un desarrollo enormemente más pacífico que el curso actual.
Se trata de una batalla política de envergadura para obligar a nuestras élites políticas a rectificar los rumbos. Y posiblemente, a poco de iniciada la batalla el formidable movimiento de masas que palpita en los Estados Unidos –y es vanguardia- nos dará un apoyo fundamental.
La crisis de 1929 y sus consecuencias, nos arrastraron después a los acontecimenntos trágicos de la última gran guerra. Entonces Europa optó por el nazi-fascismo (en realidad fue al revés: optó el facho-nazismo), mientras que Estados Unidos optó por Roosvelt. La comparación merece ser considerada. Entre un posible desarrollo y otro que es su alternativa, están en juego las libertades civiles y fundamentalmente -resorte básico de la democracia parlamentaria actual- la intervención de la opinión pública organizada (sindicatos, organizaciones de consumidores, de inquilinos, etc) que serán justamente las primeras organizaciones golpeadas por los desarrollos conservadores de corte neo-nazi.
En "NO a la guerra" actual, debe desplegar su ala dinámica, su programa mínimo inmediato, que es un programa alternativo al curso actual de la política mundial y que se sintetiza en la consigna: "Otro mundo es posible". Conmemoremos entonces este 11 de Septiembre con un programa realista, mucho más realista y alternativo que los que ocupan todo el horizonte mediático.
La burguesía norteamericana está sin rumbo. Sin rumbo también está la burguesía europea. Y sin rumbo están las capas superiores de sus clases medias. Se trata entonces de tomar el relevo; con audacia y sin aventurerismo de ninguna clase. Es –absolutamente- posible.
Carlos Revello
carlos.revello@chello.se