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Internacional

20 de septiembre del 2002

Los Pobres son los nuevos Negros

A. Sivanandan
Institute for Race Relations
Taducido para Rebelión por María Luján Leiva

El racismo ha sido siempre instrumental a la discriminación y la discriminación ha sido siempre una herramienta de explotación. El racismo, en este sentido, ha estado siempre enraizado en las compulsiones económicas del capitalismo. Pero el racismo se manifiesta, primero y preeminentemente, como un fenómeno cultural, susceptible de soluciones culturales tales como la educación multicultural y la promoción de las identidades étnicas.
Reparar el problema de la desigualdad cultural, no repara por sí mismo el problema de la desigualdad económica. El racismo necesita ser atacado en ambos niveles - el cultural y el económico - recordando que uno provee de racionalidad al otro. El racismo, en síntesis, está condicionado por los imperativos económicos, pero se negocia a través de la agencia cultural: religión, literatura, arte, ciencia, los medios de comunicación, etc.
Cuales de esas agencias prima en cada época particular depende en sí del sistema económico de la época. Así es que en el período de acumulación primitiva, cuando el pillaje y el saqueo del nuevo mundo por los conquistadores españoles estaba poniendo los cimientos del capitalismo, fue la religión,, en la forma de la Iglesia Católica, que confería validez al concepto que los indígenas nativos eran "sub- hombres", los hijos de Cam, nacidos para ser esclavos, y que podían por consiguiente ser esclavizados/ o exterminados.
En el período del capitalismo mercantil, cuando el monarca no estaba más subordinado a la Iglesia y la burguesía está en ascenso, las ideas racializadas del primer período se secularizan en la literatura popular, el discurso político y la educación y servían para racionalizar y justificar el comercio de esclavos negros.
Con el desarrollo del capitalismo industrial y su corolario, el colonialismo, las ideas racializadas de las épocas previas se congelaron en una ideología racista sistémica para condenar a toda la gente de "color" a la inferioridad racial y cultural. En los finales del siglo diecinueve, en lo más alto de la aventura imperial, la ideología de la superioridad racial comenzó a tomar una validez científica con el darwinismo social de Gobineau y Chamberlain - que a su vez popularizan más la perspectiva de las jerarquías raciales.
Hoy, bajo el capitalismo global que, en la ruda persecución del mercado y la santificación de la riqueza, ha servido para desatar guerras étnicas, balkanizar países y desplazar sus pueblos, la tradición racista de demonización y exclusión ha devenido una herramienta en las manos del estado para prohibir la entrada a los refugiados y solicitantes de asilo desplazados - aún si son blancos - sobre la base que son aprovechadores y extraños que vienen a apoderarse de la riqueza de Occidente y a confundir sus identidades nacionales. La retórica de demonización es racista, pero la política de exclusión es económica. Demonización es el preludio a la exclusión social y por consiguiente económica para crear una clase marginada peripatética, una Untermenschen internacional.
Antes "ellos" demonizaban a los negros para justificar la esclavitud. Luego demonizaron a la "gente de color" para justificar el colonialismo. Hoy, demonizan a los solicitantes de asilo para justificar la globalización, y, en la época de los mass-media, del discurso, la demonización expone los parámetros de la cultura popular en la cual tal exclusión encuentra su propia racionalidad, usualmente bajo la forma de xenofobia, el miedo (natural) a los extranjeros. Este término incluiría a los refugiados blancos y a los peticionantes de asilo que vienen de Europa del Este, mientras el término racismo se referiría estrictamente a la gente de diferente raza y color. Xenofobia es inocente y el racismo es culpable.
Pero la otra cara de la moneda de "el miedo a los extranjeros" es la defensa y preservación de "nuestra gente", nuestro modo de vida, nuestro estándar de vida, nuestra "raza". Si esto es xenofobia, - en el modo que denigra y reifica a la gente antes de segregarla y/o impulsarla - es una xenofobia que lleva todas las marcas del viejo racismo, excepto en que no está codificada por el color.
Es un racismo que no está justamente dirigido a aquellos de piel más oscura, de las antiguas colonias, sino a las nuevas categorías de desplazados y blancos desposeídos, que están golpeando a las puertas de la Europea occidental, la Europa que primero los ha desplazado. Es un racismo en substancia pero xeno en la forma, un racismo aplicado a los extranjeros empobrecidos incluso a los blancos. Es un xeno-racismo.
El xenoracismo es una característica del mundo maniqueo del capitalismo global, donde hay sólo ricos y pobres - y los Pobres son los nuevos Negros. Cuando el estado nacional trabaja fundamentalmente para los intereses de las corporaciones multinacionales, cuando la burguesía nacional colabora con el capital internacional, cuando la clase media es decadente y la clase trabajadora, disgregada y dispersa, ha perdido su influencia política.
Este es el contexto en el cual nosotros tenemos que juzgar el cambio de naturaleza del racismo y desde el cual, analizamos la naturaleza de la sociedad en la cual vivimos.
En Gran Bretaña, con sus quinientos años de larga tradición de racismo sobre tres continentes, el prejuicio racial ha devenido una parte intrínseca de la cultura popular, la discriminacional ha llegado a ser inherente de las instituciones de la sociedad y leyes y políticas racistas han caracterizado la intervención del estado en la materia económica.
Pero hoy, el estado es mucho más regulatorio e intervencionista - en el interés, irónicamente, del mercado desregulado - aunque quiera aparecer abierto y democrático. Entonces, en su reconocido modo liberal, se prepara para seguir con las recomendaciones Macpherson y desmantelar el racismo institucional, especialmente en el sector público, pero en su autojustificatorio modo regulador, vuelve a introducir la discriminación institucional en el sistema a través de la Ley de Inmigración y la Ley de Asilo, con sus esquemas de dispersión, su sistema de vouchers y campo de detención. Y es la demonización de los refugiados y peticionantes de asilo más que el gesto para desmantelar el racismo institucional lo que capta la atención del público y aviva el fuego del racismo popular.
Hay también otros cambios en la legislación, que aunque afectan a la población en general, impactan más duramente en las comunidades negras e institucionalizar más el racismo en el sistema criminal de justicia. Entonces, la propuesta de abolir el derecho de los acusados a ser juzgados por un "jury para ofensas" tales como robos menores, asaltos, daño criminal, afectará más adversamente a los negros porque ellos están sobrerepresentados en esas áreas - porque ellos son detenidos e investigados, arrestados y penalizados más a menudo que la gente blanca. Remover el derecho a pedir un juicio por un "jury" y por consiguiente poniéndoles frente a un juicio sumario enfrente a magistrados, a quienes se percibe del lado de la policía, es negarles una de las salvaguardias legales remanentes contra el tratamiento injusto.
Así también la Ley Terrorismo 2000, que confiere el Secretario de Interior proscribir cualquier organización que según él, amenace violencia para defender "causas políticas, religiosas o ideológicas" criminaliza las luchas de liberación de aquellos que han huido de las tiranías de sus propios países y los estigmatiza como terroristas.
En suma, las leyes, la administración, el sistema de justicia penal - todo el aparato de estado en Gran Bretaña, está plagado de racismo y desmiente las pretensiones del gobierno de combatir el racismo institucional y la cultura que le da habitación y nombre.
A primera vista, el racismo británico parecería tener tres caras - estado, institucional, popular - pero en realidad, tiene una sola cara con tres expresiones, la cara del estado. Poniéndolo de otra manera, el racismo institucional y el racismo popular están tejidos en el racismo de estado y es sólo desmadejandolo que se puede desmadejar la trama del racismo.
Ahora hoy existe otro problema agravando el conflicto racial - la pobreza sistémica de una sociedad la cual, al dictado de la economía de libre mercado, se está polarizando entre los que tienen y los que no tienen. Esto ha sido a menudo caracterizado como la divisoria Norte/Sur, con el Norte perteneciendo a las industrias fenecidas y el Sur con la economía moderna.
Pero existen bolsones de pobreza en el Sur y en el Norte, donde molinos y minas, docks y astilleros, acerías e hilanderías han desaparecido o han sido relocalizadas por la tecnología y la fábrica global. Lo que es más importante, no es tanto la geografía de la decadencia como la composición de la clase trabajadora y su consecuente disgregación y segregación.
Algunas de estas industrias, tales como la minería, el trabajo en los puertos y construcción de buques, tenían una fuerza de trabajo mayoritariamente blanca, mientras que las industrias del acero y las textiles de Yorkshire y Lancashire, las textiles en particular, también reclutaban trabajadores del subcontinente indio y fueron esas ciudades a las que el gobierno, sea por default o por diseño, no logró introducirlas en la economía moderna, a través de la inversión o la reconversión, cuando las viejas industrias morían.
Los trabajadores blancos pudieron trasladarse a buscar otros trabajos en otros lugares, pero el racismo y los lazos familiares (que eran la única red a su alcance) dirigió a la gente de Bangladesh y Pakistán al trabajo en los restaurantes y los taxis - y el sentido de solidaridad y camaradería entre trabajadores blancos y asiáticos que se había engendrado en la fábrica se perdió. La segregación en la vivienda, resultado de las políticas de gobierno locales, separaron más a las comunidades y llevaron a la segregación en las escuelas a la siguiente generación.
El multiculturalismo, que fue realmente una concesión al racismo blanco (la gente no necesita que se le den sus culturas, sólo sus derechos) y su modelo Scarman, la etnicidad, profundizó las fisuras entre los grupos étnicos. Y financiando lo étnico, en vez de mejorar las economías locales, ayudó sólo a mejorar la economía personal de unos pocos - algunos de ellos en el estilo de la política de los municipios y de Tammamy Hall, donde la moneda de la corrupción no era el dinero sino el comunalismo y la religión.
Todo esto sirvió para señalar a los de Bangladesh y pakistaníes como autosegregados y mejor atendidos por las autoridades locales que los blancos del lugar y que además aquellos fueron asiáticos musulmanes sirvió para concentrar el odio blanco en el Islam y fue esta potente combinación de odio racial y religioso que proveyó el semillero para la política electoral del Partido Nacional Británico, de un lado y la política patotera del Frente Nacional por el otro - y provocó los levantamientos de los jóvenes asiáticos en Oldham, Bradford, Burnley, Leeds, Stoke.
¿Qué tienen los jóvenes que hacer? Han nacido aquí, fueron escolarizados aquí, crecidos aquí, enloquecidos por los medios acerca de todas las buenas cosas de la vida que podrían estar, debieran estar, al alcance de ellos - aunque a su alrededor haya "rocas, musgo, desperdicios, piedras" del páramo industrial de la Gran Bretaña en ruinas.
Cualquier liderazgo que haya existido se ha retraído a la seguridad de la religión o ha desertado para ubicarse en el servicio del gobierno local o nacional, desde el cual condenan a los jóvenes mientras construyen sus propios nidos.
No hay infraestructura económica o socialización a través del trabajo. No hay partidos políticos, ni ideología, ni cultura política - para unir a las comunidades fragmentadas, para desarrollar políticas alternativas, para emerger como una fuerza política - todo ha muerto con el Nuevo Laborismo. Encerrados en su degradación y derrotados por una fuerza de policía racista, vilipendiados por una prensa racista y violados, finalmente, por los verdaderos fascistas. ¿Qué tenían los jóvenes que hacer sino explotar en violencia, autodestructiva, violencia reactiva, la violencia de la no elección, la violencia de los violados?
(*) A. Sivanandan - Director del Institute for Race Relations - Londres