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Internacional

Bush insta a seguir presionando a Irak pese la oferta para la vuelta de los inspectores de la ONU

Irak ha comunicado a la ONU que permitirá el regreso de sus inspectores de desarme sin condiciones, a fin de "eliminar las sospechas de que dispone de armas de destrucción masiva". No obstante, la Casa Blanca ha instado a la ONU y al Congreso de EEUU para que sigan presionando a Sadam Husein.
La UE dice ahora que el regreso de los inspectores a Irak "no es suficiente"

El ministro danés de Asuntos Exteriores, Per Stig Moller, que ocupa la presidencia rotatoria del Consejo de la Unión Europea, ha respondido al anuncio de Irak de que permitirá el acceso sin condiciones de los inspectores de armas de la ONU advirtiendo de que "es evidente que la admisión de los inspectores no es suficiente, sino que además las autoridades iraquíes tendrán que prestar plena cooperación".
Según un comunicado emitido por la presidencia danesa, Stig Moller opina que corresponde al propio Consejo de Seguridad de Naciones Unidas "considerar si la aceptación iraquí responde a sus demandas en lo que respecta a las inspecciones de armamento".
Además, ha añadido que es necesario aclarar plenamente si Irak está dispuesto a cooperar con la ONU antes de que regresen los inspectores, "dada la experiencia pasada de incumplimientos por parte del Gobierno iraquí".
A juicio de la Presidencia, si este paso demuestra un "cambio genuino de opinión del Gobierno iraquí, sin reservas ocultas habrá esperanzas para una solución pacífica del conflicto de Irak con la comunidad internacional".
En la misma línea, ha puntado que el Consejo de Seguridad también es el responsable de estudiar si sigue habiendo necesidad de una nueva resolución que Irak tenga que cumplir, y que esta decisión debe "depender de un análisis del compromiso iraquí y la genuina cooperación de Irak con Naciones Unidas".

NO A LA GUERRA IMPERIALISTA

El Pentágono prosigue con los preparativos militares para el ataque a Iraq El puesto de mando del Comando Central de las Fuerzas Armadas de EEUU, con el general Franks al frente, ha sido trasladado de su sede en Tampa (Florida) a la región del Golfo, en Qatar 16 de septiembre de 2002 CSCAweb En lo que se considera uno de los más claros signos de que la Administración Bush está preparándose para atacar Iraq en los próximos meses, el puesto de mando del Comando Central de las Fuerzas Armadas de EEUU (USCENTCOM) con el general Franks al frente, ha sido trasladado de su sede en Tampa (Florida) a la región del Golfo, en Qatar. El área de intervención del Comando Central se sitúa en torno al Mar Rojo y el Océano Índico, y abarca 25 países.
Asimismo, EEUU sigue enviando a la región del Golfo tropas, armamento, municiones y otros suministros de cara a un ataque contra Iraq, (como ya informábamos en CSCAweb a finales del pasado agosto). El contingente de tropas necesario para un ataque e invasión de Iraq -cifrado en torno a los 250.000 soldados- precisa la acumulación previa en Oriente Medio ingentes cantidades de municiones, equipamiento, combustible y alimentos, para lo que juegan un papel fundamental las bases de apoyo en Europa (incluida Rota). La culminación de todas estas ingentes operaciones de logística previa quizá sea la única razón de que el ataque de EEUU contra Iraq no se haya producido aún.
La Administración Bush está preparándose militarmente para una intervención contra Iraq en los próximos meses. Para ello, el Pentágono está enviando a la región del Golfo armamento y otros suministros como parte de los que precisaría para atacar a este país.
El Pentágono ha alquilado dos grandes buques de carga para el transporte hasta la región -desde sus bases en Europa y EEUU- de carros de combate y vehículos armados de transportes de tropas, así como munición y helicópteros [1]. Con el primero de estos dos transportes el Pentágono pretende completar el equipamiento de cuatro brigadas acorazadas (de blindados y transporte de tropas), parte de cuyos pertrechos están ya almacenados en la zona desde hace años. El material del segundo transporte -cuyo destino es un puerto del Mar Rojo- está destinado, según fuentes oficiales estadounidenses, para la realización de maniobras militares en los próximos meses.
El Departamento de Defensa ha contratado asimismo los servicios de otros ocho buques de menor tonelaje de la compañía naviera Maersk Line para transportar municiones, tanques y ambulancias. Los buques serán estacionados en las proximidades de la isla Diego García, en el Océano Índico, donde se encuentra una base británica de uso estadounidense.
Traslado del Comando Central al Golfo Estos transportes de material bélico se asocian a los planes de ataque contra Iraq presentados por el general Tommy R. Franks al presidente Bush.
El contingente de tropas previsto en el ataque e invasión de Iraq -cifrado hasta en 250.000 soldados- precisa acumular previamente en Oriente Medio ingentes cantidades de municiones, equipamiento, combustible y alimentos [2]. La intervención contra Iraq correspondería al Comando Central (USCENTCOM), a cuyo frente se encuentra el general Franks. El área de intervención del Comando Central se sitúa en torno al Mar Rojo y el Océano Índico, e incluye 25 Estados. Hasta este momento, el Comando Central difería de los otros tres mandos regionales de las fuerzas armadas de EEUU (los de Europa, América Latina y Pacífico) en que sus cuarteles generales no estaban situados en su región de intervención a fin de evitar irritar a gobiernos locales; tan solo la V Flota de la Armada estadounidense, también incluida en el Comando Central, tiene base permanente en la región, en Bahrein. Sin embargo, al menos desde comienzos de este año, el Pentágono ha trasladado a la zona los máximos mandos del Cuerpo de Marines, Ejército, Fuerza Aérea y Naval del Comando Central [3]. Más recientemente, el puesto de mando de todo el Comando Central de las Fuerzas Armadas de EEUU con el general Franks al frente, ha sido trasladado de su sede en Tampa (Florida) a la región del Golfo.
Brigadas 'preposicionadas' Concluida la guerra de 1991 contra Iraq, EEUU comenzó a almacenar -preposicionar- el material bélico correspondiente a cuatro brigadas acorazadas. El material correspondiente a dos de estas cuatro brigadas está almacenado en Kuwait y Qatar. Cada uno de estos países alberga ya en 37 depósitos una estimación de 115 tanques M-1A1 Abrams, 60 vehículos de combate M-2A2 Bradley, 100 vehículos armados de transporte de personas, además de morteros y su munición. El equipo de una tercera brigada armada del Ejército y otra más del Cuerpo de Marines se encuentra en buques estacionados en la región. Gracias a ello, aerotransportados los soldados correspondientes a cada una de estas brigadas (4.500) podrían estar listas para ser operativas en 96 horas. Para el transporte de estos soldados, la base de Rota, en Cádiz, cumple una función vital para el Pentágono, como anclaje del puente aéreo desde sus acuartelamientos en EEUU hasta Oriente Medio [4].
Kuwait alberga asimismo proyectiles de artillería, así como combustible y alimentos para 30 días. Kuwait y Bahrein albergan material hospitalario. Por último, en Kuwait y Arabia Saudí hay desplegadas dos baterías de misiles antimisiles Patriot en cada país.
Por su parte, la Fuerza Aérea estadounidense está almacenando armas, municiones y piezas de recambio en depósitos en la región y en EEUU. Según fuentes militares los arsenales de armas de precisión vaciados durante la campaña de Afganistán estarán plenamente reabastecidos en el otoño.
En Qatar se encuentra la base aérea de al-Udeid [véase mapa superior] que, inspeccionada este verano por el secretario de Defensa Rumseld, será esencial en el ataque contra Iraq tras la negativa reiterada de Arabia Saudí a que se utilice la base Príncipe Sultán, hasta ahora centro de mando de la Fuerza Aérea de EEUU en la región. La base, que ha costado 1,5 mil millones de dólares, se empezó a construir en abril de 2000, tras un acuerdo alcanzado por el entonces Secretario de Defensa Cohen y el gobierno de Qatar, y en la actualidad está siendo ampliada aceleradamente para poder sustituir a la Príncipe Sultán [5]. Al-Udeid aloja una flota de aviones KC-10 y KC-135 de reabastecimiento de combustible en vuelo de cazas y bombardeos que fueron intensivamente usados durante la intervención contra Afganistán.
EEUU mantiene en Kuwait un total de 9.000 militares, la mayoría de ellos en la base de Doha, próxima a la frontera iraquí, o como tripulaciones de los aviones de patrullaje de la zona de exclusión aérea establecida al sur de Iraq. Desde finales de 2001, EEUU lleva incrementado su presencia militar en el emirato [6]. En Qatar hay 3.300 militares estadounidenses y otros 4.200 en Bahrein, país que, como indicábamos, aloja a la Quinta Flota y cuyo régimen se ha manifestado recientemente opuesto a una intervención contra Iraq .

OPINION AL IMPERIO SE LE CAEN LAS TORRES

Octavio Getino (cineasta argentino) La manipulación de los medios sobre el aniversario de la caída de las dos torres del World Trade Center fue, francamente, repugnante. Hacía muchos años que no se veía en el país tal genuflexión y servilismo de parte de los dueños de la prensa, la televisión y la radio argentinas a las instrucciones implícitas o explícitas del Departamento de Estado norteamericano y de sus servicios de inteligencia. Tampoco se había visto un cipayismo tan lamentable como el de muchas ³estrellas² del periodismo local, esas que con la solemnidad de un fiscal se han erigido -por cuenta propia y de la ineptitud de la dirigencia política- en supuestos investigadores, opinadores a sueldo ­en blanco y en negro- y jueces de la vida y obra de aquellos a quienes los dueños de los medios les señalan, pero no de la propia corporación que produce millonarios a una velocidad asombrosa y mucho menos de los susodichos medios.
El 11 de septiembre, el diario Clarín, por ejemplo, dedicó entre 5 y 6 páginas a reproducir textos o imágenes del doloroso acontecimiento de las torres, incluso dedicó una al aniversario de la victoria tennística de Vilas sobre Connors, pero no publicó ni una sola línea sobre un hecho tan o más monstruoso como el que enlutó al pueblo chileno y a la democracia latinoamericana; el golpe militar de Pinochet, acaecido también un 11 de setiembre hace casi tres décadas, el cual costara miles de muertos y ³desaparecidos² al país hermano. Episodio que, para nuestros pueblos, fue mucho más traumático porque aquél día se inició el desmantelamiento de las libertades, las economías, la dignidad de cada nación y los derechos humanos más elementales de millones de latinoamericanos. Proceso que fue diseñado, asesorado e implementado por los dueños de las torres ahora caídas, a las que muchos hipócritas vernáculos lloran.
La dictadura del ³Proceso², produjo desastres de todo tipo ­como las otras orquestadas en América latina- y ocasionó cien veces más daño a nuestro país que los generados por la caída de las referidas torres. Estos procesos de genocidio y latrocinio sistemáticos fueron llevados a cabo, sin atisbo de compasión alguna, por los mismos que hoy, desde Wall Street, Washington y el Pentágono, aterrorizan con sus armas letales ­bélicas, económicas y políticas- a todo el planeta. A no engañarse. Bin Laden, Sadam Hussein y demás personajes de similar perfil, son el más genuino producto del sistema que el imperio instaló con mesiánica meticulosidad en los pueblos relegados después de la Segunda Guerra Mundial. Fue él Impero quien los armó y alimentó con su brebaje infernal para que se destruyeran unos con otros, de acuerdo a su conveniencia. Hoy ellos no hacen más que devolverle la misma medicina, como cabe esperar de aplicados y eficaces alumnos.
El terrorismo no viene de Medio Oriente, ni mucho menos del Islam, sino que es originado por las políticas mundiales del monstruo, que inevitablemente, termina experimentando en sus entrañas los efectos del veneno que produce y suministra. Jamás ese monstruo ayudó a ningún país latinoamericano- para no hablar de los de otras latitudes- a crecer en términos de democracia, de justicia social, de equidad o de derechos humanos. Su historia es la de dos siglos de invasiones, golpes militares, imposición de dictaduras por doquier, saqueo económico, matanzas sangrientas, violencia manifiesta y simbólica generalizada a los países débiles que se muestran insumisos o tienen el atrevimiento de querer ser autónomos. ¿O no está presente en nuestra memoria la secuela interminable de saqueos, invasiones y apropiaciones territoriales en el norte de México, Panamá, Santo Domingo, Puerto Rico, Guatemala, Cuba, Grenada, Nicaragua y otras latitudes? ¿O el adiestramiento en torturas y represión, la elaboración de ³planes cóndores² ejecutados con su asesoramiento por militares genuflexos y sanguinarios; o el respaldo a su socio imperial, Inglaterra, durante la guerra de Malvinas, decidida por un dipsómano ahijado suyo? ¿Qué decir del terrorismo financiero a los gobiernos argentinos y latinoamericanos de turno?.
Resulta entonces vergonzoso que, con tamaña omisión, las torres que se le caen al Imperio hayan ocupado decenas de páginas, horas de televisión y radio, transmisiones en cadena, para hablar de un ³atentado contra la humanidad², cuando la única humanidad que históricamente los Estados Unidos han reconocido, es la propia.
El imperio está en guerra y lo está contra los pueblos y las comunidades del mundo que no aceptan ser sus súbditos. Esta guerra no se inició el 11 de septiembre, sino a fines de la Segunda Guerra Mundial, cuando los países periféricos, entre ellos los nuestros, se convirtieron en el principal objeto de conquista, de sus recursos básicos y estratégicos, de sus industrias y mercados, e incluso de sus culturas. No es ésta una guerra como las anteriores. En ella no están involucradas sólo las grandes naciones. Son ellas las que arrogan el derecho de someter o destruir a los países pequeños y débiles. Tampoco es una tradicional guerra de posiciones. Es un accionar militar, económico, político y cultural de nuevo signo, para ³aniquilar² ­tal es el término que se aplica en el léxico militar- la dignidad del ³otro² y con-vencerlo (además de vencerlo) de que toda resistencia es inútil. Como bien apunta nuestro lúcido pensador José Pablo Feinmann, no hay un ³afuera² posible, ya que si el ³otro² y el ³afuera² existieran, el imperio no sería el imperio; es decir, el todo.
Es lícito pensar, entonces, que nadie tiró desde el ³otro² ni desde el ³afuera² las famosas torres. Ellas cayeron desde el más profundo ³adentro².
Basta ver su imagen. Recibieron, ciertamente, uno o dos golpes y siguieron incólumes. Pero al rato comenzaron a desinflarse, como si implosionaran en cámara lenta, derrumbándose de a poco, como si ambas estuvieran mirándose, doblegadas por el brebaje monstruoso que incubaron.
¡Mister Bush, no destruya más al mundo! ¡Nadie le tiró sus torres! Sucede que al Imperio se les están cayendo, como sucediera otras veces en la historia. Salvo la hipocresía de algunos cuantos cipayos locales, nadie en el mundo se conduele con la caída. Porque son muchos los dolores y sufrimientos que las dos terceras partes del planeta padecen, precisamente por lo que esas torres ­como símbolo del imperio financiero y militar más poderoso y dañino del mundo- ocasionan todos los días. Me tocó viajar por diversos países latinoamericanos y por el interior del país en los días que siguieron al cinematográfico 11 de septiembre. Hablé con cientos de personas connacionales y de otras nacionalidades y, curiosamente, no encontré a una sola que se haya condolido realmente del golpe sufrido por el Imperio ­no la humanidad- cuando probó su propia medicina. Sí encontré muchas, en la televisión y en los medios, condenando dicho suceso con la misma superficial tilinguería con que se refieren a los problemas argentinos y latinoamericanos. Esto es, pensando el país más desde afuera y desde los intereses del otro, que desde adentro y del nosotros El dolor es inevitable ante la muerte de cualquier ser humano. Pero esto no puede llevar a obnubilar la percepción del contexto donde la muerte se produce. Quién suponga que el mundo vive hoy una situación de relaciones equitativas, democráticas, solidarias y justas, sin duda habrá de sentir la caída de las torres como un cruel atentado. Para quienes, en cambio, vemos al mundo debatiéndose en un conflicto permanente, entre los derechos de las naciones a existir y de los pueblos a expresarse y luchar por sus legítimos intereses, la reacción es distinta. .
Duele sin duda la pérdida de vidas humanas. Eso creo que lo saben, e incluso lo sienten, hasta los estrategas militares más implacables. Pero por sobre el dolor, está la esperanza de construir ­incluso a través del llanto solidario entre los unos y los otros- una cultura de la vida que se imponga de una vez por todas sobre la cultura de la muerte, hoy dominante.
Recuerdo una experiencia personal que viene al caso. Yo viví durante la Segunda Guerra Mundial en una pequeña ciudad de España, en el norte de Castilla. Nunca tuvimos un aparato de radio para escuchar las noticias. Yo las oía en la casa de un vecino ³rico² que sintonizaba la BBC de Londres. Mi padre me enviaba todos los domingos a la mañana a comprar el diario ³Pueblo² a uno de los pocos quioscos existentes, ubicado a unos dos kilómetros de distancia. La información sobre la marcha de la guerra sólo llegaba en nuestra casa a través de ese diario. Mi padre leía junto a la mesa de la cocina, página tras página, como si le quedara toda una vida para seguir haciéndolo. Finalmente se levantaba, iba hasta un pequeño mapa de Europa que había pegado en una de las paredes y que estaba punteado por alfileres de colores intensos. Revisaba los avances de unos y otros ejércitos, como para cerciorarse, y procedía a desplazar en el mapa alguno de los alfileres.
Rojos, los correspondientes a los ejércitos aliados y negros para los del Eje. Yo lo observaba, desde abajo, en silencio. Mi padre sonreía contenidamente cuando uno de sus alfileres rojos avanzaba sobre territorio alemán y se clavaba en el corazón de alguna importante ciudad. Yo no lo sabía entonces, pero sospecho que mi padre pensaba que cada uno de esos desplazamientos representados por un alfiler, equivalía a miles o decenas de miles de seres humanos, con nombre y apellido, con esposos o esposas, padres o hijos, destrozados en sus sueños por las explosiones o la metralla. Pero mi padre no parecía lamentarse, sonreía. Percibía, en el interior de una humilde habitación de un rincón de Castilla, que se estaba librando una guerra. Según mi padre no se trataba de una guerra para oprimir a ningún pueblo, sino, precisamente, para construir un mundo más solidario, más democrático y más justo. El mundo que mi padre nunca conoció. Y que nosotros tampoco conocemos todavía.
Mi padre sonreía, intuyendo tal vez de qué se trataba. Yo lo hacía también, al lado suyo, quizá por imitar su gesto, pero sin tener la más remota idea de lo que estaba pasando y de lo que luego vendría. La caída de las torres volvió a traerme a la mente estas imágenes. La guerra actual comenzó a desplegarse sobre miles de millones de seres humanos desde el final de aquella. Ninguno, o casi ninguno, de ellos puede ser acusado de atentar contra el Imperio, a lo sumo su mayor delito es pretender la dignidad. Hoy, Mr. Bush, ³Chirolita² Blair y algunos pocos inescrupulosos obsecuentes, pretenden llevar esta demencial guerra hasta las galaxias, pero no para construir un mundo mejor sino para apoderarse de ciertas zonas y recursos estratégicos, destruyendo al mundo -o a buena parte de él- si es preciso.
Hay todavía posibilidades de transformar esta monstruosa guerra múltiple y global, en un conflicto de resolución política y democrática. Pero presumo que ello no será posible mientras el mundo esté gobernado por dinosaurios cretinos y que, al servicio de ellos, medren todavía tantos lambiscones esperando recibir a cambio, un puñado de dólares, unos barriles de petróleo o unas palmadas en la espalda. La evidencia histórica indica que esto último es lo más probable. La destrucción en marcha no impedirá, sin embargo, que al Imperio y sus cómplices se les sigan cayendo las torres. La evidencia histórica indica que esto también es lo más probable.