VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Internacional

13 de mayo del 2002

El estado camorrista

Claudio Hermosilla

A lo largo de los últimos años se han desarrollado profundos cambios en el mundo. El sistema bipolar resultante de la segunda guerra mundial, dominado por el enfrentamiento entre el este y el oste, ha saltado por los aires. La Unión Soviética y más en general el llamado bloque socialista se ha desintegrado con asombrosa rapidez, a la vez que se incrementaba, hasta limites desconocidos, el poder de la principal potencia del otro bloque: los Estados Unidos. Tal incremento es notorio en multitud de esferas, pero sobre todo, y por encima de todo, es abrumador en lo militar.
En el terreno militar los Estados Unidos han ganado autonomía, sus decisiones no están sujetas ningún tipo de discusión o control, quedando el resto de los países e instituciones relegadas al triste papel de comparsas.
Los bombardeos de Irak y Yugoslavia supusieron un sangriento anticipo de la estrategia militar norteamericana y plantearon, ya en esos momentos con claridad, algunas de las ideas legitimadoras básicas de las acciones militares norteamericanas.
Los atentados del 11 de septiembre contra las torres gemelas de Nueva York, aceleraron y radicalizaron las aptitudes militaristas de la administración estadounidense. Los discursos pronunciados por el presidente Bush tras dichos atentados, señalan claramente los rasgos más destacados de su política militar:
. Estamos apoyados por la voluntad colectiva del mundo
· No sólo defendemos nuestras preciosas libertades, sino también las libertad de todo el mundo que quiere vivir y criar a sus hijos libres de miedo
· El avance de la libertad humana, el gran logro de nuestro tiempo y la gran esperanza de cada era, depende ahora de nosotros.
· Todas las naciones tienen una opción que tomar. En este conflicto, no hay terreno neutral. Si algún Gobierno patrocina a los criminales y a los asesinos de inocentes, se convertirá en criminal y asesino. Y tomará por su cuenta este camino asumiendo el peligro que conlleva.
· Hoy nos centramos en Afganistán, pero la batalla es más amplia.
Tales discursos plantean tres ideas básicas de la política norteamericana
a) Liderazgo mundial
b) O se está al lado de los norteamericanos a al lado de los terroristas. No existen más opciones.
c) La guerra en Afganistán es sólo un capitulo de esta trágica historia.
Recientemente el vicepresidente norteamericano Dick Cheney hacia uso, ante el Consejo de relaciones Exteriores, de este tipo de ideas para referirse al probable ataque militar contra Irak. Señaló que la Casa Blanca quería acabar con el régimen iraquí y que no se dejarían influir por las opiniones europeas, japonesas, rusas o canadienses. Posteriormente afirmó estar convencido de que la coalición antiterrorista se mantendría en pie por la fuerza de EE.UU. "Tenemos amigos y aliados en esta causa, pero sólo nosotros podemos dirigirla. Sólo nosotros podemos unir al mundo en una tarea tan compleja, Sólo Estados Unidos puede llevar este esfuerzo hasta la victoria".
Este discurso, prepotente y militarista, está respaldado por unas escandalosas inversiones en los presupuestos militares: a los 379.000 millones de dólares (433.600 millones de euros) presupuestados para el Pentágono durante el ejercicio septiembre 2.002- agosto 2.003 suponen casi el 40% de todo el gasto militar mundial; deben añadirse las cuantiosas inversiones en investigación y desarrollo (54.000 millones de dólares) para dotar de aún mayor grado de sofisticación a su arsenal destructivo; la recuperación de viejos proyectos como la militarización del espacio; etc.
Así pues, Norteamérica, amparándose en su enorme poder, se otorga a si misma, la defensa de un mundo funcional para sus intereses; ello, claro está, camuflado bajo la retórica de la libertad mundial, la lucha contra el mal, contra los "estados irresponsables".
Y es ese papel de juez supremo, que dicta y ejecuta sentencias, asumido por los Estados Unidos, (admitido mansamente por la mayoría de la comunidad internacional), lo que le permite hablar de libertad mundial, de derechos universales, de estados irresponsables, o del del eje del mal (Irak, Irán y Corea del Norte), y a la vez dar su total respaldo al régimen genocida del presidente de Israel, Ariel Sharón, en su guerra de exterminio contra el pueblo palestino. O sentar ante el Tribunal Penal Internacional de la Haya al ex presidente Yugoslavo Slobodan Milosevic, y considerar amigo y aliado a Ariel Sharón, responsable de las torturas, violaciones y desapariciones de entre 1.000 y 3.500 civiles –niños, mujeres y ancianos, en su mayoría- realizadas en los campos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila en el año 1982.
El actual presidente norteamericano Bush proclama permanentemente su cruzada en defensa de la libertad y la democracia a la vez que defiende la pena de muerte; está directamente relaciona con el caso Enron, la quiebra más grande en la historia de Estados Unidos o crea una agencia (la Oficina de Influencia Estratégica con 15 empleados y un presupuesto de 10.000 millones de dólares) destinada a colocar noticias favorables a los intereses de Estados Unidos en los medios de información internacionales. Tales noticias podrán ser verdaderas o falsas, y afectar a países amigos o enemigos. Sólo importa que ayuden a crear apoyos para sus acciones bélicas.
Los Estados Unidos en vez de una solución son, en realidad, una parte importante del problema. Se están convirtiendo en una especie de "séptimo de caballería" cuya misión consistiera en someter al mundo a sus intereses. Su aptitud belicista le lleva a afrontar los problemas que la realidad mundial plantea de una sola manera: la intervención militar.
Utilizando su propia forma de denominar las cosas podría afirmarse que Norteamérica se está convirtiendo en un estado camorrista (según el diccionario que fácilmente y por leves causas arma camorra. SN: broncas, camorrero, pendenciero); es decir, un estado que, sabedor de que su poder militar no tiene actualmente competidor, ha convertido a éste, en el brazo ejecutor de su política internacional, creando con ello una fuerte conflictividad y una inestabilidad internacional de consecuencias imprevisibles.
28-2-2.002