VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Internacional

Embelequerías de nuestra democracia

Por Padre Luis Barrios

En medio de toda esta algarabía y carnavales electorales me curioseaba una de las hermanas de mi iglesia si había alguna diferencia entre el Partido Demócrata y el Partido Republicano. Mi respuesta, espontánea y directa, no se hizo esperar. O sea, que le di una de esas respuestas que te obligan a tener que seguir preguntando. Le dije que había diferencia pero a la misma vez no había diferencia. Ante tal respuesta su reacción de atolondramiento tampoco se hizo esperar. ¿Y que vaina es esa?, me preguntó sonriendo.
Comencé por decirle que para mí la única diferencia significativa, entre ambos partidos, son simplemente los nombres, nada más, y punto. También le dije que ideológicamente ambos partidos enseñan, promueven y defienden lo mismo: los intereses de la clase dominante. De aquí la penosa realidad de que en esta democracia representativa, la clase gobernante es escogida para representar esos intereses de la clase dominante. Por esto cuando preguntamos quién ganó en las elecciones legislativas no es correcto decir que el Partido Republicano sino mas bien los intereses de la industria militar, la industria carcelaria, la industria petrolera, las multinacionales, por mencionar solo algunas, fueron quienes ganaron. O sea, que en estas elecciones la gente rica- republicanas y demócratas- a través de este capitalismo corporativo y patriarcal, volvió a ganar.
Ahora bien, ¿quien entonces perdió? El pueblo trabajador, el pueblo desempleado, el pueblo pobre, el pueblo oprimido. Este pueblo excluido por el embaucamiento de la llamada democracia representativa que solo representa los intereses de esa clase dominante. Ese pueblo que ha creído las patrañas eleccionarias demagógicas de que la esperanza está en votar por uno de estos partidos.
Ahora que terminó esta distracción circunstancial podemos darnos cuenta de una serie de embelecos de esta democracia. Por un lado ahora el ex-candidato a la gobernación por el estado de Nueva York, Carl McCall, al igual que sus partidarios/as, dice que la causa determinante para perder la contienda frente a George Pataki fue el factor dinero. O sea mi gente, que de acuerdo a esta lógica desatinada Pataki ganó porque tuvo 40 millones de dólares para gastar, mientras que él, McCall, solo tuvo dos milloncitos. Por otro lado, el otro candidato -Thomas Golisano, un multimillonario aburrido que despertó un día con la chifladura de ser gobernador- se gastó casi 60 millones y no sacó una gata a mear.
Mire si es serio el embeleco de nuestra democracia que para montar este operativo carnavalesco que llamamos elecciones no importa la plataforma socio-política o económica de los/as candidatos/as sino como a través del dinero, que compran a los medios de comunicación, se manufacturara un consenso o una hegemonía. Que no se nos olvide, que el factor dinero, muy común en este sistema capitalista, es el que permite que se pueda llevar a cabo toda una campaña política a través de los medios de comunicación. Por eso tenemos que recordarle a esta gente oportunista -que se enganchan en estas posiciones políticas para seguir jodiendo al pueblo- lo que dice ese peculiar filósofo colombiano, Pedro el Escamoso; "aprieten las nalgas y déjense de estar hablando tanta pendejerías". A la verdad que ya yo estoy por creer que tenemos que revisar ese asuntito de Carlos Marx concerniente al opio y comenzar a decir que la televisión es un opio para adormecer a las masas.
Todo este embeleco es mucho más serio, porque a la vergonzosa realidad de que si usted no tiene dinero no corre una campaña electoral se le suma que este sistema político se alimenta del ausentismo, o sea que la gente no salga a votar. Para nadie es un secreto que dos terceras partes de las personas registradas para votar, no votaron. Para evitar lidiar con una democracia participativa, en donde el pueblo se tire a las calles a votar, se organizan las elecciones un martes, no se declara este día como festivo y el voto no es obligatorio, dizque porque de lo contrario le estamos violando sus derechos civiles. Vaya usted a ver tremendo ciempiés. Paradójicamente, no es una violación a mis derechos civiles que el gobierno determine -sin consultarme ni mucho menos pedirme permiso- cuánto yo tengo que pagarle en impuestos.
No debemos dejar pasar la realidad de cómo la llamada maquinaria de los partidos se impuso por encima de la voluntad del pueblo. Este proceso antidemocrático en donde un liderato político de un partido escoge las/os candidatas/os y luego se los empuja con enemas al pueblo es una desvergüenza. Ya podemos apreciar como de la noche a la mañana el Reverendo Rubén Díaz se ha convertido en un senador estatal prefabricado por la maquinaria. Por otro lado, me parece que el embeleco de los embelecos es la victoria cantada por el presidente de facto, George W. Bush, quien tergiversando los resultados de las elecciones, dice que el pueblo le dio a él, y a su Partido Republicano, una misión divina guerrerista.
En nuestras reflexiones o resacas electorales debemos comenzar a pensar muy en serio donde estuvo, o donde estará, en todo este embeleco de esta democracia el combatir el crimen corporativo, el desempleo, el sexismo, el racismo, la homofobia y heterosexismo, y la pobreza, por solo mencionar algunos de los demonios sociales. También nos podemos preguntar en donde diablos estuvo, o estará, el promover una amnistía general para las personas indocumentadas, el devengar salarios decentes, el promover mejores servicios médicos y educativos, el pluralismo político, y por supuesto lo que muy bien esta recomendando mi amigo, Ángelo Falcón; reformar la Junta de Elecciones. Que no se olvide que esa verdad de quienes dominan, nunca coincide con la verdad de quienes están siendo oprimidos/as y excluidos/as. O sea, que en las embelequerías populares una cosa piensa el burro y otra quien le acarrea. Paz con justicia.
Padre Luis Barrios Iglesia San Romero de Las Americas New York, NY
lbarrios@jjay.cuny.edu 8 de noviembre de 2002