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Internacional

Un "Mein kampf" colectivo

(comentarios a la obra conjunta de Bush, Cheney, Rumsfeld, Rice, Powell y varios autores más)

Antonio Maira
Cádiz Rebelde

Antecedentes inmediatos
En su discurso ante la Asamblea General, Bush afirma: si la ONU no aprueba el ataque a Irak, la ONU es irrelevante.
La declaración es realmente significativa, explica bien la situación actual de sumisión real-relevancia formal (en ocasiones ni eso) que tiene la Organización de las Naciones Unidas. Sólo obedeciendo a Washington alcanza la ONU esa relevancia aparente que tan bien sirve al discurso "democrático" que en nombre de la "comunidad internacional" lanzan los EEUU. La expresión máxima de esa "subordinación con relevancia plena" la dará el filofascista Berlusconi: "la bandera estadounidense no sólo representa a un país, sino que es símbolo de libertad y democracia por todo el mundo".
Con confianza absoluta de que dos afirmaciones extremadamente contradictorias y colocadas en primer plano simultáneamente, no representan ningún problema para el sistema de propaganda que constituye el conjunto de los medios de comunicación –Falsimedia-, Bush justifica esa exigencia de vasallaje total enfatizando la importancia de las resoluciones internacionales: "¿Deben aplicarse las resoluciones del Consejo de Seguridad o pueden dejarse de lado sin consecuencias? ¿Honrará la ONU los objetivos de sus fundadores o serán irrelevantes?". Toda la asamblea piensa en Israel y en su aliado-protector los EEUU, pero casi nadie objetará el resumen de Kofi Annan: el discurso del presidente estadounidense, George W. Bush, ante la Asamblea General de la ONU, "unificó a la comunidad internacional", informó el premio Nobel de la Paz y añadió: "casi todos los que hablaron ante la Asamblea General apremiaron a Irak a aceptar el retorno de los inspectores."
Inmediatamente después de estas declaraciones Irak hace pública ante el Secretario General de la ONU su decisión de aceptar la entrada en el país y el trabajo del equipo de inspectores de la Unmovic sin condición ni limitación alguna. A partir de ese momento los EEUU cambian radicalmente su exigencia. Ahora expresan su profunda incomodidad por ese acatamiento de Irak y su decisión de exigir una nueva resolución del Consejo de Seguridad que incorpore la autorización de inmediatas y automáticas acciones militares si Irak pone dificultades a las inspecciones. Washington quiere tener las manos libres para "evaluar" por si mismo los incumplimientos y lanzar, sin más preámbulos, el ataque que tiene previsto, planificado y casi preparado el Pentágono.
El cinismo de nuestros autores no tiene límites.

Una fórmula mágica
El tránsito desde la exigencia de que Irak autorice la entrada del equipo de inspección bajo la amenaza de acción militar inmediata, al desprecio del cumplimiento de esta "exigencia internacional" lo proporciona una fórmula mágica que repiten todos los autores de este libro que se está escribiendo en los medios de comunicación y en algunos documentos oficiales.
Bush, Rumsfeld y todos los demás –incluidos Blair y Aznar- la han repetido con exactitud de aprendizaje o imitación, a pesar de su cuidada ambigüedad: "no se trata de una cuestión de inspección de armas, sino de desarme". Otra vez la misma intención que ocultan los medios: ninguna valoración internacional sobre el cumplimiento de las resoluciones de la ONU condiciona la política de los EEUU, en este caso la guerra con Irak para conseguir la implantación de un régimen satélite de Washington..

El tremendo desprecio de los redactores de este "Mein kampf" colectivo del que estamos hablando, por las Naciones Unidas y, consecuentemente, por todas sus naciones separadas, no ha sido protestado por los aliados europeos. De hecho Blair, Aznar y Berlusconi les han seguido el juego con entusiasmo. La denuncia más clara desde sectores del establishment ha venido de algunos parlamentarios demócratas como el senador Dick Durbin. 'El presidente dijo que, si la ONU quería mantener su influencia, debía actuar. La ONU ha respondido y parece que ya se han registrado importantes movimientos. Pero ahora el Gobierno nos dice que el mensaje de Bush no era ése y que no nos importa lo que haga la ONU, porque, de todas formas, iremos a la guerra', comentó el senador.

La avanzadilla Rumsfeld
El Secretario de Defensa, Rumsfeld, ha actuado de precursor de este nuevo modelo para una estrategia imperial expansionista. Donald ha preconizado la utilización de "nuevos modos de pensamiento".
Los comienzos han sido muy alentadores en relación con esa novedad exigida: 'La ausencia de pruebas no prueba la ausencia' ha dicho Rumsfeld en relación con la necesidad de probar los cargos que van a provocar una guerra contra Irak. (El País 22 sep)
Pero esa afirmación no es ni un trabalenguas ni una broma inapropiada en asuntos tan serios, ni mucho menos una prueba de imbecilidad. En realidad alerta sobre un riesgo extremadamente grave para el mundo en tanto refleja la filosofía agresiva, la fuerte determinación y el talante jactancioso del gobierno de los EEUU. Para ellos bastan las sospechas en ese afán meticuloso de guerrear contra todas las resistencias. El fervor guerrero fue muy bien definido por el secretario de Defensa: "poder disuadir y vencer a adversarios que todavía ni siquiera nos han retado".
En realidad Rumsfeld parece empeñado en poner en práctica una guerra permanente que reclame enormes inversiones en defensa. En una entrevista realizada por Thom Shanker en el New York Times a principios de septiembre el secretario de Defensa afirmaba su responsabilidad en convencer a la opinión pública de esa necesidad de una guerra larga en un país que debe mantenerse en una situación de permanente tensión bélica, en "alerta durante 24 horas".
Rumsfeld es uno de los máximos impulsores de la llamada "filosofía fundacionista" que se atribuye la "misión histórica" de la creación de un nuevo sistema de relaciones internacionales basado en el predominio indiscutido, y no sometido a las leyes internacionales, de los Estados Unidos. Para Rumsfeld, además, el agente impulsor del nuevo sistema imperial es la guerra. De ahí el tratamiento claramente especulativo que le da a las amenazas cuando exige de los expertos civiles y militares del Pentágono una efervescencia de ideas en la anticipación de amenazas que sean capaces de llegar hasta lo inconcebible.
Al secretario de Defensa le ha salido un poco sorprendente aliado en Kissinger quien desde The Washington Post ha demandado que se dé por terminado el respeto a la soberanía de los estados y que se asuma "sin complejos" la jefatura de un imperio mundial.

Es precisamente ese escenario de la "guerra larga" lanzada al amparo de una "inmensa ventaja militar" contra enemigos que "todavía no nos han retado" el que está en su mente cuando postula que el pueblo de los EEUU "debe aprender a vivir en este nuevo mundo".

En este contexto de guerra necesaria, interminable, y contra cualquier enemigo probable o improbable, definido no por su peligrosidad sino por su resistencia a acatar la autoridad soberana del Imperio, por su negativa al expolio, por su antipatía por los EEUU o por ostentar el control de materias primas "vitales" para el mantenimiento del "modo de vida" norteamericano, el escándalo de Rumsfeld por la amenaza de las supuestas armas de destrucción masiva iraquíes es una anécdota sin más importancia que la de una cortina de humo para los medios y una coartada para los políticos serviles.

"Nosotros somos Dios"

Todas las alarmas sobre el comportamiento internacional de los EEUU, todos los análisis sobre la aparición fulgurante de un poder imperial no sujeto a norma alguna, todas las afirmaciones sobre su política deliberada de liquidación del derecho internacional, se han visto confirmados por la publicación de un documento fundamental, firmado por el presidente Bush y entregado al Congreso de los EEUU. Su título es: "La nueva estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos", y su objetivo establecer los nuevos principios e instrumentos de la política exterior y militar de Washington. Y lo hace sin tapujos. Cuesta trabajo creer, como han filtrado algunos portavoces de la administración norteamericana, que han sido suprimidos los "pasajes más arrogantes" en consideración a la sensibilidad de los países amigos. Más bien parece lo contrario: en primer lugar los EEUU han proclamado su hegemonía y su decidida voluntad de ejercerla por encima de consideraciones morales y jurídicas, y, secundariamente, han incidido con brutalidad premeditada para doblegar definitivamente la resistencia de algunos miembros del Consejo de Seguridad que se oponían a su proyectado ataque a Irak.
La "doctrina Bush" contenida en el documento –al margen de diferencias formales de lenguaje- puede competir en brutalidad sustancial y en expresión de un poder que se apoya deliberadamente en la fuerza y en la superioridad militar, con la doctrina nazi. No iba nada descaminada la ministra alemana de Justicia, Herta Daeubler-Gmelin, cuando comparó al presidente norteamericano con Hitler. Las afinidades son asombrosas una vez que sustituimos los conceptos de espacio vital (Lebensraum) y superioridad racial de los nazis, por los mucho menos llamativos de "intereses de los EEUU" y "extensión por el mundo de la libertad económica y del modelo de mercado". En ambos casos se justifican ataques armados, genocidios, expolios y conquistas. Y es precisamente en la justificación del uso de la fuerza, en su prioridad absoluta como instrumento para el gobierno del mundo, en la conciencia y el anuncio expreso de que la enorme superioridad militar frente a todos se mantendrá a toda costa, y en las modalidades del empleo de la violencia, en donde Bush no tiene nada que aprender de predecesores imperiales aparentemente más "ilustres".
Como si lo hicieran de un ser supremo, los EEUU proclaman su omnipotencia eterna, su posesión de la verdad, su providencia sobre el mundo, la absoluta prioridad del orden divino, su absoluta indiferencia ante los "intereses humanos", y el carácter implacable de "su justicia".

La fuerza
Los EEUU expresan su superioridad como "inmensa ventaja militar" y declaran su propósito de no permitir que esta superioridad se reduzca. La supremacía militar frente a todos y frente a cualquiera será mantenida a toda costa. Este propósito, primario, se declara sin ambigüedad alguna: "el presidente no tiene ninguna intención de permitir que algún poder extranjero alcance la enorme delantera que Estados Unidos ha logrado desde la caída de la Unión Soviética hace más de una década... Nuestras fuerzas serán lo suficientemente fuertes para disuadir a potenciales adversarios de promover una acumulación militar con la esperanza de superar, o igualar, el poder de Estados Unidos".
En la expresión más concreta del mantenimiento de la superioridad, los EEUU pasan de la "no proliferación nuclear" -que era, en cierto modo, una limitación voluntaria que contaba con ciertas contrapartidas: la promesa de las potencias nucleares de no utilizar armas nucleares contra aquellas que no lo son (compromiso que han roto expresamente en el último año los EEUU)- y de los tratados de prohibición de armas químicas y biológicas, a la "contraproliferación" aplicada a todas las armas de destrucción masiva. La interpretación de todo esto no deja lugar a dudas: los EEUU proclaman su derecho exclusivo al desarrollo, fabricación y utilización de todo tipo de armas: nucleares, químicas, bacteriológicas. El mismo día en que se publicaba el documento sobre la "Nueva Estrategia de Seguridad", los EEUU aplazaban por segunda vez las discusiones sobre la Convención de Armas Biológicas cuyas medidas de verificación llevan negociándose desde hace siete años.

Los métodos y las razones
Los EEUU proclaman su derecho exclusivo a lanzar ataques preventivos y de hacerlo al margen o en contra de las resoluciones de instituciones internacionales. En realidad los ataques preventivos –la expresión más clara de la guerra de agresión- contradicen abiertamente los principios de las Naciones Unidas, que a partir de la proclamación de la estrategia imperial y de su acatamiento silencioso pasan a ser un instrumento de consenso y disciplina internacional bajo órdenes de Washington.
Los Estados Unidos, que ya habían proclamado su derecho a guerrear "sin autorización del Consejo de Seguridad pero en defensa de los principios de ONU", extienden su soberanía universal hasta el "derecho" a hacer la guerra "sin autorización del Consejo de Seguridad y en contra de los principios fundamentales de la carta de las Naciones Unidas",
"No dudaremos en actuar solos, si es necesario, para ejercer nuestro derecho a la autodefensa con una operación preventiva... incluso si hay dudas sobre el lugar y el momento del ataque enemigo".
Eso sí, el cinismo aparece de nuevo para hacer disimulable el ultraje. Washington promete utilizar una "fuerza medida" y actuar en defensa de una "causa justa". Además afirma que "las naciones no deben utilizar la prevención como pretexto para la agresión" en un párrafo que tanto puede interpretarse como una afirmación de las buenas intenciones de "sus" guerras preventivas, como una prohibición para que los demás no sigan su ejemplo.
El motivo para que los EEUU utilicen su inmensa superioridad militar, incluidas las armas de destrucción masiva si lo consideran necesario, es de su incumbencia exclusiva. Haremos la guerra –dice Bush- cuando lo aconsejen los "intereses de los EEUU".
Los EEUU están por encima de las instituciones internacionales e incluso de los grandes tratados generales. Sus mejores aliados se supone que también, con la venia naturalmente. No así el resto de los estados.


La superioridad racial que "justificaba" la política expansionista del III Reich reaparece aquí en la versión reaganiana de desprecio a la pobreza interpretada como fracaso. Los EEUU –dice el manual de la doctrina Bush- están amenazados por los "estados fracasados" y por "tecnologías catastróficas en manos de unos pocos amargados".
El carácter expansionista que los nazis proclamaban con su "espacio vital" es ahora manifestado con el propósito de extender la globalización capitalista neoliberal a todos los países del mundo: "trabajaremos activamente para llevar la esperanza de la democracia, el desarrollo, los mercados libres y el libre comercio a toda esquina del mundo", "la estrategia de seguridad se basará en un internacionalismo típicamente americano que refleja la unión de nuestros valores y nuestros intereses nacionales".

La impunidad
Los EEUU grandes promotores de tribunales internacionales ad hoc para juzgar a sus enemigos, -el tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY) es su paradigma- no se someten a ninguna jurisdicción internacional.
El documento no deja lugar a dudas sobre ese privilegio jurisdiccional que sitúa en la impunidad a los genocidios, crímenes de guerra y delitos contra la Humanidad cometidos por las autoridades y los militares de los EEUU.
"Tomaremos todas las medidas necesarias para asegurarnos de que nuestros esfuerzos para lograr nuestros propósitos de seguridad global no se verán perjudicados por potenciales investigaciones, escrutinios y acusaciones por parte del Tribunal Penal Internacional, cuya jurisdicción no se extiende a los norteamericanos".