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La lucha continúa

ARGENTINA:
EL ARGENTINAZO: APUNTES PARA LA MILITANCIA.

Escribe Fernando Ramón Bossi.

Introducción

Las jornadas del 19 y 20 de diciembre fueron la culminación de una etapa de luchas del pueblo argentino y, seguramente, el comienzo de una nueva.
La "pueblada" -que contó con nuevos protagonistas que hasta el momento sólo se habían pronunciado tímidamente-, ya se venía anunciando a través de la resistencia de los sectores populares más golpeados por el modelo neoliberal: cortes de ruta, "piquetes", movilizaciones, tomas de lugares de trabajo, paros y otras formas de protesta se venían sucediendo e incrementando aceleradamente. La novedad -y por lo tanto la contundencia de la rebelión- fue dada por la presencia, "en las calles", del conjunto del pueblo argentino: asalariados, profesionales, amas de casa, estudiantes, jubilados, comerciantes, desocupados, cuentapropistas, etc. Hasta el momento, la resistencia se circunscribía a sectores específicos de la sociedad, el 19 y 20 de diciembre se pronunció el pueblo a secas, contra el gobierno y los políticos corruptos.
Es por eso que creemos que no corresponde hablar de: "por fin el pueblo argentino salió de su letargo" o de "el despertar de los argentinos". La irrupción de nuevos actores a la lucha popular no quita que ésta se venía realizando desde tiempo atrás. Lo que cambió el Argentinazo fue la correlación de fuerzas y la impronta que aportó un sector social que hasta el momento mantenía una actitud de crítica pasiva. El "santiaguenazo", las puebladas del interior del país, los cortes de rutas, marchas y paros, el voto protesta de las últimas elecciones, como asimismo la masiva participación en la consulta organizada por el Frente contra la Pobreza, han sido los antecedentes concretos que se cristalizaron en las jornadas del 19 y 20 de diciembre. La "gente" nuevamente volvió a ser y a sentirse Pueblo, protagonista y soberano. Cualitativamente y cuantitativamente las fuerzas populares avanzaron en forma significativa.
Si bien podemos afirmar que el detonante inmediato del estallido fueron las últimas medidas tomadas por el ex ministro Domingo Cavallo -quien tuvo la "virtud" de unir en su contra a todo el pueblo-, también es dable destacar que la ciudadanía se pronunció categóricamente por la clausura de un modelo político de hambre, entrega y corrupción.
Desde la muerte del Presidente Juan Domingo Perón en 1974, hasta la fecha, sucesivos gobiernos, dictatoriales o "democráticos", se empeñaron con dedicación digna de mejor causa y por medio del modelo neoliberal, a destruir al país y a hacer padecer al pueblo en beneficio de la oligarquía nativa y el capital extranjero. En la hora actual, y tras el "Argentinazo", una inmensa mayoría de argentinos nos hemos pronunciamos para decir ¡Basta! a este modelo de sumisión.

Análisis de los hechos y el discurso del sistema

No se puede comprender las jornadas del 19 y 20 de diciembre si no se analiza globalmente los acontecimientos. Sin los saqueos del miércoles 19 -que mostró con toda crudeza la realidad que sufren miles de compatriotas-, no hubiera sucedido el "cacerolazo" y la movilización espontánea a Plaza de Mayo la noche del 19/20, luego que el Presidente pronunciara su lamentable discurso. Como asimismo, sin esa movilización y la lucha callejera tampoco hubiera renunciado Domingo Cavallo y Fernando De la Rúa. Ante la falta de respuesta y el cansancio que genera un gobierno que sólo responde a los intereses del gran capital, el pueblo "tomó la calle" hasta hacer caer a los responsables inmediatos de la crisis. El costo: decenas de muertos, cientos de heridos graves y miles de contusos y lesionados.
La sucesión de los hechos de protesta vividos durante las jornadas -saqueos, "cacerolazo", movilización y "ganar la calle"-, deben ser analizados sin obviar su interrelación. No como capítulos aislados, sino como partes de un mismo hecho. El común denominador de las jornadas fue la lucha del pueblo argentino contra la política de ajuste neoliberal y el gobierno que las implementa.
Ante esta situación -excluidos saqueando supermercados y ciudadanos de clase media tocando bocinazos o golpeando cacerolas-, el discurso del sistema lanza una ofensiva disolvente: una cosa es la "gente" que se movilizó pacíficamente la noche del 19/20 a la Plaza de Mayo y otra cosa son los "delincuentes" que asaltaron los comercios durante la mañana y la tarde de ese miércoles 19. Una periodista considerada "seria" por los medios de comunicación masiva, Magdalena Ruiz Guiñazú, en Radio Mitre, advertía con vehemencia que no había que confundir "la actitud responsable demostrada por la clase media y media alta la noche del cacerolazo, con los militantes y activistas violentos, y que no se los mencione más como muchachos, sino como simples vándalos" -dado que el "movilero", con quien estaba conversando la periodista, había comentado que veía a muchos muchachos que estaban siendo reprimidos salvajemente por la policía. También otros periodistas, analistas y "opinadores" plantearon que "nadie, por más hambre que tenga, si es decente, se moviliza para asaltar un supermercado", o que "los saqueadores son todos delincuentes y deben ir presos".
Sería absurdo no plantear aquí que en los hechos ocurridos no estuvieron presentes delincuentes y provocadores; pero más absurdo sería plantear que los protagonistas fundamentales de las jornadas vividas no fueron los hambrientos y el pueblo empobrecido. La intencionalidad del discurso oficial es buscar fricciones entre los perjudicados por el modelo, dividir el bloque popular que gestó la caída del gobierno y privar al pueblo del análisis correcto de lo sucedido. La responsabilidad por los muertos y los heridos -siguiendo la línea de pensamiento propuesta por los voceros del sistema- no sería de las fuerzas represivas y el gobierno, sino de los delincuentes, activistas y militantes populares.

Sobre los militantes populares, la delincuencia común y los provocadores.

En principio es hora que el pueblo sepa distinguir fehacientemente entre lo que son los militantes populares, los provocadores y los delincuentes comunes. Tanto unos como los otros estuvieron presentes en las jornadas del 19 y 20 de diciembre, quedando a las claras demostrado quiénes están del lado del pueblo y quienes no. La demonización de las palabras militante y activista debe ser combatida por todas las organizaciones políticas, gremiales y sociales que luchan por una sociedad más justa.
Quienes estuvimos presentes en esta pueblada, como en otras, sabemos positivamente que los servicios de seguridad y las fuerzas represivas no sólo actúan en forma descubierta, sino también en forma encubierta. Haciéndose pasar por militantes populares, los provocadores se infiltran en las filas del pueblo y señalan, para que sean reprimidos, a aquellos que más dinámica le imprimen al movimiento de masas. Otras veces actúan directamente como sicarios, simples asesinos que se escudan en el anonimato. Confundir a los provocadores con los militantes populares es una aberración y es deber de todos hacer que estos personajes al servicio de la represión sean condenados y repudiados por toda la sociedad.
También es necesario señalar que tanto en los saqueos como en las barricadas hubo delincuentes comunes, aquellos que sólo aprovecharon el momento de confusión para sacar provecho propio. Si hay delincuentes y corruptos en la Casa de Gobierno, entre los empresarios, los banqueros, los administradores de justicia, la policía, los militares, los religiosos, los periodistas, etcétera ¿cómo no van a existir también en el seno del pueblo? La obligación de los sectores populares será apartar "la paja del trigo" e impedir que la delincuencia común empañe la legítima resistencia popular. Las palabras militante y activista las han demonizado de tal manera que muchas veces se la pretende asociar a la de delincuentes comunes.
Ahora, ¿cuál fue la actitud de los militantes y activistas populares durante las históricas jornadas? Sin duda la de ser protagonistas de los hechos, abanderados en la lucha, defensores de los intereses del pueblo. ¿Cómo se puede concebir que aquellos que dedican desinteresadamente parte de su vida a la lucha por la justicia social, la solidaridad, los derechos humanos y la liberación no estuvieran presentes cuando el pueblo en su conjunto se pone de pié? ¿dónde está lo malo en la participación activa de estos militantes? Gran parte del éxito de la Patriada se debe también a la presencia de compañeros y compañeras que supieron volcar lo mejor de sí y enfrentar los gases, las balas y los garrotazos de la policía. ¿Cuántos militantes, sin banderías partidistas, se vieron en las calles, junto a su pueblo, frenando las embestidas salvajes de las fuerzas represivas? Muchos y en horabuena.
Sin la presencia de esos activistas probablemente los muertos hubieran sido cientos, ya que de no estar en esos momentos los militantes que imprimían serenidad y seguridad, ayudando a los "inexperimentados" a protegerse, retirarse a tiempo y avanzar organizadamente, hoy estaríamos lamentando una matanza aún mayor. Esperemos que el ejemplo de nuestros militantes populares contagie al resto de los jóvenes argentinos y veamos incrementada su participación en las organizaciones legítimas del pueblo -sindicales, políticas, estudiantiles, de derechos humanos, etcétera-.

Algunas enseñanzas del 19 y 20 de diciembre

Si hay algo que no se puede soslayar en la pueblada fue el espíritu patriótico que acompañó todo el tiempo al pueblo en lucha. La consigna más entonada fue: "¡Argentina, Argentina! Otro canto: el Himno Nacional. Un emblema: la bandera celeste y blanca. También es fundamental destacar el repudio a los políticos corruptos, tanto radicales como peronistas y frepasistas, un rechazo masivo a la partidocracia y un llamado a la recuperación de la soberanía popular. Como dijimos anteriormente, la palabra Pueblo sepultó el anodino término "la gente", acuñado por los políticos "aggiornados". Como asimismo la palabra Patria, en contraposición a la entrega, el FMI y las multinacionales, suplantó al término "país", tan usado por los personeros de la globalización neoliberal.
Patria y Pueblo fueron los sujetos centrales del Argentinazo. La cuestión de la Independencia, la Soberanía Popular y la Justicia Social nuevamente están en el tapete. Los argentinos deberemos aprovechar esta ofensiva porque el enemigo del Pueblo y de la Patria no está vencido, sino que comienza a mostrar signos de debilidad y agotamiento.

No dejemos que los corruptos nos roben lo que conquistamos en la calle.


El discurso de asunción del nuevo presidente, el justicialista Adolfo Rodríguez Saá, dejó a las claras que el espíritu del 19 y 20 de diciembre está presente. El actual partido de gobierno sabe perfectamente de su corresponsabilidad del estado actual en que se encuentra la Argentina. Se están moviendo con "pié de plomo".
Pero el Pueblo no se debe dejar engañar, el discurso presidencial no es el discurso del Partido Justicialista (que desde Menen en adelante asumió la política neoliberal), sino que es el discurso que esgrimen hoy los justicialistas para diferenciarse de la Alianza que fue expulsada del gobierno por el pueblo en la calle.
Los argentinos deberemos estar atentos y vigilantes y exigiendo con firmeza el cumplimiento prometido de no pago de la deuda externa, la implementación de un millón de puestos de trabajo y la transparencia de la gestión.
Asimismo deberemos desenmascarar la nueva trampa que pretende burlar la voluntad popular en las próximas elecciones a través de la Ley de Lemas.
La puja entre empresas norteamericanas y las compañías europeas que se quedaron con las empresas nacionales privatizadas, es una clave para entender ciertas actitudes de los actuales gobernantes, como también las disputas entre los capitalistas industriales y el mundo de las finanzas en el propio Imperio.
La "sobredosis de neoliberalismo" que sufrió la Argentina -como bien dijo el comandante Hugo Chávez, nos ha llevado al infierno. En honor a nuestros compatriotas caídos deberemos redoblar esfuerzos, no estar desprevenidos, siempre dispuestos a la lucha y uniendo voluntades para construir un poderoso Frente Nacional de Liberación que nos lleve a tener una Patria Justa, Libre y Soberana.

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