VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Argentina: La Lucha continúa

25 de julio del 2002

Eva Perón falleció hace medio siglo, el 26 de julio de 1952, a los 33 años

Una mujer imposible
José Steinsleger
La Jornada

Hija "natural". Entonces "rencorosa", analiza el sicólogo. Pobre. Entonces "envidiosa", medita el filósofo. Sin formación y con pretensiones de "actriz". Entonces "ignorante", vocifera el intelectual. Rebelde. Entonces "resentida", matiza el sociólogo. Que se acostó con varios hombres. Entonces "puta", sanciona el obispo. ¿Y que-qué...? ¿Que se casó con el coronel? Entonces "trepadora", documenta el historiador.
Sicólogos, sociólogos, intelectuales, filósofos, politólogos e historiadores alzan la copa. Mujer al fin... ¿qué puede esperarse de una dama con tales atributos? Y cuando entró al ruedo de la política mostró su perfil "autoritario". Es decir, "fascista". Aspectos que cierto modo de entender la historia propone inflar, pues de lo contrario habría que hablar de cuando compró armas en Europa para organizar milicias obreras cuando el ejército y la oligarquía intentaron el primer golpe contra Perón (1951).
Niña aún (16 años), Evita llegó a Buenos Aires en un tren que la rescató de un paraje perdido de la pampa. Una maleta liviana de cartón era todo su equipaje. El primer día miró en derredor y en carta a su madre dio claras muestras de su vocación "populista": "Querida mamá: bueno, por fin estoy aquí, en esta ciudad tan grande que no es como yo había imaginado. Por sus barrios de miseria, sus calles, sus casas. Se ve aquí también, como allá en Junín, hay ricos y pobres; pero más pobres que ricos, y eso da tristeza".
La niña no se deslumbró con la rica Argentina agroexportadora y "visible" de la que habló Eduardo Mallea en Historia de una pasión argentina. Le impactó la "invisible" que en su libro el escritor metafísico describió de oídas.
Diez años más tarde, el 17 de octubre de 1945, un mar de obreros y de peones del campo marcharon sobre la capital exigiendo la liberación de Perón, detenido en una prisión militar. Aquel día un chofer de taxi denunció a un grupo de universitarios que su pasajera era Eva Duarte. Los chicos cultos escupieron y golpearon su cara.
"Por cada golpe -recordó Evita- me parecía morir y sin embargo a cada golpe me sentía nacer. Algo rudo pero al mismo tiempo inefable fue aquel bautismo de dolor que me purificó de toda duda y de toda cobardía." Sin haber leído a Simone de Beauvoir, en fracciones de segundo supo del odio de género y de clase, del que ya conocía algo: "¿Qué clase de actriz sos que ni siquiera tenés un amigo que te pague los trapos?", le espetó el director de una compañía.
Eva Duarte conoció a Juan Domingo Perón durante un acto en el estadio del Luna Park, destinado a recaudar fondos para los damnificados del terremoto de San Juan (1944). Al entrar con una amiga, el poeta tanguero Homero Manzi les señaló dos butacas "... que están allá, en el centro. Son las únicas vacías". En una estaba el coronel. Las miradas se cruzaron y un nuevo terremoto partió en dos la historia política de los argentinos.
¿Cómo se distribuyeron los "roles" en la histórica pareja? Perón fue un estratega y un conductor del naciente movimiento de masas: amigo de sus amigos, racionalista, maquiavélico, conciliador, afable. Evita, quien lo adoraba compulsivamente, tenía no obstante su estilo:
"Cuando Perón se desinfla yo lo levanto con una patada en las bolas". Pero un dirigente sindical la recuerda como una persona insegura en su lenguaje, del que desconfiaba hasta el punto de repetir cada dos frases: "¿Se entiende lo que quiero decir?"
Preocupada por los problemas de la mujer, logró que se anulara del Código Civil la calificación de "hijos adulterinos", "hijos sacrílegos" e "hijos putativos" (que hasta entonces figuraba en el acta de nacimiento) y sentó las bases para que dos años después el gobierno peronista estableciese el divorcio vincular. Dijo Evita en La razón de mi vida: "Todo, absolutamente todo en este mundo contemporáneo ha sido hecho según la medida del hombre. Nosotras estamos ausentes en los parlamentos. En las organizaciones internacionales. No estamos ni en el Vaticano ni en el Kremlin. Ni en los Estados mayores de los imperialismos. Ni en las 'comisiones de energía atómica'. Ni en la masonería ni en las sociedades secretas. No estamos en ninguno de los grandes centros que constituyen un poder en el mundo".
El 23 de septiembre de 1947, ante una multitud entusiasta convocada por la Confederación General del Trabajo (CGT), Evita presentó la ley que concedía a la mujer el derecho al voto. Desde principios de siglo iniciativas similares venían de fracaso en fracaso.
Ante los ojos vigilantes de la Iglesia, los senadores y diputados peronistas, mayoría en ambas cámaras, dieron vueltas y revueltas, luciéndose con extensas filípicas acerca del asunto. Hasta que un día Evita entró con una silla al recinto parlamentario, tomó asiento con discreción y se puso a oír el debate. Los congresistas enmudecieron, mirándose entre sí. Ella preguntó: "¿Molesto?" La ley fue aprobada. En el congreso de 1953, 23 diputadas y seis senadoras ocuparon sus bancas.