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Argentina: La lucha continúa

CORRIDA CONTRA LA MONEDA BRASILEÑA ANTE EL TEMOR DE QUE NO HAYA AYUDA DEL FMI


Argentina ya se siente más acompañada La postura dura de las autoridades financieras estadounidenses promete provocar mayores estragos en la región. La corrida de ayer contra el real irradió la sensación de que la crisis arrastrará a todo el Cono Sur. La huida en masa de los capitales, en países con recesión o sin ella, dejó al desnudo las debilidades del modelo neoliberal.
Fernando Henrique Cardoso, presidente de Brasil, y un fantasma que parece haber llegado para acecharlo hasta el fin de su mandato.


Por Claudio Zlotnik


Para los brasileños, el feliz momento por el Mundial de fútbol ganado va quedando como un recuerdo cada vez más lejano. La sensación de que Brasil, como ocurrió con la Argentina, sería abandonado a su suerte por el Fondo Monetario y los Estados Unidos aceleró la corrida financiera en el país vecino, y el real se devaluó a su mínimo histórico: 3,18 por dólar. Sólo una fuerte intervención del Banco Central, por unos 150 millones de dólares, logró que resurgiera del piso de 3,29 que tocó hacia el final de la tarde. El riesgo país también fue record, al trepar 10 por ciento y quedar en 2193 puntos. El rally alcista de la moneda estadounidense, que el pasado viernes había cerrado a 3,01 reales, ocurrió como reacción a las últimas declaraciones de Paul O’Neill, el polémico secretario del Tesoro americano, quien el fin de semana condicionó nueva ayuda financiera a la Argentina, Uruguay y Brasil a que ese dinero "no se vaya del país hacia cuentas en bancos suizos". Esta sugerencia, que fue interpretada por los financistas como que Estados Unidos le estaba soltando la mano a Brasil en momentos en que se especulaba con un nuevo paquete del FMI, también desencadenó un incidente diplomático entre ambos países: el gobierno de Fernando Henrique Cardoso le pidió explicaciones a la embajadora estadounidense en Brasilia (ver aparte).
El desplome de ayer del real se inscribe en un proceso de caída libre de la moneda brasileña. En marzo, la cotización se ubicaba en 2,30 unidades por dólar, lo que implica que en cuatro meses la depreciación del real ya alcanzó al 28 por ciento. Esta situación se está dando en el marco de un escenario electoral y de las expectativas crecientes de que el socio en el Mercosur caerá en cesación de pagos de su deuda en caso de que el Fondo se resista a otorgar una ayuda excepcional.
En este contexto de incertidumbre, los dichos de O’Neill agitaron los fantasmas que sobrevuelan la región: que la actual administración estadounidense no está dispuesta a rescatar a los países que dejaron crecer su deuda con la complicidad de los voraces financistas que acumularon en sus carteras bonos que les rindieron jugosas rentas. El aparente bochazo de O’Neill a prestar más dinero a Brasil pareció hacer evidente que la Argentina no será un caso aislado. Y que el socio mayor del Mercosur se encamina a vivir su propio infierno. La otra pregunta que cabría formularse en estos momentos es si una quiebra de Brasil pondría bajo tela de juicio al sistema de flotación cambiaria, el modelo que está recomendando el FMI.
En San Pablo descontaban que la inminente visita de O’Neill abriría las puertas a un nuevo desembolso del Fondo por 10.000 millones de dólares. Un mes atrás, Brasil recibió un socorro por ese monto, pero la imparable devaluación del real avivó las especulaciones sobre la posibilidad de una nueva ayuda que el gobierno brasileño no apaciguó.
En el último año, el Banco Central de Brasil perdió 12.200 millones de dólares de sus reservas para contener el tipo de cambio. Pero no tuvo éxito. Más de 2000 millones fueron utilizados este mes, y sólo el socorro del FMI logró maquillar semejante dispendio.
Para los financistas, el recorrido económico de Brasil es un espejo del argentino. Durante el gobierno de la Alianza, la creciente desconfianza impulsó una irrefrenable salida de capitales que fue paralizando a la economía. En el caso argentino, ese drenaje desembocó en el colapso de la convertibilidad, una fuerte devaluación y el default de la deuda. En Brasil se nota la depreciación de la moneda, y los financistas ya se preguntan cuándo llegará el momento de la declaración de la moratoria. Antes que suceda, los inversores huyen en manada rematando sus posiciones en títulos de la deuda y se cubren comprando divisas. Mientras tanto, la economía real también se va resintiendo, con la producción industrial mostrando caídas mes tras mes. En lo que queda del año, Cardoso debe pagar 68 mil millones de reales en vencimientos de la deuda interna. Pero no es todo: si se toma en cuenta la deuda externa, el pasivo brasileño suma 337.000 millones de dólares, equivalente al 78 por ciento del Producto Bruto. Como la mayor parte de la deuda está atada a la evolución del dólar y a la inflación, a Brasil se le complicará el escenario en caso de que el real siga derrapando y esa devaluación se traslade a los precios. Si continúa esta tendencia, el gobierno se le tornará imposible cumplir con los vencimientos de la deuda.
En este clima explosivo, el gobierno y el Banco Central salieron ayer a atemperar los ánimos prometiendo un rápido acuerdo con el Fondo. "Hemos intensificado y acelerado nuestras conversaciones. No tengo dudas de que llegaremos a un entendimiento en breve", dijo el ministro de Hacienda, Pedro Malan, a la cadena de televisión Globonews. Poco después de que cerraran los mercados, el gobierno anunció que hoy mismo viajará una misión rumbo a Washington para negociar cara a cara con el Fondo. "El FMI aplaude la determinación de las autoridades y esperamos mantener discusiones productivas con el grupo de funcionarios", respondió el Fondo en una declaración escrita.
Pero más allá de los testimonios formales, en Brasil temen que ya sea demasiado tarde para calmar las cosas. Y que las turbulencias se trasladen al sistema financiero en los próximos días, quebrando la valla más importante con la que aún cuenta el vecino: los depósitos bancarios. También hay opiniones negativas sobre el comportamiento que mostrarán los cada vez más conservadores inversores internacionales, temerosos también de un crac bursátil en los Estados Unidos.
Según los analistas, la situación política brasileña empantana la cuestión económica. "Será muy difícil cortar la espiral de desconfianza", opinó, en diálogo con Página/12, Arturo Porzecanski, experto en mercados emergentes del ABN Amro Bank de Nueva York. Se refería al otro fantasma de los financistas: que Lula da Silva gane las elecciones de octubre. Para colmo, quien aparece disputándole el triunfo es otro indeseado por el establishment financiero: Ciro Gomes (Partido Popular Brasileño). Ambos candidatos se negaron un par de semanas atrás a refrendar una Carta de (buena) Intención con el Fondo Monetario, actitud que alteró a los financistas