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Argentina: La lucha continúa


La nota censurada de Diego Tatian

Argenpress.info

El director periodístico del diario 'La Voz del Interior', Carlos Jornet, un diario que pertenece a 'Clarín', 'La Nación' y a un grupo español, se negó a publicar la habitual columna del periodista y filósofo Diego Tatián. ARGENPRESS.info reproduce textualmente esa página censurada. .
Cuando una experiencia popular que disloca el tiempo profano de la rutina política se desvanece o se apaga, es engullida por el poder de lo viejo, las costumbres, los miedos, la resignación y la ideología como un fulgor repentino que no ha dejado estela, pareciera que sólo tuvo lugar para acumular más derrota en la derrota. .
A casi un año de los episodios de diciembre último, no se ha ido nadie, se han quedado todos, y entre ellos aventajan los peores. Serán votados nuevamente. Más aún, si una 'nueva política' ha logrado abrirse paso o se halla en ciernes, nada tiene que ver con un protagonismo del campo popular, ni con un reencantamiento del espacio público que haya logrado trocar la apatía del interés privado por una nueva efervescencia social y un deseo de otros. Este entusiasmo parece ya anacrónico. Antes bien, la política como controversia de ideas es brutalmente desplazada por el modelo de la empresa y la ideología administrativa que no es siquiera una política de lo posible sino una política de lo real; la realidad como política. Empresarios que aducen probada capacidad de gestión irrumpen como alternativa y nuevos depositarios de la confianza pública, tantas veces dañada. La historia avanza por el lado malo, decía Marx. .
La más reciente publicidad de una empresa universitaria del medio, sugiere que los responsables del descalabro nacional obtuvieron su formación en universidades públicas, con lo que se deja clara la ecuación entre Universidad pública y desastre; una cosa -es el núcleo del mensaje - equivale a la otra. El relato publicitario concluye con un final propositivo, que enuncia la consigna 'formando líderes'. .
La palabra líder deriva del inglés leader, aunque tal vez toda la potencialidad semántica del concepto es connotada por el término alemán Führer, pues recoge con precisión -en el registro político al menos- todos los implícitos de la idea que invoca. .
En efecto, el vocablo líder resulta central en el léxico empresarial -que hoy se busca extender a la totalidad del espacio público-; tanto en el sentido de competir y aventajar ('empresas líderes' son las que lo logran), como en la manera de concebir la organización interna de una comunidad de trabajo en la que se promueve el liderazgo y la competencia por el liderazgo con un dispositivo de estímulos, incentivaciones, castigos y premios que establecen la lógica a la que son reducidas las relaciones sociales allí existentes. .
El gran implícito que la noción de líder comporta sería la creencia en que la 'formación' y la 'capacitación' de quienes acceden a ellas -por dinero, pertenencia de clase o inversión para la conquista del mercado laboral que según esta perspectiva incluye a la política misma- dotan de lo necesario para conducir a quienes, en cambio, han quedado a la vera de esa 'formación'. .
Y por tanto permanecen incapaces e incapacitados -esta vez por falta de dinero o, según la retórica del grupo dominante, de voluntad, inteligencia, decisión y mérito- de conducirse a sí mismos y de intervenir en la discusión sobre el país que queremos. .
Aunque si bien se mira la idea de líder, conductor, caudillo o cualquiera de sus variantes, nunca ha estado ausente en la pequeña historia que nos ha traído hasta aquí, y ha sido tal vez lo que ha bloqueado la emergencia de una cultura política deliberativa y participativa; de un espacio cívico abierto y expansivo en el que la construcción de ciudadanía impida en su mero ejercicio las condiciones de posibilidad del Führer. Una ciudadanía que no sucumba a la superstición de creer que el saber técnico de los capacitados -por lo demás bastante presunto- puede por sí mismo llevar hacia alguna parte; una ciudadanía, en fin, formada por trabajadores, estudiantes, cartoneros, comerciantes, docentes, artesanos, plomeros, intelectuales, electricistas, médicos, que asuma la responsabilidad política de interrogarse cuál es la mejor manera de vivir aquí y cuáles los mejores medios de lograrla. .
En un pasaje de 'El Estado y la revolución' -cuya inactualidad, anacronía e inverosimilitud lo dotan paradójicamente de una extraña potencia crítica-, escribió Lenin hace muchos años -siglos más bien- que el Estado debía ser administrado por las criadas y los cocineros. .
Según entiendo, se trata de una magnífica metáfora que evoca una democracia radical aún inexplorada, por lo demás completamente contradictoria con la idea -leninista por cierto- de Partido en cuanto alma iluminada del movimiento, vanguardia, en suma, líder. .
La encrucijada de una política 'nueva' tiene a mi modo de ver estas opciones. O bien la sociedad se concibe a sí misma en clave empresarial, al espacio público según estándares privados y adopta la 'formación de líderes' como destino político, o bien tiende a desplazar el perímetro de una experiencia cívica cuyo surgimiento no tiene la forma de una línea recta -como no lo tiene la memoria, el deseo o la indignación-, una experiencia cada vez más inclusiva y capaz de desmoronar la megalomanía (cultural, económica, social) que tanta frustración ha provocado y sigue provocando entre los argentinos. ¿Ha llegado el tiempo de preferir y construir una cultura de la pobreza contra el imaginario de país-potencia que tuvo por efecto tanta miseria y tanta aspiración estropeada? .
Una cultura de la pobreza es quizás la opción real de una sociedad que toma nota de sus condiciones de existencia, abjura de todo delirio de grandeza, descree de líderes que promueven ese delirio en provecho propio, y construye la vida colectiva de modo tal que nadie sobre. Contra líderes, una conciencia de autogestión que multiplique las iniciativas de solidaridad, la formación de un espacio ciudadano que procure pensar otra cosa y empezar a balbucear una lengua distinta bajo la convicción de que las palabras de orden que se habían impuesto hasta aquí ya no permiten comprender ni comprendernos. .
Y en esa encrucijada, la Universidad pública -uno de los únicos espacios que han quedado sin privatizar en la Argentina- deberá asumir un protagonismo relevante. Ante todo resistir en su condición de tal para proteger al saber de su mercantilización absoluta, generar esa otra lengua con la que abrir lo real, producir nuevos relatos que desnaturalicen el poder establecido, urdir una imaginación política que desplace el límite de lo posible. Ser la caja de herramientas de una sociedad que se conciba y construya de otro modo. .