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Argentina: La lucha continúa

10 de octubre del 2002

Por qué estamos en contra del modelo transgénico
De granero del mundo a "Republiqueta sojera"

El modelo agroexportador argentino

En Argentina se producen 70 millones de toneladas de cereales, y más de 90 millones de toneladas de productos agrícolas por año. Si bien somos un país eminentemente agropecuario, las características del modelo productivo hacen que hoy gran parte de nuestra población no pueda cubrir sus necesidades alimenticias básicas.
Esta paradoja se explica por el modelo agroalimentario implantado al amparo de los procesos de globalización neoliberal. Se trata de un modelo dominado por las grandes empresas transnacionales y las tecnologías que ellos controlan: los supermercados en la distribución final de alimentos, la gran industria alimentaria, la industria semillera y de agrotóxicos, y el capital financiero concentrado (pool de siembra). Un modelo que produce materias primas (commodities) para la exportación, y no alimentos en cantidad y calidad suficientes para nuestra población, obligando a la importación de alimentos de todo tipo que antes producían nuestros productores rurales. Un modelo que produce a gran escala, con "ahorro" de mano de obra, donde el capital financiero (fondos de inversión) arrienda las tierras de los productores explotándolas en función del máximo beneficio, degradando el medioambiente y comprometiendo su capacidad productiva futura. Un modelo que ya ha expulsado más 200.000 agricultores, trabajadores rurales y sus familias. Un modelo que, en definitiva, impulsa una agricultura industrial "sin agricultores"; que convierte un recurso renovable como el suelo, en un recurso no renovable o altamente degradado en su estructura físico-química y en su diversidad biológica. Una agricultura que es sólo un paso de mediación en la reproducción del capital financiero, el cual invierte en el recurso tierra extrayéndole todo su potencial rentable hasta agotarlo; expulsa a los agricultores, y se va hacia nuevos destinos más lucrativos, dejando un desierto a sus espaldas.

La concentración de la tierra y la expulsión de campesinos.

El avance de los cultivos orientados al mercado internacional impulsó la expansión de la frontera agropecuaria. Por un lado, se destinaron a la producción tierras que no eran de uso agrícola, deforestando bosques y selvas nativos, como las yungas. Esta incorporación de nuevas tierras para la agroexportación produce conflictos con los campesinos que trabajan y ocupan legítimamente esas tierras, con las comunidades de los pueblos originarios (ocupantes ancestrales de esos espacios), generando también un profundo deterioro ambiental en algunos casos irreversible.
Por otro lado, hacia el interior de las explotaciones agrícolas, se desplazaron tanto los cultivos tradicionales destinados al consumo interno del país como la explotación ganadera -por la reducción del número de cabezas de ganado y la implementación de engorde a corral (feed lot). Como consecuencia se redujo la variedad de productos y el empleo de trabajadores rurales. A través de estos mecanismos, en los últimos años se ha producido una "contra reforma agraria" que ha concentrado la propiedad de la tierra en pocas manos: las unidades de producción familiar y/o campesina, como así también las unidades chacareras, han disminuido su presencia entre el 25 y el 35 por ciento. De esta forma aumenta la fuerza de los actores más poderosos y se extranjeriza gran parte de la propiedad rural.
El monocultivo de soja y el control de las multinacionales sobre la producción
El modelo agropecuario actual se basó desde un inicio en la producción de soja transgénica. En nuestro país casi el 100% de los cultivos de soja son transgénicos, es decir, genéticamente manipulada para resistir el agroquímico (Round Up Ready) que produce Monsanto, la misma multinacional que tiene el derecho de propiedad sobre la semilla. La semilla patentada por Monsanto más los insumos necesarios que también provee esta empresa, conforman un paquete tecnológico que aumenta la dependencia de los agricultores con respecto a estas compañías. Este control de los insumos agrícolas disminuye la capacidad de decisión de los pequeños productores y campesinos en la elección de producir soja transgénica o zapallo, maíz, maní, lenteja, etc; producir con agrotóxicos nocivos para la salud y al ambiente o producir con los saberes campesinos, indígenas, aplicando tecnologías libre de agrotóxicos y transgénicos, como la agricultura orgánica o la agroecología plantean; producir granos para el ganado del primer mundo o producir para alimentar a los pueblos. Lamentablemente, los agricultores cada vez tienen menos poder de decisión sobre qué producir, cómo producir y para quién producir.
El modelo de la soja es un claro ejemplo del avance de las transnacionales por el monopolio del comercio y la privatización de materiales genéticos que son patrimonio de la humanidad y por ende, no apropiables en forma privada. En pocos años el capitalismo avanzó hacia el manejo casi total del principal insumo de la producción agropecuaria: la semilla. De las siete mil empresas que en los '80 controlaban la producción de semillas en el mundo, actualmente, sólo alrededor de veinte dominan el 50% de ese mercado a escala mundial.
La "solución" del gobierno y las grandes empresas al problema del hambre
En la Argentina de hoy 6 millones de personas, un cuarto de la población urbana, se halla por debajo de la línea de indigencia, esto es, no tienen ingresos suficientes para alimentarse adecuadamente. Frente a esta situación, los grandes productores de soja proponen repartir las sobras del modelo: soja transgénica forrajera para consumo animal. Con la excusa del hambre, los impulsores de la campaña "Soja solidaria" buscan legitimarse ante la sociedad como "socialmente responsables" al donar el 1 por mil de su producción (30 mil toneladas por año). Sin embargo, en sus comunicados internos colocan como objetivo general de esta campaña "Incorporar la soja como un nuevo hábito en el consumo de alimentos para la población" (documento de AAPRESID, Asociación Argentina de Productores de Siembra Directa). Con esta declaración queda claro que el fin de esta campaña no es terminar con el hambre sino "abrir nuevos mercados" para sus productos; no es lograr la autonomía alimentaria de la población sino atar al país al monocultivo sojero tanto en la producción como en el consumo, instalando definitivamente a la Argentina como "republiqueta sojera".
También hay que señalar que a nivel nutricional, la soja no es la maravilla que pretende vendernos esa campaña. Como expresó el Foro de Nutricionistas (Foro para un Plan de Alimentación y Nutrición, con el auspicio de UNICEF) en Julio de 2002, que a partir de la convocatoria del gobierno nacional reunió a especialistas de distintas instituciones (FAO; UNICEF; Universidades Nacionales; Poder Legislativo; Ministerios de Salud; Ministerio de Desarrollo Social; Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología; Ministerio de Economía, Ministerio de la Producción; INTA, Programa Social Agropecuario, Sociedad Argentina de Pediatría, Minifundio, hospitales, laboratorios, Asociación Bonaerense de Dietistas y Nutricionistas, Asociación de Ayuda Materna, Caritas, PAMI, CESNI, Iram, y otros): "En cuanto al uso de la Soja, se recomienda puntualizar cuál es su real valor nutricional, su uso adecuado como complementación en el marco de una alimentación variada y completa, y la recomendación de no denominar a la bebida obtenida de la soja (jugo) como "leche" [leche de soja], pues no la sustituye de ninguna manera. (...) es deficitaria en muchos nutrientes, y por su alto contenido de fitatos interfiere en la absorción del hierro y del zinc; tampoco es una buena fuente de calcio. (...) La utilización de soja debe contemplar el impacto ambiental y social, los requerimientos de capacitación para su adecuada utilización, la dificultad de su incorporación en el contexto de la cultura alimentaria y las consideraciones nutricionales que desaconsejan el uso en niños menores de 5 años y especialmente en menores de 2 años". Este extracto muestra que, incluso entre quienes no critican el modelo agropecuario hegemónico, se cuestiona el uso de la soja como solución al problema de la alimentación.
Frente a las propuestas "solidarias" de llevar el monocultivo de la producción al "monoconsumo" en la alimentación existen alternativas que hacen hincapié en la diversidad nutricional y cultural que ha caracterizado tradicionalmente a la Argentina. Contra los embates del modelo transgénico se presentan hoy iniciativas que rescatan desde las formas tradicionales de producción, la autosuficiencia alimentaria en tanto derecho para mantener y desarrollar la propia capacidad para producir alimentos básicos.
FORO DE LA TIERRA Y LA ALIMENTACIÓN
Octubre de 2002