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Medio Oriente

17 de agosto del 2003

Africa ¿huérfana de una Europa ampliada?


El Corresponsal de Medio Oriente y Africa
La ampliación de la Unión Europa con la adhesión de al menos diez nuevos países ¿llevará a la Unión a modificar por completo su política de cooperación al desarrollo? Los nuevos integrantes, que no son, en su mayoría, tan desarrollados, ¿no van a cambiar la tendencia en su beneficio y en detrimento de los países de la Comunidad Africana hasta ahora considerados como los "socios tradicionales" de la vieja Europa?

Del Atlántico a los Urales...

A partir de la caída del Muro de Berlín, los países en desarrollo sintieron que el viento soplaba más en favor de los países del Este. Tanto es así que desde el principio de los años noventa, se establecieron varios programas para apoyar la recuperación de las economías y sociedades de Europa del este y central, que concentraron fondos cada vez más importantes.

Al abrirse a la democracia y al mercado, los Países de Europa Central y Oriental (PECO), inmediatamente, se hicieron de mejores oportunidades para atraer la mayor cantidad posible de inversiones productivas hacia sus economías ya próximas a las normas estándar, tanto más al ser naturalmente europeos. Es esto y también las ayudas recibidas lo que permitió a países como Polonia, la República Checa, Hungría, Estonia, Letonia, Lituania, Eslovaquia, Eslovenia (y también Chipre y Malta) ser hoy los muy próximos miembros de la Unión Europea, debido a los progresos que realizaron rápidamente para ajustar sus economías a los criterios de adhesión.

La cuestión que se plantea de repente consiste en saber si estos mismos países no serán reticentes a participar financieramente en la política europea de cooperación al desarrollo, a apoyar la lucha de otras naciones contra la pobreza y para el desarrollo. No hay que olvidar que la mayoría no tiene una verdadera tradición de ayuda al desarrollo y que tendrá mucho que hacer para resolver su propio retraso.

Al adherir a la Unión Europea, estos países están en la obligación de someterse a todas sus obligaciones, a aceptar los "acervos comunitarios" de los cuales forma parte la cláusula de la participación en la financiación de la ayuda al desarrollo. A priori, se podría considerar que con la ampliación de la Unión, el volumen de la ayuda europea va a ser aritméticamente más importante, que el décimo fondo europeo de desarrollo será más consistente que el noveno.

En realidad, los diez nuevos tienen muy poca cosa que poner en la cesta, teniendo en cuenta sus insuficiencias presupuestarias y su escasa voluntad y posibilidad de ayudar a terceras naciones. Y lo que más temen los países de la ACP es que las inversiones directas, apoyos y subvenciones que seguirán masivamente tomando la dirección de estos nuevos miembros de la Comunidad Europea, para la continuación de su necesaria reconversión, adaptación y renacimiento económicos y políticos, se traduzca en una reducción más drástica de la ayuda al desarrollo.

En los países de la Comunidad Africana, los temores con relación a la ampliación de la Unión Europea no se detienen allí. Se vinculan también con los riesgos de la competencia, sin una medida común, con las industrias de estos nuevos países europeos, tanto en sus propios mercados como en los de la UE. Los próximos acuerdos de libre comercio entre los espacios UE y ACP no arreglarán las cosas, según el análisis de los observadores.

¿Y que será del flujo migratorio de los países del Sur hacia la UE? Tenderán seguramente a ser potencialmente más importantes. Pero, las entradas en el espacio europeo estarán aún más limitadas a los no nacionales, ya que los europeos serán autosuficientes para satisfacer las necesidades del mercado de mano de obra, en todas las categorías y competencias.

La eliminación de la emigración del Sur hacia Europa se traduciría, de hecho, en el marchitamiento de las transferencias financieras de los trabajadores emigrados hacia sus países de origen. Ahora bien, estas transferencias son, en muchos países receptores, más consistentes que las inversiones privadas internas.

Ciertamente, numerosas voces autorizadas se elevan para sostener que la cooperación al desarrollo, incluida como un acervo comunitario intangible, no debería verse comprometida por la ampliación de la UE. Uno de sus principales argumentos es que el acuerdo de Viena aboga por la perpetuidad de los fondos actualmente disponibles y por la promoción de la sensibilización de las poblaciones de Europa central y del este, en cuanto a la ayuda al desarrollo y de solidaridad con el Sur en los temas mundiales.

Tanto mejor. Pero, la ayuda al desarrollo no fue hasta aquí, y nunca lo será, la panacea. Si sirvió para la supervivencia de los países pobres en situaciones de crisis aguda, aún no les permitió sentar bases sólidas de crecimiento y desarrollo económico y social. Para alcanzar este objetivo, ellos necesitan la cooperación internacional, sobre todo, europea, pero con la condición de que ésta no tenga cualquier formato, sino el que se inscribe en el espíritu y la lógica de la Nepad. Es decir, en una asociación que valore los medios y potencialidades sectorialmente puestos en común, en interés de cada una de las partes involucradas.

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