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Medio Oriente

24 de agosto del 2003

Diario de los internacionalistas en Palestina - 23 de agosto
El ejército israelí dispara a un joven en la ciudad de Nablús

Lidón Soriano
Especial para Rebelión
Os escribo desde Balata, uno de los campos de refugiados de Nablús, probablemente el más grande de Cisjordania.

Con unos 35.000 refugiados, venidos de diferentes ciudades de la Palestina robada por la ONU para crear el cáncer que es, hoy en día, el estado de Israel.

Estos dos días han sido realmente terribles. Anteayer fuimos al pueblecito cerca de Tulkarem donde iban a derribar unos edificios. Llegamos cuando la demolición ya había comenzado. Era realmente dantesco. Habían llegado unos 200 soldados, 20 bulldozers y 8 gruas. Iban a demoler 15 casas familiares y un polígono industrial con 60 almacenes comerciales.

Toda la zona estaba acordonada y no se podía pasar, pero los lugareños nos llevaron atravesando huertos hasta una zona donde había menos control militar. Y por ahí nos pudimos colar.

No sabíamos qué hacer. Los bulldozers estaban en acción, las mujeres por los alrededores con los niñ@s en brazos llorando. Gesticulando y gritando, tanto con sus voces como con su silencio, su rabia e impotencia. Los hombres llebavan a cabo una actividad frenética. Tenían que salvar todo lo posible de sus almacenes, antes de que les llegaa un turno que, además, nadie sabía cuándo sería.

Sin acabar de destruir la primera casa empezaron con la segunda, separadas tan solo por un gran almacen de barrasde aluminio. El hijo de los dueños de la primera casa se casaba ese mismo día.

El espectaculo era terrible. Qué rapidez qué eficacia para deshacer lo que tanto tiempo y esfuerzo ha costado construir.

La razon de estas demoliciones era, una vez más, el maldito muro de la vergüenza. Como ya sabréis, el muro lo han construido por dentro de la green line (las fronteras establecidas en el 48), con lo que les han robado, nuevamente, un porcentaje importante de tierras.

En esta zona, el muro ha dividido al pueblo dejando a parte del mismo fuera de la muralla y no contentos con eso, toda esa zona (unos 500m. a partir del muro) la tienen que dejar "limpia" para poder construirse una autopista por la que circular con sus flamantes coches.

Y nosotros allí, sin saber qué hacer, sintiendo y compartiendo la rabia, la impotencia, el dolor, la sin razón de ese acto cruel e inhumano.

Finalmente decidimos hablar con los soldados y decirles que habíamos ido hasta allí para ayudar a los palestinos a sacar toda su mercancía. Y empezamos a cargar camiones. No conseguimos parar las demoliciones, nos sentíamos inútiles. Pero después vimos el buen trato de la gente y entendimos que simplemente compartiendo sus sufrimientos y su esfuerzo, y mostrándoles que no están solos, todos acabamos sintiéndonos mejor.

Fue muy duro. Desde las 8 de la mañana hasta las cinco de la tarde. Bajo un sol de justicia, trabajando sin parar y sometidos a un bombardeo de estímulos: el ruido de los bulldozers a dos metros, las gruas, el polvo, los gritos de la gente, sus carreras, sus colores, sus miradas. Las paredes de las casas derrumbándose, los cristales rompiéndose, los materiales de los almacenes cyendo estrepitosamente... Sólo en una mañana destruyeron dos casas y treinta almacenes.

Volvimos agotados fisica y mentalmente. Conseguimos pasar el chekpoint después de llorarle a un soldado retrasado mental (con todos mis respetos para los retrasados mentales). Y caímos derrotados sobre las colchonetas sobre las que dormimos.

Ayer nos dijeron que de momento se paralizaban las demoliciones. Así que nos fue muy bien para descansar un poco.

A la una del mediodia viajamos a Nablús, pues se había preparado una manifestación para hoy en la que nuestra misión consistía en proteger a los palestinos, rodeándolos en forma de cadena humana.

Llegamos al campo de refugiados de Balata, a las afueras de Nablús, después de un viaje de espanto. Casi dos horas atravesando subiendo y bajando por caminos como en una gran montaña rusa. Nos quedamos allí a hacer noche. Con todo el que hablábamos o había estado en la cárcel o le habían matado a un familiar o su hermano se había inmolado en Israel, era realmente increible.

Esta mañana hemos ido a Nablús. Estaban en toque de queda. Mientras íbamos hacia el hotel nos hemos encontrado con varios militares. Qué ironía, tanto armamento y tanta protección y qué pánico tienen.

En uno de esos encuentros, los militares -que iban a ocupar una casa- no nos dejaban pasar.

Decidimos cambiar la ruta y dejar allí observadores. Estábamos en el centro de la calle y desde una ventana una chica nos ha contado su historia en voz baja.

Resulta que su tío y otras dos personas, se habían encerrado en un supermercado cuando llegaron los soldados, y ahora temían por sus vidas. Si a los soldados les daba por entrar en los locales, los matarían. Esa tiendita estaba a escasos veinte metros del portal donde habían entrado los soldados.

Por una ventana interior les han avisado de que estábamos fuera. En un momento en que los soldados estaban todos dentro del edificio, hemos llamado a la puerta y han salido. El tío era un hombre mayor, cieguito, además estaba una niña asustadísima y un hombre que ha salido disparado.

Estábamos pidiendo a los soldados que dejaran salir a la familia, cuando de repente un bombazo terrible. Habían "abierto" otro piso.

Al llegar al hotel hemos hecho grupos para salir de patrulla. Mi grupo está con los servicios médicos. Nuestra labor es acompañar a los voluntarios sanitarios a patrullar por la ciudad para ayudar a la gente con problemas de medicinas, material médico o lo que haga falta.

Primero hemos ido a un piso ocupado a llevar comida para los niñ@s, pues hacía tres días que no podian salir. Los soldados nos han dejado subir. Un tanque ha pasado a nuestra espalda, sembrándolo todo de humo y terror.

Disparos, bombazos, militares asustados gritándonos, sol, carreras, tensión. Los chavales en aprovisionándose de "municion" (o sea, piedras) por si pasaba alguna patrulla. Puro surrealismo.

Despues hemos ido a otra casa. Allí una mujer tenía una brecha en la cabeza. En otra vivienda había un chaval al que habían operado de una rotura del tendón de aquiles hacia dos semanas, y todavía no le había visto nadie. Le hemos quitado los puntos y la cura ha quedado bien. Sonreía en mi interior, al recordar todo el protocolo de asepsia y desinfección que tenemos en los hospitales y ver cómo estaba trabajando allí: encima de un cojín roñoso, sin guantes, con unas pinzas de depilar medio oxidadas y una gillete partida en dos como bisturí, (sigo sonriendo).

Después hemos acompañado a dos niños con fiebre hasta las ambulancias y más tarde a una madre con dos hijos con problemas respiratorios.

A las cuatro nos han avisado de que iban a levantar el toque de queda hasta las diez de la noche... La gente decía que era mala señal porque eso quiere decir que después viene un toque de queda muy largo.

Camino del hotel hemos comprobado que aunque habían levantado el toque de queda, los militares todavía mantenían cortadas algunas calles. Estábamos con los servicios médicos y a 15 metros de donde nos encontrábamos el ejército ha pegado un tiro a un chico de unos 25 años.

Hemos salido disparados hacia el chaval y hacia los soldados, sin ser conscientes del peligro. Le hemos subido en una ambulancia y se lo han llevado.

Nos sentimos desbordad@s.

Y la gente sigue tirando piedras contra balas. Tirando su rabia, tirando su deseperación, resistiendo.

¡Hasta la victoria siempre!