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Medio Oriente

7 de mayo del 2003
Zambia y la ayuda alimentaria de Estados Unidos

Ni Mendigos ni sibaritas

Cidaf
Muchos se han escandalizado ante la reciente decisión del gobierno de Zambia de rechazar la ayuda alimentaria ofrecida por los Estados Unidos. La prensa desaprobó esta decisión y no podía comprender que un país, cuya población corría el peligro de enfrentarse a una hambruna, se mostrase tan refinado en el momento de aceptar la ayuda que se le ofrecía. En realidad, de los muchos artículos que he leído, pocos hablan de las verdaderas razones que han empujado a Zambia a esa opción negativa y por tanto, difícil y peligrosa. Muchos autores han preferido señalar que Zambia había rechazado esa ayuda porque el gobierno de los Estados Unidos no garantizaba que ese maíz no había sido genéticamente modificado (GM). Esos autores indicaban que las autoridades zambianas advertían que no se habían realizado suficientes estudios sobre los productos alimenticios genéticamente modificados. Nadie conoce los efectos nocivos a largo plazo que pueden producir esos productos sobre los consumidores. Pero el gobierno americano replicó diciendo que los americanos los consumían todos los días sin que por ello se sientan peor. Un ingenuo funcionario americano habría añadido que, al fin y al cabo, a los mendigos no les queda más remedio.

Esta última frase revela, como muchos sospechan, lo que se esconde detrás de la insistencia americana en ofrecer cereales GM a Zambia y a otros países africanos. Entre 1994 y 2000, el 30% de las 500.000 toneladas de maíz y derivados, dadas por los Estados Unidos eran excedentes de sus reservas de cereales GM. Zambia y muchos otros países, que podían haber aceptado, han preferido rechazar la importación a su región de cosechas GM, ante el gran desconcierto de la industria agrícola americana.

El Centro de reflexión teológica, que dirigen los jesuitas en Lusaka, señala que los dos peligros principales que presentan los organismos genéticamente modificados (OGM) son: la posible amenaza para la salud de los consumidores y el riesgo que corren las infraestructuras de la agricultura en Zambia.

Con relación al primer peligro: nadie sabe cuáles son, a largo plazo los efectos de los OGM sobre la salud. No se ha estudiado la cuestión a fondo.

Con relación al segundo peligro, existen otros problemas futuros que no son menos importantes: riesgo de que disminuya la producción, uso intensivo de herbicidas, rendimiento irregular, y reducción de los beneficios de los pequeños agricultores. Hay que tener también en cuenta que los productos zambianos: flores, frutos, verduras, tabaco, café y otros podrían ver que se impide su entrada en los mercados europeos. En 1999-2000, Zambia exportó a Europa más de 8.400 toneladas de productos diversos, por un valor de 62,6 millones de dólares. Si esos productos se contaminan por polinización cruzada con las especies GM, Europa, hostil a todo el sistema GM, podría rechazar los productos zambianos.

Según algunos, ello lleva a los Estados Unidos a multiplicar sus exportaciones de productos GM a países que no pueden prácticamente rechazarlos. Ya que los Estados Unidos no pueden entrar en el mercado europeo por la puerta principal, buscan entrar por la puerta trasera, sirviéndose de los países pobres que necesitan la ayuda. La Biowatch sudafricana afirma sin rodeos: Se trata a África como si fuese el cubo de la basura del mundo... Ofrecerle alimentos y semillas no verificadas suficientemente no es un acto de bondad humanitaria sino un propósito de encerrar a África en una mayor dependencia de la ayuda exterior.

En teoría, al menos, los organismos productores de simientes GM podrían reclamar sus casi derechos de autor sobre los productos GM nacidos por polinización en campos vecinos de los agricultores tradicionales. Los campesinos que conservan simientes para el próximo año, podrían verse perseguidos por plagio. Se podría temer también que las compañías biotecnológicas introduzcan en sus simientes gérmenes exterminadores para evitar que los pequeños campesinos puedan sembrar el siguiente año. Esos campesinos dependerían entonces totalmente de las grandes compañías que controlan los precios de las simientes.

Y, por si esto fuese poco, los OGM podrían originar problemas al medio ambiente. Se ha constatado ya, en ciertos casos, la destrucción del medio ambiente y la existencia de desequilibrios biológicos: sirva de ejemplo el caso de la mariposa Monarca. Se señala también la resistencia adquirida por ciertos insectos contra los pesticidas, la contaminación de plantas salvajes cercanas a ciertas plantas domésticas, una mayor utilización de productos químicos, una menor biodiversidad y ciertas mutaciones que podrían ser nocivas.

Pero algunos claman: ¡el pueblo está hambriento! ¿Tiene el gobierno de Zambia derecho a cerrar los ojos? ¿ No existen otras posibilidades? La verdadera contestación es sí. Bastaría con moler los granos GM de manera que no puedan emplearse más que en la alimentación y no en la agricultura. Pero ésta es una solución muy cara y los Estados Unidos se niegan a pagar la factura. Es una solución pero también un peligro. Si el molino se encuentra en el país que recibe, algunos granos quedarían inevitablemente, accidental o deliberadamente, sin moler. Otra solución, la preferida, de hecho, por el Programa Mundial para la Alimentación (PAM): que los Estados Unidos den dinero y no cereales GM. El PAM podría entonces comprar los abundantes excedentes de cereales no GM, que se encuentran en algunos países vecinos, eliminando el problema de los OGM y ayudando a las pobres economías de esos países vendedores. Pero los Estados Unidos han rechazado esta solución, logísticamente más sencilla y lógicamente más práctica.

Debemos felicitar a Zambia por su valiente actitud. Esa decisión es fruto de una madura reflexión que ha sabido resistir a fuertes presiones. Zambia envió a Estados Unidos y a Europa una delegación de científicos y políticos nacionales para estudiar el problema. Empobrecida por un sistema económico internacional, muchas veces, injusto, Zambia ha optado por su dignidad. Esperemos que su ejemplo dé ánimos a otros países que encuentran las mismas dificultades. No han escogido entre el hambre y alimentos contaminantes; lo que estaba en juego era mucho más que eso: su rechazo a jugar el papel de víctimas impotentes ha mostrado al mundo que no son mendigos, sino seres humanos que tienen su propia dignidad
Phil Reed,
Misionero de África.
Abril 2003