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Medio Oriente

5 de diciembre del 2003

Palestina
Los 'Acuerdos de Ginebra': Más allá del tiempo y del espacio

Roni Ben Efrat
CSCAweb
Traducción: Loles Oliván

"Los Acuerdos de Ginebra serán rechazados no por lo que incluyen u omiten sino también por otra razón: para que la confianza deba desarrollarse entre los dos pueblos, la izquierda israelí tendrá que renunciar a la supremacía de Israel. Tendrá que dejar de ver Oriente Medio a través del prisma del imperialismo estadounidense. Necesitará mirar más bien por el prisma de las fuerzas internacionales que se oponen al imperialismo."

S
in representar a ninguna institución oficial, palestinos próximos a la Autoridad Palestina (AP) y miembros de la izquierda israelí han firmado un plan detallado para un acuerdo de paz. [el gobierno de] Suiza ha financiado la iniciativa, cuyo resultado se ha dado a conocer como "Acuerdos de Ginebra" [1].

La principal figura por la parte israelí es Yossi Beilin [2], antiguo dirigente de peso del Partido Laborista y arquitecto de los Acuerdos de Oslo. Su contraparte palestina es Yaser Abed Rabo, el ex ministro de Información de la AP. El nuevo acuerdo sitúa ante los dos pueblos, por primera vez, una idea del precio aproximado que cada uno debería pagar para alcanzar un acuerdo de paz con el que la otra parte podría ser persuadida para que viviera en el futuro. Rompe tabúes: muy pocos israelíes hablan públicamente, en detalle, sobre dividir Jerusalén; muy pocos palestinas adoptan un documento que, de hecho, anula el Derecho al Retorno de los refugiados. Sus defensores esgrimen que el acuerdo quiebra el mito de que Israel "no tiene interlocutor" con el que negociar.

Tales afirmaciones, debemos entender, son cuestionables. El único cambio definitivo es este: la izquierda sionista -que 11 años atrás se situó a la sombra del Partido Laborista, atrayendo a los palestinos hasta la trampa de Oslo- ha tomado finalmente una posición independiente, más radical que nunca, mostrando lo lejos que está su voluntad de alcanzar un futuro acuerdo con los palestinos. En lo que respecta los Acuerdos, debemos centrarnos en dos preguntas:

¿hasta dónde de lejos exactamente están dispuestos a llegar los firmantes?, ¿cuál es la relevancia del documento?

Abrirse paso en tres frentes

1. Territorio.
Aparentemente, la parte israelí ha accedido al principio de no apropiarse de territorio [palestino], aunque lo ha hecho a cambio de otra cosa; esto es: ha adoptado el principio de que por cada acre que Israel se anexe más allá de las fronteras del 4 de junio de 1967 [fecha del inicio de la Guerra de los Seis Días tras la cual Israel ocupó Gaza, Cisjordania y los Altos del Golán], compensará a los palestinos con un acre de otra parte del territorio israelí.

Las tierras anexadas por Israel serán algunas [donde se ubican] asentamientos judíos. En total, supondrá el 2,5% de Cisjordania.

2. Jerusalén. Las partes han adoptado el principio de que las zonas árabes pasarían a estar bajo soberanía palestina y las judías bajo soberanía israelí. En la Ciudad Antigua, el Barrio Judío y el Muro Occidental pasaría a ser parte de Israel; las otras terceras partes [serían] de Palestina, sujetas a la dependencia de observadores internacionales.

3. Refugiados.
Los palestinos no han renunciado explícitamente al Derecho al Retorno. No se les ha pedido que lo hagan. Los Acuerdos estipulan, sin embargo, poner fin a todas las reclamaciones del pasado. Disponen que el número de refugiados a los que se permitirá que retornen dependerá de la decisión de Israel.

Esto puede parecer prometedor pero hay una reflexión que no podemos evitar plantear: ¿quién es esa gente que habla como "la parte israelí" en estas "negociaciones"?, ¿es la izquierda? Seguramente, la izquierda debería de ser la aliada de los palestinos, trabajar con ellos para cambiar la realidad actual. Pero esa gente, hay que recordarlo, es la izquierda sionista (un contrasentido).

La superioridad israelí como axioma

Los Acuerdos toman la superioridad israelí como un axioma. Ello se refleja, por ejemplo, en el hecho de que los asentamientos próximos a Jerusalén, incluidos los barrios judíos construidos después de 1967, serán reconocidos como parte de Israel, y, de igual modo, el Bloque de Etzion entre Jerusalén y Hebrón. ¿Por qué (sobre la base de qué principio) la Colina Francesa (el primer barrio [judío] creado en Jerusalén después de 1967) o Ma'aleh Adumin (un suburbio de Jerusalén en Cisjordania) deben de ser anexionadas a Israel? Como en el caso de los asentamientos de Ariel y Kieyat Arba, aquellos también están ubicados en tierras que Israel conquistó; son igualmente "hechos" que Israel "ha creado". ¿Por qué la izquierda -incluso la izquierda sionista- parte desde una posición que acepta tales "hechos"?

O por tomar otro ejemplo: [El Estado de] Palestina no tendrá ejército. Su seguridad dependerá de fuerzas masivas internacionales, confiando, esto es, en la amabilidad extranjera. En la mente de la izquierda sionista negociadora estaba lejos consentir paridad alguna [con los palestinos] en este punto.

Hablando de paridad, los Acuerdos de Ginebra no hacen mención a la disparidad económica entre Israel y Palestina o entre Israel y el extenso Mundo Árabe. Esta disparidad será el factor central en el próximo enfrentamiento entre los que tienen y los que no tienen, y en el que Israel quedará expuesto como una anómala extensión del primer mundo en medio del tercero. ¡Por algo la izquierda sionista quiere una Palestina desmilitarizada!

En la actual realidad geopolítica de Oriente Próximo, la Palestina de los Acuerdos de Ginebra será un pobre y dependiente pollo sin alas. Lo que Yaffa es a Tel Aviv.

Los dividendos políticos de la izquierda sionista

Nuestra principal crítica a los Acuerdos de Ginebra tiene que ver, no obstante, no con sus contenidos sino con el contexto en que han sido publicados. Carecen de total relación con el tiempo y el espacio. Sus portavoces admiten que el documento está incompleto -por ejemplo no contiene nada sobre agua o economía- porque había "una urgente necesidad de publicarlo". La urgencia deriva de los dividendos políticos que sus arquitectos esperan obtener, dado el vacío dejado por la dimisión de Abu Mazen la desintegración de facto de la "Hoja de Ruta" [3]. El vacío sitúa a Israel hoy en día en uno de sus peores y más inquietantes momentos. La aventura de EEUU en Iraq no ha funcionado. La apuesta de Israel por George W. Bush únicamente ha incrementado su aislamiento. Carece del concepto de la orientación política. Los golpes que atesta contra los palestinos parecen cada vez más fútiles, meros puntapiés resultado de la frustración. La economía está atrofiada: la gente se hunde en el desempleo mientras se cortan las prestaciones sociales. Ariel Sharon todavía tiene apoyo público pero su gobierno ha perdido su posición moral tanto en relación con los palestinos como con sus propios ciudadanos. Incluso el Jefe de las Fuerzas Armadas [israelíes], Moshe Ya'alon, ha criticado al gobierno (el 29 de octubre) por apretar las tuercas a los palestinos con tanta intensidad para conducirlos al caos.

En medio de este vacío aparece la izquierda sionista con un plan virtual. Si tuvieran una oportunidad en esta realidad actual, bienvenidos. Si sus firmantes lo presentasen como un programa básico para [la creación de] un futuro partido socialdemócrata -han estado hablando de ello durante casi un año sin haber sido capaces de crearlo-, entonces, doblemente bienvenidos. Sería su derecho decir a los votantes cómo consideran ellos que el conflicto debe resolverse. Entonces podrían poner el programa a prueba en las urnas.

En lugar de eso, dan una vuelta de campana sin meter un dedo en el fango de la realidad. En resumen, más que una propuesta posible de llevarse a cabo, la aparición del documento en este momento tiene toda la pinta de ser una maniobra publicitaria.

Los Acuerdos de Ginebra presentan supuestamente a cada parte un punto de vista realista sobre lo que costará la paz, pero sus efectos más bien ofuscan la realidad:

1. En el lado palestino: ¿alguien con quien hablar?

La AP se columpia en el vacío. El 4 de noviembre, Ahamad Qura', Abu Ala, decidirá si continua en su puesto. A menos que Arafat le de suficiente control de las fuerzas de seguridad, y a menos que Israel contenga sus ataques contra los palestinos, probablemente abandonará. Es un secreto a voces que el resto del gabinete pude dimitir en bloque, pasando la bola a los ocupantes.

El 18 de octubre apareció [publicado] en Miftah (Iniciativa Palestina para la Promoción del Diálogo Global y la Democracia) un artículo poco frecuente titulado "Caos" que incluía las siguientes palabras: "En lugar de desmantelar la ocupación, estamos desmantelando nuestras instituciones, nuestro pueblo. Al final, acabaremos con un pueblo fragmentado sin ley ni orden pero todavía dispuesto a resistir. En otras palabras, caos". El artículo critica a Arafat por su falta de voluntad para pasar su poder a terceros. Tales críticas siempre se han mantenido en voz baja en medios privados; nunca en un texto publicado.

Los palestinos ya no saben quién les está gobernando: ¿Arafat?, ¿Qura'?, ¿una pandilla ambulante?, ¿Israel? Admitido el desorden, ¿cómo puede Beilin y sus socios de Ginebra decirle al público israelí: "tenemos un socio, alguien con quien discutir..."?

Los Acuerdos han hallado la oposición en el más alto escalafón palestino. Nabil Sha'at, un moderado para Israel y EEUU, criticó en una entrevista concedida al [periódico palestino] al-Ayyam el pasado 25 de octubre, la formulación que se hace sobre [la cuestión de] los refugiados. Los negociadores palestinos deberían haberse alineado con su posición, mantenía Qura', con la de la última Cumbre Árabe de Beirut, que exigía a Israel que reconozca el Derecho al Retorno. Igualmente, [Sha'at] se opone al uso excesivo de fuerzas internacionales, afirmando que los palestinos únicamente permitirían su presencia en las fronteras.

2. En el lado de Israel: peligro de guerra civil

Los Acuerdos requieren el desmantelamiento de la mayor parte de los asentamientos judíos a la vez que asumen el marco básico que tenemos, es decir, la AP en un lado y un gobierno del Likud o del Partido Laborista por otro. Pero la AP apenas existe y podría incluso desaparecer en breve. El Laborismo siempre se ha echado atrás ante los colonos. El gobierno de Ariel Sharon no desmantelará siquiera los más diminutos emplazamientos "ilegales". Cualquier gobierno israelí que intente evacuar a los colonos invitará a la guerra civil.

Así, los Acuerdos de Ginebra dan la impresión de estar divorciados de la realidad.

Aquellos que se están subiendo al carro con entusiasmo acabarán decepcionados -como ocurrió con Oslo- tras malgastar grandes dosis de energía y tiempo. Para el desmantelamiento de los asentamientos debería darse una condición:

que hubiese una gran cambio en el alineamiento global de fuerzas, más allá del limitado marco asumido en Ginebra.

Hay que mencionar a este respecto que el arquitecto de Ginebra, Yossi Beilin, no tiene base política. En las pasadas [elecciones] primarias del Partid Laborista, tras la debacle de Camp David, no consiguió ganar un puesto real en la lista. Entonces se unió al [partido] Meretz, pero perdió su mandato y salió fuera de la Knesset.

Uno se pregunta: supongamos que Beilin y los otros firmantes [del Acuerdo] hubieran ganado y fueran parte del gobierno, ¿hubieran entonces ofrecido este Acuerdo a la opinión pública? Sin responsabilidad de gobierno, es fácil lanzar utopías.

Yediot Aharonot publicó el pasado 15 de octubre una encuesta que mostraba que el 39% de los israelíes apoyaban los Acuerdos; el 59% estaba en contra. Dos días más tarde, una encuesta de Ma´ariv mostraba un 23% a favor y un 57% en contra; el resto, se mostraban indecisos.

3. En el ámbito internacional

La Administración Bush contiene apoyos entusiastas de Ariel Sharon. Tratan de aplastar todo tipo de oposición procedente del pueblo palestino: "No hay premio a la violencia". Sólo así, consideran, puede conseguirse la paz. Su enfoque de la cuestión palestina está cortado por el mismo patrón que su actitud hacia todos los pueblos de Oriente Medio. Los palestinos y los iraquíes están en estos momentos bajo tratamiento; para Siria e Irán se está tramitando. Los Acuerdos de Ginebra no casan con este enfoque. Por algo no se refieren a la cuestión del terrorismo. La Administración Bush insiste en la "Hoja de Ruta" que congela todas las negociaciones hasta que la parte palestina acabe con la oposición armada interna.

En un artículo titulado "Largo es el camino a Ginebra"(Yediot Aharonot, 17 de octubre de 2003), Nahum Barnea describe la dificultad de conectar los Acuerdos con la realidad. Los firmantes, escribe, "han completado lo que dejaron inacabado [en Taba en enero de 2001]. Como si el tiempo se hubiera paralizado. Como si Clinton estuviera todavía en la Casa Blanca y la izquierda gobernase aún en Israel y como si Arafat fuese un dirigente como otros. Como si tres años de mutuas muertes no hubieran cambiado nada en los corazones de los israelíes y de los palestinos. Como si los acuerdos entre los pueblos pudieran alcanzarse en el vacío, sin emociones, sin política, sin historia".

Al final, los Acuerdos de Ginebra serán rechazados no por lo que incluyen u omiten sino también por otra razón: para que la confianza deba desarrollarse entre los dos pueblos, la izquierda israelí tendrá que renunciar a la supremacía de Israel. Tendrá que dejar de ver Oriente Medio a través del prisma del imperialismo estadounidense.

Necesitará mirar más bien por el prisma de las fuerzas internacionales que se oponen al imperialismo.

¿A qué distancia está la izquierda israelí de tal cambio? En al-Ayyam de 25 de octubre de 2003 Yosi Beilin escribe que los Acuerdos de Ginebra no tratan de suplantar a la "Hoja de Ruta". Por el contrario, afirma, la completa. El flirteo con EEUU sigue adelante.

Notas de CSCAweb:

1. El pasado 13 de octubre el diario israelí Ha'aretz informaba de la firma de los Acuerdos de Ginebra. Véase: Mualem, M.: "Beilin-Abed Rabbo accord infuriates right", Ha'arezt, 13 de octubre de 2003

2. Yosi Beilin fue coautor, junto al diputado del Likud Michael Eitan, del denominado "Documento Beilin-Eitan" que actualizaba el consenso histórico del sionismo entre las dos fuerzas políticas mayoritarias de Israel en el Acuerdo Nacional para las Negociaciones sobre el Estatuto Final con los Palestinos, de 25 de enero de 1997, enmarcado en el enfoque tradicional sionista y en el no reconocimiento de los derechos nacionales palestinos. El documento puede verse en: "Documento Beilín-Eitan: Acuerdo Nacional para las Negociaciones sobre el Estatuto Final con los Palestinos', y el estatuto final de la entidad palestina" en Nación Árabe, núm. 31/32, Primavera, 1997.

3. Véase en CSCAweb: Documento: "Hoja de ruta para una solución permanente al conflicto palestino-israelí basada en dos Estados"

* Roni Ben Efrat, israelí, es editor de la publicación 'Challenge'. Este artículo ha sido remitido por su autor a CSCAweb con el título original en ingles de "The Geneva Accord: Beyond Space and Time".