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Medio Oriente

1 de octubre del 2003

¿Qué hay detrás de las matanzas en África Central?

Chris Fagen
ZNet
Según un estudio del Comité Internacional para los Refugiados, más de 3.300.000 personas han muerto durante los seis últimos años en la Guerra del Congo. Se trata del más alto peaje de muerte pagado en cualquier conflicto desde la Segunda Guerra Mundial. Si bien, hasta hace poco, los medios de comunicación europeos y estadounidenses han ignorado esta carnicería- a pesar de que sus gobernantes han tenido mucho ver con el fomento de la guerra.

Las noticias de la matanza, finalmente, se han abierto un hueco tras las masacres en la provincia congolesa de Ituri, en el nordeste del país. La última ola de violencia comenzó a principios de mayo cuando las tropas de Uganda abandonaron Ituri, tras haber ocupado la región, rica en materias primas, durante cinco años.

Casi de inmediato, comenzaron los enfrentamientos armados entre milicias rivales. Ante los informes de canibalismo, niños soldados y enormes carnicerías, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobó, a finales del mes pasado, el despliegue de fuerzas en la ciudad de Bunia, el epicentro de las matanzas en las últimas semanas. Unos 1.400 soldados franceses llegaron a Ituri a principios de junio. Chris Fagen analiza la terrible guerra y se pregunta si la solución se encuentra en la intervención de la ONU o de Francia.

Cuando los principales periódicos prestan alguna atención al Congo- o, en general, a las guerras en África- invariablemente caracterizan los conflictos como guerras "tribales" o "étnicas", enraizadas en odios ancestrales. Esta explicación no es sólo falsa sino además racista.

Acostumbran a cubrir el asunto con el argumento de que " nosotros- lo que, de forma invariable, indica una coalición de naciones occidentales, quizás con la cobertura de Naciones Unidas- debemos intervenir para detener esta irracional masacre". Este argumento es una versión, con nueva envoltura, de las mismas excusas racistas que los poderes europeos dieron para justificar la conquista y colonización de África a finales del siglo XIX- es decir, para "civilizar" el continente. Cualquier intento de resolver la guerra del Congo precisa de un marco muy diferente- en el que no se recurra a los responsables de la crisis para resolverla.

Así sucede con las milicias que luchan en Bunia que se basan en dos grupos distintos, el Hema y el Lendu.

Como ha ocurrido en muchos conflictos civiles en el África moderna, la etnicidad proporciona a los políticos una palanca movilizadora, de la misma manera de lo acontecido en las guerras de los Balcanes en Europa en los años 90. Pero la guerra del Congo- incluido este último episodio-, va más allá de la etnicidad o de la política regional.

Es el legado del brutal gobierno colonial belga, de la Guerra Fría y de los imperialismos estadounidense y europeo- dirigidos a controlar las enormes riquezas minerales del Congo.

En el reparto europeo de África, el Congo fue entregado al rey Leopoldo de Bélgica, quien lo gobernó, durante décadas, como si se tratara de una reserva privada. El dominio belga en el Congo fue sanguinario- incluso para los brutales estándares del colonialismo europeo en África. En su búsqueda de caucho y marfil, los belgas asesinaron a más de 15 millones de congoleses en los primeros treinta años de su dominio.

Cuando el Congo se desembarazó del régimen colonial en 1960, los belgas no habían desarrollado las infraestructuras del país más allá del mínimo necesario para explotar sus riquezas naturales. En el momento de la independencia, menos de 30 congoleños poseían una licenciatura. Más todavía, el capital belga mantuvo grandes holdings de empresas en el país, y el gobierno belga, con la activa participación de las administraciones de Eisenhower y Kennedy en Estados Unidos se unieron con el fin de asegurarse de que, aunque el congo fuese independiente, complacieses sus deseos.

El primer ministro electo, Patrice Lumumba, fue asesinado pocos meses después por agentes belgas - con el activo apoyo de la CIA. Lumumba fue asesinado por aspirar una política exterior, independiente de los Estados Unidos- y por oponerse a la continuada dominación del país por los intereses políticos y económicos occidentales.

Tras la muerte de Lumumba, la CIA instaló al dictador Mobutu Sese Seko, que gobernó en el Congo durante 32 años, asesinando a innumerables miles de personas y robando, según estimaciones, 5.000 millones de dólares. Mobutu- que cambió el nombre del país por el de Zaire- fue siempre leal a sus señores de Washington, que le recompensaron por su alianza durante la Guerra Fría contra el "comunismo" apoyado por Moscú.

La Guerra Fría en África, no obstante, nunca fue fría. Los Estados Unidos y la Unión Soviética mantuvieron guerras por delegación a lo largo y ancho del continente.

Mientras Washington apoyaba a gobiernos coloniales y de minoría blanca, Mobutu proporcionaba a la política de Estados Unidos un rostro africano. Que el Congo poseyera inmensas cantidades de oro, cobalto, uranio y otros valiosos minerales estratégicos, que codiciaban los Estados Unidos, no perjudicaba las perspectivas de Mobutu.

Con el desmoronamiento de la Unión Soviética en 1991 y el final de la Guerra Fría, los denominados gobiernos "socialistas" pro-soviéticos de África se convirtieron al libre mercado "neoliberal", promovido por Washington a través del Fondo Monetario Internacional y otras instituciones. Washington no tenía más razones para apoyar al corrupto régimen de Mobutu y le dejó caer.

La brutal dictadura de Mobutu fue derrocada en 1997 por el movimiento rebelde dirigido por Laurent Kabila y apoyado por Ruanda. Enseguida el país se vio sumergido en la que algunos llamaron "la primera guerra mundial de África", ya que los ejércitos y milicias de Zimbabue, Angola, Zambia, Namibia, Ruanda, Uganda y el gobierno de Kabila se enfrentaron sobre el enorme territorio y los ricos depósitos de mineral del Congo.

Laurent Kabila fue asesinado en 2001, pero las luchas continuaron durante el gobierno dirigido por su hijo Joseph. Esta guerra constituye el antecedente de la actual sangría en Ituri.

Uganda y Ruanda conjuntamente, alegaron interés estratégico al invadir la zona oriental del Congo, pero su alianza eventualmente se deshizo. El ejército ugandés armó al Hema de la UPC, mientras los ruandeses lo hicieron con las milicias Lendu.

Más recientemente, los ugandeses y los ruandeses cambiaron sus posiciones, de manera que ahora el UPC está combatiendo contra la fuerzas de Lendu, apoyado por Uganda. Cuando los ugandeses retiraron sus fuerzas de Ituri, a principios de este año en aplicación de una acuerdo de paz, el nivel de violencia se disparó.

Pero cuando Washington y París hacen compasivos pronunciamientos para terminar con el derramamiento de sangre en el Congo, hay que recordar su papel en otras recientes guerras civiles en África. Los militares estadounidenses llevaron a cabo su primera intervención directa en África en 1992, en la guerra civil de Somalia, como parte de una misión de pacificación de Naciones Unidas. El objetivo declarado de Washington era acabar con la hambruna- pero las fuerzas estadounidenses se estima que mataron a 10.000 personas hasta que la resistencia presentada obligó a los Estados Unidos a abandonar el país en 1993.

Al año siguiente, durante el genocidio de Ruanda, el presidente Bill Clinton no movió un dedo para parar el millón de muertos ocasionados en dos meses por un gobierno apoyado por la etnia Hutu contra la minoría Tutsi. Como consecuencia de semejante sangría, un nuevo gobierno dirigido por Tutsis tomó el poder en Ruanda. El nuevo gobierno ruandés invadió de inmediato el este del Congo- que apoyaba al ejército rebelde de Kabila- para establecer un parachoques entre los refugiados Hutu y la propia Ruanda.

Por su parte, Francia,- con mucho la potencia europea dominante en la región- apoyó al gobierno genocida de los Hutus, y como consecuencia vio su influencia declinar. Washington aprovechó la oportunidad para incrementar su presencia a costa de Francia.

Estados Unidos adoptó al hombre fuerte de Uganda, el presidente Yoweri Museveni, como su aliado en la región- y, el entonces presidente, Bill Clinton realizó una visita de alto nivel a Uganda en 1998 como parte de su viaje a seis países de África. El Tratado para el Desarrollo y Crecimiento de África, presentado como una nueva era de la ayuda estadounidense a África, es un acuerdo del tipo del NAFTA que abre la puerta a una mayor dominación de la zona por las corporaciones americanas. Al mismo tiempo, el Programa Internacional de Estados Unidos para la Formación y el Entrenamiento militar proporciona capacitación a oficiales africanos de 44 países en instalaciones estadounidenses- Washington ha aumentado los gastos del Programa desde 8,8 millones de dólares en 2001 a 11,1 millones en 2003. Para terminar, no es casualidad el que en el Congo se encuentren algunos de los más ricos yacimientos de oro y diamantes del mundo- y que se hayan descubierto recientemente reservas de petróleo en el país.

Así que la guerra por el control del Congo no es una estúpida matanza tribal. Es una guerra del Nuevo Orden Mundial- una en la que los aliados tradicionales en Europa y Estados Unidos compiten por recursos económicos clave e influencia estratégica.

¿ Conseguirán las tropas de Naciones Unidas establecer la paz?

Los recientes asesinatos en Bunia- que algunos estiman en 700- son irrelevantes en el contexto de una guerra que ha ocasionado la pérdida de millones de vidas en pocos años. Lo que es diferente son las narraciones de mutilaciones horrorosas y canibalismo- y el hecho de que esas matanzas tuvieran lugar a pocos centenares de yardas de un campamento de las fuerzas de pacificación de Naciones Unidas. En Bunia, a finales de mayo, se encontraban unos 700 soldados de la ONU, que permanecieron en su campamento mientras 'observaban" la matanza.

Para muchos, esto es una reminiscencia de lo ocurrido Ruanda en 1994, cuando un destacamento de Naciones Unidas permaneció en Kigali durante el genocidio- ignorando las repetidas llamadas de atención de los meses precedentes sobre la inminencia del estallido genocida. De nuevo en el Congo, Naciones Unidas no ha prestado atención a las repetidas advertencias provenientes de Ituri alertando de que las masacres podrían comenzar una vez que las fuerzas de Uganda abandonaran el territorio.

Ante esta inacción, muchos ven la decisión de enviar 1.400 soldados de elite, dirigida por Francia, como un paso en la buena dirección. A finales de mayo, Human Rights Watch y Amnistía Internacional pidieron al Consejo de Seguridad que " desplegara una fuerza de reacción rápida para proteger a los civiles en Ituri".

Pero las fuerzas de pacificación de Naciones Unidas nunca han establecido la paz y la justicia - y la historia de Naciones Unidas en el Congo es particularmente repulsiva. Las tropas de la ONU fueron en 1961, cuando menos, cómplices en el asesinato del primer ministro del Congo, Patrice Lumumba - y ayudaron a las fuerzas pro-americanas que condujeron a la espantosa dictadura de Mobutu.

Como en 1961 dijo Lumumba- el único líder elegido de forma democrática que ha tenido el Congo- " ¿Cómo se puede vacunar a un casco azul contra el racismo y el paternalismo de un pueblo cuya única visión de África es la caza del león, el mercado de esclavos y las conquistas coloniales?" Por otra parte, la idea de que los franceses tengan buenas intenciones es absurda, habida cuenta de la historia sangrienta de Francia en el colonialismo de África.

Si Francia, los Estados Unidos y Gran Bretaña quisieran de verdad hacer algo en el Apocalipsis de África, ¿ por qué no han cancelado la deuda externa , enviado suministros de drogas anti-SIDA y compensado los siglos de pillaje en el continente? No existe solución para la guerra del Congo si se continúa con la cínica intervención de las potencias imperialistas responsables de la crisis en primer término. El largo sufrimiento de la mayoría de los congoleses sólo alcanzará la paz y la justicia cuando controlen sus recursos, sus políticas y su sociedad.

La esperanza en un África diferente.

Mientras la atención se centra en el Congo, otras crisis y guerras, originadas por el mismo legado de colonialismo e imperialismo, convulsionan muchos otros lugares del África sub-sahariana.

Centenares de miles han muerto de hambre en el Cuerno de África en los últimos meses- y más de 20 millones viven al límite de la desnutrición en el Sur de África. Alrededor de 25 millones, según las agencias de la ONU, sufre SIDA en la zona. Liberia, Sierra Leona y Sudán mantienen terribles guerras civiles originadas por la pobreza y las crisis.

En las capitales de Occidente, la única solución que se ofrece es la fuerza de pacificación de Naciones Unidas. No obstante, en el África occidental la "pacificación" se está llevando a cabo por los bien conocidos militares nigerianos que llevan décadas aplastando las revueltas populares en el país.

Nigeria, el país más poblado de África y el más rico en petróleo, ha celebrado recientemente, unas elecciones aplaudidas en Occidente como un modelo de democracia. En realidad, los dos principales candidatos eran antiguos dictadores militares- y las elecciones se realizaron con fraude y coacción. Los grandes vencedores en Nigeria continúan siendo las compañías petrolíferas y sus patrones de Washington.

En Zimbabue, una reciente huelga general ha puesto de manifiesto la oposición al corrupto y represivo gobierno de Robert Mugabe. Si bien desde Occidente se incrementaba la presión sobre Mugabe, Washington y Londres le apoyaron totalmente cuando aceptó los programas del Fondo Monetario Internacional que han ocasionado los desastres económicos del país.

En toda la región, se ha producido un enorme retroceso respecto de la esperanza de un "nuevo amanecer" que suscitó la desaparición del apartheid en Sudáfrica. El gobierno del Congreso Nacional Africano (CNA) llegó al poder encabezando un masivo movimiento popular dirigido por los poderosos sindicatos sudafricanos. Pero el CNA ha continuado, con contundencia, con las fracasadas políticas pro-negocios del neoliberalismo a expensas de los sudafricanos medios.

Sin embargo, la resistencia se está organizando. En Sudáfrica, los sindicatos y movimientos sociales que acabaron con el apartheid están enfrentándose cada vez más al neoliberalismo del CNA. La corriente de oposición en Zimbabue se basa en un organizado y activo movimiento de los trabajadores. Y en Nigeria, los habitantes de la región del Delta han emprendido una heroica lucha contra las compañías petrolíferas occidentales y sus partidarios en el gobierno. Son estas rebeliones - no la intervención de Estados Unidos o de la ONU, - el camino a seguir para alcanzar una auténtica autodeterminación en África y el final de la crisis.