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Medio Oriente

22 de octubre del 2003

Breve semblanza de la 'beata' Madre Teresa de Calcuta
Multinacional de la pobreza

Jose Daniel Fierro
Rebelión
"La pobreza es algo maravilloso porque nos da libertad,
significa que son menos los obstáculos que nos separan de Dios"
Madre Teresa

"Primera multinacional de la caridad busca clientes para poder abrir nuevas sucursales por todo el mundo en las que atender a pobres y marginados". Este podría ser un anuncio-tipo de la congregación Misioneras de la Caridad fundada por la Madre Teresa de Calcuta en 1950.

Esta religiosa, albanesa de origen, "santa en vida" y un sinnúmero más de calificativos, dirigió durante casi cincuenta años esta congregación y supo conjugar con acierto los principios religiosos y los fundamentos clave de una empresa transnacional, para lograr que ésta funcionara, creciera y se perpetuara en el tiempo.

Ascendida ahora su fundadora a la categoría de 'beata' -por obra y gracia de Woytila-, las Misioneras de la Caridad se aprestan a lanzarse sobre nuevos mercados (algo que nunca dejaron de hacer) con una etiqueta de calidad que para sí la quisieran muchas multinacionales del planeta.

Agnes Gonxha Bojaxhiu (pues así se llamaba la Madre Teresa), nació en 1910 en Albania. Con 18 años entró en la Orden de las Hermanas de Nuestra Señora Loreto en Irlanda, se preparó en Dublin y Darjeeling –India-, antes de tomar los hábitos en 1937. Dicen de ella que en 1946 "recibió la llamada de Dios, mientras estaba como directora de un instituto en Calcuta se conmovió por la presencia en la calle de un hombre enfermo y moribundo". Lo que no se sabe es qué llamada había recibido 9 años atrás (cuando se hizo monja) y si no había visto con anterioridad un pobre moribundo (cosa rara, habiendo nacido en Albania y viviendo por aquel entonces en la India).

Este hecho parece que la llenó de fuerza, forjó su carácter y marcó sus objetivos. Cuatro años después fundó su orden, dicen que "de la nada". Bueno, de la nada no sería pues el gobierno Indio le regaló 34 acres de terreno para construir la primera misión, Shanti Nagar (Ciudad de la Paz) y en 1965, el Papa Pablo VI puso ésta bajo el control del Vaticano, y autorizó a la Madre Teresa la expansión fuera de los límites de la India.

Comenzó entonces su febril carrera. Fundó leproserías, centros para ciegos, discapacitados, ancianos, escuelas, orfanatos para los pobres...

En 1971 el Papa Pablo VI la otorgó el premio de la Paz Juan XXIII. Al año siguiente, el gobierno de la India la nominó para el premio Jawaharlal Nehru para el entendimiento internacional. La Madre Teresa aceptó estos premios y diversos "donativos" para ir aumentando el número de sus centros por todo el mundo.

Esta monja emprendedora supo situarse ante un mercado virgen -y con muy buenas expectativas de crecimiento- como era el de la caridad a nivel planetario y fue precursora del humanitarismo sin fronteras que hoy nos invade por todos nuestros rincones.

Una vez elegido el país adecuado –la India, por ejemplo-, provisto de ingentes cantidades de la materia prima necesaria para su negocio -los pobres-, la cosa era lanzarse a la conquista de clientes. A cambio de una módica cantidad de dinero, cualquier persona podía blanquear su conciencia y, también, su cuenta corriente.

Por último, la empresa necesitaba un excelente plan de marketing. Todo ello aderezado con una determinada filosofía de empresa: el integrismo católico.

Puesta a la tarea, esta empresa comenzó a extenderse -como tocada por la mano de Dios- por países pobres y ricos, grandes y pequeños, incluso en mercados de difícil penetración o vetados durante siglos a la iglesia católica, como Yemen o la antigua URSS. Estos países comportaban ciertos riesgos, pero a cambio los resultados eran más espectaculares, lo que generaba nuevos y más influyentes clientes. Banqueros, presidentes, nobles, empresarios… el listado crecía y, gracias a ello, en 1979, la Madre Teresa obtuvo como recompensa a su esfuerzo el Premio Nobel de la Paz.

Su mensaje era continuo y reiterativo: hay que trabajar para ser santos.

Excelente relaciones públicas de su empresa, en 1981 viajó a Haití para recibir de manos del sanguinario "Bebé Doc" la Legión de Honor, la más alta distinción que se otorgaba en aquel país. En su discurso la Madre Teresa explicó que Jean Claude Duvalier y su mujer no solamente "amaban a los pobres" sino que, además, eran "adorados por ellos".

La Madre Teresa relataba en uno de sus libros cómo el 3 de febrero de 1986 el Papa Juan Pablo II visitó el "Hogar del Moribundo" en Calcuta:

"Bendiciendo a su paso a cada uno de los pacientes. (Se trata de personas recogidas de la calle).
Muchos de ellos se estaban muriendo o se encontraban muy enfermos.
Él quería ver también nuestro moridero.
El día anterior no había muerto nadie.
De suerte que se me ocurrió pedirle a Jesús:
- ¡Por favor, Jesús: haz que muera alguien!
Y murieron tres.
El Santo Padre entró al moridero y tocó con sus manos cada uno de los tres cadáveres" [1].

Otra "anécdota" acaecida en el "Hogar" hacía referencia a uno de los niños recogidos de la calle, abandonados por sus padres, y cuidados hasta ser otorgados a familias que los pedían en adopción.

"Dí uno de nuestros niños en adopción a una familia bien situada.
A los pocos meses supe que el pequeño se había puesto muy enfermo y que estaba totalmente paralizado.
Mandé un mensaje a la familia que lo había adoptado diciéndoles:
- Devuélvanme al niño y se lo cambiaré por otro con buena salud.
El padre contestó lo siguiente:
- No ocurrirá tal mientras yo esté vivo" [2].

Un cliente es un "colaborador" según el término usado por la Madre Teresa. "El colaborador es un mensajero del amor de Dios, es como el resplandor de ese amor de Dios. (…) Un colaborador es eso: alguien que ama a Dios. El que ama a Dios, ama también a cuantos le rodean". Ahora ya sabemos cómo son los clientes de esta empresa.

Veamos cómo es la materia prima -los pobres-. Son gentes ejemplares, siempre felices, sonrientes, bienhumorados, porque aceptan de buen grado lo que Dios les ha ofrecido en suerte. "Os puedo asegurar que jamás he escuchado refunfuños ni quejas de los Pobres, como tampoco he observado a ninguno de ellos abatido por la tristeza". Afortunados ellos. "Ahí radica la grandeza de nuestras gentes: son capaces de aceptar". Pero también es necesario matizar -por si alguno lo había olvidado- "que los pobres son nuestros hermanos y hermanas. Que ellos son seres humanos como los demás".

Veamos por último el mensaje empresarial. Su lucha contra el aborto y los valores tradicionales de la familia se ve reflejada en las siguientes frases: "Ninguna [mujer] Pobre cometería aborto. Todas llegan hasta dar a luz a sus criaturas". "¡Que una madre llegue a matar a su hijo…! (puesto que el aborto no es otra cosa que un verdadero asesinato, una auténtica muerte por violencia)". Para ella el aborto era, como dijo en innumerables ocasiones, "el gran destructor de la paz en el mundo actual".

Un año antes de su muerte se vanagloriaba de haber abierto 500 conventos en 101 países, "sin contar la India".

Los grandes medios de propaganda siempre ofrecieron una inmejorable cobertura de la que llamaban "santa misionera". Esa cobertura resultó ser la mejor de las campañas publicitarias. Nunca salían a relucir declaraciones suyas o posicionamientos contradictorios. Sin embargo en la India siempre existió un rechazo social por las declaraciones en las que aceptaba el sistema de castas y atribuía a los pobres un estadio de donde no pudieran salir.

El mensaje de ser feliz y aceptar... esa pobreza que nunca pidió a sus amigos ricos.



Notas:

[1] Madre Teresa de Calcuta, Ver Amar Servir a Cristo en los Pobres. Ed. Paulinas, 2ª edición, Madrid 1991, pág 37.

[2] Madre Teresa de Calcuta, ob. cit., pág 159.