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Medio Oriente

4 de enero del 2003

Turbulencias en la peninsula de Corea

Txentxe Rekondo
Gara

La nueva crisis que enfrenta a EEUU y Corea del Norte coincide con el cincuenta aniversario de la guerra que libraron los estadounidenses en la península coreana. En opinión del autor, Washington sigue su propio guión en la actual situación, aunque descarta la posibilidad de una agresión estadounidense. Pyongyang ha pedido iniciar de inmediato negociaciones con Estados Unidos.

El año que acaba de finalizar ha concluido con una compleja situación en torno a la península coreana, con una más que evidente escalada de la tensión entre Estados Unidos y Corea del Norte. Y este nuevo año del 2003, además de iniciarse inmerso en esa nueva crisis, es el año en que se cumplirá el cincuenta aniversario del fin de la llamada «guerra de Corea».
En estos momentos todo parece indicar que nos encontramos ante un juego a muchas bandas, pero en el que destacan sobre los demás tres actores, Estados Unidos y las dos Coreas, cada uno de ellos con intereses contrapuestos y en ocasiones encontrados. Desde Washington se sigue su propio guión, haciendo caso omiso a las opiniones de Seúl, un ejemplo claro son los reiterados desplantes de Washington ante las advertencias surcoreanas que avisaban que el cese de suministros de petróleo a Corea del Norte sería utilizado como una perfecta excusa por parte de Pyongyang para reiniciar su programa nuclear. Y otro tanto ha sucedido ante los intentos de Seúl de ayudar a sus hermanos del norte por medio del suministro de electricidad, medida también boicoteada por EEUU.
Desde Seúl se sigue apostando por la búsqueda de puntos de encuentro con el norte, bien sea a través de los intercambios familiares, la construcción de la vía ferroviaria de Gyeongui e incluso con el incremento de las conversaciones ministeriales entre las dos Coreas.
Por su parte el gobierno norcoreano también está jugando sus cartas, sus contactos con China y Rusia se siguen manteniendo, al mismo tiempo que busca un acercamiento a Japón, importante fuente de dinero para invertir en su país y seguir con las reformar iniciadas. Y en el horizonte no oculta que además de acuerdos con estos vecinos también busca otros con los norteamericanos.
El reconocimiento del gobierno norcoreano de que continúa desarrollando su programa de armamento nuclear es un claro intento por ganar posiciones de cara a unas futuras negociaciones con Estados Unidos. Un punto que no se ve cercano en el tiempo de persistir la dinámica norteamericana actual.
Desde la llegada de Bush a la Casa Blanca, la política de ésta hacia Corea del Norte ha variado completamente. Ya en febrero del 2001, Bush, aprovechando una reunión con el hasta hace poco presidente surcoreano Kim Dae Jung, anunció un giro absoluto en la política de EEUU frente a Pyongyang, dejando en entredicho al mismo tiempo la política de acercamiento que desde Seúl se estaba impulsando. Posteriormente, el propio Bush incluirá a Corea del Norte en el grupo de países que conforman el llamado «eje del mal». Todo ello evidencia que el objetivo de Washington es el aislamiento completo de Corea del Norte.
Los cambios estructurales en la economía norcoreana han sido también ignorados, cuando no boicoteados desde Washington. Los intentos de transformar el modelo actual en otro más parecido al chino, independientemente de las dificultades locales, han contado con las consiguientes zancadillas estadounidenses.
Paralelamente a todo esto, el puzzle se completa con la política de EEUU, que en los últimos meses persigue el llamado «cambio de régimen» en los países que considera enemigos.
En definitiva, la política norteamericana en la península coreana ha traído un incremento de la tensión con Corea del Norte, ha ridiculizado la política de Seúl de acercamiento al norte (conocida como «Sunshine Policy»), ha englobado al norte en el llamado «eje del mal» y rechaza todo contacto bilateral si no se cumplen sus condiciones.
Todo ello contrasta con las posturas de Corea del Sur y Japón, que han continuado manteniendo las conversaciones con Corea del Norte, todo ello en aras de una mejora de la situación en toda la región.
Esa es la pregunta que se hacen la mayoría de analistas del tema. Es evidente que en estos momentos se van a dar una serie de factores que interrelacionados entre sí pueden ayudar a responder a esa pregunta.
El abordaje de un barco norcoreano por parte de un navío de guerra español está sujeto a importantes cuestiones que continúan sin responderse. ¿Por qué en esa fecha? La venta de misiles a un país que no está bajo el embargo de Naciones Unidas es a todas luces legal. Además es de sobra conocido que ese lucrativo negocio lo viene realizando desde hace años Corea del Norte. ¿Por qué entonces ese abordaje, que algunos medios internacionales han definido casi como «una clara violación de las leyes internacionales» se produce justo una semana antes de las elecciones en Corea del Sur? Irónicamente, parece que EEUU buscaba ridiculizar la «Shunsines Policy» y que la población surcoreana se echara en brazos del partido más conservador y su más fiel aliado.
Sin embargo, la percepción de la población surcoreana es totalmente distinta. Diferentes encuestas entre los surcoreanos reflejan que éstos no ven como «un peligroso enemigo» a sus vecinos del norte, y que más bien lo que buscan es la reunificación en una sociedad y para ello apuestan por un acuerdo pacífico entre ambas partes, sin ingerencias de terceros, en una clara referencia a los propios EEUU.
Paralelamente lo que es más evidente es el incremento del sentimiento antinorteamericano en el conjunto de Corea, con un importante aumento en los últimos meses, tanto cuantitativo como cualitativo, en el Sur.
Otro factor a tener en cuenta es la lucha que se está desarrollando dentro de la propia Administración estadounidense, lo que tampoco está contribuyendo a clarificar y solucionar la situación. La pugna entre «neoconservadores» y «realistas» está cada día más clara en la esfera de la política exterior de Washington. Las recientes declaraciones del ministro de Defensa, Rumsfeld, representante de la primera tendencia, anunciando «la capacidad de EEUU para librar dos guerras al mismo tiempo y vencerlas», contrastan con las rápidas maniobras del propio Powell, cabeza visible de la segunda.
La mayoría de los analistas coinciden en señalar importantes diferencias entre Irak y Corea del Norte, que pueden hacer que EEUU decida no atacar a estos últimos. Las diferencias militares son un claro ejemplo de ese falso paralelismo que se impulsa desde Washington. El ejército norcoreano es mucho más poderoso que el iraquí y, además, cuenta con un importante potencial nuclear.
Geográficamente también ambos contextos son muy diferentes. Corea del Norte juega con su privilegiada situación a su favor, enclavada en un área donde EEUU no cuenta con grandes aliados como en el caso de Irak, difícilmente va a poder Washington contar con apoyos para sus estrategias militares.
Los últimos pasos de la política exterior norteamericana parace que se están volviendo en su contra. Los resultados electorales en Corea del Sur, Brasil, Alemania, Pakistán... demuestran que los vencedores momentáneos han sido los que menos deseaba Washington, al mismo tiempo que hace que en países considerados aliados como los ya mencionados, el sentimiento antinorteamericano crezca de día en día.
La solución, al menos en la península de Corea, pasa por el respeto a las decisiones que ambas Coreas puedan adoptar, sobre todo teniendo en cuenta su voluntad de buscar puntos en común que faciliten la reunificación, algo que parece no contar con el beneplácito norteamericano.
(*) Txentxe Rekondo: Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)