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Latinoamérica

10 de septiembre del 2003

Testimonio de un ocupación de tierras de los campesinos colombianos con las FARC

La toma de tierras
Catherine Millar
combatiente de las FARC-EP. ANNCOL/Rebelión
Era un día como todos en esa época, gris opaco con un sereno pertinaz, daba la sensación de que jamás iba a escampar.

Formaron el personal a las 08:00, el oficial de servicio ordenó que pasen todos lo antes posible. Corrimos entre murmullos decíamos, "eso es que va a salir personal". Así fue, escuche mi nombre en tercera persona luego y después once más, completamos doce (una escuadra).

La misión: trasladarse a unas veredas, conocer el personal sus necesidades, explicarles todo lo concerniente a nuestra organización, por qué luchamos, quienes éramos y además detalles que en estos casos son necesarios.

Salimos entusiasmados. La mayoría no conocíamos, cuando se va así, sale uno con la expectativa de lo mucho por conocer. A los cuatro días de marcha, llegamos a unas veredas de las que nos correspondía organizar, área de poca vegetación, de tierra muy estéril, sus habitantes en su mayoría no eran propietarios, eran arrendatarios, con pocos cultivos de yuca, maíz y fríjol.

De casa en casa hablando, en algunas por primera vez veían la guerrilla, no faltaba quien se escondiera, eran especiales las mujeres y los niños agarrados de las faldas buscando protección, los hombres eran asequibles. Nos ladraban unos perros famélicos que se notaba a leguas el hambre tan tenaz por la que pasaban, indicadores claros de la situación por la pasan sus dueños y las comunidades.

Con los compañeros, poco a poco entrábamos en confianza, las compañeras traían café, cuando tenían, otras veces llevábamos en los morrales y preparábamos. Así trascurría la conversa,; la tensión bajaba, no es fácil, siempre existe un poco de recelo de parte y parte, ellos porque llevábamos nuestro uniforme y a los uniformados los relacionaban con el ejército del Estado que en alguna ocasión los habían maltratado, tenían el recuerdo de los desaparecidos, de los asesinatos en los intentos de tomas de tierra.

Recorriendo una y otra casa, terminamos la misión en esa vereda y pasábamos a las otras con características similares.

La conclusión general del balance, fue que nos había ido bien, nos faltó más contacto con los campesinos, decidimos repasar lo hecho con la misión especial de hablar poco y escuchar más, saber cuál era la problemática principal y qué solución posible podíamos encontrar en conjunto de aquella comunidad.

Misión para la recuperación de "La Tierra"

Nos habíamos dado a la tarea de aprendernos los nombres. Es agradable y de buen gusto, que lo saluden a uno por su nombre, de entrada rompe el hielo y da la sensación de ser viejos amigos.

Los campesinos muy poco se acordaban de los nuestros, nos llamaban con nombres trocados, otros lo habían olvidado por completo, no importaba, lo realmente importante era lo que iba de parte nuestra hacia ellos.

Así comenzamos a escucharlos, a enterarnos de su necesidad prioritaria, tener tierra propia, donde sembrar, pues el arriendo poco les dejaba en ganancias. El dueño cobraba sin importarle si había verano o demasiado invierno, o perdieran las cosechas, nada de eso eximía al señor terrateniente para que religiosamente se hiciera acreedor a sus pesos por concepto de los arriendos de los pedazos de tierra.

Con la asistencia de muchos campesinos, decidimos hacer una recuperación, algunos se echaron atrás por temor, sus experiencias anteriores no les había dejado gratos recuerdos. Se realizó una lista de los firmes, resultó ser un número grande, decidido a ganar y dar la pelea, organizamos todo. Fueron varias reuniones preliminares: tierra a recuperar, prohibiciones, herramientas, etc.

Todo listo para el lunes

Escogimos que fuera un lunes en la madrugada, tres guerrilleros completamente de civil iríamos mezclados con los campesinos, como uno mas de ellos, llevábamos los burros con enseres, los pocos animalitos (gallinas, gatos, perros y uno que otro pajarito enjaulado), lo cual me producían consternación, me duele, me vienen los recuerdos de la cárcel, los alambritos de la jaula, se me asemejaban a los barrotes de hierro de la reja grande y pesada de la prisión.

El pajarito aunque se veía bonito, revoloteaba cantando, lo hacia diferente a todos los de su especie, de eso estoy segura, su trinar unas veces expresa rebeldía, otras nostalgia y a veces es la patética expresión del llanto. Llevando la jaula en mi mano en el camino, tuve la intención de abrirla y pensé también en su dueña. Cómo ella se inspira con los cantos tan coloridos como sus plumas, sin que nadie lo sepa a los dolores desbocados de sus almas que como el pajarito siente el deseo inmenso de salir en búsqueda de la libertad.

Llegamos a la tierra donde nos íbamos a posesionar, se comenzaron a improvisar casitas, algunas mujeres a preparar comida, los niños impávidos como si eso fuera una excursión corrían se metían en el arroyuelo a buscar pececitos, para ellos muy bonito paseo.

Tres guerrilleros con dos campesinos, nos fuimos directa a la casa del capataz, un señor gordo y bajito que se puso blanco del susto cuando le dijimos: "hemos decido recuperar estas tierras, mañana usted va donde su patrón y le comenta todo y a la vez le dice, que necesitamos hablar con él, que es de parte de las FARC".

Nos despedimos y cuando salíamos el capataz me llamó aparte, era la única mujer guerrillera en el grupo, me dijo: "yo tampoco tengo tierras, el señor es muy bueno pero si concretan, me tienen en cuenta, a ver si me hago una parcelita". "Esta bien, le respondí", para mis adentros pensé que podía ser un buen aliado. "Eso sí, haga las cosas bien, no queremos represión", eso sería terrible para los campesinos que tienen tantas esperanzas. Nos despedimos de mano, al tipo le volvió el color natural, se notaba mas tranquilo.

Estuvimos con los campesinos trabajando, organizando, pendientes de la seguridad, fueron días extenuantes. No se metió el ejército, se comenzó a sembrar a dividir las parcelas y a pensar en un nombre para la nueva vereda. Se escogió "La Tierra", así quedó.

Llega el patrón

A los días llegó el capataz y nos comentó que "el patrón les manda a decir que viene mañana a hablar con ustedes, que a que horas puede llegar."

Pensamos que podría ser una trampa, pero había que correr el riesgo, le mandamos a decir "que sí y le dimos el sitio exacto".

Tomamos algunas medidas. entre ellas colocarnos en otro lugar favorable, donde viéramos de lejos la aproximación. Algunos se quedarían de seguridad por si acaso algo, andábamos todavía de civil con algunas armas cortas.

Un hombre acuerpado, blanco, de gafas trasparentes llegó al lugar, le ordené que bajara solo, para hablar con él, saludé formal, sus manos delicadas y tibiecitas, miraba fijo a los ojos, me preguntó: ¿"usted es guerrillera?". "Sí, de las FARC", le contesté. Nos sentamos y comencé a hablar de la pobreza, de las necesidades de los campesinos sin tierra hablaba y hablaba, no me interrumpió, pronto se me llenaron los ojos de lágrimas y se me hizo un nudo en la garganta, de repente quedé muda y él sólo dijo "admiro su enorme sensibilidad social".

Confirmamos que era médico, tenía dos fincas, su comportamiento fue diferente. No era agresivo como los grandes terratenientes que cuando se les toca la tierra, matan y arrasan, queman sin consideración.

Como no quería perder la tierra y vio la decisión de los campesinos de quedarse, puso cara de resignación y expresó "negociaré con el Instituto Colombiano para la Reforma Agraria" (INCORA)

Un paquete del dueño

Seguimos en la toma de la tierra. Se dividió en parcelas, las familias se dedicaron a cultivar, para sostenerse jornaleaban cuatro días a la semana en otras fincas y el resto del tiempo a echar para adelante lo propio.

Al mes aproximadamente, recibí un paquete del dueño de la tierra, era un libro con una dedicatoria que decía solo "en honor a su enorme sensibilidad social". Con una nota explicando que no iba a pelear por lo que veía perdido y que INCORA le había prometido la compra así recuperaría el valor de sus propiedades.

Fue una satisfacción muy grande, por el triunfo y por la cara de felicidad de los campesinos que habían logrado tener algo propio. El aporte del capataz por su ayuda, la comunidad lo tuvo en cuenta, participó como un luchador por la toma de tierra para los campesinos.

Al tiempo la dirección recogió la comisión. Por cosas de la vida, nunca mas he ido por esas tierras pero recuerdo como si fuera hoy la decisión y berraquera de los campesinos, la misma que muestran todos los pobres del mundo cuando están dispuestos a luchar por la conquista de sus derechos, por su dignidad y real libertad.