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Latinoamérica

8 de julio del 2003

Lulizar

Emir Sader
La Jornada
Escuché esta expresión recientemente en El Salvador, y desde entonces no se me va de la cabeza. La usó un sociólogo salvadoreño, director de un importante centro de ciencias sociales de ese país, y su significado quedó dando vueltas en mi pensamiento.

Comentaba este sociólogo las vicisitudes de su país, que puso en práctica con éxito una transición en un periodo de lucha violenta entre oposición guerrillera y gobierno - que ellos llaman "periodo de guerra"- y otro de lucha política institucional. Esa transición es considerada exitosa en la medida en que la oposición, el Frente Farabundo Martí, se constituyó en partido político, triunfó en la elección y la relección del alcalde de la capital, dirige actualmente varias ciudades del país, tiene la mayor bancada del Parlamento y ahora es favorito para las elecciones presidenciales del próximo año.

Es justamente ahí que comienza la tensión actual en el más pequeño -con una extensión geográfica de unos 20 mil kilómetros cuadrados- de los países de América Latina. Porque es relativamente fácil para las elites tradicionales aceptar los espacios conquistados por el Frente Farabundo Martí, hasta que la posibilidad real de alternancia política aparece en el horizonte, con la perspectiva del triunfo de un presidente de oposición. La situación es aún más tensa porque el candidato del Farabundo Martí es su más importante dirigente, Schafik Handal, quien fue secretario general del Partido Comunista Salvadoreño y se incorporó al frente durante el proceso de lucha armada. La prensa local busca crear un clima de inestabilidad política, ya sea sugiriendo que las posiciones de Handal pondrían en riesgo la estabilidad económica y política de El Salvador, o que la oposición estaría perdiendo una posibilidad única de consolidar una transición institucional con el lanzamiento de un candidato más moderado.

Handal defiende posiciones tradicionales de la izquierda latinoamericana. En el caso salvadoreño su plataforma incluye el fin de la dolarización -decretada hace tres años por el actual gobierno, como supuesta forma de atraer inversiones, objetivo que ha fracasado-, dejando circular la moneda estadunidense junto con la nacional, aunque permitiendo que la cotización fluctúe. Esto basta para que la prensa anuncie que se gestaría una crisis como la agentina o la uruguaya, lo que además llevaría al país a una situación de conflicto abierto con el gobierno de Estados Unidos. Fue en ese marco que el sociólogo salvadoreño, partidario de un candidato opositor más aceptable para las elites tradicionales, afirmó que la probable candidatura del Frente Farabundo Martí tendría una ventaja, desde su punto de vista, porque Schafik Handal sería el único dirigente que podría lulizar (sic) a la izquierda salvadoreña.

La pregunta que quedó en el aire -más allá de la coyuntura salvadoreña, después de las elecciones argentinas y antes de las uruguayas del próximo año, todas influidas por la victoria de Lula en Brasil- es la del significado del nuevo verbo. ¿Qué quiere decir lulizar? ¿Viabilizar? ¿Ser realista? ¿Dar una proyección nacional? ¿Cuál de los significados se aplica a El Salvador? ¿Y cuál a Brasil?

El sentido dado por el sociólogo salvadoreño, al acuñar la nueva expresión, es claro para mí: se trata de un sinónimo de "domesticar". Incluso porque se preocupaba especialmente por el hecho que Handal, en caso de ser electo, removiese la dolarización -pese a que reconoció que no dio los resultados deseados- y esto apareciera como un factor de desestabilización interna y externa. La oposición debería entonces hacer varias concesiones para garantizar antes que todo la alternancia y demostrar que puede gobernar sin introducir factores de desestabilización y de ingobernabilidad.

Todo esto me sonó bastante conocido. Pero habiendo conversado con Handal, me di cuenta que no pretende someterse a ese modelo, esto es, no se dispone, en caso de vencer, a lulizar la izquierda salvadoreña.

En cuanto a este tema, aquí en Brasil la imagen de Lula es objeto de análisis contradictorios. Su luna de miel con el electorado -ampliada con el apoyo de antiguos opsitores- parece prolongarse, al mismo tiempo que se extiende un consenso dentro de los formadores de opinión de izquierda, de crítica al núcleo básico que sustenta el gobierno hasta ahora. El elemento nuevo es el cúmulo de críticas, dentro y fuera del gobierno, de sectores populares, pero también empresariales. Aunque no han llegado a afectar la imagen presidencial, se acumulan nubes oscuras en un sector que tiene gran capacidad de difusión de sus posiciones, fenómeno hasta ahora neutralizado por la aún fuerte presencia popular de la figura de Lula.

Cuando el gobierno brasileño cumplió su primer semestre (primero de julio), el cuadro recesivo de la economía se consolida para todo el primer año con la profundización de índices sociales negativos, así como con índices financieros favorables, aunque esto tenga que ver, en parte, con proyecciones internacionales que nada tienen que ver con la fisonomía inicial del gobierno de Lula. Las reacciones críticas han llevado a aseveraciones cada vez más frecuentes de que el gobierno se prepara para un cambio en la economía, afirmaciones que chocan frontalmente con la política en el sector y las reiteradas posiciones del ministro de Hacienda y del presidente del Banco Central. Hasta el momento, el carácter ambiguo de la composición de gobierno y las contradicciones acumuladas entre la bases originales de apoyo a Lula y el núcleo de su política, nos lleva a interrogarnos sobre el significado del verbo acuñado por el sociólogo salvadoreño: qué significa lulizar la izquierda brasileña.

* Sociólogo brasileño, catedrático de la Universidad de Río de Janeiro, miembro del Partido de los Tra bajadores de Brasil, al que pertenece Luiz Inacio Lula da Silva
Traducción: Alejandra Dupuy