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Latinoamérica

Conclave empresarial: opacidad y sospechas

En una reunión a puerta cerrada, a la que no ha tenido acceso la prensa y que fue revelada por la revista de negocios Forbes, 34 de los más ricos e influyentes empresarios latinoamericanos se reúnen bajo el auspicio de Carlos Slim, cabeza de Grupo Carso y Teléfonos de México (Telmex) y el hombre más acaudalado de la región. En ese encuentro, cuyos organizadores pretenden mantener en la confidencialidad, se estaría discutiendo -según fuentes de Telmex- "el insustituible papel que tienen las empresas nacionales en el desarrollo de los países de la región".
Si bien este cónclave de los titulares de las mayores fortunas de América Latina puede, en efecto, aportar conclusiones y análisis relevantes sobre el futuro del subcontinente y acerca de sus alternativas de desarrollo, el hecho de que se efectúe de manera secreta y sin dar cuenta de sus trabajos a los ciudadanos de los países que en el discurso estos empresarios pretenden promover, suscita suspicacias y recelos, y va a contracorriente de las expectativas de las sociedades latinoamericanas, que exigen con intensidad creciente el ejercicio de la transparencia como práctica obligada para los personajes con influencia en el destino de sus naciones.
Este sigilo, por ejemplo, motivó a la propia revista Forbes -por cierto, muy vinculada a los grandes grupos empresariales- a afirmar que "después de todo, tal vez una conspiración de millonarios realmente en secreto controla el mundo". ¿Qué se discute en esas reuniones?, ¿qué acuerdos y acciones se decidirán durante sus trabajos?, ¿de qué manera el considerable poder económico y la influencia de estos empresarios y sus corporaciones actuarán para hacer valer sus determinaciones e impulsar sus proyectos?, ¿serán éstos realmente el producto de una genuina preocupación por el desarrollo de América Latina o sólo parte de una reconfiguración empresarial a escala regional enfocada a maximizar sus ganancias y hacer valer su indudable peso político para beneficio de sus intereses particulares?, ¿se trata acaso de la constitución de una alianza empresarial latinoamericana para hacer frente a la competencia y la voracidad del capitalismo estadunidense?, ¿cuál es la relación de los análisis y las propuestas de estos grandes millonarios con la vigencia de la democracia y la justicia social en los países del área? .
Todas estas interrogantes tienen su origen, justamente, en la opacidad con la que se desarrolla este encuentro, y al ser formuladas por los ciudadanos inciden negativamente en la percepción colectiva, que tiene muchas más sospechas y temores que factores de confianza y certidumbre. .
La consolidación de la democracia en toda la región ha tenido aparejada una larga y difícil lucha en favor de la transparencia, la rendición de cuentas y la participación de las sociedades en la toma de decisiones sobre su futuro. Esa ardua labor, todavía inacabada, es parte medular de la consolidación económica, social y política de las naciones de América Latina. Por ello, que un grupo de importantes empresarios discutan en secreto aspectos torales para el desarrollo latinoamericano engendra el temor de que se esté constituyendo un poderoso frente de presión y decisión situado al margen de la acción fiscalizadora de la sociedad, pues las corporaciones empresariales, en tanto entidades privadas, se resisten frecuentemente al escrutinio público y no están sujetas a la renovación resultante del ejercicio democrático. .
En este contexto, sería deseable que los empresarios reunidos dieran la cara a los ciudadanos y dejaran de verlos tan sólo como figuras estadísticas de un mercado anónimo del que pueden extraer considerables ganancias. .
Si realmente tienen en la mira contribuir al desarrollo de la región, informar cabalmente a la población de sus países constituye una medida saludable no sólo para disipar las desconfianzas y los resquemores, por demás justificados, sino también para mostrar que sus proyectos son parte de una estrategia incluyente y socialmente comprometida, y no sólo una confabulación con el objetivo de aplicar su poder económico para incrementar sus fortunas y sus cotos de influencia, sin importar el costo que por ello ha de pagar la inmensa mayoría de los latinoamericanos.
Muy mal deben andar las cosas en esta era de Bush como para que hasta sus codueños del mundo comiencen a ponerse nerviosos.