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Latinoamérica

23 de abril del 2003

Elecciones en Paraguay el 27 de abril
La desilusión infinita

Cecilia González
Masiosare

ASUNCION, PARAGUAY.- "Yo antes era feliz, pero no lo sabía", reza la calcomanía que Oscar Boff lleva en el vidrio trasero de su taxi. La felicidad que añora se refiere a la época de la dictadura de Alfredo Stroessner, y la multiplicación de estas calcomanías por toda la ciudad responde a la campaña que, en plena época electoral, los simpatizantes del general han intensificado para clamar por su regreso.

"Antes por lo menos no había tanta pobreza", explica Oscar, armado con el trapo y la cubeta con los que lava su taxi en una típica, húmeda y calurosa tarde veraniega de Asunción. Es el mismo argumento que, por ejemplo, dan en Argentina quienes ven con buenos ojos el regreso del ex presidente Carlos Menem a la Casa Rosada.

¿Cómo explicar el anhelo de algunos ciudadanos por el regreso de la dictadura? Carlos Martini, uno de los sociólogos y analistas políticos más reconocidos del país, explica a Masiosare: "La transición democrática iniciada con el derrocamiento del dictador Stroessner abrió un amplio escenario de libertades pero sin resultados económicos ni sociales. Tampoco se combatió la corrupción. Hasta el presidente de la República, Luis González Macchi, es sospechoso de haber participado en un desvío de 16 millones de dólares al extranjero".

Un golpe de Estado colocó a Stroessner en la cúspide del poder en 1954 y otro golpe lo derrocó en 1989. Fueron 35 años marcados por torturas para cualquier opositor, la multiplicación de presos políticos y un sistema de control sistemático de la ciudadanía. Para evadir cualquier tipo de juicio en su contra, el dictador se refugió en Brasil, y de ahí no ha salido en los últimos 13 años. La decepción es que su caída no redundó en beneficios tangibles para los paraguayos. Víctor Benítez, miembro de una ONG, dice que la dictadura, como régimen instalado en el imaginario social, no ha sido remplazada. "Al contrario, aún goza de muy buena salud".

Explica: "En estos 13 años sin dictadura el trabajo político tendiente al desarrollo y profundización democrática no ha sido realizado entre las grandes masas de la población. Las organizaciones políticas y sociales, muchos liderazgos que durante la lucha antidictatorial podían ser caracterizadas como democráticas o progresistas, y que al inicio de la transición operaron toda una eclosión en los procesos de organización y movilización ciudadana, fueron coptadas, abiertamente corrompidas o simplemente quedaron sin aliento, presas de la impotencia.Esto parece muy oscuro, pesimista, pero es mejor reconocerlo antes que cerrar los ojos o intentar disimularlo. Esta carencia puede explicar en cierta forma la continuidad y el peso que aún poseen figuras tan nefastas como Stroessner u Oviedo".

En suma, dice Benítez, la sociedad civil y la institucionalidad democrática en Paraguay es débil en extremo como para influir efectivamente sobre el proceso electoral. "No hay Lulas en el horizonte cercano", lamenta, en el mismo tono en el que lo hacen los argentinos ante la falta de una figura política que encarne la esperanza de un cambio real como el ocurrido recientemente en Brasil.

Las razones de la decepción

El desencanto ciudadano se refleja en los resultados del último Latinobarómetro (una medición de la opinión pública a escala regional), que ubicó a Paraguay como uno de los países cuyos ciudadanos están menos satisfechos con el desarrollo de la democracia, ya que únicamente 7% de los entrevistados se mostró conforme con el desempeño de su sistema político. La decepción se entiende. Después de la dictadura, el derecho al voto arribó a este país de la mano del empeoramiento de las condiciones de vida. Tan sólo el año pasado, el PIB nacional se redujo en un 2.2%, en tanto que el crecimiento poblacional fue de 2.5%.

También el año pasado, el guaraní, la moneda nacional, tuvo una devaluación de 51%, la inflación llegó a un 14.6% y cada dos días se cerró definitiva o temporalmente una empresa. Las cifras se traducen, inevitablemente, en el aumento de pobreza que hoy afecta a 34% de la población. A ello se suma, además, la inequidad. Por niveles de consumo, Paraguay es hoy uno de los países más inequitativos del planeta, porque el 10% que conforma la burbuja de los más ricos consume 91 veces más que el 10% más pobre.

Las elecciones se llevarán a cabo en medio de un complejo panorama económico, afectado, por supuesto, por la crisis argentina, que ya ha durado más de un año. Parte del impacto se refleja en la reducción de las remesas que los migrantes paraguayos que viven en ese país solían enviar a sus familiares -de la misma manera que ocurre con los mexicanos que se van a Estados Unidos. En los últimos 12 meses, estas divisas se redujeron de 67 a 24 millones de dólares.

El PRI paraguayo

Las elecciones presidenciales están programadas para el 27 de abril, igual que en Argentina. De manera semejante a su vecino país, los paraguayos no apuestan a la sustitución de la clase política. Si allá se da como un hecho que el próximo presidente provendrá de las filas del partido peronista, aquí llegará vía la Asociación Nacional Republicana, organización política mejor conocida como el Partido Colorado, con su roja bandera marcada con una estrella amarilla al centro. Es una especie de PRI. Con 59 años en el poder -el dictador Stroessner vino de las filas de este partido hegemónico-, los colorados no tienen rival a la vista. Es una familia política que se despedaza, que carga con un fuerte estigma de corrupción, y que eligió a su presidente de partido, Nicanor Duarte Frutos, como su candidato a suceder a Luis González Macchi en la presidencia.

Como lo ha hecho cada uno de los candidatos colorados en los procesos electorales que siguieron a la caída de Stroessner, Duarte prometió cárcel a los ladrones y ganó la candidatura interna en un proceso en el que se le opuso el prominente empresario de medios de comunicación Osvaldo Domínguez Dibb.

"Yo no tengo compromiso con el pasado, ni con el régimen autoritario, ni con las banderas del odio de otras generaciones. Yo vengo del campo. Mi padre fue un colorado rural, mi madre una trabajadora. Ellos nunca tuvieron enemigos. Yo tampoco. Mi deseo es darle combate a este presente de enfrentamiento, egoísmo, pobreza y corrupción", dijo Duarte Frutos en un afán de deslinde.

Las disputas internas del Partido Colorado hacen que, lo que verdaderamente esté en juego en estas elecciones, sea su permanencia en el poder, advierte el politólogo Martini."Lo novedoso es que tanto por el desgaste del gobierno del presidente Luis González Macchi, como por la pésima situación económica -el PIB per cápita es de 940 dólares, el más bajo en 17 años-, el deterioro social -entre el desempleo y el subempleo se llega a 40% de la población económicamente activa-, una elevada percepción de inseguridad, y las divisiones coloradas, existe por primera vez la posibilidad de una derrota electoral oficialista".

Un presidente cuestionado

"¡No a la corrupción, no a la impunidad!", fue el lema, casi grito, con el que Luis González Macchi inició su gestión presidencial el 28 de marzo de 1999. Apenas este mes alcanzó a evadir un juicio político en su contra, en el que se le acusaba de desvío ilegal de fondos de bancos en liquidación, promoción fraudulenta de inversiones y lavado de dinero.

El presidente le debe el cargo al sangriento "marzo paraguayo", aquel mes de 1999 cuando el asesinato del vicepresidente Luis María Argaña derivó en una protesta popular masiva que sacó a Raúl Cubas de la presidencia. Algo así como lo que le ocurrió a Fernando de la Rúa en Argentina.

En ese entonces, González Macchi era presidente del Senado y como tal le correspondió ocupar la primera magistratura de un país al que prometió conducir con honestidad y transparencia.

Apenas si se salvó de la destitución. El 12 de febrero, 25 de los 45 senadores paraguayos votaron a favor de enjuciarlo, pero se requerían por lo menos 30 votos. "No hay condiciones (para mi destitución)", había afirmado el Presidente cuando estaba en marcha la posiblidad de que pudiera ser enjuiciado. Su argumentación no se basaba en el clamor de su inocencia o en el hecho de que faltaran las pruebas suficientes para procesarlo. Simplemente estaba seguro de que contaría con el apoyo de la mayoría de los senadores para impedir que lo sacaran del gobierno. Feliz, el presidente afirmó un día después de la sesión en el Senado que se sentía fortalecido "porque primó la sensatez, salvándose la dignidad de la República".

El juicio no prosperó, pero de cualquier manera González Macchi carece ya de respaldo popular. Una encuesta reciente, de la consultora First Análisis y Estudios de Paraguay reveló un rechazo de 92% a la gestión presidencial. El año pasado, Transparencia Internacional ubicó a Paraguay como el tercer país más corrupto del mundo, después de Bangladesh y Nigeria. Con esa sombra de corrupción que abraza a cualquier servidor público, antes de las sesiones en que los senadores decidirían la destitución del Presidente ya se jugaban apuestas para adivinar cuánto cobraría cada legislador por su voto.

González Macchi concluirá su mandato en agosto, como estaba previsto, pero cualquiera de los pasos que dé seguirán siendo vigilados y cuestionados. En el terreno político, por ejemplo, en enero el diario Noticias calificó como un "ejemplo de torpeza" la ausencia del presidente paraguayo en la asunción de Luiz Inacio Lula Da Silva en Brasil, país que compra el 60% de las exportaciones de Paraguay. Al impugnado presidente parece no importarle codearse con la nueva dirigencia regional opositora al neoliberalismo, porque el 15 de enero tampoco asistió a la toma de posesión del presidente Lucio Gutiérrez en Ecuador.

Ante tal desprestigio, nadie se pelea por sacarse la foto con el presidente. Mucho menos el candidato colorado, aunque ambos son miembros del mismo partido. Duarte Frutos aprovecha cada ocasión que tiene para recordar que su candidato de fórmula para ocupar la vicepresidencia, Luis Alberto Castiglioni, votó, en su calidad de diputado, a favor de que se iniciara un juicio político al presidente.

En las urnas, el candidato colorado enfrentará a una decena de contrincantes, de los cuales sobresalen Julio César Franco, vicepresidente de González Macchi hasta noviembre pasado, cuando renunció para lanzar su campaña amparado en las siglas del eterno opositor Partido Liberal Radical Auténtico, y Pedro Fadul, abanderado del movimiento Patria Querida, proveniente del campo financiero y vinculado a la Iglesia católica.

La encuestas dan por ahora un escaso margen de victoria a Duarte Frutos, con un 26.8% de intención de voto, frente al 26% que tiene el opositor Julio César Franco y el 23% de Fadul. Pero los sondeos revelan, también, que los ciudadanos creen que el candidato colorado se quedará en la presidencia sin ninguna duda. Aunque no lo voten.

Un caso aparte lo representa la Unión Nacional de Colorados Eticos -Unace, una escisión del Partido Colorado-, partido que apenas a fines de enero desistió de postular al exiliado general Lino Oviedo y terminó por nominar a Guillermo Sánchez Guffanti ante la imposibilidad de que el golpista pudiera regresar de su exilio brasileño. Oviedo aún tiene pendiente la acusación de haber sido, junto con el ex presidente Raúl Cubas, uno de los autores intelectuales del asesinato del vicepresidente Argaña.

Por decisión de los tribunales, el general exiliado no puede volver al país para participar en las elecciones, pero estará presente en el proceso electoral con sus fieles seguidores. No en balde es el político más popular en Paraguay, con un 81% de aprobación por parte del electorado. Por eso los medios locales de comunicación lo califican como el "protagonista ausente" y el "verdadero gran elector" en los comicios del 27 de abril.

Si Oviedo participara en las elecciones, las ganaría. Pero como en lugar de su nombre el que estará impreso en la boleta es el de Sánchez Guffanti, los sondeos apenas le dan un 9.9% de expectativas de voto a su partido. Martini, periodista y conductor del noticiario Primera Edición de Canal 13, explica el posicionamiento de Oviedo a partir del clima de desesperanza que viven los paraguayos. "Oviedo tiene una retórica populista de fácil llegada a la población", dice.

Los paraguayos no esconden su desaliento. Una encuesta nacional realizada en noviembre por la Fundación Centro de Información y Recursos para el Desarrollo y apoyada por la estadunidense Agencia para el Desarrollo Internacional, reveló que uno de cada dos ciudadanos cree que su situación hoy es peor que la de sus padres. Siete de cada 10 considera que la situación del país es peor que en 2001. El 60 % teme perder su empleo. El 84% considera que el poder de las mafias ha aumentado en el país. Y ocho de cada 10 paraguayos está convencido de que la corrupción es mayor que en la época de Stroessner.