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Latinoamérica


14 de abril del 2003

S.O.S por la radio y la televisión públicas en Colombia

Freddy Vargas
Revista Traza. Colombia
"¿Será que la generalización universal de la estupidez,
la mediocridad, el unanimismo y la lambonería,
indican el triunfo del mercado y que son ciertas
Todas las bellezas que se nos anuncian?"
Renán Vega Cantor

Casi medio siglo de funcionamiento de la televisión en Colombia, es suficiente para reconocer el rumbo que ha tomado a lo largo de los años. La diferencia estructural es evidente; de un canal en 1954 se ha pasado a más de quince ofertas de difusión abierta en el 2001, obviamente sin contar la suscripción, los Sky, los Direc- TV, los TV-cables, las parabólicas y los comunitarios. Las modalidades de servicio se han vuelto complejas:

de unos pocos modelos se ha pasado a una mezcla con innovaciones permanentes. De un monolenguaje se ha transitado a lenguajes múltiples. De un uso recatado se ha pasado a imágenes sin tapujos. De "El niño del pantano" se ha llegado a la Baby Sister de "De cara al mar" a "Isabel me la veló y de "Arrietta de Farsa" a Pedro el escamoso.

Otras cosas han cambiado: inicialmente era el Estado --primero a través de la Televisora Nacional y luego a través de INRAVISION- el orientador, impulsor y promotor de la televisión; más adelante, en asocio con particulares en lo que se llamó el sistema mixto y finalmente, los particulares quienes se tomaron el Espectro Electromagnético para su propio beneficio. El péndulo se movió en menos de cincuenta años, por efectos del mercado y la concentración , desde el Estado hacia el monopolio privado. Hoy hay que decir que la reducción va desde INRAVISION, (El Estado) hacia RCN Y CARACOL (El monopolio privado) y desde múltiples propuestas privadas (30 Programadoras) hacia solamente dos canales (RCN, CARACOL). La reducción del Estado es evidente ya que ha renunciado a una intervención directa y de control -salvo los rasgos que quedan en las últimas normas que se han expedido sobre la televisión-. Paradójicamente, el Legislativo intervino cuando el Estado había dado el viraje más importante que ha registrado la historia de la televisión. En los primeros treinta años no hubo ninguna ley; el manejo del medio se basó en unos decretos y en resoluciones tanto del Ministerio de Comunicaciones, como de la Junta Directiva o del Consejo Nacional de Televisión de INRAVISION. La figura de la Comisión Nacional de Televisión tan sólo apareció en la Constitución del 91 y la Ley 182 de 1995 y su acción se dejó ver en 1996, año de la promulgación de la Ley complementaria 335 y en los últimos días, en lo que se ha llamado Ley de alivio Ley 680 de 2001. Ahora las normas ocultan los intereses que se encuentran debajo y que no siempre se hacen evidentes ante la población.

La desregulación, el aligeramiento de las responsabilidades del Estado y, por ende, la liberalización del medio y el traslado de decisiones acerca de la producción, programación y transmisión a la iniciativa de los particulares coincide con el cambio en la geopolítica mundial y regional. Con la recuperación de la libre iniciativa particular y con la bandera de la mano invisible del mercado, la televisión cambia de rumbo en cuanto a la forma de propiedad y, por tanto, de decisiones con respecto a su programación, pero también de su producción y transmisión. En este sentido, lo público no sólo cambió de contenido y de significado sino que se refundió en la nueva dinámica que adoptó el medio. El poder del raiting se impuso como norma así como la relación de pesos invertidos por televidentes activos y la inversión real por la ganancia esperada, se elevaron a la categoría de indicadores decisorios en la gestión y evaluación empresarial. Los beneficios económicos se apoderaron del espacio necesario para convertirse en el patrón de conducta de quienes dirigen las organizaciones dedicadas a desarrollar actividades en el medio.

En consecuencia, han sido desterrados del escenario televisivo los conceptos de servicio, servicio público, bien común, engrandecimiento cultural, rescate de las tradiciones y construcción de sociedad.

Aquellos tiempos

La historia cuenta la importancia que tuvo la programación educativa dirigida a los niños y a los adultos; refiere los programas realizados para poner en evidencia lo que somos y hemos sido a lo largo de los años y los proyectos que se iniciaron, no se desarrollaron o fenecieron en el camino.

Hoy el panorama es distinto: el Estado, si existe, pocas huellas deja en su curso y lo público ha quedado refundido. Cualquiera diría que ahí está el gobierno, los ministerios, INRAVISION, los Canales Regionales, Audiovisuales y la Comisión Nacional de Televisión. Pero, lo cierto es que ellos se han visto privatizados al compartir la lógica del mercado y los intereses de la ganancia y de la usura, de la rentabilidad y del costo beneficio, como prioridad, mientras que las finalidades y los objetivos se han desplazado a segundo lugar.

Un primer tema que salta a la vista es el de la relación entre lo público y lo privado. Dos proposiciones planteamos como punto de partida: la primera es que la televisión es pública por el hecho de ser televisión, por emitirse mediante sistemas de difusión masiva, cerrada o abierta. De lo contrario seria vídeo doméstico, de uso familiar o individual. No hay televisión que no sea pública, que no tenga como intencionalidad atender y representar el bien común, que no tome en consideración a los televidentes y que no piense en el servicio social que ella representa. Las razones de esta premisa se fundamentan en que utiliza un bien común que es el espectro electromagnético, en el origen y destino de los contenidos que pasan por el medio, en el nivel de aceptación de las audiencias, en los mensajes que circulan y en el espacio cultural que crea y legitima. Otra cosa distinta es que, en muchas ocasiones, se dé prioridad a intereses privados, se represente propósitos ligados a dividendos económicos, se fundamente en el rating, lleve mensajes subliminales, tenga como objetivo la venta de productos y persiga aprovechar a las audiencias para convertirlas e consumidoras de mercados masificados. En este sentido, el carácter público ha sido privatizado y el sentido de servicio desfigurado.

Lo privado y lo público

La segunda proposición es que lo público y lo privado no necesariamente se contravienen. El espacio público como concepto jurídico-político-cultural es la expresión de la autonomía, de la creatividad individual, de la crítica, de la decantación y depuración colectiva de imaginarios construidos en la multiplicidad de las subculturas en un país caracterizado como pluriétnico y multicultural. El espacio público como real, como entidad física, presenta una paradoja que debe ser descifrada: lo público se hace privado y lo privado se convierte en público. En otras palabras, hay espacio público que se privatiza, por ejemplo cuando un bien común que es el espectro electromagnético se entrega al apetito privado; cuando un director diseña un programa que responde a sus preferencias personales porque le satisface y le hace ver su propia realización; cuando el acceso que es de todos se interpreta como una concesión que conlleve uso sin límites; cuando se entiende la libertad de prensa por y para los que tienen prensa; cuando el derecho de réplica está restringido a quienes tienen capacidad para replicar; cuando la calidad del servicio no se puede reclamar; cuando los canales de expresión no funcionan o cuando aquellos que existen también se han privatizado, porque obedecen únicamente a intereses de unos pocos. Pero también lo privado ser hace público porque se camufla en las expectativas de los televidentes o los radioyentes; se confunde con el deseo de entretenimiento o de información de las audiencias; se esconde en los sondeos de opinión y se hace aparecer como la voz de todos; cuando se desvía el carácter del servicio como lectura de las necesidades colectivas, para dar paso a pretensiones que involucran sectores que buscan protegerse a sí mismos, en vez de reconocer los derechos de los demás.

Cuando lo público se privatiza y cuando lo privado sustituye a lo público y se erige como tal, tenemos un escenario que no responde a su esencia y ha pervertido el objetivo principal de la televisión. Las voces no se hacen esperar, pero son voces en el desierto. Los padres de familia quieren que se les escuche porque ven que la televisión no es la nodriza y que la droga que se enchufa comienza a crear falsas conciencias en las nuevas generaciones; las ligas de televidentes se reúnen y discuten pero sus conclusiones quedan en una catarsis de aplicación para ellos mismos. Las organizaciones sociales hacen propuestas, pero los oídos están cerrados para captar los mensajes y, obviamente, para adoptar decisiones a su favor. No estamos sugiriendo formas de democracia ficticia como creer que las encuestas son suficientes o que hay que dar al televidente lo que él quiere recibir. Estas consultas, muchas veces, esconden repuestas que están predeterminadas y canalizan las intenciones de quienes las hacen una voluntad colectiva.

El modelo de administración vigente en Colombia permite, apoya y acepta estas prácticas que demuestran que la legislación va por un lado y lo que aparece en las pantallas de los televidentes por otro. En medio están quienes si tienen capacidad de intervención y de decisión, no los televidentes a nombre de sí mismos y de la colectividad.

Sin renunciar

Dijimos que nos concentraríamos en la TV y la Radio a cargo directo del Estado, particularmente Señal Colombia y la Radiodifusora Nacional. En primer lugar hay que decir que en este mundo de la globalización, ningún país que tuvo televisión y radio a cargo del Estado, con objetivos educativos y culturales, ha renunciado a su continuidad, a su preservación y fortalecimiento. Ninguno ha cedido a la tentación privatizadora y a la liquidación de un patrimonio común. Con ello no se desconocen las dificultades financieras por las que pasan, provocadas por la corrupción y la lógica implacable del mercado, ni la tentación de abdicar a un proyecto porque el ambiente en el que se mueven respira otros aires. Pero lo cierto es que no lo han hecho la BBC de Londres, ni las demás señaladas antes. La propiedad y la administración de los servicios es del Estado y se mantienen como tal con sus objetivos y propósitos. Ni que decir de un canal de televisión que con todas las dificultades del mundo, ha salido adelante con una excelente programación como es el Canal 22 de México.

En segundo lugar, hay que recalcar que el carácter educativo y cultural no es cosa del pasado, no ha dejado de ser vigente, no se puede considerar, como dice la jerga cotidiana, un "ladrillo", por lo pesado, por lo inerte, por lo imposible que es establecer una relación de sentido con él y porque sus mensajes no son de asimilación fácil para la audiencia. Lo cultural-educativo, juntos en un concepto envolvente, es la parte vital de la sociedad, es la dinámica, es la fuerza, es la potencialidad, es el sentido de la existencia individual y colectiva. Es el reconocimiento de que hay otros al lado, es la comunicación entre las personas, es el diálogo enriquecedor, es el proyecto de nación creado por sus integrantes, es la mirada a la historia para la construcción del devenir y es hacer realidad los sueños en un presente permanente. Es una mirada a nuestro interior con el país en una perspectiva internacional, es la reflexión sobre lo que hemos sido y somos frente y en comparación con otras culturas, es descubrir nuestros errores y los caminos que debimos recorrer, es reconocer nuestras potencialidades para enfrentarnos colectivamente a un mundo cambiante y es descifrar nuestro papel en el mundo y de las nuevas generaciones. Ello implica que en las pantallas se vean programas de ecología, historia, antropología, economía, psicología, arte, literatura, si queremos verlas como "disciplinas" o campos del saber. Muchas expresiones culturales tenemos que mostrarnos y mostrar al mundo; por eso nos llamamos un país pluriétnico y multicultural.

En tercer lugar, falta una voluntad política colectiva, de la Comisión Nacional de TV, del Legislativo, del Ejecutivo, de la Junta directiva de INRAVISION, de la administraciones públicas, de las organizaciones sociales; miembros de organismos del Estado y asociaciones. Las convocatorias públicas a la participación serían un mecanismo a través del cual se muestre la transparencia y se puedan canalizar las expectativas enunciadas. El PROCEM un primer paso hacia un Proyecto Educativo y Cultural por los Medios concertado con diferentes sectores y grupos de la sociedad colombiana debe ser adoptado definitivamente como la propuesta de participación en la elaboración de las políticas de programación de los prestatarios del servicio público de televisión y radio.

En cuarto lugar, INRAVISION, los canales regionales y audiovisuales, cuentan con la experiencia e infraestructura lograda a través de los años no solo en programación, realización y producción, sino en la transmisión de radio y televisión, que les permite cumplir a satisfacción con los propósitos enunciados. Para ello debe ser fortalecido en los diseños de la programación, en los mecanismos de participación de la sociedad, en el diálogo con las audiencias, en las relaciones internacionales, en la financiación de sus proyectos, en la actualización y mantenimiento de tecnología y capacitación continua de sus trabajadores.

Para establecer un esquema que garantice la expectativa de lo local, lo regional y nacional.

La televisión y la radio es pública, por tanto, se hace necesario que exista un control de la sociedad en su conjunto, para el servicio público de radio y televisión, prestado por los particulares o el Estado no se convierta en arma que destruye memoria, valores, tradiciones, relaciones sociales y hasta la expectativa de vida de los jóvenes, como se ha afirmado muchas veces en el programa de televisión Francisco el matemático. Hoy es necesario crear espacios para discutir lo fundamental, la esencia de lo relacionado con su futuro sobre el carácter del servicio, sobre los contenidos, sus lenguajes, sus formas de construcción de mensajes, su articulación con otros medios y sobre su función en una sociedad como la colombiana. No es un tema adicional, no es algo que pueda estar o no, no es algo superfluo, no es aplazable, no es de conveniencia.

Un propuesta

Se hace necesaria, la constitución del Consejo Nacional de Radio y Televisión --sin ánimo de lucro-- integrado por representantes de las facultades de comunicación, profesores universitarios y de colegios de educación media y básica, las ligas de televidentes, los productores independientes, las agremiaciones de estudiantes, las etnias, los trabajadores de los medios y otros, que expida las reglamentaciones necesarias para el uso y manejo del medio audiovisual y para que los prestatarios del servicio, privados o públicos permitan el acceso de la sociedad al medio:

Promoviendo programas de carácter obligatorio, de alfabetización audiovisual, que harán parte de los currículos de escuelas, colegios y universidades. Quien no aprende a leer difícilmente puede entender y por ende criticar, propender y sobre todo no puede escribir y/o proponer para el medio y por lo tanto su acceso se ve limitado.

Generando las reglamentaciones necesarias para que los prestatarios del servicio público de televisión y radio, privados o estatales, faciliten los medios los medios físicos y equipos para la producción, realización y transmisión de los audiovisuales elaborados por los diferentes actores de la sociedad. Al mismo tiempo que la reglamentación y regulación de tecnologías Haciendo posible con mecanismos apropiados, que los productos audiovisuales de alta calidad, realizados en el mundo, previos mecanismos de selección, sean también accesibles a los colombianos de medianos y bajos recursos.

Es urgente la unificación de propósitos audiovisuales, alrededor del mayor acumulado de experiencia e infraestructura tecnológica como lo es INRAVISION, a saber: tres canales de televisión de cubrimiento nacional, cuatro frecuencias de radio, un sistema satelital mixto -radio y televisión-, dos móviles de televisión y una de radio, 18 cabinas de edición no lineal, cuatro estudios completos de televisión y tres de radio, cámaras de cine y televisión. Por lo tanto la producción de la programadora estatal Audiovisuales, la producción de los Ministerios de Cultura de Educación, las mejores propuestas audiovisuales de los canales regionales y comunitarios, los esfuerzos de los productores independientes, las coproducciones nacionales, regionales, locales e internacionales, serían parte de los esfuerzos en la producción y programación, que deberían ser recogidas y fusionadas para el desarrollo del proyecto audiovisual, cultural y educativo por medios para Colombia. Generando una Banco Nacional Audiovisual, que bajaría en una proporción importante los esfuerzos y costos de producción y realización de la Radio y televisión públicas.

Es apremiante un esquema de financiación real, con aportes de Presupuesto Nacional, presupuestos institucionales, porcentaje de inversión publicitaria, tributación en el pago de concesionarios privados de televisión, de operadores de televisión satelital, y por suscripción, auspicios, patrocinios, colaboraciones e intercambio regional, nacional e internacionales.